- Los principios elementales de
la ciencia y de la filosofía - Educación y
Estado: la difusión de la ideología dominante y
los posibles lugares de la filosofía en la sociedad
actual - La
filosofía como brote entre las ciencias, que a su vez
surgen entre las ideologías - Los
ciudadanos con juicio crítico: ¡es entre los
ciudadanos críticos que brotan nuevos ciudadanos
críticos! - La
educación griega: la paideia en un pueblo donde
abundaban los filósofos
LOS PRINCIPIOS
ELEMENTALES DE LA CIENCIA Y
DE LA FILOSOFÍA.
1) Ya Wittgenstein nos ilustraba
acerca de la misión y
la esencia de la filosofía: "La filosofía no es
ninguna de las ciencias
naturales (…). El objetivo de la
filosofía es la clarificación lógica
de los pensamientos" (Tractatus Logico-Philosophicus 4.111
y 4.112). No es, por tanto, cualquier discurso, sin
más, filosófico.
De acuerdo con Hegel el comienzo
de algo es de algún modo ya parte de su resultado, de modo
que el comienzo de la filosofía, el debate
mundano, es ya, de algún modo, parte de la
filosofía. Pero una parte nunca será el todo ni
llegará a serlo sin transitar por todas las fases de su
desarrollo.
La universalidad de la filosofía es lo que hace
que se piense que es posible exponer sus resultados sin
transitar sus momentos. "La filosofía existe
esencialmente en el elemento de lo universal, que lleva dentro de
sí lo particular" (Hegel, Prólogo a la
Fenomenología del Espíritu). Es decir, que
no hay filosofía cuando no se investiga lo más
general, sino que se limita el estudio a una parcela particular.
Ese carácter universal induce al error, o, como
dice Hegel, suscita la apariencia, de que en los
resultados de la investigación filosófica se expresa
la verdad filosófica. Pero Hegel insiste en que no es
posible captar la verdad filosófica sin haber transitado
por todos sus momentos. Lo universal que contenga lo particular,
así como el desarrollo completo que ha llevado al
resultado, son elementos esenciales de la filosofía. Si la
filosofía provoca la sensación errónea de
que en el resultado se expone la verdad, las ciencias
positivas, como la anatomía, provoca la
sensación errónea inversa, esto es, aparece como si
no bastase con el conocimiento de las partes del cuerpo en su
existencia inerte, con el resultado, sino que hubiese de
atender también, por ejemplo, a la biología, (en cuanto
análisis de las partes del cuerpo en su
existencia viviente y particular), para poder captar
su verdad. En este sentido las ciencias positivas no merecen el
nombre de ciencia en
sentido estricto, porque no tratan de lo universal, sino que son
siempre investigaciones
parciales que aíslan una parte del todo en el que
están inmersas. La verdad como sistema
científico, esto es, la verdad de la totalidad en un
sistema que integre sus momentos o partes, es la verdad
filosófica.
Los debates acerca de los resultados filosóficos
no difieren de la forma en que la anatomía habla de las
partes del cuerpo inerte, lo cual demuestra que si la
filosofía quiere tener el derecho de denominarse ciencia,
tendrá que evitar el modo de proceder
científico-positivo, que no sirve para captar la
verdad filosófica, que es la que reside en lo
universal. Por eso, a continuación, dice Hegel que: "la
determinación de las relaciones que una obra
filosófica cree guardar con otros intentos en torno al mismo
tema suscita un interés
extraño y oscurece aquello que importa en el
conocimiento de la verdad" (Hegel Ibid.). Punto en el que no
hay necesidad de estar completamente de acuerdo con su posicionamiento y
punto débil de su filosofía, ya que la
sistematicidad filosófica y la clarificación
lógica de los conceptos puede también ganar
cuando se hace cargo de los resultados científicos en su
desarrollo conceptual, al estar el núcleo de la ciencia en
estrecha relación con el núcleo de la
filosofía.
2) Una cosa es la pretensión
escéptica que conduce al absurdo de la "relatividad
absoluta de la verdad de los juicios" y otra la de la
"mutabilidad temporal de la verdad" que, por ejemplo, el
evolucionismo admite perfectamente desde que se hace cargo de la
transformación de las especies.
La verdad de la teoría
de la evolución no descansa sólo sobre la
coherencia interna que demuestra y que demostró frente
alternativas lamarckistas y desvaríos esotéricos,
sino también en su engranaje con todo un cúmulo de
disciplinas que la complementan y que se vinculan con
ella: "La verdad de la teoría de
la evolución biológica de Darwin
descansaría también sobre la confluencia de
diversas operaciones
construidas por cursos distintos: observaciones de geología,
estratigrafía y estudio de fósiles; análisis
de ecología
animal y vegetal; estudios de anatomía y fisiología comparadas; trabajos de
carácter taxonómico en la elaboración de
macroclasificaciones biológicas; conocimientos
técnicos de mejora animal mediante la selección
artificial de los individuos, etc. Después de Darwin estos
cursos operatorios se han enriquecido aún más:
análisis generales de poblaciones; biología
molecular comparada; citología e histología comparadas; embriología, etc. Todos estos cursos
operatorios confluyen en la identidad
sintética de la teoría de la evolución que,
de este modo, llega a establecer relaciones (entre los diferentes
organismos) que se independizan de los individuos que las
establecen. Efectivamente, la justificación de estas
teorías
científicas (astrofísicas,
físico-químicas, biológicas) reside en la
confluencia y posterior cierre operatorio, de modo que los
descubridores y científicos aparecen como sujetos
fenoménicos, meros episodios históricos que, aun
siendo imprescindibles y sin merma de su genialidad, son
perfectamente sustituibles, en la medida en que sus experimentos y
observaciones se pueden repetir. El tránsito de los
fenómenos a las esencias es claramente un proceso de
reducción de unos términos del campo a otros, y de
unas relaciones y operaciones a otras. La reducción
aparece en todos los campos científicos y en todos los
teoremas lógico-materiales
(clasificaciones, modelos,
definiciones y demostraciones), y es un proceso semántico
irrenunciable en la elaboración de verdades
científicas. Las leyes de Kepler,
el modelo
atómico de Böhr, la teoría de la
evolución de Darwin, contienen múltiples
reducciones, ya que a partir de un conjunto de fenómenos
superabundantes y diversísimos (en rigor, infinitos)
construyen un número escaso y determinado de relaciones
esenciales. Estos episodios de reducción son necesarios y
no deben ser confundidos con el reduccionismo. (…) Como ya
quedó dicho, el reduccionismo de unas escuelas a otras, de
una teorías a otras, de unas ciencias a otras
(sociologismo, psicologismo, biologismo…) es un momento
pragmático dialógico de las ciencias que resulta de
querer extender globalmente las conclusiones o los métodos de
una explicación, una teoría o una ciencia, a otras
explicaciones, teorías o ciencias.
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