El espejo de platon
Massimo Cacciari
Nuestro universo simbólico está inundado de imágenes, pero también de reflejos y de sombras. ¿Es más verdadera para nosotros esa imagen que vemos, que la que los demás nos devuelven? Cuando nos miramos en los espejos, ¿vemos lo que realmente somos o vemos lo que creemos ser? ¿Es verdadera esa imagen, como decía Sócrates, o es sólo un engaño, como pensaba Platón? ¿Es importante la imagen que los demás tienen de nosotros? Al construir nuestra identidad, ¿la hacemos mirándonos realmente como somos? ¿O nos vemos sólo cuando miramos hacia adentro, más allá de los espejos y de las miradas de los otros? La misma ambigüedad de los espejos los transforma: pueden ser amistosos si se trata de nuestros espejos …ver más…
Desde el Manierismo se acepta que ese espejo, antes que reflejar la realidad exterior, inventa una realidad. Los que toman demasiado literalmente las ficciones son los únicos engañados. Narciso es la víctima clásica, pues no puede entender que su imagen reflejada en el agua es sólo imagen. Dioniso, por el contrario, ríe; y así resulta inmune a la melancolía que secunda todo "narcisismo".
Cacciari nos recuerda que fue Nietzsche el gran Dioniso de la filosofía del arte. El habría entendido que el problema de la verdad y de la mentira artísticas se solucionaba provocando a la filosofía. De modo que la mentira debía ser reivindicada como una facultad noble, superior aun a la que produce verdad por medios lógicos.
Nietzsche no sólo se burló de Platón sino también del estatuto "especial" que la modernidad burguesa confirió al arte. Según ésta, el arte no debía rendir cuentas a las disciplinas del conocimiento porque era el territorio autónomo de la belleza, de la mera forma. Con un típico gesto radical, Nietzsche reivindicó al arte como una mentira que puede conocer por fuera de los procedimientos admitidos, e incluso mejor, porque lo que conoce son precisamente las limitaciones de esos procedimientos. El arte es el modo más elevado de pensar: su embriaguez es pura lucidez. Lo opuesto al arte no es la verdad, sino el exceso de mentira: la retórica desmedida, la ansiedad por comprobar algo. El Dios al que se entrega Nietzsche no es uno ni