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Claude Bernard en el laboratorio




Enviado por Emilio Cervantes


Partes: 1, 2

    1. El
      conejo carnívoro y el significado de la palabra
      Hipótesis
    2. El
      páncreas, el silogismo y la experiencia
    3. Aprender del
      error es una cualidad fundamental del
      científico

    I. El conejo
    carnívoro y el significado de la palabra
    Hipótesis

    Monografias.com

    Nadie explicará mejor el pensamiento y
    la obra de Claude Bernard que él mismo. Por eso el
    texto
    contenido en esta y en las dos entradas siguientes, está
    tomado directamente del libro:

    Bernard, C. 1865. Introducción al Estudio de la
    Medicina
    Experimental
    . Ed Fontanella. Barcelona. 1976.

    Primer ejemplo:

     Un día vinieron algunos conejos del mercado a mi
    laboratorio;
    se les puso sobre una mesa, donde se orinaron, y observé
    por casualidad que sus orinas eran claras y ácidas. Esto
    me llamó la atención; porque los conejos, por su
    calidad de
    herbívoros, tienen ordinariamente la orina turbia y
    alcalina, mientras que los carnívoros, como se sabe, la
    tienen clara y ácida. Esta observación de la acidez de la orina en los
    conejos me hizo pensar en que estos animales
    debían estar en la condición de alimentación de los
    carnívoros.

    Supuse que probablemente no habían comido
    hacía largo tiempo y que
    se encontraban transformados así, por la abstinencia, en
    verdaderos animales carnívoros que vivían de su
    propia carne. Nada era más fácil que comprobar por
    la experiencia esta idea preconcebida o
    hipótesis
    …….

    Di a comer hierbas a los conejos y, algunas horas
    después, sus orinas se habían vuelto turbias y
    alcalinas. Sometí después a los mismos conejos a
    abstinencia y después de veinticuatro o de treinta y seis
    horas, a lo más, sus orinas habían vuelto a ser
    claras y fuertemente ácidas; luego se les volvió a
    dar hierba y volvieron a ser alcalinas, y así
    sucesivamente.

    Repetí esta experiencia tan sencilla un gran
    número de veces sobre los conejos, siempre con el mismo
    resultado. La repetí en seguida en el caballo, animal
    herbívoro, que tiene la orina igualmente turbia y
    alcalina, y encontré que la abstinencia produjo, como en
    el conejo, una rápida acidez de la orina, con un aumento
    relativamente muy considerable de la urea, al grado que
    cristalizaba a veces espontáneamente la orina ya
    fría. Llegué así, como resultado de mis
    experiencias, a esta proposición general que entonces no
    era conocida: que en ayunas todos los animales se nutren de
    carne, de suerte que los herbívoros tienen entonces orinas
    semejantes a los carnívoros.

    Se trata aquí de un hecho particular muy sencillo,
    que permite seguir fácilmente la evolución del razonamiento experimental.
    Cuando se ve un fenómeno que no se tiene el hábito
    de ver, precisa siempre preguntarse a qué puede obedecer,
    o, dicho de otro modo, cuál es su causa próxima; en
    consecuencia, se presenta al espíritu una respuesta o una
    idea que hay que someter a la experiencia.

    Al ver la orina ácida en los conejos, me
    pregunté instintivamente cuál podría ser la
    causa de ello. La idea experimental consistió en el
    acercamiento, que mi espíritu hizo espontáneamente,
    de la acidez de la orina del conejo y del estado de
    abstinencia, que consideraba como una verdadera
    alimentación de carnívoro. El razonamiento
    inductivo que hice implícitamente es el siguiente
    silogismo: las orinas de los carnívoros son ácidas;
    es así que los conejos que tengo a la vista tienen las
    orinas ácidas; luego son carnívoros, se entiende,
    en ayunas. Esto era lo que precisaba establecer por la
    experiencia.

     Pero para probar que mis conejos eran realmente
    carnívoros, había que hacer una contraprueba. Era
    necesario realizar experimentalmente un conejo carnívoro,
    alimentándolo con carne, a fin de ver si su orina era
    entonces clara, ácida y relativamente cargada de urea,
    como durante la abstinencia. Por esto hice nutrir conejos con
    carne de buey cocida, fría, alimento que comen muy bien
    cuando no se les da otra cosa. Mi previsión todavía
    resultó verificada, y mientras duró esta
    alimentación animal, los conejos siguieron teniendo orinas
    claras y ácidas.

     Para rematar mi experiencia quise ver además,
    por la autopsia de
    mis animales, si la digestión de la carne se efectuaba en
    un conejo lo mismo que en un carnívoro. Encontré,
    en efecto, todos los fenómenos de una buena
    digestión en las reacciones intestinales y comprobé
    que todos los vasos quilíferos estaban llenos de un quilo
    muy abundante, blanco, lechoso, como en los
    carnívoros.

    Pero he aquí que a propósito de estas
    autopsias que me proporcionaron la confirmación de mis
    ideas sobre la digestión de la carne en los conejos, se
    presentó un hecho en el cual para nada había
    pensado, y que vino a ser para mí, como va a verse, el
    punto de partida de un nuevo trabajo.

    II: El
    páncreas, el silogismo y la experiencia

    Partes: 1, 2

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