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El estigma de la locura



Partes: 1, 2, 3

    1. Locura y
      Cultura
    2. Locura y
      Sociedad
    3. Un caso
      célebre
    4. Otro
      testimonio
    5. Los
      psicóticos y sus familias
    6. Combatir
      la estigmatización
    7. Referencias 

    Tenemos la fortuna de vivir en una sociedad
    democrática. Hace ya tiempo que el
    concepto de
    democracia no
    se reduce a la elección de las autoridades por el voto de
    los ciudadanos. ¿Cómo medir entonces el grado de
    democracia de una sociedad?

    Quizás uno de los mejores indicadores
    del humanismo y
    democracia de una sociedad sea el modo en que trata a los
    más desfavorecidos y su capacidad para integrarlos. Cuando
    pensamos en minorías solemos pensar en minorías
    económicas, étnicas, de género…, difícilmente
    pensemos en que quienes padecen una enfermedad que limita sus
    posibilidades de integración constituyen una minoría,
    y sin embargo es así, singularmente en el caso de quienes
    padecen de una enfermedad mental.

    Sería un error creer que el psicótico
    está condenado por naturaleza a
    la marginación y segregación social. Podemos
    recordar la presencia de muchos psicóticos en la sociedad
    antigua, de predominancia rural y localista, en un lugar
    marginal, sí, pero no por ello un no lugar de total
    segregación. ¿Quién que tenga cierta edad no
    recuerda al "loco del pueblo", del barrio o al "loco de la
    guerra"?

    La sociedad occidental moderna ha progresado mucho en la
    comprensión y tratamiento de las enfermedades mentales,
    incluso aquellas consideradas más graves y
    difíciles de tratar. Pero pese a los avances de la
    psiquiatría en el
    conocimiento de las psicosis a lo
    largo del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, el destino de
    la mayoría de los psicóticos (siempre han habido
    excepciones) era el encierro en los manicomios o la más
    absoluta marginación y segregación
    social.

    Las cosas empezaron a cambiar a partir de la posguerra
    europea. Por un lado, en los años 50 Laborit descubre el
    primer neuroléptico, es decir: el primer medicamento
    eficaz en las psicosis, con lo que la psiquiatría empieza
    a contar con una herramienta para tratarlas. Desde entonces no
    dejan de crearse nuevos antipsicóticos, cada vez de mayor
    eficacia no
    sólo en cuanto a los síntomas más llamativos
    sino respecto a la potenciación de habilidades y
    capacidades sociales.

    Por otro lado, la extrema crueldad hacia los enfermos
    mentales manifestada por el nazismo (que
    exterminó a 300.000 psicóticos y disminuidos
    psíquicos) hizo tomar conciencia a
    Occidente del trato inhumano que les venía dispensando. En
    los años de post – guerra en Europa y Estados Unidos se
    produjeron diversos movimientos encabezados por psiquiatras y
    personal de
    salud mental con
    el objetivo de
    mejorar las condiciones de vida de los enfermos mentales,
    primero, y liberarlos de sus tan prolongados como injustificados
    encierros, luego.

    Pero estas reformas, que lograron liberar a centenas de
    miles de personas de sus encierros[i], no fueron
    acompañadas por los recursos
    necesarios para su implementación y desarrollo,
    descargando sobre las familias un peso que debía ser
    compartido por el conjunto de la sociedad.  

    Otro de los inconvenientes de que la reforma se cerrara
    en falso, cuando aún estaba lejos de concluir su tarea, es
    el progresivo aislamiento de psiquiatría y sociedad.
    Mientras por un lado psiquiatras y tratamientos prosiguen su
    evolución, la sociedad, que ha depositado
    en sus manos el tratamiento de los enfermos mentales, no recibe
    información suficiente sobre la realidad de
    las enfermedades mentales y quienes las padecen.

    Ese no saber es ocupado por prejuicios e ideas
    distorsionadas. Ésta es una sociedad narcisista que se
    regodea en la admiración de su propia tolerancia, pero
    cuando se siente amenazada por lo que no comprende suele volcar
    esa amenaza en los "otros", chivos expiatorios de sus
    temores.

    Por esa razón se realizan constantes
    campañas por la tolerancia e integración y contra
    la discriminación por causa de nacionalidad,
    grupo
    étnico o religioso, opción sexual o de
    género… pero no en defensa de aquellos que son
    discriminados por su trastorno mental. En este terreno la
    sociedad queda librada a sus fantasmas

     

     

    Partes: 1, 2, 3

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