Antecedentes
históricos de la crisis del medio
ambiente
Primeros pasos de la toma de conciencia: El llamado
Club de Roma y la Conferencia de Estocolmo (1972).
A partir de los años 70, la Conferencia de
Estocolmo sobre el Medio Humano (1972) marca el comienzo
definitivo del acceso y manejo de los problemas ambientales por
parte de la comunidad internacional, por lo que comienza a
crearse una conciencia ecológica y en este caso, el
llamado Club de Roma, contribuyó con sus publicaciones a
difundir preocupación por el medio ambiente, ocupando un
creciente espacio en la literatura científica donde
quedó aclarada la esencia del problema ambiental como el
peligro al agotamiento de recursos naturales no renovables, el
arribo a una relación hombre–recursos naturales muy
desfavorable, debido al crecimiento demográfico mundial
especialmente de los países subdesarrollados, y la
eventualidad de que el mundo llegue a niveles muy elevados de
contaminación ambiental, entre otros males, como resultado
de la puesta en práctica de modelos y estilos de
desarrollo contrarios a la preservación del
medio.
Para dar respuesta a esta incipiente preocupación
por los problemas ambientales internacionales, fundamentalmente
protagonizada por los países industrializados, la Asamblea
General de Naciones Unidas, en su Vigésimo Tercer
Período de Sesiones (1971), convocó a la
celebración de la Conferencia de Estocolmo sobre el Medio
Humano. La Conferencia estuvo antecedida de dos sesiones
preparatorias (una en marzo de 1971 y otra en febrero de 1972) y
finalmente del 5 al 16 junio de 1972 se desarrolla con la
participación de 113 países y una escasa presencia
de jefes de Estado y gobiernos lo que no impidió que dicha
Conferencia marcara un importante hito en el inicio del
movimiento ambiental internacional.
Otros de los resultados de la Conferencia de Estocolmo
es la designación del 5 de junio como el Día
Mundial del Medio Ambiente y la expresa recomendación,
ratificada posteriormente por la Asamblea General de Naciones
Unidas en su Resolución 2994, de 15 de diciembre de 1972,
acerca de la creación del Programa de las Naciones Unidas
para el medio Ambiente (PNUMA).
La Conferencia de Estocolmo ejerció una
importante influencia sobre la opinión pública, al
aumentar la conciencia y la comprensión de la fragilidad
del medio ambiente en su relación con el hombre.
Contribuyó al desarrollo de la educación ambiental,
la difusión de informaciones y la capacitación (se
produce a partir de ese momento el establecimiento de los
primeros centros de capacitación ambiental en el
ámbito nacional e internacional). Constituyó
además, el punto de partida del desarrollo de numerosas
legislaciones nacionales en materia de medio ambiente e
impulsó la creación de ministerios,
secretarías, comisiones y otras organizaciones a escala
nacional particularmente dedicadas a la formulación y
aplicación de las agendas ambientales. Esto también
propició el desarrollo de nuevas organizaciones
gubernamentales y no gubernamentales a todos los niveles,
poniéndose en marcha diversos acuerdos internacionales
importantes relativos a la cooperación en esta
esfera.
La Conferencia de Estocolmo comenzó a mover la
agenda ambiental internacional hacia los problemas de los
países en desarrollo, los que aceptaron el proceso y lo
apoyaron, así como trataron de, en lo adelante, elevar el
perfil de los temas prioritarios y políticamente de mayor
interés para los países más pobres. De ella
se derivaron importantes encuentros internacionales, entre los
que se destacan la Primera Conferencia Internacional del Agua,
efectuada en Mar del Plata, Argentina, en 1975; la primera
Conferencia de Naciones Unidas sobre Asentamientos Humanos, en
Vancouver, Canadá, en 1976, y la Reunión de
Naciones Unidas sobre Desertificación, en 1977.
Estocolmo identificó los principios
básicos de la política y el derecho ambiental
internacional, con lo que se sentaron las bases para su
adecuación a las políticas nacionales.
A pesar de todo lo que significó esta
Conferencia, el Plan de Acción propuesto fue incumplido
como otros planes y programas, y, dada la insuficiente madurez de
las relaciones de las relaciones internacionales en esta esfera,
fue escaso su impacto en la comunidad internacional.
Además, los principales indicadores ambientales
continuaron su tendencia negativa después de Estocolmo. La
deforestación, el agotamiento de la capa de ozono, la
contaminación de las aguas, la degradación de los
suelos y los fenómenos tendentes a la
desertificación alcanzaron proporciones alarmantes en los
años siguientes.
Por su parte, la Asamblea General de las Naciones
Unidas, mediante su resolución 38/161, de 19 de diciembre
de 1983, estableció la Comisión Mundial sobre el
Medio Ambiente y el Desarrollo, a la cual encomendó la
elaboración de un informe integral sobre las causas y
consecuencias de la degradación ambiental en su
relación con el desarrollo económico y social, y le
pidió que identificara posibles vías de
acción para mitigar y solucionar los principales problemas
ambientales de la humanidad.
El informe de la Comisión, denominada
Comisión Bruntdland, en honor de su presidenta, Gro Harlen
Bruntdland, que en ese momento era ministra de Medio Ambiente de
Noruega, posteriormente primer ministro de ese país, y en
fecha más reciente Directora de la Organización
Mundial de la Salud (OMS), se presentó cuatro años
más tarde (1987), bajo el nombre de "Nuestro futuro
común", y se le reconoce como uno de sus principales
resultados, la introducción y desarrollo del concepto de
desarrollo sostenible.
Algunos de los elementos principales que caracterizan a
este informe son los siguientes:
Se advertía que la humanidad debía
cambiar sus modalidades de vida y de comercio, si no deseaba
el advenimiento de una era con inaceptables niveles de
sufrimiento humano y degradación
ecológica.Se señalaba que la economía mundial
debía satisfacer las necesidades y aspiraciones
legítimas de la población, pero que el
crecimiento debía guardar consonancia con el
carácter finito de los recursos del
planeta.Se exhortaba al inicio de una nueva era de
desarrollo económico racional desde el punto de vista
ecológico, y se declaraba que la humanidad contaba con
la aptitud para lograr un desarrollo sostenible, definido
como aquel que satisface las necesidades de las generaciones
presentes sin socavar la capacidad de las generaciones
futuras para satisfacer las
suyas.[1]
Para el informe de la Comisión Bruntdland,
alcanzar un desarrollo sostenible supone:
Un sistema político democrático que
asegure a sus ciudadanos la participación efectiva en
la toma de decisiones.Un sistema económico capaz de crear
excedentes y conocimientos técnicos sobre una base
autónoma y constante.Un sistema social que evite las tensiones provocadas
por un desarrollo desequilibrado.Un sistema de producción que cumpla con el
objetivo de preservar el medio ambiente.Un sistema tecnológico capaz de investigar
constantemente nuevas soluciones.Un sistema internacional que promueva modelos
duraderos del comercio y las finanzas.Un sistema administrativo flexible y capaz de
corregirse de manera autónoma.
En cuanto a instrumentos legales internacionales se
refiere, en materia de medio ambiente y desarrollo sostenible,
pueden identificarse convenios y acuerdos que, desde el comienzo
del siglo XX, se ocupan de manera más o menos directa de
estos temas. La misma evolución del pensamiento
internacional, que da origen a eventos de otra cualidad, como la
Conferencia de Estocolmo, va propiciando el desarrollo de
instrumentos legales más abarcadores que comienzan a
reflejar la creciente preocupación por el deterioro del
medio ambiente global, a saber:
1. La Convención relativa a los
humedales de importancia internacional especialmente como
hábitad de aves acuáticas (Ramsar, Iran,
1971).2. Convención sobre comercio
internacional de especies amenazadas de fauna y flora
silvestres, CITES (Washington, D.C., 1973).3. Convención sobre la
conservación de especies migratorias de animales
silvestres (Bonn, 1979).4. El Convenio de Viena para la
protección de la Capa de Ozono (1985) y el Protocolo
de Montreal relativo a las Sustancias que Agotan la Capa de
Ozono (1987).5. El Convenio de Basilea sobre el Control del
Movimiento Transfronterizo de Desechos Peligrosos y su
Eliminación (1989).6. La Declaración de Nairobi de
1982.7. La Conferencia de Naciones Unidas sobre el
Medio Ambiente y Desarrollo (CNUMAD, Río de Janeiro,
1992).
A pesar de los esfuerzos realizados por la comunidad
internacional en esta etapa, los resultados no fueron alentadores
pues los problemas ambientales continuaron agravándose
cada vez más y lo veremos en lo adelante en los puntos que
trataremos y en el nivel que adquirieron estos temas en las
diferentes agendas internacionales y en las políticas
nacionales asumidas por los países para atenuar los
daños ocasionados al medio ambiente.
Como se puede observar, la problemática del agua
aún era incipiente en esta etapa y no había
adquirido la prioridad que posee en nuestros días,
además, no se había tomado conciencia real de las
consecuencias futuras.
Del Club de Roma a la Cumbre de
Río (1992).
En 1989 la Asamblea General de las Naciones Unidas,
mediante su Resolución 44/228 convocó a la
realización de una conferencia mundial sobre medio
ambiente y desarrollo, paso que deriva de la maduración de
las discusiones internacionales que, sobre todo a partir del
informe de la Comisión Bruntdland, pusieron en evidencia
una comprensión paulatina, pero constante, de las
íntimas relaciones del desarrollo económico y
social con el estado del medio ambiente.
Esta fue la antesala de lo que sería tanto la
Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y
Desarrollo (CNUMAD, Río de Janeiro,
1992)[2] como el incremento de las investigaciones
y diagnósticos de la comunidad científica
internacional sobre la situación del medio ambiente
mundial y la evidencia de acusadas pautas de
deterioro.
Los principales resultados de esta Cumbre Mundial se
centran en la propia Declaración de Río de Janeiro
sobre Medio Ambiente y Desarrollo[3]resultado de
un complejo proceso negociador, en el que se llegó a
"listar" más de 160 potenciales principios y se
pretendió incluso materializar una especie de
convención marco sobre medio ambiente y desarrollo. Esta
Declaración permanece hoy como un referente constante en
materia de derecho ambiental y ha contribuido de manera notable
al desarrollo de sus principios en instrumentos legales globales,
regionales y nacionales.
Por su parte, la Agenda o Programa 21 (Programa Mundial
sobre el Medio Ambiente y Desarrollo) es un documento contentivo
de un amplio catálogo de estrategias, programas y acciones
orientados a detener e invertir los efectos de la
degradación del medio ambiente, en el contexto de la
promoción del desarrollo sostenible al nivel mundial,
regional, subregional y nacional.
La Agenda 21, principal producto del proceso de
negociaciones internacionales previo y durante la Conferencia de
Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo (CNUMAD),
resultó a la postre un magnífico esfuerzo que ha
marcado de manera decisiva las negociaciones posteriores a esta
Conferencia y las dotó de una cualidad superior. Los
conceptos, metas y principios de la Agenda 21, recogidos en sus
cuarenta capítulos continúan vigentes en lo
esencial, por lo que fue expresión de la unidad de los
países en desarrollo sobre puntos de vista fundamentales
en su lucha por la equidad internacional, la denuncia de las
desigualdades y la búsqueda de un nuevo orden más
justo, en función de la integración de la
protección del medioambiente al desarrollo
económico y social de una manera sostenible.
La Agenda significó y significa además, un
paso de avance en las percepciones, explicaciones y
aproximaciones al desarrollo sostenible. No superada hasta el
presente, es con seguridad el instrumento no vinculante con mayor
influencia en las políticas ambientales y para el
desarrollo sostenible, y, en definitiva, el principal referente
de los resultados de la Cumbre de Río.
A esta Cumbre se le reconocen también otros
resultados:
Convirtió los temas de medio ambiente y
desarrollo en puntos clave de las agendas nacionales de los
países y lleva a las esferas políticas la
comprensión de la fragilidad del medio ambiente en su
relación con el hombre.En consonancia con lo anterior, produjo un amplio
proceso de desarrollo de programas, planes y estrategias
nacionales que adecuan la Agenda 21 a los más diversos
contextos.Por otra parte, propició el establecimiento y
reforzamiento por muchos países de marcos
políticos, institucionales y legales relativos al
medio ambiente y el desarrollo sostenible.Contribuyó de modo decisivo al desarrollo de
la ascendente espiral del incremento de la conciencia sobre
la fragilidad de los ecosistemas y el medio ambiente
general.Albergó la apertura a la firma de importantes
instrumentos jurídicos vinculantes, y es la base, de
manera directa o indirecta, de la mayor parte de los que se
desarrollan desde esa fecha.Potenció el desarrollo a todos los niveles de
nuevas organizaciones no gubernamentales.Consagró, de modo definitivo, en la vida
pública el concepto de desarrollo sostenible "lanzado"
por la Comisión Bruntdland.
Teniendo en cuenta lo anterior así como la
realidad de las actuales tendencias del desarrollo humano y
considerando que en la generalidad de los procesos de este tipo
siempre se derivan fracasos y obstáculos; puede advertirse
que contrario a los propósitos de la CNUMAD, los
años por venir van a estar caracterizados por:
La continuación de las tendencias negativas
en la evolución del estado de los recursos naturales
del planeta.La falta manifiesta de los recursos financieros y
las tecnologías necesarias, así como la escasa
voluntad de los países desarrollados para revertir
esta situación, como se pone claramente de manifiesto
en el continuo declinar de la Ayuda Oficial al
Desarrollo.El incremento de los niveles de inseguridad
alimentaria, particularmente en África.La continuada tendencia hacia patrones de
producción y consumo cada vez más
insostenibles.El incremento en la magnitud e impacto de los
desastres causados por fenómenos naturales como
resultado del incremento de las modificaciones
antrópicas en el medio ambiente global.
Todo ello no quiere decir que el proceso preparatorio de
la Cumbre de Río, y posteriormente la propia Conferencia,
brindaron un importante impulso al desarrollo de nuevos
instrumentos jurídicos internacionales de carácter
vinculante en la esfera del medio ambiente y el desarrollo que,
como rasgo general, se diferencian de los precedentes por tener
objetivos más ambiciosos y transectoriales que apuntan
hacia los principales problemas globales en estos
campos.
Así mismo, el concepto de desarrollo sostenible
logró una atención creciente y los convenios
ganaron una dimensión mayor que viene a expresarse en la
creciente aparición de aristas económicas y
sociales.
Etapa posterior a la Cumbre de Río:
Johannesburgo (2002)
Los diez años que siguieron a Río marcaron
otra etapa cualitativa en la evolución internacional,
regional y nacional de los problemas relacionados con la
protección del medio ambiente y el desarrollo
sostenible.
La Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible
(Johannesburgo, 26 de Agosto al 4 de Septiembre, 2002), se
desarrolló en cumplimiento de la Resolución 199 del
55mo Período de Sesiones de la Asamblea General de las
Naciones Unidas, adoptada en Diciembre del año 2000,
mediante la cual se acordó realizar una evaluación
de lo ocurrido en materia de desarrollo sostenible en el tiempo
transcurrido desde la Cumbre de Río o Cumbre de la Tierra,
como también se le conoce.
Al respecto, la Asamblea General de las Naciones Unidas
advirtió que el enfoque hacia esta Cumbre debía
fundarse en la identificación de lo logrado en este lapso,
pero en particular en las áreas que requiriesen de mayores
esfuerzos para implementar la Agenda 21, ya mencionada
anteriormente, y otros resultados de la Cumbre de la Tierra y
advirtió que el proceso también debía
resultar en un renovado compromiso político para alcanzar
el desarrollo sostenible. De este modo se esbozaban los dos
principales productos esperados de Johannesburgo: un Plan de
Implementación y una Declaración
Política.
Comienza a desarrollarse la Cumbre en la fecha prevista
y dentro de los discursos de apertura sobresale el del presidente
de Sudáfrica, señor Thabo Mbeki, quien
caracterizó la creciente brecha entre ricos y pobres en el
mundo como un "apartheid global".
De hecho, en esta Cumbre Mundial de Desarrollo
Sostenible de Johannesburgo, el agua fue un tema muy debatido,
pues este recurso llegó a la magna cita con los alarmantes
índices de alrededor de 1 100 millones de personas que no
tienen acceso seguro a agua potable, a la vez que 2 400 millones
carecen o poseen insuficientes instalaciones sanitarias, y
más de 2, 2 millones de personas, fundamentalmente
niños, mueren en los países en vías de
desarrollo por el consumo de agua contaminada.
Tras largos y enconados debates, la Cumbre finalmente
logró cumplir sus metas formales, al conseguir la
aprobación del Plan de Implementación y la
Declaración Política.
En lo que al Plan respecta, este contiene varios
capítulos:
Introducción, Erradicación de la Pobreza,
Modificación de las modalidades insostenibles de consumo y
producción, Protección y gestión de la base
de los recursos naturales para el desarrollo económico y
social, El desarrollo sustentable en un mundo en vías de
globalización, La salud y el desarrollo sustentable,
Desarrollo sustentable de los pequeños Estados insulares
en desarrollo, Iniciativas de desarrollo sustentable para
África, Otras iniciativas regionales, Medios de
ejecución y el Marco institucional para un desarrollo
sustentable.
Por su parte la Declaración Política,
denominada "Declaración de Johannesburgo sobre el
desarrollo sostenible", no fue un documento negociado a fondo, en
tanto la tardía culminación del plan de
Implementación limitó de tal forma el tiempo que
apenas hubo oportunidad para circularla para consultas
informales.
La Declaración parte de establecer un nexo entre
Estocolmo, Río y Johannesburgo. Identifica los retos que
están ante la humanidad y confirma el compromiso de los
países para con el desarrollo sostenible, pone
énfasis en la importancia del multilateralismo y concluye
con un llamado de acción.
En los resultados de Johannesburgo, cabe destacar, en
primer término, que centrar la atención en el
desarrollo sostenible es un aporte práctico de la Cumbre.
Como resultado de ello, los temas sociales y económicos
estuvieron muy presentes, lo que propició un balance mayor
entre los llamados tres pilares del desarrollo sostenible, a
saber, el económico, el social y el ambiental.
Otro aspecto en el que si bien la Cumbre no logró
marcar un avance espectacular, sí logró confirmar
importantes posiciones, es el referido al multilateralismo. Como
ya se mencionó, el papel del multilateralismo, de las
instituciones de las Naciones Unidas, e incluso de los gobiernos,
estuvo bajo cuestionamiento en Johannesburgo. Por eso resulta muy
importante que la Declaración Política aprobada
haya expresado enfáticamente que el multilateralismo es el
futuro y haya consagrado toda una Sección al desarrollo de
esta idea.
Por otra parte, en una década durante la cual la
globalización manejó las cartas del triunfo y
prevaleció sobre el concepto de desarrollo sostenible, un
mérito innegable de Johannesburgo consiste en haber
colocado nuevamente el desarrollo sostenible en el centro de la
atención global.
Tampoco puede perderse de vista que la Cumbre de
Johannesburgo se desarrolló en un contexto político
y económico internacional dramáticamente diferente
al de Río en 1992. En Río había cierta
euforia y optimismo sobre las potencialidades de la
cooperación internacional y el logro de una voluntad
política real para enfrentar de manera conjunta, entre el
Norte y el Sur, los retos y desafíos que tenía ante
sí la humanidad como consecuencia de la explotación
irracional de los recursos naturales y la degradación
medioambiental. El trasfondo político estaba marcado por
las promesas y las ilusiones de un mundo diferente tras el fin de
la Guerra Fría y de la confrontación
Este-Oeste.
En Johannesburgo muchos de estos paradigmas
habían cambiado o estaban siendo cuestionados por el Norte
industrializado. El proceso de globalización, modelado y
conducido bajo los esquemas neoliberales, alienta y promueve un
patrón de desarrollo y modelos de producción y
consumo que se contraponen radicalmente a los principios
básicos que fueron recogidos en la Declaración de
Río y en la Agenda 21.
No obstante, la Cumbre de Johannesburgo tuvo una
connotación especial, que explica, en última
instancia, el enorme interés y las expectativas que
planteó. Por un lado cierra todo un decenio que se
inició en Río de Janeiro (1992), a la que
sucedieron otras grandes Conferencias Internacionales
(Población y Desarrollo, derechos Humanos, Desarrollo
Social, Mujer, Infancia, Racismo y Discriminación Racial,
entre otras) y por otro lado abre el camino hacia una nueva
agenda internacional basada en la revisión del
cumplimiento de los compromisos y metas que aquellas se
trazaron.
La Cumbre convocada bajo la premisa del desarrollo
sostenible, sintetizó en este concepto, además, una
visión más integral y abarcadora del desarrollo,
sustentado en lo económico, lo social y la
protección ambiental.
Sin embargo, como resultado de la fuerte
confrontación Norte-Sur, así como por las propias
limitaciones que impone la situación del mundo, no se
podía esperar de Johannesburgo una solución a los
problemas actuales, y menos aún compromisos concretos
más allá de los alcanzados en Río, 1992. En
suma, el contexto político y de poder en nuestros
días, unido a la globalización neoliberal,
conducida y protegida por el Norte desarrollado, se contrapone
con muchos de los principios básicos recogidos en la
Declaración y el Programa de Río, lo que se
evidenció en el interés de los países
industrializados por revisarla y adicionar nuevas
condicionalidades. Lo que estaba entonces en juego para los
países en desarrollo en Johannesburgo, era al menos
preservar las conquistas de Río, 1992 y esto se
logró.
Por su parte, el agua, se irá convirtiendo en
obligado punto de referencia de las futuras reuniones mundiales
donde se aborden los problemas globales que afectan a la
Humanidad y la seguridad humana, y cada vez más
ocupará un lugar central en estas discusiones.
El agua y los
conflictos entre naciones
Evolución de la problemática del
agua
"Una de las grandes contradicciones de la naturaleza
humana es que apreciamos las cosas solo cuando escasean", estas
declaraciones del subsecretario de Naciones Unidas a
propósito de los problemas con el agua, describe fielmente
el estado de las cosas. El tema del agua ha regresado a los
primeros planos del interés internacional y la
mayoría de los países lo tratan como un "recurso
estratégico". De ahí el vaticinio que EE.UU y los
demás países miembros del exclusivo Club del Grupo
de los Siete (G-7), no desatarán las guerras en el 2015
por el petróleo, sino por el control del agua
potable.
El agua cubre más del 70% de la superficie total
del planeta. Un 97% es agua salada y tan sólo un 3% es
agua dulce. El declive de los ecosistemas de agua dulce se
está convirtiendo en un problema importante que puede ser
causa de numerosos conflictos en y entre Estados, y que puede
afectar a regiones donde este bien es escaso. Este recurso
natural se encuentra al límite de su explotación,
ya que, aunque es renovable, también es limitado y muy
vulnerable a los efectos de la acción humana. Hasta ahora,
como era considerado un recurso inagotable y con un acceso
sólo limitado por las técnicas de
ingeniería, ha sido sometido a prácticas de consumo
irresponsables.
El consumo mundial de agua tuvo un vertiginoso
crecimiento desde 1950. El aumento general del nivel de vida en
todo el mundo hizo que la demanda de agua creciese más
rápido que la población. El sector agrícola
utiliza un 69% del agua, el industrial un 21%, en usos urbanos se
emplea el 6% y las pérdidas de embalses se calculan en un
4%[4] (Ver Anexo No 1). El mayor porcentaje de
utilización del agua, tendencia que va en aumento, se
destina a la irrigación. Durante este siglo la cantidad de
agua usada para el riego en la agricultura se ha multiplicado por
diez. Es un proceso en el que se desperdicia mucha agua, ya que
una gran parte no llega a su destino o resulta contaminada antes
de volver al acuífero o al sistema fluvial superficial en
donde se reintegra. También puede producir importantes
daños ambientales, pero bien gestionado, si se evitan las
pérdidas innecesarias, puede dar beneficios, ya que
generalmente aumenta e intensifica la productividad de las
cosechas. Durante los próximos 30 años, un 80% de
los alimentos para el aumento de población previsto,
provendrá de la agricultura irrigada. De los 5.600
millones de personas que constituyen la población mundial,
más de 1.000 millones no tienen acceso a agua limpia y
salubre, mientras que otros 1.700 millones carecen de acceso a
medios de saneamiento adecuados.
Según la Organización Mundial para la
Salud (OMS), en 1986, el agua insalubre causaba la muerte de
27.000 personas diariamente en el mundo. Veintiséis
países, en su mayoría de África y Oriente
Medio, aunque también algunos europeos como Holanda, son
deficitarios en agua. Muchos de ellos poseen elevadas tasas de
crecimiento demográfico, lo que agudiza sus problemas de
suministro[5]En algunas regiones la disponibilidad
de este recurso ya ha alcanzado la denominada barrera del agua,
que define el uso mínimo aproximado del agua necesaria
para un buen nivel de vida en una nación desarrollada
moderadamente eficiente, estimado en 1.000 metros cúbicos
por persona y año. Algunos países ven afectado su
desarrollo industrial por la falta de agua dulce. En ocasiones
esta escasez es la causa principal y única de su
estancamiento económico. Este hecho aumenta las tensiones
entre naciones con abundancia de agua y naciones con escasez.
Redistribuir económicamente el agua, un recurso sin
sustitutos, resulta difícil.
La denominada crisis del agua afecta especialmente a
determinadas regiones del planeta, como el Norte de
África, Oriente Medio, China. Se trata de una crisis con
efectos locales, aunque con implicaciones en la seguridad y
política regionales, que tiene impacto en zonas
áridas o semiáridas, con un alto índice de
crecimiento de población. Presenta un carácter
multifacético, en el sentido de que, dependiendo del
país o región de que se trate, variarán sus
efectos: mientras en las mega ciudades del Tercer Mundo
conlleva grandes problemas de saneamiento y salubridad de las
aguas, en otros lugares más desarrollados frena o impide
el crecimiento industrial. Implica grandes cambios sociales y
pone a prueba la capacidad de las sociedades afectadas para
adaptarse y resolver los prácticamente inevitables
conflictos internos que surgirán como consecuencia del
cambio.
El factor determinante es la escasez del recurso, pero
también influyen otras circunstancias como la aridez del
terreno, la sequía, la desecación de zonas
húmedas o el aumento de demanda. Todos estos factores
pueden actuar conjuntamente. Los dos primeros están
relacionados fundamentalmente con el clima, mientras que en los
últimos la acción humana resulta decisiva. Los
países desarrollados y los no desarrollados se enfrentan a
este problema de forma muy distinta: unos pueden hacer grandes
inversiones en tecnología y gestionar modernos sistemas de
tratamiento y reutilización del agua. Para otros, no hay
otra posibilidad que limitar poco a poco el consumo de agua dulce
hasta el máximo, lo que implica un desarrollo menor, o
consumen agua ya utilizada sin depurar, con los riesgos que
conlleva.
En otro orden de cosas las Naciones Unidas estiman que
la desertificación reduce la fertilidad del suelo del
planeta y provoca pérdidas de productividad que en algunas
regiones pueden alcanzar el 50 %. Adicionalmente, amenaza la
cuarta parte de las tierras totales del planeta así como
la subsistencia de más de 1.000 millones de seres humanos
en 100 países. Atenta contra el equilibrio
macro-ecológico global -especies animales y vegetales que
desaparecen- y presiona a comunidades enteras- en el 2004 se
hablaba de 135 millones de personas que podrían verse
obligadas a abandonar sus tierras a corto y mediano
plazo.
Las consecuencias humanas de tal fenómeno van
más allá de la simple radiografía
productiva. Agrava la ya de por sí debilitada seguridad
alimenticia; acrecienta el efecto del hambre y la pobreza; se
perfila como fuente adicional de tensiones sociales,
políticas y militares, factores todos que en un circuito
infernal y cerrado provocarán, a su vez, más y
más degradación ambiental. Un verdadero
callejón sin salida…
"En la política del poder está la
raíz del conflicto", afirma Gleick. Quien tiene el control
sobre un recurso escaso, como el agua, tiene poder. De esta
manera, este bien puede ser objetivo de acciones militares en
disputas por el poder político y económico.
Además, como el agua es un recurso que fluye y no respeta
fronteras, suele ser un bien compartido por distintos actores y
poderes.
El 47% de la extensión de tierra poblada en el
planeta se sitúa en las cuencas de ríos
internacionales y casi 50 países de los cuatro continentes
tienen más de tres cuartos de su extensión total en
dichas cuencas. Hay 217 cuencas internacionales, compartidas por
varios países, incluyendo 57 en África y 48 en
Europa[6]Esto quiere decir que casi el 40% de la
población mundial vive alrededor de ríos
internacionales. Dos mil millones de personas dependen de una
cooperación, por ahora casi inexistente, que les asegure
el suministro compartido de ese recurso vital. El agua dulce ha
estado y está presente en numerosos conflictos entre
países, ya sea como causa, medio o fin. "Luchamos por
tener acceso al agua, usamos el agua como instrumento y arma de
guerra, y tomamos como objetivos las instalaciones
hidráulicas de nuestros enemigos".
Los conflictos por el agua
La Declaración de Río sobre el Medio
Ambiente y Desarrollo en su Principio No 24 establece que: "La
guerra es, por definición, enemiga del desarrollo
sostenible. En consecuencia, los estados deberán respetar
las disposiciones del Derecho Internacional que protegen el medio
ambiente en épocas de conflicto armado, y cooperar en su
ulterior desarrollo según sea
necesario".[7]
Por su parte la Agenda 21, el Programa de Acción
surgido de la Conferencia de Río, en su capítulo
18, relativo a la protección de la calidad y suministro de
agua potable, contempla como objetivos internacionales el
suministro de agua potable de calidad y generalizado a todas las
poblaciones del planeta.
Como instituciones y mecanismos internacionales, dentro
del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA, se
creó la Unidad de Agua Potable, encargada de:
Promover la utilización y manejo integral del
agua.Mejorar la calidad ambiental e intensificar el
desarrollo socio – económico ambientalmente
sustentable de los recursos hídricos.Promover talleres y cursos de capacitación,
elaboración de materiales y difusión de
tecnologías adecuadas para facilitar el uso y manejo
sustentable e los recursos hídricos, fundamentalmente
los compartidos internacionalmente.
Sin embargo, con el ánimo de promover
instrumentos internacionales que protejan los recursos
hídricos, y para ganar y generar instrumentos más
amplios que sean obligatorios para los Estados, algo se ha
hecho:
Reglas de Helsinki sobre los usos de las
aguas de los ríos internacionales.[8]
Sin que gocen de ninguna fuerza vinculante, el documento, que
consta de 37 artículos, puede ser de utilidad para
definir criterios generales que podrían ser asumidos
por los Estados, relativos a: navegación,
disminución de la contaminación,
utilización de las aguas para riego, transporte de
madera, etc…, en los ríos internacionales. En este
sentido, en su artículo IV señala que: cada
Estado–cuenca tiene derecho, dentro de su territorio, a
una participación equitativa y razonable en los usos
beneficiosos de las aguas de una cuenca hidrológica
internacional. Bajo este contexto, se estaría hablando
de un uso razonable de las aguas de dicha cuenca, a fin de
asegurar la protección del derecho igualitario de
todos los Estados cuenca a compartir las aguas.Principios de conducta en materia ambiental
para la guía de los Estados en la conservación
y utilización armoniosa de los recursos naturales
compartidos por dos o más Estados. Este instrumento,
si bien no es de carácter obligatorio, resulta
interesante destacar que fue adoptado en el seno del Consejo
de Gobierno del PNUMA.
Las disposiciones adoptadas por las Naciones Unidas en
Estocolmo en el año 1972 es la prueba del nacimiento de un
derecho internacional del Medio Ambiente. Debido a que la guerra
aumenta las probabilidades de causar daño al ecosistema,
es legítimo pensar que suceda lo mismo en situaciones de
conflictos armados. Fue por ello que la Corte Internacional de
Justicia, en su opinión consultiva de 1996 recordó
la importancia que se le debía conceder a la
protección del Medio Ambiente en período de
conflicto. De esta forma el Agua gozaría de cierta
protección gracias al estatuto otorgado al medio ambiente,
en tanto que elemento indispensable del ecosistema. Es importante
resaltar además que la lógica que impera para la
protección del medio ambiente en período de
conflicto armado es similar a la del régimen del
agua.
Existen dos instrumentos fundamentales que de manera
incidental protegen el recurso acuífero en caso de
conflicto armado. Nos referimos al Protocolo I, en particular sus
artículos 35, párrafo 3 y 55, que constituyen los
elementos esenciales del régimen relativo al medio
ambiente, así como la Convención sobre la
prohibición de utilizar técnicas de
modificación ambiental con fines militares u otros fines
hostiles, del 10 de diciembre de
1976.[9]
En las disposiciones del Protocolo I, el artículo
35, párrafo 3 considera la protección del medio
ambiente como tal, desde la perspectiva de los métodos y
medios de guerra, pero no se trata sólo de proteger el
medio ambiente natural contra el empleo de armas o
técnicas dirigidas deliberadamente contra el medio, ni de
proteger únicamente a la población y a los
combatientes de los países en guerra contra todos los
efectos de este tipo, sino de proteger el medio ambiente como
tal, con todos los factores y elementos asociados a él.
[10]
El artículo 55, por su parte, tiene como objeto
la protección de la población civil, garantizar la
salud o supervivencia de la población civil involucrada en
los conflictos. Es por ello, que ambos artículos
involucran implícitamente la protección del agua, a
la vez que puede afirmarse que evita que el agua sea utilizada
como objetivo y arma de guerra.[11]
Veamos el agua como elemento de conflicto:
– Agua como causa: la relación entre la
disponibilidad de agua de un país, su población y
el nivel de desarrollo deseado puede generar tensiones entre
países con mayor o menor poder sobre este
recurso.
– Agua como medio: cada vez es mayor la
utilización de instrumentos no militares con fines
bélicos. En la tentación de utilizar el agua de
esta manera influye la mayor o menor vulnerabilidad de un
país a la interrupción de su suministro, así
como su situación.
– Agua como fin: cuanto mayor es la
escasez de agua en una región o un país, mayor
valor tienen sus sistemas de recursos hidráulicos como
objetivos de agresión
militar. [12]
Para valorar en qué medida un país
es vulnerable a los conflictos que tienen su origen en la escasez
de agua hay que tener en cuenta también sus
posibilidades de suministro, su demanda, el origen del
abastecimiento, la dependencia de energía
hidroeléctrica y sistemas de riego, así como la
solidez de su sistema político e
institucional.
Es evidente entonces que hay muchos factores que nos
sitúan ante un posible escenario de agotamiento de este
recurso, como son:
El crecimiento poblacional desmedido.
[13]La sobreexplotación de los recursos
acuíferos.La falta de una conciencia ciudadana sobre el
significado del agua.
Pudiéramos añadir a las crecientes
tendencias de crecimiento demográfico y a las numerosas
gargantas sedientas en el futuro debido a la propagación
de las sequías por erosión, el aumento de la
temperatura del planeta y otros desastres causados por el
progreso de la Humanidad. Estos factores han incidido que en
aquellos lugares donde el líquido vital escasea se han
establecido focos de conflicto al no satisfacerse la demanda que
todo grupo poblacional numeroso exige.
A medida que la población crezca y los recursos
hídricos escaseen, los conflictos por el agua se
intensificarán, a menos que se alcancen acuerdos
internacionales para la gestión compartida de estos
recursos. Como las más importantes cuencas fluviales del
mundo atraviesan varios países, los acuerdos sobre
gestión y protección de los recursos de agua dulce
suelen darse a este nivel.
Entre los países desarrollados existe una mayor
regulación, que ayuda a gestionar los eventuales
conflictos, cuyo origen son disputas sobre los recursos. En los
países en desarrollo, en cambio, ocurre lo contrario. Los
Estados cuyo abastecimiento de agua depende únicamente de
la buena voluntad de sus vecinos, al encontrarse la fuente del
recurso fuera de sus fronteras, están en una
posición débil a la hora de negociar acuerdos,
sobre todo en situaciones de escasez. En la Unión Europea
existen regulaciones en relación con los recursos
hídricos compartidos, especialmente sobre la calidad del
agua, que restringen los derechos de los países dentro de
sus fronteras. El hecho de que en este espacio se acepte esta
legislación transnacional restrictiva da esperanzas sobre
la posibilidad de que iniciativas similares funcionen en otras
áreas del mundo.
A escala global, las dificultades son mayores. Hasta
ahora el Derecho Internacional Ambiental se ha ocupado de regular
la protección de los recursos naturales a posteriori, es
decir, trata de limitar los daños ecológicos que se
derivan de conflictos o guerras. Ahora ya es necesaria la
prevención. Al realizar una revisión
cronológica de los instrumentos jurídicos que se
han elaborado durante las últimas décadas, se
aprecia un creciente interés por regular y proteger los
ecosistemas de agua dulce. Algunos avances son los
siguientes:
La Década Hidrológica Internacional,
coordinada por la UNESCO, 1965.En 1966 la Asociación de Derecho
Internacional (ILA) elaboró las Normas de Helsinki, ya
mencionadas anteriormente, y presentó unos principios
generales de aplicación a los recursos
hídricos, como el de equidad, sobre la
utilización y reparto equitativo de los beneficios del
agua.
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