- Fondas y chozas donde se
canta - El infinito
ha flechado nuestras almas - Al fondo de
las serenatas hay pueblos que yacen encantados - Es herida
entre dos eternidades y puñales - ¿Quién ha
visto al fuego helarse? - Con las alas
plegadas sobre un abismo - Las
llevamos en el fondo del alma estremecida - Fuente
31 de octubre
Día de la canción criolla, Perú
1. Fondas y chozas
donde se canta
Bendito el pueblo donde los seres nacen para querer, amar,
adorar. También para condolerse del hermano y del mundo. Y
ese es mi pueblo.
Por eso, en él se canta amores presentes, otros idos y
otros quizá posibles que se adivinan bajo los aleros y
bajo el cielo estrellado.
En la penumbra de las fondas las guitarras bordonean quejidos
y se cantan amores que son, han sido o serán, con voces graves,
agudas; dichas como susurro o alarido, gozosas o desconsoladas
pero todas valientes por hondas y sublimes.
Pero mucho más se dedica la existencia y hasta el
último aliento y latido de vida –y es eso lo que
conmueve en la existencia– a los amores imposibles.
Y para conjurarlos se cantan yaravíes, tristes y
sufridos, sin vergüenza ni recato, dejando el alma abierta e
indemne al más leve soplo para rodar al vacío y a
la muerte.
Por sentir y amar tanto y de ese modo no hay reserva ni pudor
alguno, al contrario ¡qué viva, la compasión
y el tormento! Y hasta el dolor, ¡qué viva!
Se dicen y se entonan letras melancólicas y afligidas,
que confiesan la pesadumbre, la desilusión y la congoja
que causa un amor no
cumplido, dejando al descubierto un corazón
atribulado y hasta una entraña herida:
Corazón
hasta cuando
estás sufriendo
hasta cuando
estás llorando
hasta cuando
corazón.
Yo confío
que esta ha sido una
prueba corazón
una de las tantas
pruebas
que nos suele mandar Dios…
Corazón,
ya bastante hemos
sufrido
ya la vida nos ha
dado
muchos golpes corazón…
Yo confío que algún
día
ya no habrá más
fatalidad
y ese
día
gozaremos corazón.
2. El infinito ha
flechado nuestras almas
Las canciones dejan sentir, y hasta muestran en el modo como
se proclama la endecha, corazones abrasados en las llamas de una
emoción profunda de arrobamiento, devoción y
cariño.
Se canta hasta en la penumbra de una choza con voz alta,
rijosa y doliente, con el alma que pende
de un hilo, valses y yaravíes, marineras y tonderos,
pasillos y serranitas, que son cofres, urnas y baúles
donde el amor
transido, tembloroso y desgarrado se escancia y acrisola.
Son los yaravíes aquellos con que se bebe hasta
embriagarse en las posadas alzadas al borde de los caminos que
son a la vez abismos, quizá para que los fantasmas y
las esencias de los amores convocados, sean verdaderos y
equivocados, se levanten de sus asientos y con ojos lagrimeantes
otra vez se arrojen hacia las sombras insondables.
Se sufre, ¡cómo no!, Se sufre por el infinito que
ha flechado nuestros corazones. Y por las quimeras,
utopías y mundos inalcanzables:
Un imposible me mata
por ese imposible
muero,
imposible que consiga
el imposible que quiero.
Unos ojos me miraron
por unos ojos yo
muero
esos ojos han de ser
de mis males el remedio.
Ayayay, blanca palomita
tú me
has robado el alma,
todita y
toditita.
3. Al fondo de las
serenatas hay pueblos que yacen encantados
Santiago de Chuco es un pueblo que se ha torcido en sus calles
por las serenatas. Se ha ensimismado en su dolor, en el lamento y
en la queja que se desgrana de las serenatas y desmoronan poco a
poco sus casas y sus calles.
Se ha echado ese trago de licor fuerte que es el sentimiento
inabarcable, que es hálito y fortaleza al fondo del alma
para sumergirse quizá hasta hoy en el olvido.
Al fondo, detrás, hacia lo alto de las paredes y muros
derruidos, de las piedras regadas en el suelo de mi
pueblo yacen las serenatas.
Ellas aunque no se las oigan adoquinan sus calles, esclarecen
sus linderos, abren sus horizontes.
O, como fueron lanzadas a lo alto, tiñen su cielo
azulino.
O, dejadas caer ante los muros hacen crecer esas flores, como
las clavelinas y arrayanes, que sin qué ni por qué
florecen al pie de las ventanas..
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