- Introducción
- La
historia oral y las malas lenguas - El
testimonio oral en la elaboración de artículos
históricos - Bibliografía
básica
Introducción
"Sé un artesano de la palabra
para que puedas prevalecer,
porque el poder del hombre está
en la lengua, y el poder
de la palabra es más fuerte que
el de cualquier combate."
Enseñanza del rey Merikara a su
hijo.
MacQuitty, William, La Sabiduría de
los antiguos egipcios,
Editorial Lidium, Bs As, 1978,
p.48.
"Verba volant, scripta manent."
Proverbio popular
Muchísimas investigaciones parecen desmentir la
segunda de las citas transcriptas en el inicio de este trabajo.
Antiguos y complicados comportamientos demuestran que la palabra
no es tan transitoria como puede llegar a creerse. Las
tradiciones (o transmisiones) orales son fuentes
históricas cuyo carácter está determinado
por la forma que reviste: son no escritas, y tiene la
particularidad de cimentarse de generación en
generación en la memoria de los hombres.
Bastaría observar a aquellos que conservan este
tipo de tradición (cuando recitan solemnemente los textos
que fueron confiados a su memoria), y al auditorio inmóvil
y serio que lo escuchan, para reconocer que las tradiciones
orales son palabras que hacen revivir el pasado, y que para todos
ellos, esas palabras son fuentes de conocimiento.
Este breve informe intentará reflejar la
importancia que ha tenido y tiene la llamada historia oral.
Asimismo, mostraremos sus inconvenientes metodológicos,
como también las grandes posibilidades que encierra a la
hora de rescatar aquellas voces perdidas en el tiempo;
especialmente las voces de los que "no tienen historia".
De esta manera, seguramente, y mediante el perfeccionamiento de
métodos adecuados, aquel viejo proverbio latino del
principio pueda transformarse en "verba manent, scripta
manent".
FJSR
Noviembre 2013
La historia oral
y las malas lenguas
Existe un verdadero debate historiográfico y
metodológico respecto del uso de la historia oral en
nuestras investigaciones. El problema radica en la competencia
que se ha establecido entre lo oral y la abundante
documentación escrita que poseemos. Cada uno dde los
bandos tiene sus representantes y sus argumentos para combatir al
contrario, aunque para ser sinceros debemos reconocer que
todavía la historia oral corre en desventaja. Aún
existe un elevado prejuicio en el uso de tradiciones y relatos a
la hora de elaborar obras históricas. Incluso se ha
llegado a decir que recoger testimonios orales es un trabajo de
archivista y n de historiadores profesionales.
Esta discusión no es vana, sino que está
denotando la incertidumbre que surge ante una práctica que
se percibe no del todo perfeccionada. ¿Es una nueva forma
de hacer y ver la historia? La respuesta es positiva para algunos
investigadores ingleses, italianos y alemanes, quienes, en cierta
forma, corren contra la clásica corriente que no comprende
la necesidad de recurrir a testimonios orales, en una sociedad
inundada por lo escrito.
Si hemos de retroceder en el tiempo en busca de estas
prácticas metodológicas orales, nos
encontraríamos que el llamado "Padre de la
Historia", Herodoto (484-428 A.c.), ya las había
usado en su intento por narrar los hechos humanos, para que no
cayeran en el olvido. Obviamente, en aquel entonces, los
representantes de lo escrito eran muy pocos y el actual
debate ni siquiera se entreveía. Y si bien, por momentos,
Tucídides le reprocha a Herodoto el no haber comprobado y
verificado lo que luego pusiera por escrito, él tampoco
aporta nada, y permanece mudo, respecto de los métodos de
verificación que él mismo sí puso
en práctica.
Antigua discusión, como puede observarse, pero
que se revitaliza a partir del siglo XIX cuando la historia
ingresa en el glorioso campo de las ciencias.
La adopción de los sacrosantos principios
eruditos del positivismo, impulsados por Leopoldo von Ranke en
Alemania, y otros historiadores germanos, se convirtieron en las
poderosas armas que demostraron su dureza y demoledora
crítica contra la tradición oral. Se
argumentó que la escritura era el único medio que
fijaba la información (y las afirmaciones), haciendo fiel
la transmisión. Por el contrario, la tradición oral
fue vista, por naturaleza, una "alteración
continua". Ni siquiera como fuente complementaria era
considerada y esto se debió, en gran parte, a que la
disciplina que había convertido a la historia en ciencia
era la filología, que abarca sólo el texto escrito.
De allí el surgimiento de grandes archivos, productivas
cuevas del quehacer del historiador. Por otra parte, la
alfabetización continua del siglo XIX y la
ideología del Progreso como meta a alcanzar,
confirmaron a los historiadores de entonces la invalidez de las
irracionales leyendas, mitos, relatos y fábulas locales;
acrecentando así su fidelidad indiscutida y exclusiva a lo
escrito.
Pero si bien en Europa el campo de acción de la
historia oral quedó confinado a pequeñas regiones o
localidades (siempre fuera del ámbito académico),
del otro lado del Atlántico el uso de testimonios orales
era considerado con mayor peso.
Ya en 1840, un bibliotecario apellidado Copeland,
había empezado a recoger testimonios de viejos soldados de
la revolución norteamericana y de hombres que se
habían enfrentado a los indios. Copeland pudo reunir una
ingente cantidad de material, pero no pudo terminar su libro. Por
fortuna esos documentos no se perdieron, sino que fueron
encontrados y utilizados por Jackson Turner para la
redacción de su célebre libro, en el que plantea su
teoría de la frontera.
Se ha dicho que la historiografía anglosajona es
mucho más permeable a la utilización de testimonios
orales que la francesa o la alemana: y esto se confirmaría
por la precoz utilización de ese método en la
historiografía británica. Los ingleses fueron, en
cierta forma, los que institucionalizaron la historia oral
europea.
El pueblo irlandés, tan cargado de nacionalismo,
también propulsó el despegue de lo oral, a tal
punto que ya en 1906 había creado una sociedad encargada
de recoger sistemáticamente el folclore local, poniendo
especial énfasis en la sociedad rural.
Inglaterra descubrió el gusto por la
monografía local, escrita a partir del testimonio de los
habitantes, queriendo hacer escuchar la voz de los propios
partícipes de la historia, ésos que los documentos
siempre ignoran. Hubo, pues, interés por redescubrir la
opinión pública del pasado industrial, surgiendo
así muchas autobiografías obreras del siglo XIX.
Era natural que surgiera un marcado interés por la
historia del movimiento obrero y en particular por sus
orígenes locales. Los viejos militantes fueron
entrevistados y sus testimonios convertidos en bases de obras de
importante valor histórico, especialmente en el campo de
las mentalidades, la ideología, motivaciones, miedos y
cultura.
Todo este ímpetu sobre la historia oral,
acrecentado notablemente entre 1950-1960, redescubrió
también a la canción popular industrial, y en
particular la minera. Por otra parte, la historia social inglesa,
inspirada en el trabajo de Edward Thompson , Formación
de la clase obrera inglesa, llevó a muchos
estudiantes universitarios, comprometidos ideológicamente,
a establecer contactos con los sindicatos, surgiendo de ese modo
los famosos History Workshops, jornadas de discusión y
elaboración de trabajos históricos sobre historia
obrera, realizadas por los propios trabajadores. De esta manera,
el interés por el pasado oral tomó una relevancia
que hasta entonces no había tenido.
Desde mediados de 1960 la historia oral ha ido ganando
terreno. Los relatos de vida, la historia de comunidades a partir
de sus propios habitantes, ha estado buscando crear una memoria
que permita reconstruir una nueva interpretación de su
propio pasado. Se han creado centros de recolección de
datos (escritos, taquigráficos o grabados) de suma
importancia, y ya no sólo aislados historiadores hacen uso
de este método sino que también las universidades
han volcado esfuerzos y recursos en el mejoramiento de las
técnicas de "lo oral".
El historiador Raphael Samuel observó:
"La historia oral es también un recurso para
una forma democrática de práctica histórica.
Está abierta a todos y por supuesto sus adeptos más
entusiastas son en su mayoría ajenos a la universidad, o
sólo trabajan en ella parcialmente: alguna de sus obras
más logradas no son obras de historiadores sino de
escritores y periodistas. La historia oral libera al historiador
del asilamiento de las bibliotecas y de los estudios, y los
alienta a mezclarse con la gente en la calle. Los libera de la
competencia encarnizada por las fuentes de archivo y les ofrece
en su lugar una fraternidad en el trabajo y una relación
viva con el tema (…)".[1]
Esta democratización de la que habla el autor
expresa la tendencia a hacer una historia "desde
abajo", es decir, a través de la palabra de la gente
que tuvo y vivó las experiencias consignadas en una obra.
Al parecer, el viejo prejuicio positivista contra la historia
oral ha perdido terreno. O lo está perdiendo
aceleradamente.
Pero, ¿cuál es el territorio de esta
renovada historia oral, hoy tan en boga?
Según algunos autores, tales como Samuel o
Joutard, es posible distinguir cuatro ejes importantes dentro de
esta metodología histórica:
1) la entrevista oral que ofrece testimonios de
acontecimientos.2) La entrevista oral que aporta sus
contribución a la etnohistoria y a la historia de la
vida cotidiana.3) La entrevista oral que pone de relieve el
testimonio indirecto, es decir la tradición
oral.4) La entrevista oral que nos muestra
cómo funciona la memoria de un grupo y la
transmisión de los contenidos.
La verbalizad es una cualidad que el testimonio
resultante de una tradición oral comparte con los
testimonios oculares y con los rumores; y si bien esta verbalizad
puede hoy en día ser sobrepasada por la información
escrita, la encuesta oral es muy pocas veces inútil. El
aporte complementario de la fuente oral sigue siendo de gran
importancia para el historiador.
Como señala Philippe Joutard:
"Todo documento escrito tiene tendencia a
racionalizar una realidad mucho más confusa. Basta con
leer las actas de las reuniones en las que hemos participado y
compararlas con nuestros propios recuerdos para ver el trabajo de
simplificación y de construcción ya efectuado.
Incluso en el supuesto de que haya una taquigrafía fiel,
faltarían los sobreentendidos, las tensiones
implícitas, que sólo pueden aparecer de manera
velada y muy indirectas a través de frases anodinas. Lo no
dicho jamás se escribe, en cambio puede aparecer en la
encuesta oral bien dirigida".[2]
El testimonio
oral en la elaboración de artículos
históricos
Un testimonio verbal es el conjunto de declaraciones
hechas por un testigo concernientes a un acontecimiento o serie
de acontecimientos. Por lo tanto, el testimonio oral es
típicamente un testimonio indirecto; lo cual viene a decir
que el papel del testigo que lo transmite es muy importante;
subrayando en primer término que dicho testigo es la suma
de una (larga o corta) lista de declaraciones. Comprende, pues,
no sólo aquello de lo que da cuenta (referencias)
sino también todas las añadiduras personales del
testigo.
La investigación antropológica e
histórica distingue dos tipos de tradiciones orales:
aquellas aprendidas de memoria y transmitidas tal cual son, y las
que son libres, que no se aprenden de memoria y que cada cual
transmite a su manera. Un ejemplo del primer tipo sería un
poema mítico. Y un ejemplo de texto libre, un
relato.
Si como hemos dicho, el testimonio está
verdaderamente condicionado por el testigo, no sólo
comprende las añadiduras del testigo respecto a lo
relatado, sino que con mucha frecuencia no consta la totalidad de
las tradiciones que componen esa referencia. En efecto, el
testigo puede dejar de relatar ciertos puntos. Puede omitir datos
siguiendo un error o una mentira; he aquí la oportunidad,
por parte del investigador, de encontrar las razones de esas
omisiones y falsedades, sabiendo interpretarlas, al tiempo que
las explica.
Por esta razón es conveniente tratar con varios
testimonios respecto de un mismo acontecimiento, no pudiendo
considerar todas estas declaraciones como una sola
tradición, porque cada testigo, muy a menudo, ha
añadido lo suyo.
Resumiendo, podríamos decir que en el testimonio
oral la relación entre el testigo y su testimonio en muy
íntima. Por lo tanto, el testimonio es definido en primer
lugar por el testigo, y la existencia de variantes de un relato a
otro está ligado a la verbalidad de los mismos. El
documento escrito también expresa la subjetividad de su
autor, a posteriori interviene una segunda subjetividad, la del
historiador cuya lectura por sincera y honesta ue sea, es
forzosamente parcial; aunque esta última subjetividad
puede llegar a ser corregida por la posibilidad que brinda la
múltiple lectura, ya que la fuente preexiste.
El testimonio oral introduce una nueva subjetividad que
las fuentes anteriores no poseían. Ahora la
reflexión crítica no debe centrarse
fundamentalmente en el entrevistado sino en el entrevistador,
puesto que en el caso de encuestadores poco expertos sus propias
preguntas contienen las respuestas (que conciente o
inconcientemente ellos buscan) y que influyen en sus
interlocutores por medio de una determinada actitud. Esta actitud
puede aparecer, como dijimos antes, en el contenido de la
pregunta, en el tono de voz o en la mímica (estos dos
últimos factores, muy importantes en la elaboración
de la historia oral, pueden llegar a considerarse novedosos desde
el punto de vista metodológico).
Uno de los elementos con que el historiador oral trabaja
en la elaboración de sus investigaciones es la encuesta.
En ella entran a jugar muchísimos factores de relevancia
que en oportunidades tienden a elevar o destruir una buena tarea
investigativa.
Toda encuesta oral se da dentro de una entrevista y las
condiciones de esta última desempeñan un papel
importante para el éxito o para el fracaso.
El primer lugar, el sitio en el que se lleva a cabo la
entrevista tiene más importancia de lo que se cree. En
algunos casos, los lugares familiares ayudan de la misma manera
al entrevistador y al entrevistado, como el jardín o el
campo para un campesino o una antigua fábrica para un
obrero, o un valle sagrado para miembros de sociedades
ágrafas. La memoria es en gran parte visual y tiende a
inscribirse en un espacio. Los recuerdos se aferran a tal camino,
o tal montaña, y esto es en verdad tanto para las
encuestas sobre la tradición oral como para los
testimonios directos.
Otro factor a tener en cuenta es el lazo de afectividad
que existe entre los dos participantes de una entrevista. Muchas
son las realidades que se ocultan a personas ajenas a la
comunidad, aunque inversamente, el extranjero puede
también obtener confidencias que los naturales del lugar
no se atreven a decir a sus seres más próximos.
Estos secretos, conservado o confiados, varían
naturalmente según los grupos en los que se trabaja y
también según las épocas.
Finalmente la presencia o no de un tercero cumple
también un papel. Por eso muchos investigadores sostienen
que las encuestas en cafés y otros lugares públicos
no son recomendables, salvo para establecer un primer contacto.
Hay casos en que la presencia de conocidos o parientes del
entrevistado ayudan en la recolección de testimonios
(cuando por ejemplo la presencia del cónyuge es un
estímulo, supliendo la memoria del otro), y otros een que
se imposibilita el desarrollo de una buena investigación
cuando por ejemplo se dan situaciones en que surgen comentarios
tales como "no vayas a contar esas tonterías", o
"tus viejos cuentos no le interesan a
nadie").
Amén de tener en cuenta las variables arriba
mencionadas, es necesario considerar a la entrevista no como un
interrogatorio sino como un verdadero diálogo en donde
preguntar para conocer al otro es hacerse conocer uno
mismo.
Por otra parte, todo proyecto de historia oral supone
una información previa al tema que se va a abordar, para
poder plantear preguntas apropiadas y revitalizar la
discusión. Ya lo había dicho Polibio, "Las
preguntas vagas, inciertas, reciben respuestas imprecisas".
Se requiere además de una cualidad, que aunque parezca
insignificante es vital en este tipo de trabajo: la
simpatía. Condición fundamental de un buen
"archivista oral".
Toda entrevista tiende a proporcionar una
información sobre el tipo de sensibilidad al pasado y, por
lo general, lo que es verdad para un individuo es también
verdadero para el grupo. Un testimonio oral puede así
reflejar la representación mental que se tuvo de un
acontecimiento determinado, ver a través de él la
forma en que un determinado grupo de hombres vivieron y vieron un
hecho político, social, sindical o económico. Tal
vez uno de los objetivos de la historia oral se aprehender esa
laguna que existe entre la historia qie hacen los historiadores y
la historia de las memorias colectivas, que expresa el punto de
vista de los "dominados". Por esta razón el mayor
interés de lo oral quizás resida no la ingente
cantidad de información de hechos que es factible recoger,
sino en la representación de la realidad, en la
visión del mundo, que la misma aporta.
Se han organizado algunas tipologías de
tradiciones orales que van desde fórmulas
(didácticas, religiosas, etc.), poesía oficial
y privada (históricas, panegíricas, religiosa,
individual), listas (nombres de lugares o de personas
insignes), relatos (universales, locales, familiares,
esotéricos, recuerdos personales) y
comentarios.
Todos estos modos orales de testimonios dan vida a lo
que solo es, en las listas de registros, un simple
nombre.
Pero, ¿implica todo lo dicho trabajar
únicamente con testimonios orales, relegando los escritos
a un lado?
La respuesta es un rotundo no.
No debemos pasar de un extremo al otro. El testimonio
oral debe cruzarse y convalidarse (en algunos casos) con fuentes
escritas. El historiador oral debe analizar las interacciones.
Razón por la cual muchos aconsejan que cuando se interroga
a una persona sobre un acontecimiento que ha vivido es
conveniente leer la prensa de la época o los estudios
posteriores para poder así determinar hasta que punto esos
escrito han influid (o no) en la representación mental que
el entrevistado se ha creado de los hechos que relata.
Tras el estudio de las relaciones que el testimonio oral
guarda con la realidad representada, se establece entonces un
hecho histórico que la crítica histórica
deberá estudiar a fondo haciendo uso de una
metodología diferente de la utilizada hasta ahora, tomando
así algunas importantes notas del proceder del
antropólogo social.
La historia oral se ha convertido en una nueva forma de
hacer la historia. Una forma fascinante que nos permite
oír esas lejanas voces perdidas hasta hoy, que nos llegan
del pasado.
Bibliografía
básica
Vansina, Jan, La Tradición Oral, Editorial
Labor, Barcelona, 1967.Cassani, Jorge y Amuchástegui, A.J., Del Epos
a la Historia Científica, Editorial Ábaco, Bs
As, 1982.Joutard, Philippe, Esas Voces que nos llegan del
Pasado, Editorial FCE, México, 1986.Pelto, Pertti, El estudio de la Antropología,
Editorial Uthea, México, 1967.Sanuel, Raphael, Historia Popular y teoría
socialista, Editorail Crítica, Barcelona,
1984.Thompson, Edward, La Formación de la clase
obrera: niveles y experiencias, Ed. Critica, 1984.Jonees, Garteh Stedman, Cultura Política
obrera en Londres 1879-1900, en Teoría 8/9, Barcelona,
1982.Herkovitz, Melville, El Hombre y sus Obras,
editorial FCE, México, 1952.
Autor:
Fernando Jorge Soto
Roland(
[1] Sanuel, Raphael, La Historia oral en Gran
Bretaña.
[2] Joutard, Philippe, Esas Voces que nos
llegan del pasado, p.256.