- Historia y
delirio: homenaje a María Zambrano - El hombre como
ser y como historia - Delirio,
temporalidad, amor - La "historia
secreta" y el saber poético
Se cumplen 10 años del viaje de María Zambrano
hacia la Casa del Padre. Esa región de lo Divino o
Einsoft, en la que indagó constantemente, hacia la cual
tendió sus brazos cada día, la acoge ahora. Poco
importan los escasos homenajes. Ha habido algunos muy sentidos.
Nada significan las omisiones y menosprecios. Su nombre y sus
ideas seguirán vivos cuando las figuras de ocasión,
que acaparan oropeles y relumbrones, hayan sido olvidadas para
siempre.
Ello no justifica el constante desgarramiento que
sacudió la vida de María, lo mucho que las
privaciones materiales de
la última etapa de su exilio, las injusticias e
ingratitudes humanas y las circunstancias socio-políticas
la hicieron sufrir, la soledad que le impusieron las mezquindades
de quienes ignoraron la inmensa fortuna que el destino les
había ofrecido al conocerla personalmente, y que ellos
ignoraron o rechazaron. Ella fue mucho más generosa: los
trató, "mejor de lo que se merecían", consejo de su
padre que ella gustaba de citar.
El dolor no es el precio de la
genialidad; quien ha sido tocado por la mano de Dios no tiene por
qué "pagarlo" con el sacrificio de la legítima
dicha, de una posible vida normal y equilibrada. Tal sacrificio
es, por el contrario, resultante de la incomprensión, de
los obstáculos, de las inútiles posposiciones y de
todo el daño
que pueden causar las guerras,
dictaduras y migraciones forzosas, de la cobardía y
torpeza de los posibles compañeros de viaje, o mejor, de
la pequeñez de corazón. Y
por supuesto, de la envidia, esa hambre del alma incapaz
de saciarse ni siquiera con la muerte del
envidiado.
El exilio socio-político (pues María Zambrano se
refería a otra dimensión del exilio, parte
inseparable de la condición humana) no suele poseer
homogeneidad, y a menudo aun sus rasgos comunes provienen
más bien de la acogida–positiva o negativa–que se les da
en los países en los que abunda. Muchos exiliados, sin
vínculos afectivos con el país natal, el cual
abandonan con alegría, encuentran su verdadera patria
espiritual en lejanas tierras, a menudo en otras lenguas,
aunque la discriminación y la xenofobia los
hagan sufrir. A diferencia de ellos, María Zambrano amaba
a España.
La "Ultima Hesperia" nunca estuvo ausente de su corazón ni
de sus escritos. ¿Tuvo (tiene) ese amor plena
correspondencia? Los Premios Príncipe de Asturias y
Cervantes
parecen responder afirmativamente. Ojalá que así
fuese. Muchos de los que se quedaron en España cuando ella
tuvo que partir protestaron vergonzosamente, como si al
marcharse, obligada por las circunstancias, María Zambrano
hubiera dejado de ser española, y con ella muchos
más. O de poseer dones inmensos y poco comunes, bien
visibles desde su primera juventud,
cuando se contaba entre los más brillantes
discípulos de Ortega.
Pero nada de eso puede ya alcanzarla. Pertenece a la
dimensión del "sueño creador". Por nosotros mismos
entonces, es de desear que llegue pronto el día en que su
nombre y su obra sean conocidos por todos, no sólo en el
resto del mundo; también en su "sueño y verdad",
España.
Lourdes Rensoli Laliga
8 de febrero de 2001.
HISTORIA Y DELIRIO:
HOMENAJE A MARÍA ZAMBRANO
Un tema medular en la cosmovisión
filosófico-poética de María Zambrano es la
indagación en torno a la
historia. No
podría ésta convertirse en un cuerpo independiente
de su reflexión sino relativamente, bajo la mirada del
estudioso que disecciona para comprender, que clasifica y
reorganiza lo que es una totalidad orgánica. Porque en
principio, la vida es historia. Esta implica hombres reales,
humanidad, y resulta por tanto inseparable de ellos. Ya la
teoría
orteguiana de la razón vital apuntaba hacia esta totalidad
dinámica y viviente. A ella se vincula
estrechamente la noción de la vida personal como
historia al igual que lo es, más allá de los
hechos, la existencia de la humanidad en su despliegue
temporal.
En esta línea se inserta María Zambrano, cuya
independencia
filosófica no deja lugar a dudas. Con su tesis acerca
de una razón poética(1) se dirige, no sólo
al fenómeno poético en sí mismo, sino hacia
las diversas dimensiones de lo humano, sus nexos con el ser, su
carácter de entidad conformada en el
tiempo, en un
existir que trasciende sus hechos y vivencias particulares, y en
el propio sentido de la relación hombre-ser
como forma de vida, que en sentido diacrónico es historia.
A este punto se dirigen las presentes páginas, que se
centrarán en un período de la vasta obra de
María, en este caso el comprendido entre 1934 (Hacia un
saber sobre el alma) y 1955 (El hombre y lo
divino).
El hombre como ser y
como historia
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