- Realidad
- Maestros y
amigos - De la
servidumbre voluntaria - El
rostro - Interioridad
- Comprensión y
reconocimiento - Conciencia y
autoconciencia - Justicia
- Artefactualidad y
actuvirtualidad - La actualidad,
el ritmo - ¿Qué quiere
decir hablar del presente? - Del
acontecimiento - La puerta sigue
abierta: avancemos - Referencias
Introducción
Nosotros vamos en pos de la felicidad. En esa
búsqueda, reconocemos que el hombre y
la mujer
común son protagonistas del presente, en tanto luchan y
consiguen aquello por lo cual otros siquiera se atreven, al
atender el hoy, el de ellos y el de los suyos, en unidad, sin
estridencias pero con determinación, sorda y simple, sana
y proyectiva; verdadero testimonio de fe en la majestuosidad de
la vida, desde una existencia vivida en lo abierto, para con los
otros.
Según recordamos, la libertad es
una dimensión de la naturaleza del
hombre que
nace y subsiste en la interioridad del individuo.
Esto es, podemos hacernos libres a través del ejercicio de
la responsabilidad que, lejos de hacer lo que
queramos, conlleva la realización de nuestras
potencialidades benéficas, basándonos en el
respeto para
con el Otro, nacido de una comprensión que tuvo lugar en
el silencio interior de nuestro ser. Tal comprensión
propicia la escucha atenta como paso previo al reconocimiento del
Otro, dando curso así al principio de reafirmación
del ser donde la esencialidad de nuestra condición humana
se despliega en lo societario y pasa de individuo a persona, de un
ego aislado a un yo comprometido: Yo y Tú.
Luego, la libertad no es una facultad abstracta, o sea, algo
que tenemos o no tenemos. No. Sólo es factible hablar de
libertad en relación a un individuo, en una
situación dada. La libertad se expresa en la arena de lo
cotidiano, en cada una de las acciones que
emprendemos –o no- en las cuales se juega y nos jugamos a
ser, en un contexto ético y moral,
solidarios y responsables: hacedores de nuestro presente.
Dije presente y no actualidad; digo permanencia y no
transitoriedad. Afirmo, entonces, que mis convicciones más
profundas deben ser sopesadas y puestas en la fragua de mi
responsabilidad para con el Otro. Lo que nos lleva a ser
coherentes (y no quedar meramente en el intento) entre lo que
pensamos y aquello que hacemos, evitando no sólo
aproximaciones a lo esquizoide sino celebrando en nosotros mismos
la práctica del rigor y de la apertura.
En esta vecindad que, especialmente, los latinoamericanos
pueden recrear desde lo virtual, conversaba con un amigo respecto
de aquello que uno toma como norte en el camino de la vida: la
escucha atenta del Otro, la búsqueda cotidiana y
permanente de la comprensión ante la realidad que nos
circunda para poder
adentrarnos en la corriente misma de la vida que fluye y se
transforma a cada instante.
Así, pues, estos apuntes pretenden ser un discurrir
entre vecinos para con el mundo, cercano y lejano, donde
reencontrar la esencia del ser ético junto con una
responsabilidad que, aclaradas ya nuestras convicciones, nos
permita emprender la búsqueda atenta de un mañana
donde la dignidad tome
o retome un lugar destacado en el diario vivir de la gente,
porque discurrir por discurrir es tanto como crear rizos
culturales que sólo sirven para decorar la nada y de cuya
lectura atenta
podrá advertirse la huida de la realidad, que son y
promueven. Por eso, lo del vecindario.
Así, pues, nos detenemos y lo hacemos a la manera de
citadinos latinoamericanos: en la esquina de una cuadra; para
poder divisar más y mejor el vecindario y de ahí,
luego de una mirada interior, ver en derredor sin prisa y
abarcadoramente, pudiendo entonces ir en busca que mueve y
conmueve: el Otro, el desconocido, el que está a la vuelta
de la esquina o allende el
horizonte.
Visitaremos a queridos amigos y maestros, valiéndonos
de sus expresiones para sopesarlas y comentarlas al tiempo que
buscaremos una armonía desde un pensar que a la postre nos
permita regresar desde la esquina al hogar y a su calor, mirando
ese fuego que nunca decae en tanto espíritu activo al dar
voz al Otro, comprometiéndonos más y mejor desde
nuestro lar pero en apertura al mundo pues en él estamos y
extranjeros, en puridad, podemos serlos todos y cada uno de
nosotros, de no mediar una razón sensible que nos aproxime
en la esfera de lo público, al principio
dialógico.
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