Costos de importacion
Habia una vez un príncipe muy pobre que poseía un reino, que aunque muy pequeño, era lo suficientemente extenso como para invocarlo como título para concertar un matrimonio ventajoso; y por entonces el príncipe resolvió casarse.
Demasiado atrevimiento suponía en él preguntar a la hija del emperador si lo quería por esposo; pero decidióse a hacerlo, porque la fama de su nombre se extendía por todas partes.
Dábase el caso de que en el lugar donde yacía enterrado el cadáver del padre del príncipe había crecido un espléndido rosal, que sólo florecía una vez cada cinco años, y aun en estas ocasiones sólo daba una rosa, pero una rosa magnífica que exhalaba un aroma tan suave y exquisito que todo el que aspiraba su …ver más…
-Pregúntale -dijo a la dama-, si quiere por ella diez besos de mis compañeras.
-No, gracias -contestóle el porquero-; diez besos de la princesa, o me quedo con mi cacerola.
-No será así ciertamente -dijo al fin la princesa-; pero colocaos todas delante de mí, para que nadie nos vea.
Las damas de la corte colocáronse delante de ella y extendieron sus vestidos para cubrirla bien; y el porquero obtuvo sus besos, y la princesa, su cacerola.
Aquello fue una delicia. La cacerola estuvo hirviendo al fuego durante toda la noche y todó el siguiente día, y no hubo nadie en palacio que no se enterara de lo que estaban cocinando cada una de las casas del pueblo, desde la del chambelán hasta la del último remendón. Las damas de la corte bailaban y palmoteaban de júbilo y satisfacción.
-Ahora sabemos -decían entusiasmadas-, quién come sopas hoy y quién pasteles; quién chuletas y quién huevos. ¡Qué interesante es esto!
Entretanto el porquero -es decir, el príncipe, que como sabemos de tal se había disfrazado-, no dejaba pasar día sin trabajar en cierto artefacto; hasta que por fin terminó una especie de sonajero que, cuando se le hacía girar, tocaba todas las Clases de valses y bailes populares imaginables.
-Eso es una maravilla -dijo la princesa, que acertó a oírlo al pasar-. Preguntadle cuánto quiere por ese instrumento.
-Cien besos de los labios de Vuestra Alteza -volvió diciendo la dama que entró con el recado de su señora.
-Creo que no está en su juicio
-exclamó la