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¿Nos está permitido en realidad matar animales? ¿Y si nos hubieramos equivocado?




Enviado por Maite Valderrama



  1. ¿Y si los
    animales también nos consideraran carentes de
    alma?
  2. La caza, un
    sangriento y doloroso oficio
  3. Quien mata
    intencionadamente un animal, está en contra de la
    vida
  4. El estado de este
    mundo es el reflejo de las religiones externas de
    culto

«Los animales también son humanos»,
así decía recientemente un titular del prestigioso
periódico alemán DIE ZEIT. En un artículo en
defensa del vegetarianismo la redactora Iris Radisch planteaba
una pregunta revolucionaria: «¿Nos está
permitido en realidad matar animales?» y la respuesta se
encontraba en el mismo titular: « ¡Acabemos con
ello!», escrito sobre una fotografía donde se
veían dos filetes sangrantes.

Iris escribía: «La pregunta decisiva de si
nos está permitido matar animales para comernos sus
cadáveres, la hemos contestado desde hace milenios. Tal
vez no con la cabeza en base al intelecto, pero sí con los
dientes, puesto que el devorador de animales se encuentra en la
parte vencedora de la evolución y es el rey de la cadena
alimenticia». ¿Pero cómo se comporta este rey
en la cúspide de dicha cadena alimentaria, con un actitud
de reyes? Francamente no, pues a sus súbditos, los
animales, no sólo se les cría de la manera
más brutal, también se les caza, pesca, mata y
devora. También se les quita la base del sustento de su
vida, haciendo que la madre Tierra que es la que regala vida, se
colapse.

¿Pero es realmente tan dificil dar una respuesta
en base al entendimiento o desde el corazón? Dios, el
Eterno dijo a través de Moisés de forma
inequívoca « ¡No
matarás
!» y Jesús de Nazaret del mismo
modo incuestionable: «Lo que hagáis a la
más pequeña de mis criaturas eso me haceis a
Mí»
y los más pequeños son
también los animales y las plantas. Éste es el
mandamiento de la vida, no importa cómo se vea desde el
punto de vista del hombre moderno, cuya actual maquinaria de
matanza es menos visible pero más sangrienta que en el
pasado.

Iris Radisch cuestiona en su trabajo la autoridad que el
hombre se ha adjudicado para disponer de la vida de los animales
eogistamente para su único beneficio: "El hombre goza del
derecho a la invulnerabilidad física, sin embargo el
derecho que les concedemos a los animales consiste en que sean
despedazados y extirpados por un perno de metal que les parte el
cráneo, anestesiados o colgados cabeza abajo de un gancho,
o pasados por un baño eléctrico. La desigualdad
salta a la vista, a pesar de que los seres humanos acostumbrados
a criar animales para luego comerselos, lo ve todo muy normal ,
¿pero qué pasaría si simplemente nos
hubiésemos equivocado y que lo que desde hace milenios se
considera normal, sea una monstruosa injusticia?"

Sí, esto es posible. Los motivos que aducimos y
hacemos valer para justificar la flagrante desigualdad de
derechos entre el hombre y el animal tienen realmente muy poco
fundamento, actuamos ante los animales movidos por la constumbre
y sin conciencia real del dolor que causamos a otros seres que
sienten el dolor y la alegria de la misma forma que nosotros.
Cuánta arrogancia nos inunda para pensar y creer que unas
diferencias mínimas en el código genético
nos autorizan a poder comernos a nuestros parientes cercanos, la
vaca, el cerdo, las aves y las ovejas sin escrupulos.

¿Y si los
animales también nos consideraran carentes de
alma?

No se sabe con seguridad si se trata de una leyenda del
cristianismo o una simple creencia popular, la que afirma que los
animales no pueden pensar, por lo tanto no tienen alma. Su falta
de raciocinio, tal como afirmó el doctor de la Iglesia san
Agustín, lo destina para ser animal de matanza "El justo
orden establecido por el Creador ha sido ajustado para que su
vida y su muerte estén supeditadas a nuestro provecho". A
lo que habría que añadir que la, a todas luces,
falta de sensatez de los doctores de la iglesia corresponde al
estado en que se encuentra esta Tierra, aunque desde el punto de
vista de los animales, la Tierra se ha convertido en un campo de
batalla, un auténtico matadero.

La postura intelectual de san Agustín, venerado
como doctor y santo, marcó en lo sucesivo al llamado
occidente cristiano y condenó a los animales a una vida
llena de dolor, sufrimiento y muerte, puesto que el animal
desprovisto ya de alma, quedaba sin compasión alguna a
merced del hombre para ser matado en base al supuestamente
«justo orden establecido por el Creador». Miles de
millones de animales víctimas de tortura, denuncian y
acusan a la institución Iglesia y a sus padres y doctores,
de ser los responsables de su miseria así como por el
correspondiente embrutecimiento de los seres humanos.

La enseñanza de "san" Agustín nada tiene
que ver con Cristo y el cristianismo. Desde hace más de
3000 años Dios, el Eterno, llama y advierte a
través de Sus profetas de Dios. A través de
Moisés Él nos dio el Mandamiento «No
matarás». A través de Isaías Dios
dijo: (Isaías 1, 11): «Estoy harto de los
carnero que quemáis en holocausto como sacrificio y de la
grasa de vuestros bueyes».
Y A través de
jeremías (Jeremías 6, 20): «Vuestros
holocaustos no me complacen. Vuestras matanzas de sacrificio no
me son gratas».

 Aunque actualmente la parrilla casera y la
sartén se han convertido en sustitutivo de las
víctimas sangrantes de los altares, y la mesa de la cocina
sirva como banco de descuartizamiento para sacar las
entrañas a los cadáveres animales, la base de todo
ese comportamiento sangriento en todos los tiempos fue dictado
por los hombres-sacerdote. ¿Qué dijo Jesús
de Nazaret? El advirtió: (Mateo 25, 40) «Lo que
hagáis al as pequeño, me lo habréis hecho a
Mí».

Iris Radisch, redactora del prestigioso periódico
alemán Die Zeit, publicó el siguiente planteamiento
que debería hacernos reflexionar:
«¿Qué sucedería si los animales nos
considerasen también carentes de alma, sólo porque
somos diferentes? / Sería absurdo creer que las personas
somos capaces de hacerlo todo bien, pero eso no nos da derecho a
hacerlo todo mal».

Una mirada real del mundo con sus sobredimensionadas
catástrofes, nos demuestra que el hombre, convertido en
rey de la cadena alimenticia, efectivamente lo han hecho todo mal
respecto al trato con la naturaleza y los animales. La factura de
la naturaleza ya nos ha sido presentada y pronto vendrá el
recibo. Pero allí donde la naturaleza exige pagos por las
deudas acumuladas, se escucha siempre el clamor de por qué
permite Dios algo así. Pero Dios no deja que sus hijos se
aboquen sin más a las dificultades creadas por ellos
mismos. Los seres humanos nos hemos apartado cada vez más
del fondo primario de toda Existencia que está en cada
uno, también de Dios quien quiere conducirnos. Y aunque
Dios no pueda alcanzarnos porque hemos acallado nuestra
conciencia, tampoco permite que Sus hijos humanos sucumban sin
avisos ni advertencias ante el efecto de la ley de Siembra y
cosecha.

Dios, el Eterno, nuestro Padre celestial, nos
advirtió en todos los tiempo a través de hombres y
mujeres iluminados y a través de Sus portadores de la
palabra, los verdaderos profetas de Dios. Él llamó
y llama a la humanidad, que está enredada en sus culpas,
para que cambie su modo de conducirse. Así lo hace
también en la actualidad, pues desde hace más de 35
años Dios llama a cada persona en este tiempo a
través de Su instrumento, la profeta y enviada de Dios,
Gabriele de Würzburg. Él advierte una y otra vez de
las consecuencias de todas las obras que están contra Su
ley de la vida. Ya en el año 1977 Cristo manifestó
a través de la Palabra profética: «Son
las doce menos cinco
».

En los años siguientes el Espíritu de
Cristo advirtió en muchos mensajes y publicaciones
denunciando cuán brutalmente se comporta el hombre con los
animales, especialmente los matarifes, los cazadores y los
caníbales de animales. Allí Gabriele escribe:
«Las catástrofes de la Tierra son el reflejo de
la catástrofe llamada hombre».
Un
análisis de una claridad sin parangón, muestra que
ha sido y es la casta sacerdotal quien animó y
permitió no sólo el matar animales, sino que por
medio de su sangriento culto de víctimas,
prácticamente crearon la base para el indescriptiblemente
cruel trato del hombre para con las criaturas de Dios.

La caza, un
sangriento y doloroso oficio

Se podría decir que las sartenes y parrillas de
los hogares actuales se han convertido en los sustitutos de los
antiguos altares de sacrificio, donde para honrar y agradar a
Dios se inmolaban miles de victimas animales. Igualmente la mesa
de cocina sirve como banco de descuartizamiento donde sacar las
entrañas a los cadáveres de animales previamente
matados a manos de un matarife. El origen de todo este
comportamiento sangriento en todos los tiempos fue dictado por
los sacerdotes, sin embargo qué dijo Jesús de
Nazaret al respecto? „Lo que hagáis a la más
pequeña de mis criaturas, eso me haceis a mi". (Mateo
25.40)

Desde hace más de 3000 años Dios llama y
advierte a través de Sus profetas verdaderos, por ejemplo
a través de Moisés nos dio el Mandamiento «No
matarás». Y a través de Isaías dijo:
(Isaías 1, 11) «Estoy harto de los carneros que
quemáis en holocausto como sacrificio y de la grasa de
vuestros bueyes».
Y A través de jeremías
(Jeremías 6, 20): «Vuestros holocaustos no me
complacen. Vuestras matanzas de sacrificio no me son
gratas».

Realmente nos ha sido ocultado que todo ser, lleva en
sí el hálito de Dios y por consiguiente es una
parte de la gran Unidad de la Creación. Quien perjudique
intencionadamente al más pequeño elemento de la
Creación, sea una persona, un animal, una planta o los
reinos minerales, obra contra uno de los más
pequeños y por consiguiente le ha hecho eso a Él,
al Cristo de Dios, quien como Corregente de la Creación es
existencia omnipresente y por tanto tiene parte en
todo.

Contemplemos una forma especial de menosprecio animal,
la caza. El cazador, como ser humano, es alguien de quien se
supone está dotado de sentimientos y entendimiento y que
además conoce el Mandamiento «No
matarás», pero él se provee con armas y
merodea al anochecer por campos y bosques, el espacio vital de
los animales. Furtiva y rastreramente irrumpe en el hogar de
ciervos, liebres, zorros, jabalíes y muchos otros seres
vivos para realizar su sangriento oficio. Sus víctimas son
seres que sienten, que tienen una fina sensación y
sentidos sensibles y que registran con finos matices todo lo que
sucede a su alrededor. Ellos respiran el mismo hálito que
el hombre que se acerca furtivamente para asesinarlos.

El comportamiento de los animales está orientado
a la vida en común. Ellos viven –en la medida en que
el hombre no lo entorpezca–, en una estructura social que
se basa en la unidad. El cazador irrumpe en esa unidad. A su
arbitrio elige y se lleva a determinados ejemplares, juega a ser
juez sobre la vida y la muerte pues no conoce su verdadero origen
y mata a sus parientes más cercanos. Como taimada rapaz se
desliza entre el ramaje, elige lugares para colocar comida, para
llegado el momento, eliminar con el disparo mortal la incipiente
confianza de algún animal. Como justificación para
el matar por placer, se argumenta que hay que reestablecer el
equilibrio de la naturaleza.

Pero qué dice en la actualidad Dios, el
eternamente sabio y Creador del Universo en Su Palabra dada a
través de Su profeta y enviada, Gabriele de Würzburg:
«Yo soy el equilibrio en todo el infinito y
también en los reinos de la naturaleza de la Tierra. Yo no
necesito hombres de peso aparentemente equilibrado, que creen que
tienen que mantener el equilibrio de la
naturaleza
».

Quien mata
intencionadamente un animal, está en contra de la
vida

Sin lugar a dudas, el sufrimiento que llevan los
cazadores a bosques y campos, el miedo y el dolor,
producirá algún día sus efectos, ya que toda
causa tendrá tarde o temprano su efecto. Se hará
visible en los campos de la eternidad en la Ley de siembra y
cosecha, puesto que la semilla de la crueldad, incluso cuando se
siembre en el campo del alma con la oscuridad de la noche,
produce por su parte frutos del horror, los que sin embargo,
tiene que cosecharlos, aquel que sembró la semilla por
medio de sus sentimientos, pensamientos y obras de
destrucción de la vida.

La crueldad ejercida a cualquier criatura siembra una
oscuridad como la noche en el alma del causante. De ese
oscurecimiento del alma sólo puede salir cada uno de nuevo
a través del camino del reconocimiento, del
arrepentimiento, de la purificación y del no volver a
hacerlo más, así como de la reparación del
mal causado en la medida en que esto sea aún posible. La
mayoría de las veces el reconocimiento sólo es
posible cuando el autor es alcanzado por un golpe del destino,
que sin embargo, la persona afectada, en base al adoctrinamiento
eclesiástico de siglos de duración y que tiene en
sí la imagen de un Dios cruel, interpreta como un castigo
de Dios. El matarife y el cazador quedarán a expensas de
su propia crueldad anímica, cuyas grabaciones se
convertirán para ellos en una tortura. El cazador, en las
imágenes del alma, se convertirá en presa que otros
cazan. El descuartizador llevará él mismo las
trizas de su alma desmembrada; de ellas cuelgan las grabaciones
de todo el sufrimiento, de los amargos tormentos y el miedo que
la persona arrogante causó antaño a sus criaturas
hermanas.

En el libro num. 16 de la Serie `El Profeta´
Gabriele explica como es el sufrimiento que llevan los cazadores
a los campos y bosques:

«El valiente cazador no dispara a corzos y
jabalíes simplemente con cartuchos, lo hace con balas que
se expanden, o respectivamente dividen. Se habla de balas
expansivas o de las que arquean como balas de deformación
en el interior del animal alcanzado. ¿Para qué?
Para que del animal alcanzado se derramen el mayor número
de «rastros de caza»: sangre, restos del
estómago o de los intestinos, pelaje, fragmentos de
huesos, etc. Esto ha de facilitar la búsqueda de la pieza
de caza herida, que aún no ha muerto.

Para que ésta no se escape una y otra vez en
esta «búsqueda», se la deja
«enfermar» unas horas, según el lenguaje de
los cazadores. Entonces es cuando se comienza el rastreo para
rematar definitivamente con un tiro mortal al animal reventado.
También está permitido por el reglamento de caza,
degollar al animal. La mayoría de los animales de
pezuña« –
seguimos leyendo
«como por ejemplo los corzos, los ciervos, los venados, los
gamos, las gamuzas, los jabalíes, mueren de este modo
después de horas de torturas. Cuando el animal está
finalmente muerto es «abierto» inmediatamente. Los
intestinos y las otras vísceras son arrancadas del cuerpo
aún caliente. La forma de actuar de los cazadores en este
caso apenas se diferencia de la de un animal feroz sediento de
sangre, que solemos calificar de
«bestial».

Dios, el Eterno, regaló la vida a todas Sus
criaturas. Quien apruebe el matar, no importa de qué
manera ni con qué justificación lo haga,
está en contra de la vida y la vida es Dios. De Dios, el
Eterno, surgieron todas las formas puras del SER. De Él
surgió toda vida. Su hálito anima todas las formas
de vida, toda vida, porque Él es la Vida, el hálito
en todo. Quien quita el hálito a una criatura, se orienta
contra el Donante de vida, el Dios creador, el Espíritu
eterno, que es en toda vida la imperecedera y eterna
energía del SER.

Para nosotros, la vida significa respirar.
¿Quién nos puede dar la respiración?
¿Qué aliento tiene el animal que se mata a
traición en el bosque? ¿Qué aliento vive en
el animal que lleno de miedo, ve venir su matanza y que
sufrirá y morirá como animal de
experimentación en medio de torturas? Nadie puede dar
vida, por lo tanto tampoco la podemos quitar, es decir, no
podemos matar. Matar intencionadamente es asesinato. Si matamos a
un animal intencionadamente, es decir, deliberadamente, estamos
en contra de la vida, es decir, contra Dios. Quien se arrogue el
derecho de matar para sus propios fines, se coloca en contra del
Mandamiento de Dios, que Él nos dio a través de
Moisés: «No matarás».

¿Pueden los poderosos de este mundo, los
gobiernos, los representantes de la iglesia, volver a dar vida?
El alcance de haber rechazado ese Mandamiento, lo podemos
apreciar en el estado actual del mundo.

¿Cómo sería este mundo, cómo
sería esta Tierra?, un maravilloso planeta para vivir si
se hubiese cumplido consecuentemente tan sólo ese
Mandamiento «No matarás» Desde hace más
de 3000 años existe ese Mandamiento y advierte a los seres
humanos. ¿Dónde nos encontramos nosotros?
¿Dónde se encuentran los poderosos?
¿Dónde se encuentran los pueblos?
¿Dónde se encuentran los gobiernos, y dónde
están las iglesias, – sobre todo las que se llaman a
sí mismas cristianas? ¿Se encuentran en el
cumplimiento de ese importante Mandamiento? ¿Y
dónde nos encontramos nosotros cuando miramos nuestro
menú?

El estado de este
mundo es el reflejo de las
religiones externas de
culto

Vivimos en una sociedad cuyo calendario comienza con el
nacimiento de Jesús. ¿No es entonces deplorable que
esta sociedad y con ella toda la humanidad, 2000 años
después de su nacimiento se encuentre al borde del abismo?
¿Vino Jesús para eso? La Tierra sufre bajo el
cambio climático causado por el hombre, pero si los seres
humanos, que pertenecen a la llamada cristiandad, hubiesen
cambiado en estos 2000 años, también
cambiaría el clima, pero no a peor. Jesús, el
Cristo, nos enseñó: «Sed perfectos, como
perfecto es vuestro Padre en los cielos».

Cada persona tendría por tanto que haber cambiado
y así ahora el clima no estaría cambiando, puesto
que el hombre no se habría convertido en una
catástrofe. Entonces el clima entre los seres humanos
tampoco sería tan catastrófico, como tampoco lo
sería en relación a la naturaleza y a los animales.
El hombre es el causante de las catástrofes. ¿Por
qué acusan entonces tantas personas a Dios? Porque los
sacerdotes con sus dogmas romanos las atribuyen a los misterios
de Dios, en lugar de asumir su responsabilidad como secretistas
adornados de cultos.

Si Dios realmente tuviese misterios de los que se
derivasen necesidades, miseria y sufrimiento, Jesús
habría sido un mentiroso pues Su enseñanza de un
Dios amoroso, sería una pura blasfemia. ¿Por
qué anunció Cristo al Consolador que nos
conducirá a toda la Verdad, si Dios supuestamente tiene
misterios? ¿Traiciona Él con ello a Su Padre
celestial? ¿O mejor dicho Le han traicionado todos
aquellos que enseñan que Dios tiene secretos?

Los 2000 años de supuesto cristianismo
están llenos de asesinatos, saqueos, violaciones,
explotación, servidumbre de seres humanos, naturaleza,
animales, plantas y minerales. Llenos de falta de
consideración y corrupción, de luchas y enemistad
entre pueblos, llenos de guerras, de torturas, de embrutecimiento
y de crueldad. ¿Se equivocó Jesús el Cristo?
¡No! Dios es el amor y el amor de Dios no conoce fronteras
y pertenece también a los animales, a la naturaleza y a
toda la madre Tierra.

Quien tortura o asesina a los animales y ultraja la
Tierra odia a Dios y sirve al dios de las tinieblas, que es el
dios del horror. Para realizar su impiedad, ese dios
instauró sacerdotes, que le sirven a él,
atribuyendo a toda vida la falta de valor con la que ellos mismos
se rodearon. Por ese motivo niegan ellos que los animales tengan
alma, y proceden bestialmente contra todo lo que es más
noble, fino y puro que ellos.

Quien odia a Dios, el Eterno, lucha contra Su
creación. Causa sufrimiento y división en todos los
ámbitos de la vida, incluyendo a la naturaleza y a los
reinos animales, según la ley del dios de las tinieblas,
cuya ley dice: «Separa, ata y domina». El «Une
y sé», que proviene de las Leyes de Dios, del
Eterno, es para él una espina, porque conduce a la Unidad,
al amor de Dios, que todo lo abarca, porque Dios, el Eterno, es
Amor omniabarcante.

2000 años después del nacimiento de
Jesús, Dios ha vuelto a enviar a un gran profeta,
Gabriele, a través de la que Él ha vuelto a
advertir a la humanidad de los efectos de su comportamiento.
Jesús, el Cristo, ha cumplido lo que nos prometió,
enviándonos al Espíritu de la Verdad, al
Consolador, que nos ha conducido y conduce a toda la Verdad.
Él dice a cada uno de nosotros: `Sígueme´, no
al culto, ritos, dogmas y ceremonias, porque ¿de
qué han servido? El estado de este mundo es el reflejo de
las religiones externas de culto, con fachadas blanqueadas,
bellas por fuera, pero llenas de podredumbre y huesos de muertos
por dentro. Las bandejas de ofrendas de la así llamada
cristiandad están rebosantes de huesos de pueblos enteros,
de razas y de naciones, también de miles de millones de
cadáveres de animales, a los que en lugar de
protección y cuidados se les dispensaron y siguen
dispensando crueldad y destrucción.

Con las palabras más conmovedoras, el Creador ha
advertido a los seres humanos desde hace más de 35
años a través de Gabriele, la profeta y mensajera
de Dios para la acualidad. Quien el 27 de Febrero de 2001
habló a través de la Palabra profética con
las siguientes palabras:

«YO SOY el Dios de Abrahán, el Dios de
Isaac y el Dios de Jacob. Yo Soy el Dios de todos los verdaderos
profetas. Yo, Dios, el Todopoderoso, alzo Mi voz a través
de Mi profeta y enviada y la dirijo a la humanidad: ¡Dejad
de consumir a las criaturas que viven con vosotros, que son
vuestros hermanos animales!

¡Dejad de torturarlos por medio de
experimentos con animales, y quitándoles la libertad,
manteniéndolos en establos que no son dignos de ellos! Los
animales aman la libertad, de igual modo que vosotros, los
hombres. ¡Dejad de matar a los animales más
pequeños, la vida en la Tierra, por medio de abonos
químicos artificiales, también por medio de
excrementos y cosas similares!

Dejad de talar y quemar los bosques,
quitándoles a los animales y al campo el espacio vital.
Devolvedles su espacio de vida a los bosques, los campos y las
praderas; de otra manera vuestro destino, que vosotros mismos os
habéis impuesto, os quitará vuestro hogar y
propiedad y vuestras fuentes de alimentación, a
través de catástrofes en todo el mundo que vosotros
mismos habéis creado, a raíz de vuestro
comportamiento contra la vida, contra los reinos de la
naturaleza, incluidos los animales.

Si los hombres dejan una vez más que a Mis
palabras se las lleve el viento, vendrá la tempestad, el
destino mundial, arrebatando a cientos de miles de seres humanos,
por una parte a través de catástrofes en todo el
mundo y por otra por medio de enfermedades que caerán
sobre ellos de modo semejante a plagas por haberse apartado de
toda ética y moral espiritual.

Mi palabra ha sido expresada. El Apocalipsis mundial
se ha puesto en movimiento. Aquel que no quiera escuchar,
sentirá las causas que ha creado en forma de efectos,
llegándoles éstos cada vez con más rapidez.
Yo he elevado hacia Mí a la Tierra con sus plantas,
animales y minerales. Quien siga alzando su mano contra la
Madre-Tierra con todas sus formas de vida, sentirá los
efectos. ¡Dejad de torturar, de matar y de
asesinar!

¡Dejad, hombres, vuestro comportamiento
brutal, que recae únicamente sobre vosotros y sobre
ningún otro ser; puesto que lo que hacéis a la
más ínfima de las criaturas que viven con vosotros,
eso me lo hacéis a Mí, y también a vosotros!
¡Basta ya! Dad la vuelta, pues de otro modo
continuará la cosecha, que es vuestra
siembra.

YO SOY el QUE SOY, siempre El Mismo, ayer, hoy y
mañana.

www.radio-santec.com

 

 

Autor:

Maite Valderrama

 

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