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El pensamiento y la institución educativa en la sociedad dominicana, a lo largo de nuestra historia




Enviado por Pedro Méndez



Partes: 1, 2

  1. Educación e
    Independencia Dominicana
  2. Acción
    Educativa y sus efectos hasta el año
    1848
  3. Maestros y Escuelas
    particulares en la Primera
    República
  4. La
    Restauración dominicana y su alcance educativo
    (1865-1874)
  5. La
    Restauración de la Organización Educativa de
    1866
  6. Realismo visionario
    de Bonó
  7. El ideario civil de
    Ulises Francisco Espaillat
  8. Peña y
    Reynoso y la Educación para el
    trabajo
  9. Meriño y el
    dogma cristiano de la enseñanza
  10. La actividad
    filantrópica de Billini
  11. Hostos y la
    apertura de la Educación Dominicana

Educación
e
Independencia Dominicana

Con el grupo de José Núñez de
Cáceres quedaron planteadas las ideas del liberalismo
político que desde principios del siglo XIX era la
doctrina acogida y sustentada por sectores del elitismo criollo
de América. Esas ideas liberales adquirieron forma y
originaron la Independencia dominicana de 1821; esta
Independencia es la que define jurídicamente a la zona de
Santo Domingo como "Sociedad Dominicana".

Haití es la escuela de las formulaciones del
independentismo dominicano. De los hechos que llevan a la
Independencia haitiana deriva el destino histórico de la
que fue La Española y de la que surgieron dos Estados,
siendo Haití el primero y que terminó gobernando no
como colonia, sino como parte constitutiva de una sola
república.

La integración estimuló la
formación de una élite de comerciantes nativos que
plantearon los orígenes de una clase media dominicana y se
formó un campesinado libre apoyado en una economía
estanciera y conuquera.

La dominación a la larga levantó el
ánimo independizador de una minoría criolla
demasiado afectada de comparación con los caracteres que
ofrecía la realidad socio-política del medio
dominante. Lo más notorio se desprendía del grupo
poblacional enajenado ideológicamente, ciertamente pasivo
o a gusto para formar parte de la ciudadanía del Estado
que ejercía su gobierno desde Puerto Príncipe. De
ahí se desprende cuán difícil era formar un
movimiento independizador.

Las ideas llegan por camino de la enseñanza y
esta había sido decapitada con el cierre de la
Universidad, y con el éxodo hacia el exterior de los pocos
hombres ilustrados que existían en la parte
española de la isla.

El advenimiento de la Independencia pasó los
límites de lo utópico, la gestación y
movilidad de la misma fueron encausadas por una minoría
del grupo de los criollos, estos jóvenes originaron la
"Revolución de los Muchachos", como la llamaron y
estimaron los habitantes de Santo Domingo, y esos jóvenes
en su mayoría involucraron y comprometieron a sus
familiares, como ocurrió con Juan Pablo Duarte.

Del activismo político de Duarte y de sus planes
revolucionarios concebidos bajo el lema sacrosanto de "Dios,
Patria y Libertad, Republica Dominicana",
se deriva su labor
pedagógica. La misma puede dividirse en tres momentos: a)
el de La Atarazana; b) el de la Trinitaria y c) el de la
Filantrópica, con modos de operar diferenciados. El
momento de la Atarazana responde a un preparar intelectual e
ideológicamente a sus jóvenes compañeros; el
de la Trinitaria obedece a una acción más concreta
que arroja desde la clandestinidad un modo de organización
revolucionario o una pedagogía política de
acción, y el momento de La Filantrópica es una
manera de ampliar la acción y llegar directamente al
pueblo.

Duarte impartió docencia gratis por espacio de
cuatro años a la juventud que lo rodeó, siendo La
Atarazana (donde se impartía esa docencia), el
almacén de la familia de Duarte. Quien a sus amigos los
sometía a disquisiciones y reflexiones filosóficas
respecto de la libertad, la idea de patria y los deberes del
hombre.

El 16 de julio del año 1838 se registra La
Trinitaria como sociedad secreta y en la que Duarte y sus
compañeros juran libertar a la patria y formar una
nación libre e independiente de toda dominación,
protectorado, intervención e influencia extranjera. La
Trinitaria refiere los más firmes principios de una
pedagogía político-revolucionaria, conlleva el uso
de un alfabeto de seudónimos para los integrantes,
igualmente divisas de colores: el amarillo representaba la
política, el azul celeste la gloria, el verde la esperanza
y el rojo la significación del fuego sagrado patrio, y
para dar cuenta de los que se afiliaban usaban el nombre del
color de su divisa.

La agitación fue el medio o el recurso empleado
para el momento de La Filantrópica, la cual pereció
en 1840, la misma tendía a la causa libertadora en la
concurrencia, mediante representaciones teatrales, por lo que
puede estimársele como una institución educativa de
transmisión cultural colectivizadora y
concientizadora.

A parte del humanismo docente realizado por Duarte,
éste formuló toda una doctrina nacionalista
expuesta en sus cartas, poesías y en los apuntes que sobre
su vida y su obra realizara su hermana Rosa Duarte, en lo que se
ha llamado "Ideario de Duarte". A esa patria a la que se
refirió su pensamiento, su acción, la
definió como "Nación Dominicana".

El criterio independentista de Duarte sobre el
independentismo nacional fue enérgico y acusador, opinando
Duarte "El buen dominicano tiene hambre y sed de la justicia hace
largo tiempo". En función de ello expuso sus ideas
liberales, definiendo los deberes del Estado.

Todos los criterios que sobre nación y leyes
expone Duarte, están contenidos en un proyecto de Ley
Fundamental o Constitución del Estado que redactó
casi completamente. Aquí quedan definidos los Poderes
Legislativo, Ejecutivo y Judicial, así como también
la importancia que asigna a la institución municipal. Se
da la definición del Estado en torno a la soberanía
y en términos de nacionalidad, se indica además que
la religión predominante en el Estado deberá ser
siempre la católica, sin perjuicio de la libertad de
conciencia y tolerancia de cultos.

Otro aspecto importante del pensamiento y de las ideas
patrióticas de Duarte es su actitud frente al pueblo
haitiano, al cual valoraba. Esta admiración manifestada
por el forjador nacional carecía de prejuicios raciales,
contrario a Gaspar Hernández, quien compartió con
Duarte el rol formador de los patriotas independentistas y que
denostaba a los haitianos.

Gaspar Hernández fue un sacerdote peruano nacido
en el año 1798, poseedor de una sólida
formación intelectual, que a pesar de ser un obstruido
realista, influyó como docente en la causa nacional;
Hernández se asoció a Duarte cuando éste
llegó a Barcelona en 1833.

Este presbítero daba clases de filosofía,
latinidad y teología dogmática, entre otras, a las
cuales asistían los patriotas que integrarían La
Trinitaria, son ellos Francisco del Rosario Sánchez, Pedro
Antonio Bobea, Ramón Mellas, Félix María
Ruiz, Pedro Alejandrino Pina, José María Serra,
Juan Isidro Pérez y Jacinto de la Concha, y el propio
Duarte, por esta labor y por sus prédicas, el
régimen haitiano lo obligó a abandonar el
país, refugiándose en Curazao.

Su enseñanza tenía como método la
exposición y la discusión. Pensaba él, que
no había arma más fuerte contra los tiranos que las
luces (la ilustración).

En la primera República surgida en 1844
siguió actuando Gaspar Hernández como maestro de
seminario y como legislador, para entonces se había
redactado la primera Constitución.

Acción
Educativa y sus efectos hasta el año
1848

De la primera Constitución Política
dominicana se derivan numerosas leyes de instrucción, y en
su artículo 29 dicha Constitución hace una
referencia educativa, al señalar "Será creada la
instrucción pública común a todos los
ciudadanos, gratuita en todas las ramas de la enseñanza
primaria, cuyos establecimientos serán distribuidos
gratuitamente en proporción combinada con la
división del territorio; la ley arreglará los
pormenores, tanto de esta rama como de la enseñanza de
arte y ciencias". A la anterior referencia sigue la
promulgación de la ley 33, que desde el 11 de mayo de
1845 crea la escuela primaria, siendo esta la primera ley de
instrucción publicada en el país
, la misma fue
promulgada al considerarse que el establecimiento de escuelas
públicas era necesario a la prosperidad de un Estado. La
referida ley consta de cinco capítulos, conteniendo 36
artículos, capítulos estos que de manera sucesiva
tratan sobre: Escuelas primarias, preceptores o maestros,
alumnos, autoridades encargadas de la instrucción y sobre
los sueldos de los maestros.

En cuanto a la enseñanza, disponía la
referida ley, que las escuelas se establecerían, una en
cada una de las comunes y dos en cada cabecera de provincia,
contemplando la ley, que una de las escuelas de cada cabecera de
provincia pudiera convertirse en escuela primaria superior;
estableciendo un programa constituido por principios de
religión, escritura, aritmética, elementos de
gramática castellana y principios de urbanidad y decencia,
para ser impartido en el nivel primario. El método de
enseñanza sería el establecido por el secretario de
Instrucción Pública, se instituía
además la celebración de dos exámenes
generales por año y el otorgamiento de premios a los
niños distinguidos. Serían admitidos como alumnos,
todos los hijos de dominicanos en el país, los hijos de
extranjeros serian admitidos mediante autorización del
Gobierno, estableciéndose la edad de seis años
cumplidos para que un niño pudiera ser admitido en una
escuela.

Otras leyes fueron promulgadas en el año 1845.
Por decreto 45 se crea el Reglamento Para la Dirección y
Régimen de la Escuela; por decreto 48 se crea una clase de
latinidad; por iniciativa del Poder Ejecutivo, mediante ley 76,
(derogada en el año 1847), se hicieron algunas reformas a
la ley 33, y crea el Consejo General de Instrucción
Pública, que se establece en el año 1846. En ese
mismo año ocurren dos hechos relacionados con la
educación: Se crea en Santo Domingo una cátedra de
matemáticas y filosofía, bajo la dirección
de J. Antonio Obrejón, y segundo, es nombrado el
general Ricardo Miura en el Ministerio de
Educación, hasta entonces ocupado por Tomás
Bobadilla y Briones. Pensaba el nuevo ministro que el ramo de la
instrucción era uno de los más importantes para la
felicidad de la nación y que nada era más plausible
que piensa trazar a su actual generación con solidez, los
cimientos del edificio social, lo que no puede lograrse sino por
medio de la educación. Para él, dos razones
impedían el desarrollo de la enseñanza
pública, una primera, el abrogamiento de decretos
establecidos para adoptar el sistema y una segunda causa se
desprendía de lo anterior.

En sus memorias refiere Ricardo Miura las escuelas
establecidas en el país, que en total eran siete y refiere
algunos maestros. Estas escuelas eran : Una Escuela Superior de
Sto. Domingo, dirigida por Francisco Obregón (u
Obrejón); una Escuela Primaria en Azua, dirigida por
Nicolás Ureña; una en Samaná, dirigida por
L.A. Joubert; una Escuela Primaria en Santo Domingo, dirigida por
Miguel Quezada y dos Escuelas particulares en Santo
Domingo.

Para Miura, el número que constituían
estas escuelas no correspondían al desarrollo que
debía alcanzar la enseñanza, lo cual revela su alto
interés en que el país fue dotado de un sistema de
educación pública suficiente y eficiente para su
época.

En marzo de 1848, en un mensaje dirigido al Congreso, el
Presidente Pedro Santana consideraba como decadente la
situación de la enseñanza pública, y como
Miura, veía como una de las causas, la falta de maestros,
y señalaba "Esta falta proviene mucho de la poca
dotación que les asigna la ley, porque ningún
hombre puede sacrificarse a desempeñar una escuela que le
absorbe todo el tiempo, sin tener la esperanza que aquello que
gana le alcance para cubrir sus necesidades". En este año
el Congreso dicta la ley que erige en la capital el Colegio
Seminario Santo Tomás de Aquino, con el cual no solamente
se buscaba crear un clero nacional, sino levantar la
instrucción.

En lo académico, establece la ley un programa de
enseñanza donde la tradición se mezcla con las
tendencias liberales.

El Colegio-Seminario era de constitución mixta y
pública, en él podían estudiar tanto los
jóvenes con vocación sacerdotal, como los que
quisieran instruirse en los diferentes conocimientos. Estos
conocimientos, establece la ley, se enseñan en lengua
castellana, a excepción de las ciencias
eclesiástica que se enseñaban en latín.
Los estudios superiores de este colegio fueron reconocidos
como universitarios.

Durante el período de doce años que se
inicia con la llegada de Buenaventura Báez al poder en
1849, los decretos que se promulgan, crean numerosos centros de
instrucción, incluyendo los de educación superior y
el de educación agrícola.

Dos decretos importantes figuran durante el gobierno de
Báez, por el decreto número 271, de mayo de 1852,
se añaden algunas innovaciones en materia de
instrucción, estas innovaciones tiene que ver con horarios
de enseñanza, libertad para la creación de escuelas
privadas y la responsabilidad por parte de la Comisión de
Instrucción de fijar los programas de estudios y designar
los autores y textos que deben ser usados. El mismo decreto
restablece la enseñanza superior. Estableciéndose
en el artículo 10 de la ley, que los estudios en esos
establecimientos superiores y el seminario serán
suficientes para obtener grados en la universidad, luego que las
circunstancia permitan su restablecimiento.

El decreto 282, del 20 de octubre de 1852, es el
segundo, el mismo tiende a fortalecer el desarrollo de la
instrucción pública; establece dos colegios
nacionales, uno en la capital de la República y otro en
Santiago. El creado en la ciudad capital fue denominado "San
Buenaventura
". Para el efectivo funcionamiento de ese centro
de estudios, el ministerio de Instrucción Pública
emitió el 31 de octubre de 1853 una resolución que
entre otras cosas disponía que el estudiante al ingresar
debía pagar matricula de acuerdo a su condición
económica, debía tener 15 años para estudiar
idiomas y literatura, 16 para estudiar filosofía y 18 para
estudiar ciencias políticas o médicas. Este colegio
era de enseñanza media y superior, el cual tuvo que cerrar
a los tres años, por falta de erario y ante el peligro de
una nueva invasión haitiana.

En el año 1853 en que toma nuevamente Pedro
Santana el poder (durando hasta 1856), se modifica por decreto la
organización de los colegios fundados en la capital y en
Santiago. En este período se nombra una Comisión
Central de Instrucción Pública (1854),
también en este año se decreta una nueva
Constitución; en junio de 1855 se promulga una nueva ley
sobre Instrucción Pública, la cual amplía y
refunde algunas de las disposiciones establecidas en los doce
años de vida republicana. Esta ley suprime las clases en
el Colegio San Buenaventura, a excepción de la de
latinidad, esto significa que los dos caudillos de la
época actuaban en el poder anulándose lo
establecido por cada uno de ellos, es decir, uno anulaba lo
creado por el otro.

En 1856 renuncia a la presidencia Pedro Santana, le
sustituye el general De Regla Mota, hasta que nuevamente vuelve
al poder Buenaventura Báez, estableciendo en esta
ocasión la Escuela Agrícola de San
Gerónimo,
promovida por el religioso francés
Francisco Carboneau, siendo esta la primera escuela
agrícola establecida en el país.

Finalizada la década del 1850 retorna al poder
Pedro Santana, al derrocar a Báez. Para esta época
aparece la Sociedad "Amantes de las Letras", la cual creó
las dos primeras revistas hebdomadarias, El Oasis y Flores de
Ozama Bueno.

Para este año, algunas voces como las de Apolinar
de Castro y el Ministro de Justicia e Instrucción
Pública, Francisco Fauleau abogaron por el
restablecimiento de la Universidad de Santo Domingo, cerrada en
1823 por los invasores haitianos.

Fauleau da referencia de las escuelas existentes para la
época, señalando las cinco escuelas nacionales
creadas en 1855 en las capitales de provincias, refiere que en la
capital hay una de esas escuelas del Estado y tres privadas, que
han sido abiertos establecimientos nuevos en Cotuí, San
Francisco de Macorís y Bayaguana.

Son importantes las sugerencias que este ministro de
Enseñanza pública hace en su memoria, abordando lo
relativo a las escuelas municipales, las escuelas parroquiales y
los colegios nacionales. Respecto a las escuelas municipales
señala que en todo el territorio de la República no
había una escuela fundada por los ayuntamientos –las
que hay- dice, se deben al celo del Poder Ejecutivo y al
patriotismo de algunos ciudadanos. En cuanto a las escuelas
parroquiales decía Fauleau que importaba que se planteara,
diciendo además que el sacerdote por sus muchas cualidades
estaba llamado a ejercer la influencia civilizadora que con
dificultad alcanza a ejercer el hombre seglar.

Al abordar el asunto de los colegios nacionales
decía que estas instituciones debían ser
favorecidas por el Gobierno y que debe el Gobierno dotar al
país con un Colegio Nacional, viendo en este los
fundamentos para levantar la institución universitaria,
sobre la que presentó más tarde un proyecto de ley,
siendo ese proyecto la base de la ley del 16 de junio de
1859, mediante la cual el Presidente Pedro Santana restablece la
antigua Universidad de Santo Domingo
, la cual
reinició sus labores en el año 1860.

La institución aprobada debía funcionar
con cuatro facultades: Filosofía, Jurisprudencia, Ciencias
Médicas y Sagradas Letras.

Maestros y
Escuelas particulares en la Primera
República

En la precaria situación de la Primera
República y frente a la inutilidad organizativa de la
educación pública, abundaron transitoriamente las
escuelas particulares y quedaron los nombres de algunos maestros.
Estas escuelas siguieron siendo hogareñas o fueron
vecinales, o dependieron de la presencia de extranjeros
instruidos, como fue el caso del venezolano J.M. Carabaño,
quien fundó la Academia de Santo Domingo; el
puertorriqueño Aguilar, y a mediados de siglo llegó
el maestros francés Charles Pierre, quien fundó una
escuela de varones, que impartía docencia solamente en
idioma francés. Por otra parte, el también
francés Charles Malespín impartía clase a
domicilio.

Otros como Duarte y Elías Rodríguez se
hicieron docentes o abrieron alguna escuela en la
República.

Don Manuel Aybar, fundador de la escuela
Elementalísima, era el decano del magisterio nacional; al
mismo tiempo Lorenzo Santamaría y Silvano Pujol
establecieron planteles escolares. También se encuentran
fundadores de escuelas primarias, entre estos Félix Mota y
algunas mujeres como Teresa Valencia, Ana Díaz y
Altagracia Quero.

Todas esas escuelas eran mixtas, es decir, para ambos
sexos y solamente aparecieron en la ciudad capital y en algunas
cabeceras de provincias.

La única escuela para niñas de la que se
tiene referencia más clara es la de Manuela Calera,
amparada por ley en el año 1859.

En general, la educación que se desarrolló
para niños y adolescentes durante este período se
apoyó en un método de enseñanza
empírica, muy elemental. El maestro era sumamente riguroso
en el éxito de su tarea, en este sentido, la disciplina
era excesiva y sus instrumentos eran la palmeta y la correa, al
predominar el criterio de que "La letra con sangre
entra".

Finalizado este período aparece el
presbítero Fernando Arturo de Meriño Ramírez
como rector ex oficio del Seminario, cuando contaba 26
años de edad y tres de sacerdocio, con él laboraban
dos jóvenes intelectuales, Benito Peña y Emiliano
Tejera.

Durante el rectorado de Meriño se producen dos
características desde el punto de vista de la
enseñanza: el cambio de régimen disciplinario y la
orientación del patriotismo. En ese sentido, los castigos
corporales desaparecieron para dar paso a simples correcciones de
índole moral, uniéndose a esto la educación
cívica; mientras que, el patriotismo entró, como
elemento de salud y de vida en los estudios históricos,
filosóficos y literales.

Un hombre clave en el desenvolvimiento del seminario fue
Elías Rodríguez, uno de los pocos intelectuales y
sacerdotes que se quedó en Sano Domingo cuando se produjo
la dominación haitiana, siendo relegado a una vida oscura
y rodeado de intolerables limitaciones.

En el Seminario también actuó el
presbítero Gaspar Hernández, quien llegó a
ser legislador y a presidir las cámaras, en cuya
función se preocupó del establecimiento de la
contribución del diezmo y por el establecimiento positivo
de la instrucción pública. Estuvo en el país
hasta 1857.

En el grupo de los maestros civiles dominicanos que
encabeza Duarte, puede citarse a: Félix María del
Monte, escribió el primer himno dominicana o de guerra
contra Haití, fue fundador junto con José
María Serra, Manuel María Valencia, Pedro A. Bobea,
del primer periódico de la República, "El
Dominicana", aparecido en el año 1845
. Este insigne
hombre fue numerosas veces Secretario de Justicia e
Instrucción Pública y Relaciones
Exteriores.

Partidario como fue de Buenaventura Báez,
mostró ciertas ideas anexionistas, especialmente
pro-estadounidenses, pero esto no le restó méritos,
sino que simplemente mostró al fiel seguidor
político o a un militante que titubea frente a numerosas
alternativas de dependencia o penetración y que llega a
perder la fe frente a las calamidades nacionales.

La
Restauración dominicana y su alcance educativo
(1865-1874)

Movido por los constantes avatares por los que pasaba la
sociedad dominicana de la post independencia nacional, el
prócer y maestro Don Félix María del Monte
expresó que "Este país tiene una desgracia
especial, una providencia especial y siempre sucede lo
imprevisto",
expresión esta que retrata la sociedad
dominicana de la Primera República, en un Estado
independiente que surge en medio de una pobreza material e
ideológica, lo cual imposibilitó la
enseñanza.-

Cuando se proclamó la independencia y con ella la
sociedad dominicana entró en definición
política, la primera fórmula de gobierno la
constituyó una Junta Central Gubernativa
Provisional.

Durante la Primera República se produjeron once
gobiernos, pero toda la conducción política del
gobierno estuvo monopolizada por Pedro Santa y Buenaventura
Báez, los dos caudillos dominicanos de la
época.

El hombre de la Primera República –salvo
excepciones de algunos miembros de la minoría liberal- fue
un dominicano confuso e incapacitado y los hombres cultos, con
ideales revolucionario, fueron arrojados del país, y con
su ausencia se minimizaron las posibilidades socio-culturales en
términos de ideas políticas, de enseñanzas y
de escuelas.

Testimonio del desarrollo que no alcanzó la
enseñanza en la Primera República lo manifiesta
Pedro Santana, en memorias presentadas en 1847, acerca de sus
actos gubernativos, donde se lamenta del triste estado de la
enseñanza nacional, y al efecto señalaba que
solamente existían cinco de los 27 ó 30 centros
educativos que debían funcionar en el país;
agregando en síntesis, que no había con quienes
llevar la enseñanza, pues sólo un maestro
(preceptor) había permanecido (en Santo Domingo), un
año a la cabeza de la escuela, esto así en
razón que a medida que aumentaba el peso del trabajo y sus
salarios no les eran suficientes, abandonaban las escuelas. Si
esta situación denota la escasez de maestros,
también pone de manifiesto la carencia de dinero para
retribuir los servicios.

Las luchas de facciones afectaron los programas
educativos o las fundaciones escolares, pues los establecimientos
de enseñanza creados por un gobierno eran clausurados por
su contrincante político cuando llegaba al poder, tal es
el caso del Colegio Nacional de San Buenaventura, establecido por
el gobierno de Báez y clausurado cuando Santana
asumió el poder.

El poco desarrollo que alcanzó la
enseñanza de 1844 a 1861, y las instituciones que
perduraron durante este período, entraron en crisis cuando
se produjo la anexión a España.

Durante la anexión, la institución
educativa más visible fue el Colegio-Seminario,
que por cédula real del 20 de abril de 1862 fue denominado
De la Purísima Concepción y de Santo
Tomás de Aquino,
además de este, abrió
sus puertas en abril de 1863, en Santo Domingo el Colegio
Vizcaíno, dirigido por el español Antonio de
Maíz Ibarzabal.

Con el predominio español, la enseñanza en
Santo Domingo, limitada a la formación sacerdotal
estuvo en manos de religiosos españoles, a
excepción de Pedro A Bobea y B. Pichardo, quienes quedaron
como profesores de latín.

La guerra de la Restauración fue la respuesta
dominicana al acto de anexión y del predominio
español en Santo Domingo, por lo cual España
abandonó el país el día 11 de julio del
año 1865. Esta guerra tuvo una naturaleza y un contenido
esencialmente populares.

La sociedad, recobrada su independencia y acrecentado el
grado de la nacionalidad o dominicanidad en un plano más
emocional que ideológico, tendió hacia la
organización de sus instituciones administrativas y hacia
el desarrollo de sus manifestaciones espirituales y culturales,
aflorando lo cultural.

Restablecida la República en el año 1865,
la Asamblea Nacional inició sus sesiones, y para favorecer
la instrucción autoriza a todas las comunes a crear
escuelas primarias y al presbítero Francisco Xavier
Billini a usar el local del ex convento de Regina para el
establecimiento de una escuela central; una tercera
resolución establece el Colegio Seminario Santo
Tomás de Aquino, bajo la dirección de Fernando
Arturo de Meriño Ramírez y un último decreto
crea el reglamento 983, sobre Educación Pública, el
cual consta de catorce capítulos y viene a ser un
órgano educativo juiciosamente elaborado.

El referido Reglamento está concebido de la
siguiente manera: a) en el capítulo I dispone que la
educación pública en el territorio nacional
será libre y gratuita y que todo individuo hábil y
de buenas costumbres podía abril establecimientos de
enseñanzas (con la debida autorización); b) el
capítulo II establece la Junta Directiva de Estudios,
constituida por el Ministro de Justicia e Instrucción
Pública, quien la preside, asistido por vocales, que son
el Prelado eclesiástico, el Presidente y el Ministro
Fiscal de la Suprema Corte de Justicia y el Presidente del
Ayuntamiento de la capital; c) dispone el capítulo III que
la Junta Directiva de estudios se complementaría con
Juntas Provinciales, que funcionarían en cada una de las
capitales de las provincias de Santo Domingo, Santiago, Azua,
Concepción de la Vega y Santa Cruz del Seybo, compuestas
estas por el Gobernador de la provincia, quien la
presidirá, el cura párroco, el Alcalde
Constitucional y dos regidores del ayuntamiento; esta Junta,
entre otras cosas deberá hacer propuestas a la Junta
Directiva de Estudios, los medios de extender y mejorar la
educación en su demarcación, promover el
establecimiento de escuelas en la jurisdicción…:
siguiendo el orden descendente; d) en el capítulo IV se
instituyen las Comisiones Locales, para todas las comunes no
cabeceras de provincias, estas las formarían el presidente
del Ayuntamiento. (donde hubiere), el Alcalde Constitucional, el
Cura párroco y el síndico. En las comunes donde no
hubiere ayuntamiento, presidiría la Junta, el alcalde
constitucional. Estas comisiones locales dependerían de
las Juntas provinciales, siendo sus atribuciones: 1) visitar las
escuelas tan a menudo como les fuera posible, para informarse del
estado de ellas; 2) cuidar que los maestros cumplan con sus
obligaciones; 3) acatar las disposiciones de las Juntas
Provinciales, en lo concerniente a la enseñanza
pública en sus respectivas comunes e informar de la
situación constatada; 4) informar a las Juntas
Provinciales de los adelantos o faltas que notaren en los centros
de la común; 5) cuidar que los fondos dedicados a la
enseñanza no se distraigan de su objeto, debiendo en tal
caso, dar informe a la Junta Provincial para los fines de lugar;
6) aconsejar a los padres descuidados, que cumplan con el sagrado
deber de educar a sus hijos; 7) hacer que todos los años,
a fines de diciembre haya exámenes públicos, los
que deberían pedir para información y dar cuenta
circunstanciada de ellos a la Junta Provincial respectiva. Cada
una de estas comisiones, las locales, provinciales y la
directiva, debían reunirse de manera obligatoria todos los
meses, y cuantas veces fuere necesario en otras ocasiones; e) el
establecimiento de los centros de enseñanza pública
se trata en el capítulo V, incluye un Instituto
Profesional en la capital de la República, institutos
superiores en las capitales de provincias, donde lo permitan las
circunstancias y escuelas de enseñanza primaria en todas
las comunes. Los gastos de los institutos profesionales y las
escuelas superiores, los soportarán las rentas del Estado
y los de las escuelas primarias los cubrirían los
ayuntamientos, si un ayuntamiento justificara que no podía
cubrir esos gastos, el Gobierno le adelantaría en calidad
de reintegro las cantidades necesarias para llenar este deber; f)
el capítulo VI define los requisitos de los directores,
profesores, maestros y ayudantes. Para ser nombrado director,
profesor o maestro de una escuela pública, así como
para abrir una escuela o colegio particular, se necesitaba: 1)
ser mayor de 21 años; 2) haber obtenido el competente
título, previo examen ante una junta provincial o la Junta
Directiva; 3) presentar certificación de buena conducta,
expedida por la junta provincial o por la comisión local
de su domicilio. No podrían obtener estos nombramientos,
los condenados a pena aflictiva o infamante, ni los que
estuviesen siendo procesados criminalmente. Para ser nombrado
ayudante de una escuela se necesitaban los mismos requisitos, a
excepción de la edad, que era de 18 años
cumplidos.

Eran deberes del Rector del Instituto Profesional, como
de los Directores de Escuelas Superiores: 1) contribuir con la
Junta Directiva a distribuir los cursos; 2) vigilar a los
profesores, maestros y ayudantes, a fin de que cumplieran con sus
deberes; 3) velar por el orden interior de los establecimientos;
4) dar las clases que les correspondieran; 5) inspeccionar las
demás clases diariamente; 6) examinar los
discípulos y cursantes cada mes, para cerciorarse de si
los profesores y maestros cumplían con sus obligaciones;
7) reglamentar lo que crean conveniente para el orden interior
del establecimiento; 8) proponer a la Junta Directiva, todas las
mejoras que estimaran convenientes introducir.

En cuanto a los maestros, subalternos y ayudantes, los
deberes eran: 1) obedecer estrictamente las ordenes que les
comunicaran vía director del establecimiento; 2)
desempeñar las clases que se les señalaran; 3)
velar por el orden de las clases que estuvieran a su cuidado; 4)
dar diariamente dos lecciones a cada una de las clases que se les
confieran; 5) responder al director de las faltas que cometieran
los discípulos que estuvieran bajo sus órdenes; 6)
proponer al director las mejoras que la experiencia les indique.
Las tareas de Directores y maestros se completan en el
capítulo VII, que trata del método de
enseñanza, prohibiendo la enseñanza individual en
las escuelas públicas y poniendo a cargo de los directores
implementar la enseñanza simultánea. Se
permitiría a un mismo discípulo estudiar
simultáneamente en diferentes clases; el capítulo
VIII trata lo referente a los requisitos para que un joven
pudiese ingresar al Instituto Profesional, tales como: 1) tener
14 años cumplidos; 2) haber dado los cursos
correspondientes en la escuela superior; 3) haber sido declarado
apto para entrar en estudios profesionales, en un examen pleno;
4) estar inscrito en la matricula correspondiente. Se
establecía además que para entrar en una de las
escuelas superiores se necesitaba: a) tener 10 años
cumplidos; b) saber leer y escribir correctamente; c) saber con
perfección las cuatro primeras reglas de la
aritmética (sumar, restar, multiplicar y dividir); d)
estar inscrito en la matricula correspondiente, y para ingresar a
la escuela primaria sería necesario tener cinco
años cumplidos a juicio de la Comisión y haberse
inscrito en la matricula correspondiente.

A los establecimientos públicos podían
ingresar todos los que habitaran el territorio dominicano, pero
se daría preferencia a los niños verdaderamente
pobres, a los huérfanos y a los hijos de los que hubiesen
prestado servicios a la patria, y finalmente, se prohibía
el cobro en las escuelas públicas. El capítulo IX
aborda lo relativo a las matriculas, el capítulo X se
refiere a las obligaciones que debían asumirse respecto de
los establecimientos de enseñanza pública; el
capítulo XI trata de los exámenes, especificando
que habría dos tipos de exámenes, los parciales y
los generales; el capítulo XII trata sobre castigos y
correcciones. Señala el Reglamento que solamente
podrán imponerse como corrección en los
establecimientos de enseñanza pública: 1) el ayuno
moderado; 2) la prisión en la escuela, sin que se hiciera
extensiva a la noche; 3) el recargo de las lecciones diarias; 4)
el retiro de los certificados de aplicación y buena
conducta que se libran a los discípulos; 5) la
eliminación (expulsión) por inconducta,
vagabundería o relajación de algún vicio. Se
expresa claramente la prohibición a los maestros para
castigar a los alumnos que tengan a su cargo, por
recomendación de sus padres o por faltas cometidas fuera
del establecimiento escolar.

Los dos capítulos finales (XIII y XIV) del
Reglamento trazan disposiciones generales y finales.

La
Restauración de
la Organización Educativa de
1866

Con el anterior reglamento, unido al esfuerzo de algunos
hombres para rehabilitar la restaurada nación, se
produjeron algunos resultados, entre ellos se destacaron los
centros fundados por los hermanos Billini, los colegios San
Luís Gonzaga y El Dominicano, el primero fue obra de
Francisco Xavier Billini.

El sistema de enseñanza del Colegio San
Luís Gonzaga era clásico-tradicional y
tendió tanto al cultivo de la inteligencia como a la
voluntad del educando. Sus enseñanzas fueron reconocidas
como válidas para la carrera eclesiástica por
Monseñor Rocco Cochia, por decreto del Poder ejecutivo se
le autorizaba expedir título de bachiller a los
jóvenes que seguían estudiando en ciencias y
filosofía.

Contó este centro con "El Amigo de los
Niños", primer periódico de propaganda educacional
dirigido al elemento infantil nacido en el
país.

María Nicolasa Billini, hermana del padre
Billini, fundó en 1867 El Dominicano, un colegio para
niñas, que fue un establecimiento de enseñanza
primaria, pero tuvo en sus programas asignaturas de secundaria, y
fue su profesor más destacado Emiliano Tejera.

También apareció el Instituto Profesional,
obra de José Gabriel García y Emiliano Tejera,
impartiéndose allí cátedras de: Derecho
Romano y Derecho Penal, a cargo de Félix María del
Monte; Derecho Civil y Derecho Comercial, por Alejandro Angulo
Gurídi. Hubo también cátedra de medicina a
cargo de Basilio Ñinguez, médico español,
con esta cátedra también se relaciona el
médico venezolano Manuel Durán y el
puertorriqueño Ramón Emeterio Betances.

Para la fecha en referencia era Ministro de Justicia e
Instrucción Pública y encargado de Relaciones
exteriores, Pedro Francisco Bonó, quien ese año
bosquejó la situación de la educación
nacional, señalando: "En el país sólo hay un
establecimiento de enseñanza superior gratuito, el
Seminario, los demás son escuelas primarias, que hay 42
comunes y sólo nueve o quizás catorce con escuelas
públicas, y en ellas 481 alumnos (…) un
número de 600 niños en escuelas particulares
(…), creo sin temor a equivocarme, que se ha dado siempre
y se sigue dando aún instrucción gratuita a un
niño por cada dos mil habitantes en la provincia del
interior".

Según Bonó, la población que
sabía leer se distribuía como sigue: 1. Los hombre
que por su edad habían aprendido a leer antes de la
independencia; 2. Los extranjeros; 3. Los hijos de la ciudad de
Santo Domingo y residentes en esa comunidad; 4. Los
jóvenes que han aprendido en Europa u otro lugar del
extranjero y 5. Los hijos de los naturales, a quienes sus padres
enseñaron.

José Ramón Aguiar escribió el
Compendio de Mitología, que es la primera
obra didáctica escrita por un
dominicano.

Realismo
visionario de Bonó

Pedro Francisco Bonó (1828-1906), es uno de los
dominicanos de pensamiento más fecundo.

Su conocimiento, su visión y sus ideales fueron
producto de su formación, también de su
actuación pública en la época en que le
correspondió vivir y de su conciencia de hombre de
pueblo.

Como senador presentó una moción en la que
apuntaba los males que agobian a la República, uno de
estos malos era el ejército permanente. Argumentó
"Este ejército no deja al hombre trabajar, le roba su
tiempo y no le da compensaciones, hace de una porción de
hombres, tal vez la más apta al trabajo por su edad y
condiciones, una porción de seres empobrecidos,
hambrientos; los hace holgazanes, por la falta de continuidad en
el trabajo, los hace descuidados y los hace ignorantes porque no
pueden hacer aplicación de una experiencia"; planteando
como solución a este problema, la creación de una
Guardia Cívica, en la cual entrarían propietarios,
hombres casados y padres de familia.

Otro de los males señalados por Bonó fue
la falta de equilibrio entre las rentas y las erogaciones de la
nación, señalando que eso se daba por "No haber
comprendido las verdaderas bases en que reposa el progreso del
país".

En materia de enseñanza creía Bonó
que era indispensable poner empeño en conocer con
exactitud el estado de su desarrollo. Este criterio lo
sustentó y lo llevó a la práctica cuando fue
Ministro de Justicia e Instrucción en el año 1867,
sirviéndole el mismo para bosquejar la enseñanza y
recomendarle al gobierno que debía repartir los beneficios
según la riqueza y justa aspiración de cada
localidad.

Consideró Bonó que la precaria
situación de la enseñanza de su tiempo se
debía a las discordias y que sin paz interior era
imposible salir de la ignorancia. Decía que el Estado ante
todo está obligado a enseñar a leer, escribir,
contar y la doctrina cristiana a toda la nación, y
además se quejaba de la instrucción de las
niñas, de lo poco que habían mejorado.

Bonó fue el dominicano con mayor fe en la
virtualidad de la sana y bien inspirada prédica para
reformar el agregado social.

El ideario civil
de Ulises Francisco Espaillat

Contemporáneo de Bonó, Espaillat
(1823-1878), se señaló como un preocupado por el
progreso de la colectividad. Todo su pensamiento se apoya en la
creencia de que la libertad y la justicia bien administradas
acaban con las revoluciones, y que la honradez del gobierno salva
la patria de la ruina. Para él "Las necesidades más
imperiosas y la ambición primordial del pueblo dominicano
eran la libertad política, una maquinaria judicial
incorruptible y eficiente y la educación popular".
Decía Espaillat que la sociedad no es virtuosa y es
necesario ser prudente y aceparla como ella existe. En cuanto al
trabajo decía que debía ser glorificado por
nosotros, pues consideraba que el desvío del trabajo
conduce inevitablemente a la corrupción. "El trabajo es
virtud, fuente y origen de todos los demás" agregaba.
Apoya el trabajo en la agricultura, para él, es la
más noble y la que más eficazmente proporciona esa
independencia de posición. Respecto a la educación
seguía diciendo que la instrucción pública
debidamente organizada cuesta mucho, y el país está
pobre porque ni trabajan todos, ni el trabajo tiene para ser
productivo, las condiciones precisas que debe tener; agrega que
en las tres aspiraciones que salvan fácilmente una
sociedad, es noble aspiración la sed de
enseñanza.

El ideal educativo lo encamina Espaillat hacia cuatro
direcciones: lo popular, lo político, la mujer y lo
docente.

Partes: 1, 2

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