Las 7 Reglas Para Ser Feliz En Tu Hogar-Dale Carnegie.Pdf

7671 palabras 31 páginas
SIETE REGLAS Para hacer más feliz la vida en su hogar Dale Carnegie

Plegaria Oh, Jesús que sufres, haz que hoy y cada día yo te sepa ver en la persona de tus enfermos, y que, ofreciéndoles mis cuidados, te sirva a ti. Haz que, aún oculto bajo el disfraz poco atrayente de la ira, del crimen o de demencia, sepa reconocerte y decir: Jesús que sufres, cuán dulce es servirte. Dame, Señor, esta visión de fe, y mi trabajo no ha de ser jamás monótono. Encontraré alegría aceptando las pequeñas veleidades y los deseos de todos los pobres que sufren. Querido enfermo, me resultas más querido aún porque representas a Cristo. ¡Qué privilegio se me confiere el poderme ocupar de ti! Oh, Dios, que sufres en la persona de Jesús, dígnate que yo sea otro
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Predicaba a todos que había que abstenerse de fumar y de tomar bebidas alcohólicas y que los ricos tenían que compartir sus riquezas con los pobres. Y esto le desagradaba terriblemente a su esposa. La vida de Tolstoi se le volvió una tragedia. Y la causa de ello fue su esposa. Ella quería lujos y él trataba de vivir como un pobre, como Jesús de Nazaret. Ella anhelaba fama y los aplausos de la sociedad, y él lo que deseaba era dedicarse a servir a los pobres y despreciados. Ella deseaba más y más dinero, riquezas y posesiones y él repetía que los bienes había que repartirlos con los que no tenían nada. Durante muchos años su esposa le gritó, le regañó y le echó en cara por no reclamar sus derechos de autor porque ella deseaba ese dinero para sus lujos y sus vanidades. Cuando él se oponía, la esposa sufría ataques histéricos. Se revolcaba en el suelo con un frasco de veneno junto a la boca amenazando que se mataría sino se le daba gusto a su avaricia. Cuando ya llevaban muchos años de casados, ella en días de buen genio y de paz le pedía que le leyera las páginas literarias que él había escrito en los días de su juventud. Tolstoi leía lo escrito en aquellos días, hermosos, felices, idos para siempre. Los dos lloraban. Cuán diferente habría resultado la vida real, a los sueños de felicidad que entonces había tenido. A veces Tolstoi se sentía incapaz de seguir soportando la trágica infelicidad de su hogar y

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