- Política y comunidad:
breve esquema diacrónico y
sincrónico - Sociedad y
comunidad en la sociología del siglo
XX - Los
límites y limitaciones del
comunitarismo - Hipocresía
y modernidad: la formación de una sociedad
apolítica - Ser
y apariencia: Sobre las necesidades del capital en nuestras
sociedades desintegradas - La
comunidad más allá de la sociedad moderna
capitalista
1.
Política y
comunidad:
breve esquema diacrónico y
sincrónico.
A. El origen prehistórico de la
política.
Resulta muy difícil precisar cuáles
hubieron de ser los primeros sistemas de
gobierno o, dicho
de otro modo, la
organización de las primeras comunidades humanas, pero
de acuerdo con los estudios antropológicos de las
colectividades prehistóricas, regidas por la oralidad y el
mito, la
gerontocracia laica y sacerdotal, estaría
muy en la base de los sistemas de organización social; como también
sugiere la observación etológica. Sin embargo,
los estudios prehistóricos y etológicos
también apuntan hacia la posibilidad de concebir un
comunismo originario como sistema de
organización propio de las sociedades de
cazadores-recolectores o, incluso, de los primitivos centros
agrícolas, que devendrían obsoletos con la revolución
neolítica y la introducción de la agricultura,
la arquitectura
monumental y la escritura.
Asimismo, una tradición que se remonta a determinadas
lecturas de Darwin,
situará a la base de los sistemas de organización
la tiranía individual de uno de los miembros
del grupo, como
parece ser el caso de ciertas agrupaciones de
primates.
B. Antigua Grecia: el
banquete y la asamblea homérica.
De cualquier modo, la asamblea (ekklesia)
griega, lugar indiscutible de donde procede la más
célebre de las formas de organización comutinaria,
la democracia, tiene dos fuentes
primordiales, una es la que Aristóteles menciona numerosas veces en su
Política bajo el nombre de banquete
comunitario (p.ej.cfr. Libro VII,
cap.10, 1330a), institución a la que se
retrotraería el núcleo prehistórico de la
democracia y
que remite a la comida en común o comunidad de bienes
correlativa a la igualdad en el
ágora; la otra es la asamblea que ya aparece en
la Ilíada homérica contrapuesta claramente a
las teocracias persa y egipcia, que conllevaba el nacimiento de
la parrhesía, germen de la isonomía y
de la isegoría. Un personaje de la
Ilíada define a un jefe como alguien que dice cosas
y lleva a cabo acciones, en
este orden (Ilíada IX, 443). Pero Odiseo silencia
al hombre simple,
representado por Tersites, provocando la hilaridad general. De
ahí que esté claro que la asamblea de la
épica estuviese restringida a la participación
exclusiva de los eminentes. Sin embargo fue un comienzo, un
comienzo de la política que culminaría en la
democracia directa, aunque restringida, de la Grecia
clásica; perdida durante muchos siglos de absolutismo
hasta su pseudorecuperación en la democracia
representativa surgida de las revoluciones inglesa,
norteamericana y francesa. Fue el estadista Perícles,
(culminador de la senda abierta por Solón y
Clístenes), cuyas palabras en un famoso discurso
recoge el historiador Tucídides, quien presentará,
y regirá en su máximo esplendor, al innovador
modelo
político de la polis griega clásica, basado
en la participación directa de todos los ciudadanos en la
asamblea ejecutiva, legislativa y judicial: "Tenemos un
régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras
ciudades, sino que más somos ejemplo para otros que
imitadores de los demás. Su nombre es democracia,
por no depender el gobierno de pocos, sino de un número
mayor" (Tucídides Historia de la guerra del
Peloponeso, II, 37). El ejemplo quedó para que los
venideros lo mejorasen, pero tan sólo en las
repúblicas de la Baja Edad Media y
del Renacimiento, o
en los breves periodos de la Comuna de París (1871) o de
las comunidades anarquistas de Cataluña y Aragón en
la época de la guerra civil española o, incluso en
las misiones del Paraguay durante
la colonización de América, podremos encontrar intentos de
progresar en la vía abierta por la Atenas de
Perícles.
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