- El
Viaje a Egipto - La
«Matanza de los Inocentes» - El
Censo de Augusto - El
Cambio de Era - Conclusión
- Notas
El calendario occidental, así como gran parte de
la perspectiva que tenemos para dividir la historia, toma como
punto de partida al nacimiento de Jesús de Nazaret,
fundador del Cristianismo y el hombre que más de 1500
millones de personas adoran como al «Hijo de Dios»,
el "Cristo". Este evento es el "punto focal" a partir de
cuándo se fechan todos los acontecimientos en la cultura
judeocristiana, creyéndose que no existe la menor duda
sobre su precisión cronológica.
En nuestra época, la cuestión adquiere una
particular significación, que va mucho más
allá de la datación civil de los hechos. Durante
cualquier otro siglo (salvo, tal vez, en las postrimerías
del X d.C.), no fue demasiado importante, a nivel
teológico o religioso, si Cristo nació unos
años antes o después de lo que la tradición
supone. Sin embargo, al completarse dos milenios desde aquel
«Anno Domine», el tema se convierte en
trascendental.
Cristo «antes de Cristo»:
Y de hecho, esto es lo que en verdad ocurrió. La
mayoría de los expertos en la materia están de
acuerdo en que el nacimiento de Cristo se produjo entre 4 y 8
años antes de lo que comúnmente se cree.
Pero, ¿qué es lo que lleva a los
estudiosos a pensar así? La respuesta proviene de la
correlación histórica que los mismos evangelios nos
ofrecen. En Mateo 2:1 se dice: «Jesús nació
en Belén de Judea, en días del rey
Herodes…» y en otro pasaje del mismo evangelio
(2:19): «Cuando había muerto Herodes, he aquí
un ángel del Señor apareció en sueños
a José…» (Habiendo ya nacido
Jesús).
Este "rey Herodes", que la historia secular conoce como
«Herodes el Grande» (Nota 1), fue un monarca vasallo
de Roma que gobernó con cierta libertad a Palestina entre
los años 40 (para algunos 37) y 4 a.C. Sabemos esto,
gracias a varias fuentes fidedignas de la antigüedad, que
además se corresponden con los descubrimientos
arqueológicos, por lo cual no existe la menor
duda.
Una de estas fuentes es la obra llamada
«Antigüedades Judaicas», del historiador Flavio
Josefo (Nota 2). En el Libro XVII, cap. VI, párrafo IV,
documenta un eclipse de luna (el único al que alude en
toda su obra [ver «nota 3»]) y que, según
él, ocurrió poco antes de la muerte del monarca,
pudiéndose ver desde la zona de Jericó. Se ha
determinado que la fecha del este evento astronómico fue
el 13 de Marzo del año juliano 750 (Nota 4), que
corresponde al año 4 d.C. del Calendario
Gregoriano.
Esta evidencia, por si sola, retrotrae al menos 4
años la fecha en cuestión; pero, además, una
lectura atenta de los pasajes bíblicos inherentes al
relato, nos deja percibir un cierto lapso de tiempo entre el
nacimiento de Cristo y la muerte de Herodes, por lo menos si
otorgamos un mínimo de verosimilitud al texto. Si bien la
duración del mismo no se puede establecer con
precisión, es muy posible que todavía deba llevarse
a la datación de la Navidad (Nota 5) original un par de
años más atrás.
El Viaje a
Egipto
Según el evangelio de Mateo (2:13-15):
«…un ángel del Señor apareció
en sueños a José, diciendo: "Levántate; toma
al niño y a su madre, y huye a Egipto. Quédate
allá hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al
niño para matarlo." Entonces José se
levantó, tomó de noche al niño y a su madre,
y se fue a Egipto. Y estuvo allí hasta la muerte de
Herodes, para que se cumpliese lo que habló el
Señor por medio del profeta, diciendo: De Egipto
llamé a mi hijo.» [Ver «Nota
6»]
Más adelante dice (Mateo 2:19-21): «Cuando
había muerto Herodes, he aquí un ángel del
Señor apareció en sueños a José en
Egipto, diciendo: "Levántate, toma al niño y a su
madre, y ve a la tierra de Israel, porque han muerto los que
procuraban quitar la vida al niño." Entonces él se
levantó, tomó al niño y a su madre, y
entró en la tierra de Israel.»
Está claro, para la mayoría de los
analistas independientes, que esta narración no pretenden
ser un recuento histórico, sino una alegoría
simbólica. El evangelio de "Lucas", que junto con el de
"Mateo" son los únicos de los cuatro canónicos que
narran el nacimiento de Cristo, no dice nada de este viaje a
Egipto, por lo que ni siquiera la correlación de los
textos sagrados valida al evento como real.
Sin embargo, ya sea que la familia de Jesús
emigrara a Egipto por un tiempo (no determinado) o que el
episodio constituya una simple leyenda, el relato deja entrever
un cierto lapso entre la "ida" y la "vuelta" al vecino
país. Un viaje de esa naturaleza no se llevaba a cabo por
unos pocos días de estadía. Cruzar el desierto del
Sinaí (Nota 7) era peligroso y tardado, en especial para
una madre con su hijo recién nacido. Además, es
obvio (por el pasaje Mateo 2:19-21) que, según las
escrituras, se radicaron provisoriamente allí. Por todo
esto, se puede concluir que el hagiógrafo, más
allá de reportar un hecho real o narrar uno imaginario,
quiso transmitir la idea de "cierto período de tiempo"
entre el nacimiento de Jesús y la muerte del rey
Herodes.
La «Matanza
de los Inocentes»
Según la opinión de muchos analistas,
existe otro factor que denota un período temporal entre el
nacimiento de Jesús y la muerte de Herodes «el
Grande». Se trata, de otro pasaje del Ev. de
Mateo:
«Entonces Herodes, al verse burlado por los magos,
se enojó sobremanera y mandó matar a todos los
niños varones en Belén y en todos sus alrededores,
de dos años de edad para abajo, conforme al tiempo que
había averiguado de los magos.» (Mateo
2:16-17).
"Los Magos" a que el texto alude, son los famosos "Reyes
Magos" venidos del Oriente para adorar a Jesús.
Existen dudas sobre si esta matanza ocurrió
realmente, pero de nuevo se puede ver en el autor del evangelio,
la intención de denotar un lapso de tiempo entre un evento
y otro. En este caso, con un valor explícito: Si Herodes
mandó a matar a todos los niños "menores de 2
años", por la información que los magos le
aportaron, es lógico suponer que ellos creían que
el "Mesías"(Nota 8) ya había nacido hacía,
aproximadamente, ese tiempo. De otro modo, el pasaje no tiene
ningún sentido.
Muchos académicos, estiman que el supuesto
genocidio de Herodes es una creencia popular (de tipo
folclórica y posterior a su muerte) derivada de la
brutalidad con que ejerció su reinado y mantuvo el poder
(como Flavio Josefo lo documenta en su obra
«Antigüedades Judías»), y del hecho de
que entre los años 7 y 4 a.C. mandó a ejecutar a
tres de sus propios hijos [ver «Nota 9»]. El
versículo 18 del mismo capítulo, alude a una
antigua profecía:
«Entonces se cumplió lo dicho por medio del
profeta Jeremías, diciendo: Voz fue oída en
Ramá; grande llanto y lamentación. Raquel lloraba
por sus hijos, y no quería ser consolada, porque
perecieron.» (Mateo 2:18)
El pasaje original dice: «Así ha dicho
Yahvé: "Voz fue oída en Ramá; lamento y
llanto amargo. Raquel lloraba por sus hijos, y no quería
ser consolada por sus hijos, porque perecieron".»
(Jeremías 31:15)
El libro de Jeremías habla aquí de las
desventuras del pueblo de Israel en tiempos inmediatamente
anteriores al destierro babilónico. Nada tiene que ver con
la época de Jesús. Sin embargo, la correspondencia
es natural si se equipara a la crueldad de Herodes con la de
Nabucodonosor II (Nota 10). Esto muestra la recurrente
intención del evangelista de validar a Jesús como
al Mesías, aludiendo a antiguas profecías que eran
congruentes con los hechos de su vida. Pero como se dijo antes,
el tema de la matanza, es de dudosa historicidad. La principal
razón es que Flavio Josefo documentó con holgura
todo el reinado de Herodes y, sin embargo, nada dice sobre este
evento. Sería sorprendente que siento tan meticuloso
"obviara" el reporte de semejante atrocidad. [Ver «Nota
11»]
Otra razón que hace pensar en el carácter
mitológico del relato, es la sospechosa equivalencia entre
el genocidio de Herodes y la leyenda hindú sobre el
nacimiento de Krishna (Nota 12). En la misma, el rey Kansa,
tío del niño, asesinaba a todos los hijos de la
Virgen Devaki (la madre), para tratar de evitar el nacimiento de
éste, también en función de una
profecía que auguraba el fin del reinado del tirano, si
tal cosa ocurría. [Ver «Nota 13»]
Una última y sospechosa correspondencia es la
similitud (e implicaciones) de este hecho, con la historia de la
matanza de los varones hebreos por parte del Faraón, poco
antes del «Éxodo» mosaico (ver Libro del
Éxodo 1:8 a 22). Aquí también resalta la
intención de "Mateo" en cuanto a establecer paralelismos
entre los mitos del Antiguo Israel (especialmente con su figura
central: Moisés) y la vida de Jesús, para
refrendarlo como el Mesías a los ojos de los judíos
"predispuestos" a la idea.
Cualquiera sea el caso, las narraciones de la
«Matanza de los Inocentes» y del «Viaje a
Egipto» en sí mismas, dan a entender que
Jesús nació un par de años antes de la
muerte de Herodes (año 4 a.C.). Tal vez un poco
después, pero nunca en la misma época.
En definitiva, se puede concluir sin la menor duda que,
el nacimiento de Jesús de Nazaret, tuvo lugar entre los
años 8 y 4 a.C. (probablemente durante el 6 a.C.) por lo
que el Tercer Milenio de la Cristiandad comenzó varios
años antes de lo que la mayoría supone y de lo que
el calendario indica.
Ante esto surge otra pregunta: Si no es correcta,
¿De dónde proviene la actual
cronología?
El Censo de
Augusto
En los primeros siglos del Cristianismo nadie
sabía con precisión cual había sido el
verdadero año del nacimiento de Cristo y se utilizaba el
calendario romano o Juliano, para fechar los acontecimientos. Lo
único que se daba por sentado, porque lo documenta el
evangelio de Lucas (2:1) y, tal vez, la previa tradición
oral o escrita en que el mismo se basó, era que Cristo
había nacido bajo el reinado de César Augusto (Nota
14), el primer emperador de Roma.
El evangelio dice: «Aconteció en aquellos
días que salió un edicto de parte de César
Augusto, para levantar un censo de todo el mundo habitado. Este
primer censo se realizó mientras Cirenio era gobernador de
Siria. Todos iban para inscribirse en el censo, cada uno a su
ciudad. Entonces José también subió desde
Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David
que se llama Belén, porque él era de la casa y de
la familia de David, para inscribirse con María, su
esposa, quien estaba encinta.»
«Aconteció que, mientras ellos estaban
allí, se cumplieron los días de su alumbramiento, y
dio a luz a su hijo primogénito.» (Lucas
2:1-7)
El problema es que Augusto gobernó durante 38
años (27 a.C. al 14 d.C.) por lo que tal referencia no
sirve para fechar, ni siquiera nominalmente, el natalicio de
Jesús. No obstante, el versículo aporta otros
datos, como el censo ordenado por el emperador y la
gobernación de Siria [ver «Nota 15»] por parte
de Cirino («Cirenio» o «Quirinius») (Nota
16), lo que siempre se pensó, acotaba mucho más la
datación. Lamentablemente, un estudio crítico del
texto, lejos de aclarar el tema, muestra varios errores e
imprecisiones históricas, algunas de las cuales ya
habían sido vislumbradas en tiempos de los Padres de la
Iglesia.
En primer lugar, se sabe que durante el mandato de
Augusto se ordenaron tres censos, en los años: 28 y 8 a.C.
y en el 14 d.C. El único de los tres que cuadra
remotamente en la época posible para el nacimiento de
Cristo es el segundo (8 a.C.), pero no es probable que tal evento
se corresponda con su natalicio por dos razones: Primero,
retrotrae demasiado el año en cuestión,
sería 4 años antes de la muerte de Herodes.
Segundo, no tiene sentido que el censo en cuestión se
llevara a cabo en Judea, porque la misma gozaba de un status de
"reino vasallo" y solo llegó a estar bajo la
jurisdicción directa de Roma en el año 6 d.C. (14
años después).
Otro elemento poco creíble es el traslado de la
población para ser censada: Roma llevaba a cabo los censos
con fines puramente fiscales (para recolectar impuestos), de nada
serviría el que alguien se empadronara lejos de donde se
encontraba su patrimonio pues de ese modo no podría
constatarse el mismo (recuérdese que los romanos eran
cosmopolitas, no aferrados a un lugar determinado, por lo que el
"volver" a la tierra natal para ser censado parece más
bien una remembranza de la tradición judía).
Además, en una zona problemática e insegura como
Palestina, era impensable implementar semejante traslado (por el
caos que el mismo podría provocar).
Por último, cuando Lucas alude al tal Cirenio o
Cirino, debió referirse a Quirinius, quien fue, en efecto,
"Legado" (gobernador) de Siria. Sin embargo, aquí se
presenta otra contradicción con las fechas: Quirinius
cumplió dicho cargo recién a partir del año
6 d.C. (10 años después de la muerte de
Herodes).
Parece factible que Lucas confundiera un censo local
llevado a cabo en Judea cuando Roma tomó el control de la
provincia (6 d.C.) y que Flavio Josefo documenta, con el segundo
censo general de Augusto (8 a.C.), pero una lectura más
atenta, a la luz de la correlación de los datos demuestra
que el hagiógrafo, ignoraba realmente las fechas y solo
trató de situar los hechos en un contexto
probable.
Queda claro que "Lucas" pretendió, como lo hace
en muchos otros pasajes de su evangelio, el correlacionar los
eventos de la historia secular con los de la vida de Cristo, para
hacer su crónica más creíble y
análoga a las biografías del mundo clásico.
Sin embargo, por desconocimiento de los hechos o por razones
indeterminadas, no pudo lograr su cometido.
De todos modos, si se le pretende dar una mínima
validez a tales afirmaciones, hay que pensar que Lucas
sitúa el nacimiento de Jesús antes del año 5
a.C. (por lo que en todo caso, coincide con los cálculos
llevados a cabo a partir de Ev. de Mateo, que ofrecen el margen
de 8 a 4 a.C.).
El Cambio de
Era
El calendario cristiano data de aproximadamente un siglo
después de la caída de Roma. En el año 525
d.C. por orden del Papa Juan I, un monje benedictino, de origen
escita, llamado Dionisio «el Exiguo» (Nota 17), se
empeñó en calcular la fecha del nacimiento de
Cristo, principalmente para reemplazar la forma de contar los
años que regía por entonces.
La misma (como en los siglos anteriores)
consistía en referenciar los hechos como ocurridos durante
el "año número tal" del gobierno de un determinado
emperador (esto fue algo común en toda la antigüedad,
lo hacían los egipcios con sus faraones y muchos otros
pueblos con sus reyes: se comenzaba a contar los años a
partir del inicio de su reinado).
La idea de cambiar la forma de datación
surgió quizás del mismo Dionisio, y le fue
propuesta al Obispo Petronio, porque en esa época se
contaban los años a partir del gobierno de Diocleciano, un
emperador romano que persiguió con particular intensidad a
los cristianos, por lo que tal referencia les resultaba ofensiva
a muchos de ellos. Cayo Aurelio Valerio Diocleciano (245 a 313
d.C.) fue emperador entre los años 284 y 305 d.C., por lo
que el año 525 d.C. era el "241 anno
Diocletiani".
Sobre los cálculos exactos que Dionisio
realizó, así como cuáles fueron las fuentes
de datación en que los basó, solo se puede
especular. Sin embargo, es un hecho que tomó como punto de
partida el calendario de la Fundación de Roma,
estableciendo que Jesús de Nazaret había nacido en
el año 753 de la fundación de la ciudad. A esta
cronología, se la llamaba en latín: «ab urbe
condita» ("desde la fundación de la ciudad"), por
tanto Jesús, según Dionisio, había nacido en
el "anno DCCLIII ab urbe condita" (o 753 auc).
En relación a como determinó el
año, existen varias posibilidades, pero la fecha que
eligió no ofrece misterios, dado que era la ya aceptada
por la Iglesia de Roma: el 25 de Diciembre. De todos modos, el
monje astrónomo, prefirió hacer coincidir el primer
día del año con el que hacía siglos los
romanos designaban para tal fin.
En Roma, los años comenzaban cuando el nuevo
cónsul se hacía cargo de sus funciones, cosa que en
222 a.C. quedó fijada en el idus de Marzo, pero en 153
a.C. fue llevada a la calenda (primeros días) de Enero y
ahí permaneció. Enero pasó así a ser
el primer mes del año en las provincias romanas
occidentales, práctica que se incorporó al
calendario juliano.
De seguro, Dionisio designó al 1° de Enero
del 754 auc, como 1° de Enero del año I de la Era
Cristiana, por varias razones: Continuar con la ya aceptada fecha
de comienzo del año, la proximidad con el 25 de Diciembre
(por lo que la diferencia en días no era importante) y el
que la tradición afirmaba que Cristo había sido
circuncidado 8 días después de su nacimiento, por
lo que el 1° de Enero resultaba casi perfecto.
Todos los estudiosos del tema están de acuerdo en
que Dionisio cometió varios errores: El primero de ellos,
el más obvio, fue que pasó del año I antes
del nacimiento de Cristo al I después del mismo,
"olvidando" el año CERO (0). Pero en realidad esto no fue
un error, sino algo inevitable, pues hay que tener en cuenta que
no pudo hacer algo diferente, dado que el concepto del "cero"
matemático no existía por entonces.
El conocimiento del número CERO se
extendió por Occidente, llegado desde la India a
través de los árabes, en el siglo VIII, más
de 200 años después de la época de Dionisio.
Resulta obvio que el monje pudo haber notado la discordancia
entre la edad de Jesús (según sus cálculos)
y el año de su "Era", pero no tuvo disponible una
solución para corregirla.
No se sabe si tomó en cuenta a Flavio Josefo y el
tema de la muerte de Herodes el Grande, que ya era conocido por
Eusebio de Cesárea (Nota 18) en el s. IV. Pero sí
que utilizó un antiguo método para averiguar el
año de un evento en base a la "era de los gobernantes",
que consistía en contar hacia atrás, emperador tras
emperador hasta llegar a la época deseada.
Si se basó en el gobierno de César
Augusto, surge otro error de cálculo: No sabía u
olvidó que el primer emperador de Roma gobernó 4
años con su nombre original, Octavio (31 a 27 d.C.), sin
el título de "Augustus". Esto puede explicar la diferencia
entre el 4 a.C. de la muerte de Herodes (recuérdese que
Jesús nació antes de morir Herodes según los
evangelios) y el 1 a.C. que usó Dionisio. (Nótese
que si se sumara el error de 1 año por ausencia del cero,
más los 4 del gobierno de Augusto, podrá obtenerse
el año 5 a.C., lo que de nuevo coincide con todas las
hipótesis analizadas anteriormente para el año del
nacimiento de Jesús).
Pero es más probable que usará los
versículos del evangelio de Lucas 3:1 y 3:23 en donde
respectivamente se dice que Cristo fue bautizado por Juan
(«El Bautista») en el año 15 del gobierno de
Tiberio (29 d.C.) (Nota 19) y que por entonces contaba con cerca
de 30 años. Como se dijo anteriormente esto no es
demasiado preciso, pero a Dionisio, siendo un monje apologeta,
pudo bastarle.
Tiberio César gobernó entre el 14 y el 37
d.C., así que la siguiente ecuación es
probablemente la que usó el monje:
14 + 15 = 29
29 – 30 = -1
(Como se pensaba que Jesús había nacido el
25 de Diciembre, y por tanto a finales del año, la fecha
resultante estaría muy cerca al que él pensó
fue el año I d.C.).
El sistema de datación creado por Dionisio el
Exiguo se impuso en forma gradual. Gran parte de los cristianos
mantuvieron la cronología de "anni Diocletiani", a pesar
del antagonismo de dicho emperador para con ellos, justamente
porque consideraban a esa "Era" como la de los mártires
(la llamarón: "Era de los Mártires"). Por ejemplo
hasta el día de hoy, la Iglesia Copta, de Egipto, sigue
utilizándola y consideran al año 2000 d.C. como al
1716 de "la Era de los Mártires).
Casiodoro (Flavio Magno Aurelio Casiodoro – c. 490 a c.
585 d.C., historiador romano, nacido en Scylacium, Calabria),
quien fuera contemporáneo de Dionisio, usó el "anno
Domini" por primera vez en una obra publicada en 562 d.C. llamada
"Computus Paschalis", sobre cómo calcular la fecha de
Pascua.
Para finales del s. VI toda Italia ya usaba la "Era
Cristiana" o "Anno Domine"; con Beda el Venerable, llegó a
las islas británicas en el s. VII; Carlomagno lo
adoptó a finales del s. VIII o comienzos del IX, pero
tardó mucho más tiempo en difundirse por el resto
de Europa (Lo que da por tierra la idea de que en vísperas
del año 1000 se vivió un clima
"apocalíptico" pues, por entonces, no se conocía o
pensaba en el concepto de "Milenio"). Uno de los últimos
países en adoptar el sistema de Dionisio fue
España, en el siglo XIV.
Por su parte, Beda y Carlomagno fueron quienes cambiaron
la forma mensual de los idus y calendas por el "dies mensi" (o
días del mes) como lo conocemos hoy, pero también
tardó siglos en imponerse.
El concepto de "Antes de Cristo" se comenzó a
usar recién durante el s. XVII, al despertarse el
interés por el estudio científico de la
antigüedad.
Fue así como se llegó a la actual era y a
la forma en que los occidentales datamos a la
historia.
Conclusión
Todo lo analizado lleva a pensar que el nacimiento de
Cristo no pudo ocurrir antes del año 8 a.C. ni
después del 4 a.C. y con un grado mayor de probabilidad,
entre el 7 y 5 a.C.
Lamentablemente no es probable que algún
día se llegue a conocer el año exacto, pero de
todos modos, podemos afirmar con seguridad que hay que retrotraer
el evento al memos 5 años más allá de lo que
la tradición supone.
Notas
1.- Herodes «el Grande»: (73 a 04 a.C.). Rey
de Judea entre el 37 y el 04 a.C. Fue apoyado por Roma y
considerado por algunos historiadores como un "rey títere"
del Imperio.
Nació al sur de Palestina, de padres
árabes. Su padre, Antípatro «el
Idumeo», fue nombrado procurador de Judea por Julio
César en el 47 a.C.; Pompeyo Magno anteriormente
había depuesto a la dinastía Asmonea.
Pese a la oposición Asmonea, el Senado romano
reconoció a Herodes como rey en el 39 a.C., pero su
gobierno real se inició dos años después.
Herodes intentó consolidar su posición con los
judíos casándose con Mariamna, princesa de la
línea Asmonea, a quien posteriormente mandó
asesinar.
Los primeros años del reinado de Herodes fueron
complicados por la hostilidad entre dos sectas judías,
saduceos y fariseos, y por la enemistad de los miembros
supervivientes de la familia Asmonea, quienes establecieron una
alianza con Cleopatra, reina de Egipto. Herodes finalmente
prevaleció ante sus oponentes, sobre todo porque Cleopatra
y Marco Antonio prevalecieron momentáneamente frente a
Cayo Octavio (posteriormente el emperador Augusto). Aunque
Herodes había apoyado a Marco Antonio en su lucha contra
Octavio, sin embargo, éste confirmó a Herodes como
rey en el 31 a.C., convencido de que continuaría
gobernando según los dictados de Roma.
El período entre los años 25 y el 13 a.C.
fueron los más prósperos de su reinado. Tratando de
emular al legendario rey Salomón, Herodes emprendió
en esa época un gran número de proyectos
arquitectónicos (queriendo pasar a la historia como un
gran constructor), incluida la construcción en
Jerusalén, Jericó y Cesárea, de teatros,
anfiteatros y circos para los juegos inaugurados en honor de
Augusto. Para proteger la frontera de Judea frente a las
incursiones árabes, construyó o restauró una
serie de fortalezas, que posteriormente probaron ser de gran
valor para los judíos en su insurrección contra
Roma (como ocurrió con Masada). Comenzó a
reconstruir el Templo de Jerusalén (el segundo), poniendo
gran atención en los escrúpulos religiosos del
pueblo; por ej. Hacer la rampa de entrado con piedras sin tallar
para que las mismas "no fueran tocadas por el hierro", como lo
dictaba la ley.
Los últimos años del reinado de Herodes
fueron muy amargos a causa de las complicadas intrigas de
palacio. A su muerte en Jericó, en marzo o abril del 4
a.C., el reino de Herodes se dividió entre sus tres hijos
(Herodes Antipas, Arquelao y Herodes Filipo). Aunque judío
practicante, y a pesar de sus intentos para conseguir su favor,
Herodes era odiado por los judíos, por extranjero y por
amigo de los romanos.
2.- Flavio Josefo («Flavius Josefus»):
Historiador judío (37 al c.101 d.C.), nacido en
Jerusalén. Su obra es de capital importancia para el
estudio histórico y revisionista del origen del
Cristianismo y el Judaísmo.
Josefo perteneció a una familia de linaje real y
sacerdotal, su nombre original fue «José ben
Matías». Se conocen fehacientemente a sus
antepasados paternos hasta 5 generaciones y por parte de madre,
se consideraba descendiente de los Macabeos.
Su excelente educación y relación con
personas instruidas de la cultura pagana le permitió
desarrollar sus dotes intelectuales. Fue un gran conocedor de las
tendencias políticas de su tiempo. Desde joven (se cree
que a los 19 años) fue atraído por la importancia
de la secta de los fariseos a la cual adhirió no por
convicción sino a la espera de alcanzar una
posición de influencia.
Viajó a Roma en el año 64 d.C. para abogar
ante el emperador Nerón por la libertad de algunos
sacerdotes judíos encarcelados, al parecer, amigos suyos.
Tuvo éxito en ello a ganar el apoyo de Sabina Popea,
esposa de Nerón y a la postre quedó fascinado por
la vida de la corte imperial y de la gran
metrópoli.
Después de su vuelta a Jerusalén, en el
año 66 estalló la gran revuelta judía. Como
la mayoría de la aristocracia judía, al inicio no
compartía la revuelta de sus conciudadanos, sabiendo lo
inútil que era toda oposición violenta contra la
superpotencia romana, pero a pesar de ello sí
compartía la defensa de su soberanía y de sus
sentimientos religiosos ultrajados.
En un principio, cuando la suerte parecía
favorecer a los insurgentes, Josefo con el resto de la nobleza
sacerdotal se unió a la rebelión. Fue escogido por
el Sanedrín de Jerusalén como Comandante en Jefe de
Galilea. Como tal estableció en cada ciudad un consejo de
jueces cuyos miembros eran reclutados entre los que
compartían sus puntos de vista políticos.
Realizó las negociaciones diplomáticas y sus
funciones militares con prudencia y astucia.
Aunque al principio los judíos tuvieron
éxito, cuando el General Vespasiano avanzó con el
ejército principal desde Antioquía a sangre y
fuego, los insurgentes huyeron o se refugiaron en sus fortalezas.
Josefo y otros rebeldes se defendieron durante seis semanas en la
fortaleza, casi inexpugnable, de Jotapata.
En el verano del año 67 d.C., cuando la
guarnición estaba exhausta por la falta de agua y
provisiones, los romanos tomaron la ciudadela; la mayoría
de los rebeldes fueron pasados a cuchillo, pero Josefo
escapó de la masacre ocultándose en una cisterna de
difícil acceso y saliendo de la misma solo cuando estuvo
seguro de que su vida sería respetada.
Fue llevado ante la presencia del general victorioso, y
para congraciarse con Vespasiano hizo gala de su gran
formación y tuvo la intuición de "profetizar" que
el mismo llegaría a emperador, lo que le permitió
ser ascendido a caballero del imperio, junto con Tito, hijo de
Vespasiano. A pesar todo ello, Vespasiano lo mantuvo como siervo
(de acuerdo con la costumbre fue considerado esclavo de guerra),
y solo lo liberó en el año 69 d.C., cuando fue
nombrado emperador (cumpliéndose lo que Josefo le
había dicho); éste le otorgó su apellido y
desde ese momento pasó a llamarse "Flavio Josefo" (en
latín: "Flavius Josefus").
Acompañó al futuro emperador, Tito, el
hijo de Vespasiano, en el asedio de Jerusalén, en el 70
d.C. y, al parecer, trató de convencer a sus compatriotas
de rendirse para que no corriera más sangre.
Más tarde, disfrutó del mecenazgo imperial
bajo Tito y su sucesor, su hermano Domiciano. Vivió en
Roma hasta su muerte, que acaeció durante el reinado de
Trajano (probablemente el año 101 d.C.),
dedicándose a sus escritos.
La primera obra de Josefo fue la «Guerra de los
Judíos» (en griego: «Peri tou Ioudaikou
polemou») de siete tomos. Se basa principalmente en notas
de sus memorias tomadas durante la guerra de independencia (66 al
73 d.C.), en las memorias de Vespasiano, y en las cartas del Rey
Agripa. Mientras su historia de los sucesos bélicos es
fiable, el relato de sus propios hechos está muy
impregnado de una exagerada auto adulación.
El segundo trabajo de Josefo, las
«Antigüedades Judías» (en griego:
«Ioudaike Archaiologia»), contiene en veinte libros
la historia entera de los judíos desde el mito de la
«Creación» hasta el comienzo de la revuelta el
66 d.C. Los libros del I-XI están basados en el texto de
los Setenta, aunque también se recogen relatos
tradicionales de tiempos antiguos vivos entre los judíos
de su época. También cita numerosos pasajes de
autores griegos cuyas escritos se han perdido. En los libros
XII-XX narra la historia anterior a la época de Cristo y
la contemporánea de éste; es quizá la
única fuente para muchos hechos históricos de ese
tiempo. En estos libros el valor de sus declaraciones esta
reforzado con la inserción de fechas que están
contratadas por otras fuentes, y por la cita de documentos
auténticos. La historia de Herodes el Grande se contiene
en libros XV-XVII.
En su «Autobiografía» (en griego:
«phlaouiou Iosepou bios»), escrito el año 90
d.C., Josefo intenta, no sin esfuerzos de auto alabanza,
justificar su posición al comienzo de la rebelión
judía. En su estructura e idioma el libro está
influenciado probablemente por los escritos de Nicolás de
Damasco al que Josefo también había citado en las
«Antigüedades». Su obra titulada «Contra
Apion» (en griego: «Kata Apionos»), dividida en
dos libros, es una defensa de la gran antigüedad de los
judíos y una refutación de las acusaciones que se
habían vertido contra ellos el gramático Apion de
Alejandría en una embajada ante el Emperador
Calígula.
3.- Eclipse Lunar (muerte de Herodes): Si se le da
crédito a la afirmación de Mateo 2:1, sobre que
Jesús nació durante el reinado de Herodes «el
Grande» y se correlaciona esto con las crónicas
sobre la muerte de rey existentes en las «Antigüedades
Judías» de Flavio Josefo (Libro 17, caps. 6 a 8)
entonces puede conocerse la fecha más tardía
posible para su nacimiento.
Josefo destaca un eclipse de luna, ocurrido poco antes
de la muerte de Herodes (Antigüedades 17:6:4), porque tuvo
lugar durante la noche siguiente a la ejecución de
"Mathias", un sedicioso al que quemó vivo. Como la Luna se
pone roja durante los eclipses parciales, es posible que Josefo
relacionara al fenómeno con esa muerte (en muchas
épocas y culturas a la luna roja de los eclipses se la
llamó «La Luna de Sangre», con la obvia
implicancia simbólica vinculada con el asesinato y la
muerte). Es lógico pensar esto ya que es el único
fenómeno astronómico de esa naturaleza que el autor
menciona en toda su extensa obra.
También se sabe, gracias a Josefo que el
fenómeno en sí fue visto desde Jericó.
Mediante cálculos astronómicos se puede establecer
que los únicos eclipses visibles desde dicha
locación geográfica entre los años 09 y 02
a.C. fueron los siguientes:
El único eclipse, de los seis de la lista, que se
ajusta a los hechos históricos conocidos es el
último, puesto que la Pascua Judía del año
en cuestión, que Josefo afirma aconteció poco
después del fenómeno astronómico,
correspondía al 11 de abril para el 04 a.C., mientras que
en el año 05 a.C. se había celebrado recién
el 20 de Abril (más de un mes lunar después del
eclipse del mismo año). Por esta razón, el eclipse
del 13 de marzo de 04 a.C. (que se ajusta mucho más a la
crónica de "Antigüedades") parece fijar absolutamente
la fecha del fallecimiento del rey Herodes.
El evento en sí, no fue nada notable:
Empezó a las 01:45 (hora local de Jericó) y
alcanzó su máximo a las 02:53 hs. Según
estos cálculos y su correlación con las
crónicas de Josefo, Herodes debió morir entre
finales de Marzo y principios de Abril del 04 a.C. (Esta
datación es ampliamente avalada por la mayoría de
los historiadores).
Sin embargo, algunos calculan que el verdadero eclipse
al que alude Josefo acaeció en el año 1 a.C.,
generalmente en base a que en Lucas 3:23 se dice que Jesús
tenía 30 años cuando fue bautizado y que
también en Lucas 3:1 se correlaciona su edad con el
gobierno de Tiberio César: «Y en el año
quince del imperio de Tiberio César, siendo gobernador de
Judea Poncio Pilato…» (Lc. 3:1).
Se sabe que Tiberio Julio César fue emperador de
Roma entre los años 14 y 37 d.C., por tanto, usando el
versículo evangélico, algunos apologistas aluden
que si el año 15 de su mandato fue el 29 d.C. (del
Calendario Gregoriano) y si Cristo "debía" tener 30
años cuando fue bautizado por Juan («el
Bautista»), entonces su nacimiento no pudo ser antes del
año 1 a.C.
Sin embargo esta teoría es absurda por varias
razones. Una de ellas es que, aún bajo el supuesto de que
el versículo 3:23 de Lucas sea históricamente
fidedigno (lo que es poco probable), este no habla de una edad
exacta, sino que dice: «Y el mismo Jesús comenzaba a
ser como de treinta años…» (Lo que da margen para
suponer que podía tener unos años más de
30).
De todas formas, la más importante
cuestión es que no se puede validar a los evangelios con
los mismos evangelios. Es lo opuesto al tema del eclipse de
Josefo, que sirve de referencia externa a la Biblia y
además se trata de una obra histórica,
universalmente reconocida como fiable. El Ev. de Lucas posee
numerosos errores y contradicciones a nivel
historiográfico, por lo que no se puede tomar como base
para cuestionar o condicionar lo afirmado en
«Antigüedades Judías».
Existe aún otro intento, un tanto torpe, de
invalidad la noción de que Jesús nació antes
de lo que admite la tradición y se basa en el supuesto de
que Mateo 2:1 no se refiere a «Herodes el Grande»,
sino a su hijo, «Herodes Antipas» (el Ev. solo usa la
palabra "Herodes", en griego: Hrwdou tou Basilews o sea "Herodes
el rey").
Esta idea queda claramente invalidada por los mismos
evangelios de Mateo y Lucas, ante una lectura atenta:
1.- Si Mateo 2:1 se refiere a Herodes Antipas
sería un absurdo, porque la idea de que: «Y como fue
nacido Jesús en Belén de Judea…», relaciona
al lugar con el rey que lo domina, y ya que Antipas era el
tetrarca de Galilea y no tenía jurisdicción en
Judea, no tendría sentido que el hagiógrafo
aludiera a él en tal contexto.
2.- En Mateo 2:14-15 se dice: «El [José] se
levantó, tomó de noche al niño y a su madre,
y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte
de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del
Señor por medio del profeta: De Egipto llamé a mi
hijo.» Si se tratara de Herodes Antipas se estaría
en el absurdo de que la vuelta de Jesús y su familia de
Egipto ocurrió en el año 39 d.C. (o aún
después), dado que ese fue el año en que
falleció dicho rey. Sabemos que el mismo Jesús
murió mucho antes, por lo que no hay más que
agregar.
Por todo esto, no caben mayores dudas, para la casi
todos de los estudiosos del tema, que Herodes «el
Grande» es el rey que cita Mateo 2:1 y que el mismo
murió, con base en lo aseverado por Flavio Josefo, en la
primera mitad del año 4 a.C.
4.- Calendario Juliano: Dícese del reformado por
Cayo Julio César en el año 45 a.C. y que estuvo
vigente en Occidente hasta que se popularizó el uso del
(actual) Calendario Gregoriano.
El calendario romano original fue creado hacia el siglo
VII a.C. El mismo tenía 10 meses con 304 días en un
año que comenzaba en el mes de Marzo. Dos meses
más, enero y febrero, fueron añadidos
posteriormente, pero como los meses tenían solamente 29 o
30 días de duración, había que intercalar un
mes extra aproximadamente cada dos años.
Los días del mes eran designados por el
incómodo método de contar hacia atrás a
partir de tres fechas: las «calendas», o primeros de
mes; los «idus», o mediados de mes, que caían
el día 13 de ciertos meses y el día 15 de otros; y
las «nonas», o el noveno día antes de los
idus.
Este calendario, ya de por sí
problemático, se hizo confuso e impráctico cuando
los funcionarios del estado romano, encargados de la
adición de los días y meses, comenzaron a
distorsionarlo para prolongar sus cargos o adelantar o atrasar la
fecha de las elecciones.
En el año 45 a.C. Cayo Julio César,
siguiendo el consejo del astrónomo griego Sosígenes
(siglo I a.C.), decidió utilizar un calendario
estrictamente solar. Este calendario, conocido como calendario
juliano, fijó el año normal en 365 días, y
el año bisiesto, cada cuatro años, en 366
días. El calendario juliano también
estableció el orden de los meses y los días de la
semana tal como figuran en los calendarios actuales. En el 44
a.C. Julio César cambió el nombre del mes
«Quintilis» a Julius (Julio), por él mismo. El
mes «Sextilis» recibió el nuevo nombre de
Augustus (Agosto) en honor de Augusto, que sucedió a Julio
César – Los nombre latinos originales de estos meses
derivan de su numeración primitiva, es decir: Antes eran
el quinto y el sexto mes, respectivamente. Se cree que Octavio
Augusto estableció la duración actual de los
meses.
El calendario romano contaba los años a partir
del momento de la supuesta fundación de Roma, que
según la tradición, ocurrió en el año
754 a.C.
5.- Navidad: Deriva de la palabra
«Natividad» (del latín:
«nativitate» = nacimiento, natalicio). Por
antonomasia, el término para aludir al natalicio de
Jesús de Nazaret (Cristo).
6.- Viaje a Egipto: Claramente el texto: «De
Egipto llamé a mi hijo», es una alusión al
libro del profeta Oseas (11:1): «Cuando Israel era
muchacho, yo lo amé; y de Egipto llamé a mi
hijo.» Este pasaje se refiere a la "llamada" del pueblo de
Israel, por intermedio de Moisés, de Egipto a Canaa, la
"Tierra Prometida", luego de la estadía de los hebreos en
el país de los faraones.
El viaje alegórico de Jesús y su familia
de Palestina a Egipto su retorno, puede ser una alusión
simbólica de la historia primitiva del Judaísmo,
que tiene el propósito de igualar a Cristo con
Moisés, el fundador de la fe hebrea y así validarlo
como futuro dirigente de su pueblo. Sólo basta con
recordar la frase: «…para que se cumpliese lo que
habló el Señor por medio del
profeta…»
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