- Dos supuestos literarios de una
tipología - El
niño y el comienzo de la educación
sentimental - El
adolescente en rebeldía y la amistad
enfermiza - Familia
y enfermedad mental. Patologías asociadas a la amistad
enfermiza - Modo de
actuar frente a la amistad enfermiza
DOS
SUPUESTOS LITERARIOS DE UNA TIPOLOGÍA.
a) Primer ejemplo.
Supongamos que un individuo
llega y, acercándose a quien dice que es su amigo, le
escupe en la cara; y después de escupirle en la cara le
dice: «Yo te admiro mucho, te respecto y te aprecio, y es
por eso que te escupo precisamente, porque me importas. A la
gente que no es mi amiga no la escupo sino que la trato con
amabilidad y cortesía. Pero a quien quiero y estimo me
gusta meterle el dedo en la llaga y decirle las verdades. Ya
sabes el refrán que dice que quien bien te quiere te
hará llorar. Así que persóname si te
hago daño,
pero lo hago por tu bien». Seguramente el otro
respondería, en caso de no comulgar con la amistad
enfermiza: «¡Hombre!
¡Verás! No es que me haga daño, el que me
escupan no me daña, simplemente me molesta y me da asco.
No puedo considerar amigo a quien me escupe en la cara, aunque su
distorsionada visión de la realidad le diga que eso hay
que hacer con quien se aprecia.
También existe un refrán que dice que
la confianza da asco, porque refranes hay para todos los
gustos, aunque es más bien el tomarse excesivas confianzas
lo que da asco. Por tanto solo puedo decirte que no deseo
semejantes amigos y prefiero que tales tipos de personas no me
respeten y aprecien para que me traten con amabilidad y educación. ¿No
te das cuenta de que te contradices al decirme que me aprecias y,
al mismo tiempo,
escupirme en la cara alegando precisamente tu supuesta amistad
como justificación? No soy psiquiatra y no puedo ayudarte,
lo mejor es que acudas a un especialista y, mientras te curas,
preferiría no verte, porque no me agrada que me escupan y
procuro no relacionarme con gente que lo hace».
b) Segundo ejemplo.
Es frecuente también entre las personas mayores,
hastiadas de la vida y degradadas por una biografía banal el
caer en la amistad enfermiza. Veamos a continuación a dos
señoras sudamericanas de setenta y cinco años, que
se dicen íntimas amigas, y cuyo trato no desmerece del
anteriormente citado. Se encuentran tomando el té en una
cafetería lujosa de una rica ciudad de un país
occidental y su diálogo se
desarrolla de la siguiente manera:
SraA) «¡Hola querida! ¿Cómo
está, mi amor?…
¿bien? Me alegro mucho mijita, ya sabe lo mucho que yo la
quiero a usted».
SraB) «¡Estoy estupendamente querida!
¿Y a usted? ¿Cómo le va todo?…
¿bien? ¡Fantástico! Entonces vayamos a tomar
el té».
Después de pedir el té y sentadas frente a
frente la Sra A, con una encantadora sonrisa le dice a la Sra B,
supuestamente su más íntima amiga:
SraA) Mesándose su larga cabellera:
«¡Ay mi amooooor! ¡Pero que peluca más
divina lleva usted! ¡Es divina, divina, divina! ¡Si
hasta parece de verdad! ¿Pero si le quedaba algo de pelo?
¿no? ¿cómo es que lleva peluca? Si quiere,
le puedo dejar una peluca que tengo y no uso, porque yo, como ya
sabe, sigo conservando mi pelo natural y mi peluquero me dijo
ayer que tenía una melena de leona».
SraB) Riendo ligeramente como si le hubieran dicho algo
delicioso y esbozando una sonrisa aún más
encantadora que la de su amiga: «¡Ay princesa!
¡Pero si las leonas no tienen melena!, mire, son los leones
quienes la llevan, lo que pasa es que su peluquero debe ser un
ignorante, claro, un simple peluquero sin estudios (la SraA nunca
estudió) que puede decir sino estupideces». Se
sonrien ambas y prosigue la Sra B tras dar unos sorbitos al
té: «¡Huy! ¡Cariño! Pero
¿que le ha pasado en el ojo?».
Página siguiente |