Imagining Keynes – Parte I – El día que Keynes “lloró” (Economía de malversación)
- Cuantificando el
daño: secretos y mentiras (todo sea por la
banca) - La doctrina del
miedo ("el tiempo se agota", dice el FMI) - -¡Take the
money and run! (huellas -recientes- dejadas en la "odiada"
hemeroteca) - La crisis
mutante - Lecciones
keynesianas - Académicos
tras la especulación (El País –
31/5/11)
Esta vez mis "desvaríos" vuelven a Keynes (sobre
el que ya escribiera un Ensayo: "Los "viejos sabios", discuten la
economía global – Debate virtual entre Adam Smith y John
Maynard Keynes", publicado en julio de 1999), tan manido
últimamente; aunque podría haberme acordado de
Kafka (tanto monta, monta tanto), pero los "borradores de cabeza"
maquillan su "metamorfosis"… (¿vergüenza,
miedo, farsa, treta, ardid, o desprecio?).
Keynes dice que "una economía monetaria es,
ante todo, aquella en que los cambios de opinión respecto
al futuro son capaces de influir en el volumen de
ocupación y no sólo en su
dirección…".
¿Pueden los "banqueros sin frontera" sostener
(sin negar la evidencia) que sus decisiones de inversión
(negocios) han influido favorablemente en el volumen de
ocupación? Sólo han incidido en su
dirección, y ha sido hacia el desempleo y la
miseria.
Algunos afirman que "lo único que hay frente a la
crisis es Keynes, Keynes y Keynes, que es un disparate
incrementando el gasto público". (José Luis
Cava)
Otros critican el incremento del gasto: "venga de donde
venga y se lo destine a lo que se lo destine". (Juan Ramón
Rallo)
Que quede claro: lo que están haciendo el
Gobierno de los EEUU y la Reserva Federal (Fed) o la Unión
Europea y el Banco Central Europeo (BCE) no es "keynesianismo",
se mire como se mire y se pongan como se pongan (los unos y los
otros).
Socializar las pérdidas no es keynesianismo;
salvarle el culo a los bancos no es keynesianismo; alentar la
especulación bursátil, no es keynesianismo;
facilitar la distribución regresiva de los ingresos no es
keynesianismo; eliminar el Estado de bienestar no es
keynesianismo… (y podría seguir). Todo eso es
"falsificar" a Keynes.
Los falsos liberales (que se rasgan las vestiduras,
cuando se menciona a Keynes) deberían explicar (sin
condenarse) como justifican el liberalismo de mano
única.
La socialización de las pérdidas y el
rescate del rescate (a octubre de 2011, ya vamos por la segunda
vuelta) me llevan a decir que: "esta teta no da más de
sí". Si no, que venga Keynes o Smith (tanto monta, monta
tanto) y lo vea.
También sobre Smith tengo un Paper escrito: "El
día que Smith "lloró"", publicado en mayo de 2004,
por si desean ahondar en "La teoría de los sentimientos
morales", a la hora de revisar lo actuado en la crisis presente.
Un asunto digno de reflexión.
Tal vez (sólo digo, tal vez) la "dubitativa"
Merkel (mira tú por dónde) podría practicar
algo de keynesianismo, si se animara, incentivando la demanda:
hacer al revés que China, en vez de dar crédito a
EEUU para que le sigan comprando, podrían comprar a los
PIGS para que le sigan pagando. Y ello sin tocar a los bancos.
¿Qué tal? Demasiado fácil, para ser
"políticamente correcto".
Tal vez (sólo digo, tal vez) el "peronista" Obama
podría practicar algo de keynesianismo, si se animara,
incentivando la demanda: tomando decisiones económicas que
favorecieran a "Main Street" y no exclusivamente a "Wall Street".
Claro que con ese proceder, no se "financian" las
campañas…
Hasta que se demuestre lo contrario, "la mano invisible"
del mercado sólo ha servido para firmar las transferencias
de fondos públicos a los bancos, para que resuelvan sus
problemas de solvencia (aunque digan que son de liquidez),
continúen sus negocios especulativos (que provocaron la
crisis), y mantengan su generosa política de
remuneraciones (equivalente al 50% de sus ingresos)… y
aquí paz y después gloria.
¿Puede hablarse keynesianismo cuando el
crédito a particulares se ha congelado?
¿Puede hablarse de keynesianismo cuando toda la
política de distensión monetaria fue a parar a las
arcas de los mismos que provocaron la crisis? ¿Es esto
actuar con cautela?
Esto se llama jugar sucio. Han privatizado la
política económica de la Unión Europea. De
Estados Unidos, va de suyo (Washington S.A.). Magos pretenciosos
que convirtieron la política europea (la de EEUU, va "en
línea con el mercado") en el espectáculo repugnante
que es ahora.
¿Por qué tanta celeridad (¿y
servilismo?) a la hora de dar "relajamiento cuantitativo"
(¿droga?) a los bancos y especuladores bursátiles,
y tanta disciplina y rigor a la hora de financiar el
déficit fiscal de los países? ¿Son dineros
distintos? ¿O acaso el destino (inconfesable) de los
"relajamientos" lo justifica todo?
¿Por qué la política monetaria es
más relajada a la hora de apoyar la economía
financiera que a la de apoyar a la economía
productiva?
¿Por qué los particulares se deben
"desapalancar" malvendiendo sus activos, perdiendo sus
propiedades hipotecadas, y/o reduciendo sus consumos, y las
entidades financieras se "desapalancan" pasando (a precio de
libros) sus activos "tóxicos" a los gobiernos?
¿Por qué los "guardianes de los bonos" son
tan generosos (se dicen pragmáticos) a la hora de
prolongar las medidas de liquidez que favorecen a los bancos y
tan cicateros (se dicen dogmáticos) cuando se trata de
reforzar los balances fiscales de los gobiernos?
¿Por qué se "estimula" la
especulación (acciones, materias primas, productos
financieros) y no se lo quiere hacer con la demanda de los
contribuyentes? ¿De quién es el dinero que tan
alegre (e irresponsablemente) lanzan desde el
helicóptero?
¿Por qué tienen "importancia
sistémica" las grandes instituciones financieras y no
tienen "importancia sistémica" los gobiernos (que han
rescatado no una, sino dos veces -hasta octubre de 2011-, a los
bancos "sistémicos", y/o los contribuyentes (que al final
son los que pagan todo este circo y terminan cubriendo todas las
apuestas del casino)?
¿Qué están haciendo los gobiernos
de EEUU y la UE, con sus respectivos bancos centrales, por frenar
la segunda ronda de recesión (la temida "double dip"),
más allá de asistir la segunda ronda de
capitalización bancaria (y sigue el baile) e intentar
desesperadamente monetizar la deuda (inflación por
medio)?
¿Por qué se reabre la barra libre de
liquidez y la recompra de bonos a la banca (BCE – 6/10/11) y se
mantiene la prohibición de comprar deuda pública
(si no se realiza a través de los bancos, en el mercado
secundario, previo abono de una plusvalía del 3 ó 4
por ciento, a favor de los "sospechosos habituales")?
¿Estupidez, dogmatismo o cohecho?
¿No resultaría más racional
(sé que es una práctica poco habitual en
política y por lo que se ve, últimamente,
también en economía) apoyar la deuda pública
para que su valoración de mercado no sea castigada y
afecte los balances de los bancos, que reforzar el capital de los
bancos para que puedan soportar la minusvaloración de su
cartera de inversiones de bonos soberanos (que por otra parte se
originaron para atender las necesidades devenidas del primer
rescate financiero y, en su momento (para más inri),
sirvieron para mejorar la rentabilidad de los bancos (gracias al
"trapicheo" del BCE)?
¿Ustedes creen que todo este cinismo,
concupiscencia, corrupción, prevaricación,
servilismo, conculcación, malversación, fraude,
estafa,… (y podría seguir), está contemplado
en la doctrina keynesiana? ¿Habría sido aprobado
por Keynes?
¿Por qué dicen Keynes cuando deben decir
Madoff? ¿Hasta en eso fingen?
Hipócritas.
El "colapso del sistema"… pero no jodamos, el
único colapso verdadero es el de la moral, el de la
ética y hasta si se me permite (aunque sé que no se
estila), el de la estética. Es que hasta para robar (que
es de lo que se trata), hay que tener cierto estilo.
Pues ni eso, para "aliviar" cuantitativamente a los
bancos utilizan de inodoro el cráneo (muchas veces hueco,
lamentablemente) de los contribuyentes. Vamos, que se cagan en el
ciudadano (¿más claro?). Encima de cornudo,
apaleado. Los políticos se seguirán meando en todos
y nos dirán que llueve. O sea.
Estamos ante una nueva etapa en la gestión de
esta crisis que pone de manifiesto lo mal que se han hecho las
cosas hasta ahora. El banco central creando incentivos para
acumular activos soberanos devenidos tóxicos a
añadir a los que ya tenían las instituciones en
cartera, en lugar de fomentar la necesaria contracción del
balance y la asunción de pérdidas cuando fuera
menester. Y los gobernantes de uno y otro signo más
pendientes de evitar que la suciedad les salpicara, en
términos de percepción interna de sus votantes, que
de comprender la gravedad del problema y actuar en consecuencia.
En fin. Sea como fuere llegados a este punto de poco sirve mirar
atrás. En la batalla entre actividad productiva y
economía financiera -qué fue antes, ¿el
huevo o la gallina?- ésta vuelve a ganar por la mano,
círculo vicioso de financiaciones cruzadas que obligan a
la primera a la austeridad y consienten en la segunda la
promiscuidad. Por eso no hay bajada de tipos que beneficie a una
y dañe el margen de interés de la otra.
Mientras tanto, José Manuel Durao Barroso ha
revelado, en una entrevista concedida a YouTube y Euronews, que
la Comisión está buscando soluciones para limpiar
los balances de las entidades financieras europeas.
(Expansión – 6/10/11)
Barroso respondió a ciudadanos de todo el mundo
que enviaron sus preguntas a través del portal
informático.
En respuesta a la pregunta más votada por los
internautas, acerca del dinero que se ha gastado Europa para
rescatar bancos desde 2008, Barroso afirmó que la UE ha
invertido al menos 500.000 millones de euros de manera directa
para salvar entidades y garantizar las inversiones y ahorros de
los ciudadanos.
Además, apuntó que el montante asciende a
un billón de euros si se tienen en cuenta las
garantías, y cuatro billones contando todo el conjunto de
medidas puesto en marcha para encarrilar la economía
europea, un dinero que han pagado los contribuyentes.
Los países de la UE comprometieron entre 2008 y
2010 casi 950.000 millones de euros para recapitalizar la banca y
sanear activos deteriorados. Finalmente, se desembolsaron 303.000
millones en recapitalización y 104.000 millones en activos
malos, según los datos del departamento de Joaquín
Almunia, comisario europeo de Competencia. (Cinco Días –
8/10/11)
Para la economía americana -y para muchas otras
economías desarrolladas-, el elefante en la
habitación es la cantidad de dinero entregado a los
banqueros en los cinco últimos años. En los Estados
Unidos, la suma asciende a la asombrosa cifra de 2,2 billones de
dólares en el caso de los bancos registrados en la
Comisión del Mercado de Valores de los EEUU. Si la
extrapolamos al próximo decenio, la cifra se
acercaría a los cinco billones de dólares, una
cantidad muchísimo mayor que lo que el Gobierno del
Presidente Barak Obama y sus oponentes republicanos parecen
dispuestos a reducir de los próximos déficits
gubernamentales. (Nassim Nicholas Taleb and Mark Spitznagel –
Project Syndicate – 2/9/11)
Resulta que los bancos tienen pasivos de corto plazo
(depósitos) y activos de largo plazo, que no pueden
hacerse líquidos de forma rápida sin que se tengan
que incurrir en grandes pérdidas. Esta es la razón
por la que todos los países ofrecen apoyo de liquidez de
emergencia en caso de que sobrevenga una corrida bancaria, tal
como ocurrió en una escala global cuando la confianza en
el sector bancario colapsó junto con Lehman Brothers en el
año 2008.
Análogamente, la eurozona necesita un mecanismo
para hacer frente a las corridas de deuda pública en sus
países miembros. Esto obliga a que las autoridades
fiscales tengan acceso a una gran cantidad de liquidez para casos
de emergencia. Sólo el BCE puede proporcionar este seguro
de protección.
El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF), fue
diseñado para proporcionar apoyo financiero de emergencia
únicamente a los países periféricos. Este
fondo simplemente no tiene, y (probablemente) nunca
tendrá, fondos suficientes para financiar la masiva compra
de bonos que se necesita a fin de estabilizar los mercados de
deuda de las grandes economías, como ser las de
España e Italia.
A principios de agosto (2011), el efecto dominó
de la crisis de la deuda soberana en la periferia de la eurozona
empezó a activarse, ya que los mercados financieros no
esperan a que se disminuya la calificación crediticia de
un país y luego del otro. Al contrario, los mercados
tienden a anticipar el final, o por lo menos un posible
escenario; concretamente en este caso, el desmoronamiento de toda
la estructura de la crisis y el contagio.
Los mercados se dieron cuenta de que el euro
parecía estar atrapado entre la espada (la limitada
capacidad de endeudamiento del FEEF) y la pared (la renuencia del
Banco Central Europeo a comprometerse a compras de gran escala de
bonos de los gobiernos con problemas financieros).
Para plantear el problema de manera más general,
la eurozona requiere el respaldo de liquidez de su autoridad
fiscal. En una economía "normal" que tiene su propia
moneda, las autoridades fiscales nunca tendrían motivo
para enfrentar una escasez de liquidez, debido a que el gobierno
siempre puede contar, al menos potencialmente, con el apoyo del
banco central. Un gobierno de la eurozona, por el contrario,
siempre está en una situación precaria: sólo
tiene activos a muy largo plazo (su poder tributario) y pasivos
con plazos más cortos; es decir, tiene deuda
pública, gran parte de la cual debe ser refinanciada de
forma anual. Si los inversores se niegan a comprar la deuda, sin
importar cuales son los términos para dicha compra, hasta
un país fiscalmente prudente podría encontrarse en
una posición de restricción de liquidez y
podría tornarse en insolvente.
Gracias a los "prestidigitadores" financieros (Fed,
bancos afectados, FMI, BM,… "and so on") ahora hay una
solución que poco a poco está tomando forma; esta
solución promete la creación de un mecanismo por el
cual el BCE podría respaldar al FEEF. Esto podría
lograrse mediante el simple registro del FEEF como banco, lo que
le daría acceso a los refinanciamientos normales del BCE
bajo los mismos términos aplicados a otros bancos
normales. En dicho caso, el FEEF podría llevar a cabo
grandes compras de deuda pública, apalancando su limitado
capital a través del refinanciamiento del BCE y utilizando
como garantía los bonos gubernamentales que compra
(ríanse de la "contabilidad creativa" de Goldman Sachs en
el caso de la deuda griega).
De esta manera, se podría establecer "una
división del trabajo" adecuada (vaya eufemismo). El FEEF
tendría la responsabilidad de enfrentar las crisis
fiscales en los Estados miembros. En el caso de países con
problemas de solvencia lo apropiado sería un programa de
ajuste similar a los de Grecia, Irlanda, o Portugal. Sin embargo,
en el caso de países grandes que hacen frente a un
déficit de liquidez, el FEEF podría atenerse al
apoyo del BCE. Los eufemísticos lo llaman vehículo,
Bernanke lo llama helicóptero.
El BCE, a regañadientes, pero cada vez
más, se está convirtiendo en el centro
neurálgico de la refinanciación de la eurozona,
tanto de sus gobiernos como de su sistema financiero. Cada
día son más "altius" y más "fortius" los
"puts" al mercado. En definitiva, hoy por hoy, ante el "racaneo"
de los países "ponedores" (hasta que sus bancos digan,
basta), y frente a las "urgencias" de los países
"gastadores", el BCE es la "mano que mece la cuna". Como si fuera
la Fed, se ha transformado en el prestamista de último
recurso. Que fluya el dinero (¿remember, Maestro
Greenspan?). Ya veremos más adelante como se recoge (sic
Greenspan)… Otra vez, "no será diferente".
Si los inversores saben que ya no existe la posibilidad
de que ocurra una restricción de liquidez, ellos se
abstendrán de ataques especulativos a países
solventes. Las condiciones de casi pánico en los mercados
financieros (5/10/11) disminuyeron tan pronto como se propagaron
rumores de que la solución aquí descrita
había sido discutida, al menos, a puertas cerradas. Sic
transit gloria mundi…
Keynes (el "adulterado" por unos y "desdeñado"
por otros) tal vez habría dicho: estamos ante una crisis
de excesivo endeudamiento, y estas crisis son muy
difíciles de resolver. Para salir no hay más
remedio que ir disminuyendo suavemente las deudas y "acelerar el
crecimiento"… (sin querer dármelas de
biógrafo, ni siquiera de hagiógrafo).
La historia sugiere que los gobiernos se vuelven severos
con los bancos sólo después de una crisis, y a
medida que la crisis se pierde en la memoria, también
desaparece la voluntad de ser exigente. Entonces, se vuelve a
correr el riesgo de preservar la libertad a expensas de la
eficacia (que fue lo que provocó la crisis financiera que
padecemos).
Si las experiencias anteriores sirven de referencia
(ceteris paribus), "lamentablemente" tendremos que continuar
registrando nuevas inyecciones de adrenalina de la FED y el BCE,
que duran poco, pero revolucionan todo. Mientras Estados Unidos y
Europa siguen con más problemas que soluciones, entre la
avaricia y el miedo, sólo habrá más
alegría para los bancos. Continuarán
beneficiándose los principales sospechosos.
Mientras asistimos "perplejos" a la
"japonetización", del (ex) primer mundo, sólo nos
falta escuchar al "presentador" (¿Bernanke o Geithner?)
decir: "and the winner is"…
– Antología del disparate (aplicación
de la ley de los grandes números a la doctrina del "too
big to fail")
Agence France-Presse/Getty
Images
Una foto vale más que mil
palabras: El azote propinado por el huracán Irene en la
zona de Wall Street y alrededores durante la última semana
de agosto de 2011, resultó una metáfora oportuna
del estado actual del sector financiero.
La mayor debacle económica desde 1929
comenzó como una crisis inmobiliaria que degeneró
en una crisis financiera. Después vino la recesión
y ahora, en medio de una tormenta de deuda soberana, hay riesgo
de otra recesión.
La crisis parece que está a punto de cambiar de
nuevo de rostro. Desde su estallido en verano de 2007, cuando
empezó a salir a la luz el agujero de las hipotecas
subprime, la economía internacional ha sufrido tres
mutaciones. La primera: la crisis inmobiliaria provocó una
tormenta financiera. La segunda: la desconfianza en los bancos
generó en 2009 en una recesión global. Y la
tercera: la apuesta por salir de la crisis aumentando el gasto
público ha degenerado en una tormenta de la deuda de
proporciones incalculables a ambos lados del
Atlántico.
Y lo peor es que, cuatro años después de
que comenzara la mayor crisis desde el crash de 1929, nada parece
que haya mejorado: el Fondo Monetario Internacional (FMI) sigue
alertando de que hay que recapitalizar a la banca. A esto se suma
que los desequilibrios en el crecimiento han rebrotado de nuevo
tras un corto paréntesis de fuerte crecimiento en 2010.
Asimismo, el agujero de las cuentas públicas ha puesto en
peligro el euro y ha dado lugar a una histórica rebaja del
rating de la primera potencia mundial.
La economía mundial se encuentra ahora
(septiembre de 2011) al borde de una nueva recesión, con
numerosas incógnitas que amenazan el horizonte
próximo.
Cuantificando el
daño: secretos y mentiras (todo sea por la
banca)
Algunas fases de esta crisis (subprime, financiera y de
deuda soberana)
Cronología
2007
17 de julio: Bear Stearns enciende las alarmas al
valorar a cero dos de sus hedge fund, que tenían
exposición al negocio de las hipotecas
subprime.
9 de agosto: El Banco Central Europeo (BCE) inyecta
95.000 millones de euros en el sistema para prevenir una crisis
de liquidez sin precedentes.
2008
14 de marzo: La Reserva Federal concede un
préstamo de emergencia a Bear Stearns, Tres días,
JPMorgan se hace con el banco por 240 millones de
dólares.
15 de septiembre: Lehman Brothers se declara en quiebra
y desata en pánico en los mercados financieros.
16 de septiembre: EEUU nacionaliza la mayor aseguradora
mundial, AIG.
18 de septiembre: La Fed, en colaboración con el
BCE, el Banco deInglaterra y los bancos centrales de
Canadá y Suiza, inyectaron 180.000 millones de
dólares en los mercados.
10 de octubre: Tras sufrir Wall Street su mayor
caída desde 1987, el Ibex se desplomó un 9,23%, su
segundo mayor retroceso de la historia.
Noviembre 2008. Por la
recuperación. Los líderes del G-20 se reúnen
en Washington en la primera gran cumbre para hacer frente a la
crisis financiera mundial. Pese a las reticencias del
todavía presidente de Estados Unidos, George Bush, la
determinación del británico Gordon Brown, el
francés Nicolas Sarkozy y Barack Obama permite sacar
adelante una declaración llena de promesas de planes de
estímulo, de urgencia por la recapitalización de la
banca y de supervisión de las entidades y productos
financieros transnacionales.
2009
Abril de 2009. Más
expansión. La siguiente reunión del G-20 se celebra
en Londres todavía con el entusiasmo inicial por los
planes públicos de estímulo. Se aprueba una
inyección masiva al FMI. En total, son 1,1 billones de
euros adicionales para restablecer el crédito, el
crecimiento y los puestos de trabajo en la economía
mundial. El comunicado final de la cumbre reconoce expresamente
que la crisis mundial se debe a fallos en el sistema financiero y
en la regulación. También se lanza la
persecución a los paraísos fiscales y se crea el
Consejo de Estabilidad Financiera, con poderes para alertar de
riesgos macroeconómicos y financieros y actuar sobre
ellos.
7 de mayo: El BCE baja los tipos hasta mínimos
históricos del 1%.
Septiembre de 2009. Se frena el
entusiasmo. Solo un año después de la caída
de Lehman, el G-20 de Pittsburgh empieza a arrastrar los pies. Se
prorroga la reforma financiera tan firmemente aceptada en la
cumbre de Londres y se amplían los plazos para la completa
puesta en marcha de mayores requisitos de capital a la
banca.
2010
9 de mayo: La UE acuerda activar el rescate de Grecia,
dotado con un máximo de 110.000 millones de euros hasta
2012.
Junio de 2010. Se impone la austeridad.
El crecimiento de los déficit y de la deuda siembra la
alarma entre los países alérgicos a la
inestabilidad fiscal. Angela Merkel pone su influencia a trabajar
a favor de un plan de austeridad que se impone en toda su
extensión. La cumbre del G-20 en Toronto (en la foto, el
presidente español, Rodríguez Zapatero) cambia el
paso mundial.
Noviembre de 2010. Guerra de divisas.
Las preocupaciones de la cumbre del G-20 en Seúl se
centran en la guerra de divisas que se está produciendo,
con China a la cabeza. Las medidas concretas para analizar la
salud de los países y medir los desequilibrios externos
quedan postergadas a la próxima cita del G-20, que se
celebrará el próximo mes de noviembre en
París.
28 de noviembre: La UE aprueba el paquete de ayuda a
Irlanda, por importe de 85.000 millones.
2011
17 de mayo: El Eurogrupo aprueba el paquete de rescate
de Portugal, que asciende a 78.000 millones de euros.
7 de abril: El Banco Central Europeo cambia el rumbo de
su política y eleva los tipos de interés por
primera vez desde julio de 2008.
Relato mínimo (el lado oscuro de las
"expectativas irracionales")
En la noche del 14 de septiembre de 2008, el cuarto
banco de inversión más grande de EEUU
quebró. Desde entonces, nada es lo mismo en las finanzas y
la economía mundial.
"La cuestión es que tenemos que prepararnos ahora
mismo para la quiebra de Lehman Brothers. Y para la de Merrill
Lynch. Y para la de AIG. Y para la de Morgan Stanley. Y tal vez
para la de Goldman Sachs". Estas palabras corresponden a Jamie
Dimon, el consejero delegado de J.P. Morgan. Según el
detallado relato de Andrew Ross Sorkin en su obra Malas noticias,
las pronunció en la mañana del 13 de septiembre de
2008 en una teleconferencia con varios de los principales
directivos de la entidad.
Poco más de 24 horas después, su
advertencia comenzó a cumplirse. En la noche del 14 de
septiembre, Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión
de EEUU, quebró; Merrill Lynch se salvó en el
último momento gracias a que, con la intercesión de
las autoridades norteamericanas, fue adquirido por otra entidad,
Bank of America; la aseguradora AIG tuvo que ser rescatada, con
una primera inyección de 85.000 millones de
dólares, por la Reserva Federal (Fed), el banco central de
Estados Unidos. Y la secuencia se interrumpió en la noche
del 18 al 19 de septiembre con una maniobra de urgencia por parte
del secretario del Tesoro, Henry Paulson.
Todo ello en menos de una semana. Nunca antes en la
historia reciente el universo financiero había estado tan
cerca de desintegrarse. "Desde el cierre bancario decretado por
Franklin D. Roosevelt no se había producido nada igual",
rememora Juan Ignacio Crespo, director europeo de
Thomson-Reuters. Y aquello se produjo en 1933. Esto es, en plena
Gran Depresión. Setenta y cinco años
después, la caída de Lehman dio paso a otra crisis
legendaria: la Gran Recesión.
La herida sigue abierta
Es más, 1.000 días después, los
efectos de su quiebra y de aquella semana aún perduran. La
parálisis general posterior a semejante Armagedón
financiero provocó una herida tan profunda en la
economía real que ésta todavía no la ha
curado. "Los shocks financieros que golpearon la economía
mundial en septiembre y octubre (de 2008) fueron los peores desde
los años 30 y ayudaron a empujarla hacia la
recesión más profunda desde la Segunda Guerra
Mundial", admitió Ben Bernanke, presidente de la Reserva
Federal.
En Estados Unidos esa huella resulta evidente en dos
terrenos fundamentalmente. Por un lado, el empleo. Antes de la
quiebra de Lehman, la tasa de paro se encontraba en el 6,1 por
ciento; ahora, y tras haber llegado al 10,1 por ciento en octubre
de 2009, permanece en torno al 9 por ciento. Y por otro, el
sector residencial. Las ventas de viviendas nuevas siguen sin
remontar el vuelo y continúan por debajo de las 400.000 al
mes -en tasas anualizadas-, cuando su media histórica
asciende a 690.000. También se encuentran por debajo de su
promedio histórico las ventas de casas de segunda
mano.
Pero el estruendo de la caída de Lehman Brothers
se oyó en todo el mundo. Y también su efecto
destructor, que se propagó por la economía global.
Activó, de hecho, un círculo vicioso cuyo
movimiento sigue en curso para configurar una crisis perfecta,
camaleónica, que se resiste a dar su brazo a
torcer.
"El colapso de (Lehman) causó que los mercados
interbancarios dejaran de funcionar", afirmó igualmente
Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE).
Sin el crédito fluyendo entre los bancos por la
desconfianza con la que unos miraban a otros, los problemas se
trasladaron inmediatamente a la economía real. La
recesión se agravó, el paro creció, el
consumo se detuvo… y todo ello intensificó el pinchazo
de la burbuja inmobiliaria en países como Estados Unidos,
Irlanda o España, algo que, a su vez, agravaba todos los
problemas anteriores.
Para paliar esos impactos, los Estados dieron un paso al
frente. Rescataron bancos, con la consiguiente polémica de
socializar las pérdidas cuando antes no se hizo lo mismo
con los beneficios, y desempolvaron las recetas del economista
británico John Maynard Keynes para intentar estimular la
demanda con mayor gasto público. Pero el multiplicador
keynesiano, por el que cada nuevo euro introducido en la
economía genera más crecimiento, no tuvo el alcance
esperado. En parte por la ausencia de confianza; y en parte,
también, porque los países no disponían de
demasiado margen de actuación. Ni siquiera los Estados
pueden estirar el brazo más que la manga. No pueden gastar
de forma ilimitada, y los déficits públicos
comenzaron a aumentar. Los problemas de pagos del sector privado
se trasladaron a la deuda soberana, hasta el punto de que varios
países de la zona euro, como Grecia, Irlanda y Portugal,
han tenido que recibir dinero porque, de lo contrario, no
hubieran podido afrontar sus respectivos compromisos
financieros.
Las tres fases de la crisis
La crisis se está desarrollando en tres fases. La
primera se extiende desde julio de 2007 a septiembre de 2008,
cuando se produce el estallido de la burbuja inmobiliaria en
Estados Unidos y la quiebra de las hipotecas subprime, lo que
acabó afectando a las entidades financieras más
involucradas en el negocio de "originar para distribuir", es
decir, constituir hipotecas para venderlas.
La segunda fase comienza el 15 de septiembre de 2008. La
quiebra de Lehman Brothers provocó un pánico
financiero en los mercados mayoristas de financiación y le
dio un carácter sistémico a la crisis, provocando
una caída del comercio internacional y de la actividad
industrial mundial sin precedentes, que hizo que incluso
países en los que no se produjo la "fiesta crediticia"
sufrieran una intensa recesión. En los países
"festivos", además, el aumento del coste de la
financiación y la disminución del consumo y de la
inversión provocada por la caída de la riqueza,
tras la disminución de los precios de la vivienda y de los
activos financieros, intensificó el desplome de la demanda
interna. Es entonces cuando, para evitar el colapso de la
economía mundial, gobiernos y bancos centrales
recurrieron, respectivamente, a políticas fiscales
expansivas y a la ampliación, cuantitativa y cualitativa,
de medidas extraordinarias de provisión de liquidez que se
habían introducido en la primera fase de la
crisis.
Estas medidas fueron, en principio, eficaces y a
mediados de 2009 comenzó una recuperación
económica, al tiempo que la situación en los
mercados financieros tendía hacia la normalización.
Pero algunos gobiernos siguieron sin reconocer que, aunque la
recesión se manifestó con un desplome de la
demanda, la crisis tenía su origen en causas estructurales
y que añadir deuda pública a la privada no era la
solución definitiva.
También fue un disparate que algunos gobiernos,
como el irlandés, pensaran que podían hacer frente
a todas las pérdidas de su sistema bancario y las
garantizaran totalmente. Desde el inicio de la crisis en algunos
países se han llevado a cabo programas de rescate de
entidades financieras. O sea, han intentado apagar el fuego
dándole otra caja de cerillas y más bidones de
gasolina al pirómano.
La tercera fase de la crisis se inicia en abril de 2010.
El detonante fue el reconocimiento de que la situación de
las finanzas públicas en Grecia era mucho más
precaria de lo que se tenía constancia oficialmente. Las
mechas de transmisión fueron la elevada
interconexión financiera entre los países de la
zona del euro y los problemas de gobernanza de la Unión
Monetaria Europea. Así, lo que en principio era una grave
imprudencia fiscal de un país periférico, se
acabó convirtiendo en una crisis de deuda soberana en la
zona del euro. Junto con Grecia, Irlanda, que alcanzó un
déficit público superior al 30% del PIB en 2010
como resultado de la decisión de su gobierno de garantizar
todas las pérdidas bancarias, y Portugal, que no
había disfrutado de crecimiento económico durante
mucho tiempo y también había acumulado necesidades
de financiación elevadas, tuvieron que recurrir a la ayuda
financiera internacional.
A día de hoy, siguen sin resolverse los problemas
de gobernanza de la UEM y existe un riesgo considerable de
contagio a más países con elevadas necesidades de
financiación. En esta situación es difícil
que los gobiernos de los países más afectados
puedan obtener recursos financieros para mantener
políticas fiscales expansivas.
Las no-respuestas de política
económica
La crisis está cerca ya de cumplir cuatro
años. En lo fundamental, los problemas que la causaron
siguen sin resolverse. Para hacer frente a los retos planteados,
las instituciones internacionales económicas y financieras
han comenzado una intensa labor interventora, creando nuevos
comités, grupos de trabajo, organismos, etc. Sin embargo,
no se ha avanzado de forma decisiva en la eliminación de
las deficiencias de regulación y supervisión
financiera. Los nuevos organismos creados para ello (por ejemplo,
el European Systemic Risk Board) no tienen un marco operativo
preciso. Dedicados a un objetivo tan difuso como la
regulación macroprudencial, no está claro si tienen
muchos instrumentos pero no objetivos definidos, o si para los
objetivos que pretenden alcanzar no disponen de los instrumentos
adecuados. Por lo demás, los mayores requisitos de capital
impuestos a las entidades financieras y las nuevas normas de
Basilea III, diseñadas para eliminar riesgos futuros,
aumentarán el coste de la financiación bancaria.
Como dicen en México, "soplar y sorber, no puede junto
ser".
En cuanto a la resolución de la crisis de deuda
soberana en la zona del euro, la estrategia que se está
siguiendo la técnica de patear el balón hacia
adelante. Se trata de ayudar a países intervenidos a
devolver una deuda que con casi toda certeza no podrán
devolver, con el objetivo de comprar algo de tiempo para que,
mientras tanto, los demás países sospechosos
ajusten sus cuentas públicas, recuperen algo de
crecimiento y no resulten totalmente contagiados. El problema es
que los actuales gobernantes de alguno de estos países, y
los que parece probable que lo sean en el futuro, no demuestran
haber entendido cuál es su papel para que esta
película no tenga un final aterrador.
La deuda pública acumulada en el mundo multiplica
por 30 el PIB español
En la última década, la deuda
pública acumulada en el planeta se ha duplicado de largo
hasta superar los 30 billones de euros, casi 30 veces el PIB
español. Las Administraciones desplazan así al
sector privado de la financiación ajena y abonan tensiones
económicas como las europeas.
No es una cantidad que se suela manejar en los medios de
comunicación, pero es extremadamente importante. Mucho
más, cuando la crisis de la deuda originada en Grecia y
extendida por la zona euro amenaza con sumir al planeta en una
segunda recesión. El nivel de endeudamiento público
global supera ya los 40 billones de dólares: según
la Intelligence Unit de la prestigiosa publicación
británica The Economist, asciende a 42,6 billones de
dólares; con los cálculos del Factbook de la CIA
estadounidense, llegaría a 44,2 billones, nada menos que
el 59,3% de la actividad económica del planeta. Traducido
a euros, el montante de la deuda global se sitúa de este
modo en el entorno de los 30 billones: casi 30 veces el producto
interior bruto de España.
Desde el año 2007, cuando el estallido de la
burbuja inmobiliaria de Estados Unidos dio el pistoletazo de
salida a la Gran Recesión, el nivel de endeudamiento
público se ha incrementado en un 50%. Ese impulso se
explica por la aplicación de políticas keynesianas
de gasto en la mayor parte de los Gobiernos del planeta, que
incurrieron en voluminosos déficits presupuestarios y
cebaron el endeudamiento. Pero el recurso a la deuda no es
exclusivo de las vacas flacas: también se elevó en
los años de crecimiento económico acelerado de la
mitad de la pasada década. De hecho, en 2000 apenas sumaba
18 billones de dólares, menos de la mitad que en la
actualidad.
Las implicaciones de la escalada no son menores. Si bien
es cierto que la deuda financia el necesario tirón
económico de países emergentes como China, India o
Brasil, no lo es menos que la concentración del
endeudamiento no se produce allí, sino en países
ricos como Japón (225% del PIB), Italia (118%), Francia
(83%) o Alemania (79%). Estos emisores destinan el grueso de los
fondos captados al consumo, no a la inversión.
El temido efecto crowding out (desplazamiento
público del sector privado a la hora de captar fondos) se
produce de este modo sin compensación a largo plazo. Las
consecuencias son evidentes en países como España,
donde la sequía de crédito a las empresas
está difiriendo sine díe la deseada
recuperación económica.
Así las cosas, el endeudamiento implica que
más de 30 billones de euros se encuentran en una
situación cercana al estancamiento, contribuyendo poco al
crecimiento económico global.
No terminan ahí los impactos negativos del
acelerado endeudamiento público. Cuando este avanza
más rápido que el crecimiento económico,
como en los últimos años, lleva asociada una mayor
intervención estatal en la economía por la
vía de mayores impuestos futuros, que detraen recursos de
la actividad. Además, para mantener elevados niveles de
deuda se necesita acudir a los mercados de forma asidua, lo que
eleva el riesgo de ser juzgado con severidad por los mismos. Un
juicio negativo originó la crisis griega en la pasada
primavera, después contagiada a Irlanda y Portugal y que,
poco más de un año más tarde, ha llegado a
amenazar seriamente a España e Italia.
El último informe anual del Banco de Pagos
Internacionales explica de forma sencilla los hechos: "La deuda
pública se disparó tras la quiebra de Lehman
Brothers, sobre todo en los países que habían
experimentado auges del mercado de la vivienda". Y advierte de la
necesidad de moderarla porque "el sentimiento del mercado puede
cambiar rápidamente, obligando a las Administraciones a
tomar medidas aún más drásticas que las que
habrían sido necesarias en una fase anterior". Los
draconianos planes de ajuste de Grecia sirven de ejemplo, como
también el más reciente de Italia, o el emprendido
por el Gobierno español en mayo pasado, con el mayor
recorte de gasto de la democracia.
Pero tal vez esas medidas no sean suficientes:
según los cálculos del FMI, la deuda pública
de los 20 países más ricos superará el 100%
de su PIB dentro de tres años. Un ejemplo más de la
escalada: a principios de siglo estaba en el 70%, y en 1980
apenas alcanzaba el 40% del producto interior bruto.
– El gran robo bancario (Project Syndicate –
2/9/11) Lectura recomendada
(Por Nassim Nicholas Taleb and Mark
Spitznagel)
Nueva York.- Para la economía americana -y
para muchas otras economías desarrolladas-, el elefante en
la habitación es la cantidad de dinero entregado a los
banqueros en los cinco últimos años. En los Estados
Unidos, la suma asciende a la asombrosa cifra de 2,2 billones de
dólares en el caso de los bancos registrados en la
Comisión del Mercado de Valores de los EEUU. Si la
extrapolamos al próximo decenio, la cifra se
acercaría a los cinco billones de dólares, una
cantidad muchísimo mayor que lo que el Gobierno del
Presidente Barak Obama y sus oponentes republicanos parecen
dispuestos a reducir de los próximos déficits
gubernamentales.
Esos cinco billones de dólares
no son dinero invertido en la construcción de carreteras,
escuelas y otros proyectos a largo plazo, sino que se transfieren
directamente de la economía americana a las cuentas
personales de ejecutivos y empleados de bancos. Semejantes
transferencias representan para todos los demás el
impuesto más artero que imaginarse pueda. Parece de lo
más inicuo que los banqueros, después de haber
contribuido a causar los problemas económicos y
financieros actuales, sean la única clase que no
está padeciendo sus consecuencias… y en muchos casos se
está beneficiando, en realidad.
Los megabancos principales resultan desconcertantes en
muchos sentidos. (Ya) no es un secreto que han funcionado hasta
ahora como grandes y complejos planes de remuneración, que
han ocultado las probabilidades de acontecimientos imprevistos
que representan poco riesgo, pero tienen grandes repercusiones, y
se han beneficiado del parapeto gratuito de las garantías
públicas implícitas. Se ve claramente que a un
apalancamiento excesivo y no a sus aptitudes es a lo que se deben
sus beneficios resultantes, que después recaen
desproporcionadamente en los empleados, y sus pérdidas, a
veces en gran escala, que recaen sobre los accionistas y los
contribuyentes.
Dicho de otro modo, los bancos corren
riesgos, reciben los beneficios y después transfieren las
pérdidas a los accionistas, los contribuyentes e incluso
los jubilados. Para rescatar el sistema bancario, la Reserva
Federal, por ejemplo, bajó los tipos de interés
hasta unos niveles artificialmente bajos; como se ha sabido
recientemente, también ha concedido préstamos
secretos de 1,2 billones de dólares a los bancos. El
efecto principal hasta ahora ha sido el de ayudar a los banqueros
a conseguir primas (en lugar de atraer a prestatarios) ocultando
los riesgos.
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