Ensayo de buenos modales
CAPITULO I
En un lugar de la Mancha, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza, por conjeturas verosímiles, se deja entender que se llamaba Quejana.
Los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza, y aun la administración de su hacienda. Vendió muchas fanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que leer. Gustaba en especial