Finalidades educativas de los misionesros españoles y métodos utilizados para evangelizar

1371 palabras 6 páginas
Jorge Luis Borges
Ficciones

Hijo de una familia acomodada, Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 y murió en Ginebra, una de sus ciudades amadas, en 1986. Vivió, desde pequeño, rodeado de libros; y, entre 1914 y 1921, y más tarde en 1923, viajó a Europa, lo que le puso en contacto con las vanguardias del momento, a cuya estética se adhirió, especialmente al ultraísmo. En la primera mitad de esa década dirigió las revistas Prisma y Proa. Poeta, narrador y autor de ensayos personalísimos, ganó el premio Cervantes en 1980 y fue un eterno candidato al Nobel, ingresando en la ilustre nómina de quienes, como Proust, Kafka o Joyce, no lo consiguieron. Pero, como ellos, Borges pertenece por derecho propio al patrimonio
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Es posible que Borges me fulminara con una de esas bellísimas y mortales críticas que podemos leer en sus libros, pero diré que en algún momento llegué a pensar que cada página suya contiene toda su obra, como uno de esos objetos fractales que repiten su estructura creando geometrías tan hermosas como extrañas. Pero este parecido concluye en la forma, Borges nos da más, los textos de Borges no son amorales, sus héroes son héroes morales, que se someten, a veces hasta la locura,

hasta la más lúcida locura, a los códigos de su cultura, de su tiempo y lugar. Es, otra vez, la multiplicidad de esos códigos, las variadas dimensiones de los mismos la que Borges utiliza con extraordinaria maestría para dejarnos atrapados en una libertad infinita. Prologar a Borges resulta muy difícil cuando Borges es el prólogo de uno mismo, y es eso exactamente lo que le ocurre a este prologuista. Quizás la tarea que se propuso Pierre Menard al tratar de escribir el Quijote no sea tan extraña, uno se ve muchas veces haciendo cosas parecidas a la que intentó Menard, como ocurre ahora. El lector debe estar tranquilo, porque él es el verdadero héroe de la obra de Borges, una obra que es una aventura que debe vivir como quiere el autor cuando dice: «Así combatieron los héroes, tranquilo el admirable corazón, violenta la espada, resignados a matar y a morir».

A Esther Zemborain de Torres

El jardín de senderos que se

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