La planta de mariguana, Cannabis sativa, ha sido
utilizada por el hombre
desde la antigüedad con varios fines: obtención de
fibras textiles, propósitos curativos, recreativos, en la
gastronomía, en lienzos para pintura al
óleo (la palabra canvas, es decir, lienzo, deriva
de cannabis, oil on canvas) entre otros.1
Su cultivo es relativamente simple y constituye la planta con
más alto potencial para la generación de biomasa en
el planeta, por lo que su uso industrial es muy importante,
aunque lamentablemente es desaprovechado ya que su cultivo
está prohibido en prácticamente todos los
países. Sus efectos biológicos se deben a un
conjunto de compuestos presentes en la resina secretada por las
hojas y brotes florecidos de la planta (Figura 1), la que produce
cerca de cuatrocientos compuestos químicos, de los cuales
unos sesenta se consideran dentro del grupo de los
cannabinoides.2 No se conoce bien la función de
los cannabinoides en las plantas, aunque
se ha propuesto que tienen un efecto protector contra los
insectos. En animales, las
principales acciones de
los cannabinoides son sobre los sistemas
cardiovascular, inmunológico y nervioso central (SNC). En
el sistema
cardiovascular producen disminución de la presión
arterial debido a la vasodilatación, aumento subsecuente
de la frecuencia cardiaca e hipotensión
ortostática. En altas dosis, muy por arriba de las que se
usan para consumo
recreativo, producen una depresión
significativa del sistema
inmunológico. A nivel del SNC sus acciones se caracterizan
principalmente por una importante reducción de la
movilidad, disminución de la temperatura y
analgesia, además de sus bien conocidos efectos de tipo
cognitivo.1
FIGURA 1. Microscopía electrónica de barrido de una
glándula pedunculada de una hoja de la planta Cannabis
sativa.
Los cannabinoides son substancias que tienen una estructura
carboxílica con veintiún carbonos y están
formados por tres anillos, ciclohexano, tetrahidropirano y
benceno (Figura 2). Los principales cannabinoides son
el D9-tetrahidrocannabinol
(D9-THC),
el D8-tetrahidrocannabinol
(D8-THC), el cannabidiol (CBD) y el cannabinol
(CBN). Otros cannabinoides presentes en la planta aparecen en
cantidades diferentes según la variedad de
Cannabis . El ácido cannabidiólico,
que tiene actividad antibiótica, es un constituyente del
cáñamo.3
FIGURA 2. A la izquierda, la
estructura del principal cannabinoide psicoactivo, el
D9-tetrahidrocannabinol y la estructura de los
principales cannabinoides endógenos: la anandamida
(araquidonil-etanolamida) y el 2-araquidonil-glicerol. A la
derecha, principales acciones de los cannabinoides a nivel
neuronal. Los cannabinoides se sintetizan a partir de lípidos de
membrana, se producen bajo demanda y no
se almacenan en vesículas como ocurre con otros
neurotransmisores. Los endocannabinoides se producen como
consecuencia de aumentos en el Ca2+ intracelular e
interactúan con receptores CB1 ubicados en las neuronas
presinápticas, modulando la liberación del
neurotransmisor (NT). éste activa a receptores
ionotrópicos (iR) y/o metabotrópicos (mR). Los
endocannabinoides son removidos del espacio sináptico por
un transportador específico (T); ya en el citoplasma, son
degradados por la hidrolasa de la amida de ácidos
grasos (FAAH) a etanolamina (Et) y ácido
araquidónico (AA). (Modificado de Guzmán,
2003.)
En 1964 el grupo de Mechoulam, en Israel,
encontró que el principal compuesto psicoactivo de la
mariguana -y el de mayor potencia– es
el D9-THC. éste presenta propiedades
hidrofóbicas, por lo que es muy soluble en lípidos.
Esto hace que su distribución en el organismo y su
eliminación presenten diferencias con respecto a lo
descrito para otras drogas de
abuso. El D8-THC tiene un perfil
farmacológico muy parecido al
del D9-THC, aunque sus efectos son más
débiles; sólo aparece en algunas variedades de la
planta y su concentración es pequeña en
comparación con la
del D9-THC.4
De manera análoga a lo sucedido con los opioides, en
particular la morfina y sus derivados, donde su estudio
llevó a proponer la existencia de receptores
específicos para estas substancias en el SNC -hecho que
finalmente permitió identificar las encefalinas y
endorfinas como ligandos endógenos de dichos
receptores-,5 ocurrió que el estudio de los
mecanismos de acción
de los cannabinoides, en particular
del D9-THC, llevó a pensar que en el
cerebro realmente
existían receptores para cannabinoides. Finalmente se
demostró que éstos ejercen su efecto a
través de receptores específicos de membrana y, en
1990, se clonó e identificó el primer receptor a
cannabinoides en tejido nervioso, el cual se conoce como CB1
(cannabinoid binding 1).6 En 1993 se
clonó, en células
del sistema inmunológico, otro receptor a cannabinoides,
el receptor CB2.7
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