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Por María Zambrano


Partes: 1, 2

    1. Historia y
      delirio: homenaje a María Zambrano
    2. El hombre como
      ser y como historia
    3. Delirio,
      temporalidad, amor
    4. La "historia
      secreta" y el saber poético

    Se cumplen 10 años del viaje de María Zambrano
    hacia la Casa del Padre. Esa región de lo Divino o
    Einsoft, en la que indagó constantemente, hacia la cual
    tendió sus brazos cada día, la acoge ahora. Poco
    importan los escasos homenajes. Ha habido algunos muy sentidos.
    Nada significan las omisiones y menosprecios. Su nombre y sus
    ideas seguirán vivos cuando las figuras de ocasión,
    que acaparan oropeles y relumbrones, hayan sido olvidadas para
    siempre.

    Ello no justifica el constante desgarramiento que
    sacudió la vida de María, lo mucho que las
    privaciones materiales de
    la última etapa de su exilio, las injusticias e
    ingratitudes humanas y las circunstancias socio-políticas
    la hicieron sufrir, la soledad que le impusieron las mezquindades
    de quienes ignoraron la inmensa fortuna que el destino les
    había ofrecido al conocerla personalmente, y que ellos
    ignoraron o rechazaron. Ella fue mucho más generosa: los
    trató, "mejor de lo que se merecían", consejo de su
    padre que ella gustaba de citar.

    El dolor no es el precio de la
    genialidad; quien ha sido tocado por la mano de Dios no tiene por
    qué "pagarlo" con el sacrificio de la legítima
    dicha, de una posible vida normal y equilibrada. Tal sacrificio
    es, por el contrario, resultante de la incomprensión, de
    los obstáculos, de las inútiles posposiciones y de
    todo el daño
    que pueden causar las guerras,
    dictaduras y migraciones forzosas, de la cobardía y
    torpeza de los posibles compañeros de viaje, o mejor, de
    la pequeñez de corazón. Y
    por supuesto, de la envidia, esa hambre del alma incapaz
    de saciarse ni siquiera con la muerte del
    envidiado.

    El exilio socio-político (pues María Zambrano se
    refería a otra dimensión del exilio, parte
    inseparable de la condición humana) no suele poseer
    homogeneidad, y a menudo aun sus rasgos comunes provienen
    más bien de la acogida–positiva o negativa–que se les da
    en los países en los que abunda. Muchos exiliados, sin
    vínculos afectivos con el país natal, el cual
    abandonan con alegría, encuentran su verdadera patria
    espiritual en lejanas tierras, a menudo en otras lenguas,
    aunque la discriminación y la xenofobia los
    hagan sufrir. A diferencia de ellos, María Zambrano amaba
    a España.
    La "Ultima Hesperia" nunca estuvo ausente de su corazón ni
    de sus escritos. ¿Tuvo (tiene) ese amor plena
    correspondencia? Los Premios Príncipe de Asturias y
    Cervantes
    parecen responder afirmativamente. Ojalá que así
    fuese. Muchos de los que se quedaron en España cuando ella
    tuvo que partir protestaron vergonzosamente, como si al
    marcharse, obligada por las circunstancias, María Zambrano
    hubiera dejado de ser española, y con ella muchos
    más. O de poseer dones inmensos y poco comunes, bien
    visibles desde su primera juventud,
    cuando se contaba entre los más brillantes
    discípulos de Ortega.

    Pero nada de eso puede ya alcanzarla. Pertenece a la
    dimensión del "sueño creador". Por nosotros mismos
    entonces, es de desear que llegue pronto el día en que su
    nombre y su obra sean conocidos por todos, no sólo en el
    resto del mundo; también en su "sueño y verdad",
    España.

    Lourdes Rensoli Laliga

    8 de febrero de 2001.

    HISTORIA Y DELIRIO:
    HOMENAJE A MARÍA ZAMBRANO

    Un tema medular en la cosmovisión
    filosófico-poética de María Zambrano es la
    indagación en torno a la
    historia. No
    podría ésta convertirse en un cuerpo independiente
    de su reflexión sino relativamente, bajo la mirada del
    estudioso que disecciona para comprender, que clasifica y
    reorganiza lo que es una totalidad orgánica. Porque en
    principio, la vida es historia. Esta implica hombres reales,
    humanidad, y resulta por tanto inseparable de ellos. Ya la
    teoría
    orteguiana de la razón vital apuntaba hacia esta totalidad
    dinámica y viviente. A ella se vincula
    estrechamente la noción de la vida personal como
    historia al igual que lo es, más allá de los
    hechos, la existencia de la humanidad en su despliegue
    temporal.

    En esta línea se inserta María Zambrano, cuya
    independencia
    filosófica no deja lugar a dudas. Con su tesis acerca
    de una razón poética(1) se dirige, no sólo
    al fenómeno poético en sí mismo, sino hacia
    las diversas dimensiones de lo humano, sus nexos con el ser, su
    carácter de entidad conformada en el
    tiempo, en un
    existir que trasciende sus hechos y vivencias particulares, y en
    el propio sentido de la relación hombre-ser
    como forma de vida, que en sentido diacrónico es historia.
    A este punto se dirigen las presentes páginas, que se
    centrarán en un período de la vasta obra de
    María, en este caso el comprendido entre 1934 (Hacia un
    saber sobre el alma) y 1955 (El hombre y lo
    divino).

    El hombre como ser y
    como historia

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