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Inconsciente, Sueño y Muerte en la Concepción Antropológica de G. W. Leibniz


Partes: 1, 2

    1. La
      memoria y lo inconsciente
    2. Sueño y
      memoria
    3. Sueño y
      muerte
    4. Notas

    Antecedentes del
    problema

    La idea de la vida como sueño recorrió todo el
    siglo XVII. Poetas como Quevedo, Shakespeare o
    Calderón, y filósofos como Descartes o
    Leibniz se alternaron en la reflexión sobre la posibilidad
    de tal hecho y sus implicaciones existenciales y morales.
    Descartes había iniciado su filosofía con el mismo propósito
    agustiniano: conocer a Dios y al alma
    (1). En esa correlación se basa la certeza humana y
    sobre ella giran el Discurso del método y
    las Meditaciones metafísicas.

    Esa indagación sobre el alma lo obligaba a profundizar
    en sus estados no ordinarios de carácter emotivo, patológicos, y en
    el sueño, cuya fuerza y
    coherencia producen a menudo la impresión de mayor
    realidad que los estados de vigilia. La vida podría ser un
    sueño, toda vez que no existen, o no parecen existir
    medios para
    esclarecerlo: "veo tan claramente que no hay indicios ciertos
    para distinguir el sueño de la vigilia que me quedo
    atónito, y es tal mi extrañeza, que casi es
    bastante a persuadirme de que estoy durmiendo" (2).

    La única garantía existente para discernir la
    realidad de la vigilia de la aparente realidad del sueño
    reside en Dios, en su infinita bondad y misericordia y la certeza
    de que no puede engañar al hombre.
    Débil argumento filosófico por lo lineal: si Dios
    existe, su condición implica que no es posible
    engañarse, si el sujeto se orienta por la "luz natural" que
    Dios ha puesto en él, de donde se deduce que ella
    permitirá diferenciar la realidad del ensueño. El
    criterio es la claridad y distinción de las ideas,
    el mismo que sirve para comprobar cualquier verdad: "nuestra
    memoria no
    puede nunca enlazar y juntar los ensueños unos con otros y
    con el curso de la vida, como suele juntar las cosas que nos
    suceden estando despiertos" (3).

    Se refiere aquí Descartes a las convenciones propias de
    los sueños, donde el orden causal ordinario puede
    alterarse y dar lugar a fenómenos que se
    considerarían imposibles en la vigilia, como
    podrían ser cambios radicales de identidad o de
    naturaleza de
    los personajes que intervienen, aparición o
    desaparición de éstos sin explicación alguna
    o hechos de los que al despertar no quedan huellas. Es por ello
    por lo que asegura: "cuando percibo cosas, conociendo
    distintamente el lugar de donde vienen, el sitio en donde
    están y el tiempo en que
    me aparecen, pudiendo además enlazar sin
    interrupción el sentimiento que de ellas tengo con la
    restante marcha de mi vida, poseo la completa seguridad de que
    las percibo despierto y no dormido" (4).
    Hay sin embargo
    fenómenos que resultan cuando menos problemáticos
    frente a esa explicación: cuando se encuentra durante el
    sueño la solución de un problema, largo tiempo
    buscada, o bien cuando se sueña con algo que más
    tarde sucede, o con alguien a quien más tarde se conoce,
    entre otros ejemplos posibles. En la discusión sobre este
    tema, Leibniz se referirá precisamente a esos casos
    (5).

    Pero es conocido que, para la teología cristiana y para
    las leyes, no hay
    responsabilidad religioso-moral ni
    jurídica cuando se sueña. El soñar algo
    exime de culpa, aun para los más severos, a diferencia no
    sólo del realizarlo sino del imaginarlo en estado
    consciente. El más riguroso examen de conciencia pasa
    por alto lo soñado, si se atiene a las prescripciones
    teológicas y jurídicas al respecto. Pero para
    seguir esta norma sin temor a las consecuencias, habría
    que tener la seguridad de que la vida no es sueño.
    Y no todos se sentían satisfechos con criterios como el
    cartesiano.

    Calderón de la Barca planteó muy claramente el
    problema con el dilema moral consiguiente. La vida es
    sueño
    expresó una de las más acuciantes
    inquietudes existenciales de la época, y su rápida
    y amplia difusión en otras lenguas lo
    demuestra (6).

    No hemos hallado en la bibliografía leibniziana
    referencias directas a Calderón ni a esta obra en
    especial, pero Leibniz, que muestra un
    conocimiento
    más que aceptable de la cultura
    española (Teresa de Avila, San Juan de la Cruz, el
    Quijote, el Amadís de Gaula, entre otros
    autores y obras), pudo haber conocido la mencionada obra
    calderoniana, sobre todo en alemán y en francés,
    pues ésta, bajo diversos títulos, fue representada
    por pequeñas compañías de teatro alemanas y
    fue editada en Francia antes
    de la primera estancia, juvenil, de Leibniz (7).

    En La vida es sueño se discuten dos de los temas
    fundamentales de las reflexiones antropológicas de
    Leibniz: uno es la responsabilidad moral a partir del dilema
    sobre la "verdadera" realidad; otro es la existencia o no del
    destino, para afirmar al cabo dos conclusiones muy similares a
    las leibnizianas: por sobre la predestinación, prevalece
    la decisión humana de actuar de un determinado modo, de
    elegir un cierto camino. Además, la responsabilidad del
    hombre sobre sus actos y las consecuencias de éstos se
    extiende a todas las circunstancias de la vida, sea ésta o
    no un sueño. Por sobre el absurdo, lo inesperado, incluso
    lo aparentemente imposible, se impone la obligación moral
    de obrar con rectitud y justicia,
    lección final que aprende Segismundo: no es posible
    posponer las decisiones de carácter moral hasta que sea
    desvelado el misterio de la vida humana y su naturaleza. Donde la
    filosofía carezca de fundamentos para delinear una
    conducta moral
    firme, las reglas morales basadas en la fe resultan suficientes,
    pues el hombre no
    puede ir más allá de su naturaleza,
    implicación final opuesta a la doctrina cartesiana aunque
    coincida aparentemente con su "moral provisional".

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