Del sentimiento complejo del pensar. Ideas sobre la cognición y la política
- La
imaginación: raíz común de nuestras
facultades cognitivas - La imagen
como tecnoestética: emoción y discurso
político - Bibliografía
"Naturaleza
humana es el nombre de un proceso
abierto,
de un devenir, a la vez
biológico y cultural, fisiológico y
simbólico.
Nuestra interioridad más
profunda no está poblada de razones en
bruto,
ya sean benignas o malignas.
Está poblada de razones simbólicas,
mitológicas y
mágicas."
Edgar Morin
Si como parece inevitable, la imaginación deviene
indispensable para todo acto cognoscitivo, la imagen se
convierte en pensamiento
reflexivo –pre-lingüístico-
conectándonos con las disposiciones somatosensoriales que,
junto al resto de las capacidades cognitivas, componen una
primera aproximación a esta extraordinaria emergencia
evolutiva del pensar como homo sapiens sapiens. En esta
apasionada búsqueda de respuestas sobre nuestra
espontánea capacidad de comprender, las neurociencias
están asumiendo el papel de toda la tradición
fenomenológica, y permiten situarnos justo en el lugar
exacto donde se produce la experiencia. El lugar de encuentro
entre sujeto y objeto. Donde la mente piensa en (y con) el cuerpo
la experiencia de estar vivos.
Con el descubrimiento de los aprioris kantianos
podemos dar por iniciada la propia teoría
moderna del conocimiento.
El giro fenomenológico necesario para pensar en las
condiciones de posibilidad de la experiencia, que se producen al
compartir un sensus communis. Una misma forma de sentir.
Con el tiempo, la
tradición fenomenológica ha ido influyendo a las
distintas disciplinas humanas, y ahora, con los avances de las
nuevas
tecnologías, podemos hacernos las mismas preguntas
sobre una realidad a la que nos aproximamos con mayor riqueza de
detalles. Las neurociencias, gracias a su abanico
interdisciplinar, permiten entender mejor nuestras acciones
cognoscitivas dentro de una homeostasis
biológica que incluye también lo social y su
entorno. Porque pensar es un producto
biológico, con un coste energético, y
contextualizado en un ambiente que
nos permite hacerlo. Más aún, en palabras del
biólogo chileno Humerto Maturana, todo operar
orgánico es conocimiento. Desde esta perspectiva hemos de
considerar nuestra particular forma de conocer como un ejemplo
más de otras formas de estar vivo. De igual manera, la
estrategia de lo
social, o incluso el lenguaje
– aunque con distintos usos-, son técnicas
de la naturaleza en
las que se inscribe también lo humano, sin por ello
restarle singularidad al linaje de los homínidos al que
pertenecemos.
Conocer algo significa interesarse por algo. Enfocar un
objeto con la atención necesaria, movilizando toda
nuestra biología para incorporarlo, comprenderlo
esquemáticamente o incluso ser capaces de determinar sus
reglas. Ese conjunto de notas que completan su definición.
El interés
nos traslada al dominio del
sentir. Emociones y
sentimientos, reguladores biológicos que nos conectan al
mundo –interno y externo-, son los mecanismos que movilizan
nuestro interés hacia algo. Y a la vez, son también
los que reciben los estímulos producidos por toda
actividad cognoscitiva – y por extensión, del vivir-
que, necesariamente resulta indispensable para sobrevivir y
alcanzar bienestar.
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