La Mujer En La Revolución Industrial
Los bienes producidos mediante procesos artesanales en el propio domicilio empezaron a fabricarse en serie con máquinas en grandes fábricas, utilizando el sistema industrial. Las mujeres competían en el mercado laboral con los hombres, pero trabajaban sobre todo en las primeras fases de elaboración de la lana y en las fábricas textiles. Lo habitual era que las mujeres fueran explotadas en las factorías, institucionalizándose un sistema en el que predominaban los bajos salarios, pésimas condiciones laborales y largas jornadas de trabajo. La legislación relativa al salario mínimo y otro tipo de medidas legales intentaron mitigar esta muy notoria explotación de las mujeres trabajadoras.
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Se utilizaba el vestido largo, pero también la mujer incluía –dentro de un uso diario– incontables artículos 'extras' como doble o triple uso de enaguas, crinolina, guantes, mantilla, sombrilla, pañuelo, sombrero, botines, medias, calzoncillos largos, listones, encajes, y peinados complicados donde los 'rizos' eran sinónimo de moda, elegancia y distinción en una sociedad dominada por 'la gran aristocracia', y que tenía como misión no solamente resaltar la figura y la femineidad de la mujer, sino marcar con severidad el rango social al que pertenecía.
Escasamente hace 100 años, las mujeres utilizaban corsés que les obligaban a tener una cintura de 55 centímetros –lo que alteraba su figura natural– y los vestidos largos a veces llegaban a pesar más de 10 kilogramos. Eran diseñados de acuerdo a los requerimientos sociales como ir a misa, rezar el rosario, asistir a una boda, a un día de campo o guardar luto.
Enormes estructuras de carrizo hacían las veces de crinolinas para soportar las telas que llegaban a pesar desde los 7 hasta los 20 kilos.
Esta es la forma en que se desplazaban los órganos en el cuerpo de la mujer; los intestinos quedaban por debajo de la cintura que mantenía a la fémina sin poder respirar adecuadamente. Una situación antinatural obligada por la moda.
El corsé: posiblemente el elemento más odiado –pero indispensable en aquella época– que forzaba a la mujer a lucir una figura elegante y femenina. Un objeto que