La monarquia romana
El gran tambor al centro del escenario, como el fuego, ocupa el centro de la tierra. Dinámica era la existencia humana al servicio de los dioses; desde el sacerdote hasta el anónimo espectador participaban en el elaborado ceremonial donde músicos, danzantes y espectadores se encontraban cautivos en los recintos sagrados. Acto personal de comunicación con los dioses era el auto-sacrificio; se practicaba perforando diversas partes del cuerpo con puntas, punzones y navajas. Con el sacrificio el hombre ofrendaba al dios lo más preciado: la vida misma. Retribuía ofrendando su sangre, principio de vida para dioses y hombres. En recipientes se depositaban los corazones donde simbólicamente la divinidad descendía para ver la sangre. Cuatro veces fueron creados el mundo y el hombre, y cuatro cataclismos habían terminado con todo. Actualmente se vive en el quinto sol, el quinto mundo que con terremotos también tendrá fin. La diosa de la tierra es Coatlicue, madre de los dioses, símbolo del origen y del fin; antigüedad y feminidad. En ella se reúnen conceptos ambivalentes que la hacen esencialmente dual: aridez y vegetación; vida y muerte; esencia de los opuestos. Uno de los conceptos de mayor trascendencia del mundo prehispánico fue la dualidad relacionada con la vida y la muerte como parte de un ciclo constante del cual forman parte hombres y dioses. La dualidad fue observada en el campo cíclico de las estaciones de secas y de lluvia. Esta división se formaba