Resumen
A lo largo de los siglos, la cultura
nativa latinoamericana, aceptando una mirada estereotipada
impuesta por la civilización europea, ha visto en su
propio espejo un rostro despreciable. Mestizos y criollos
del joven continente, discriminados por el aparato
hegemónico cultural, parecen cabalgar entre la resistencia al
prejuicio y la
aceptación de su inferioridad e identidad
espuria. Algunos mitos revelan
esta mirada despectiva, de fragmentación e incompletud: el
mito de
Inkarri refiere al trauma de la mentalidad colectiva a
través de la mutilación y la desmembración,
reflejo del rostro nativo. Otros mitos, como la
negación del mestizaje, también revelan la
percepción negativa, el rechazo de su
propio rostro, y la inquietante sensación de ocupar un
lugar periférico en el mapa físico y
mental.
"Si en un espejo nos miramos,
notamos que algo va cambiando,
cada día, cada herida…"
Litto Nebbia
Si la mirada antropocéntrica de la
civilización europea ha estereotipado como denigrante y
bárbara a todas las formas de la cultura nativa
latinoamericana, no es menos notable que la
auto—percepción de los pueblos mestizos y criollos
de la nueva América
reflejara los mismos prejuicios que los de la propia cultura
dominante. Es evidente que la fórmula sarmientina
"Civilización y barbarie" hubo de cobrar vigencia ya desde
los lejanos tiempos de la conquista. Esa fórmula resume
todo el drama y el desencuentro del pueblo nativo, y se va a
extender a la posterior configuración del mestizaje y a
todas las inmigraciones ulteriores que habría de recibir
el joven continente. "Civilización y barbarie" sintetiza
la idea de desarrollar América según los
parámetros de la civilización (Europa y, luego,
Estados
Unidos) y la incomprensión de esa América
preexistente como hecho cultural. De allí que todo hecho
propio —por serlo— era bárbaro, y
civilizado todo hecho ajeno e importado. "Fue un error
irreparable para los primeros pensadores —había
afirmado Julio Mafud [1] — no aceptar, de principio, que la
realidad americana no era inferior, sino distinta".
Toda la inteligencia
nativa bebió, de una manera u otra, de esta vertiente
cultural y, a su vez, el propio latinoamericano se ha visto
reflejado en el espejo de la denigración y el menosprecio
de su propia condición. Si la intelectualidad local le
rindió culto a la Civilización despreciando lo
propio —"prefiero ser nada en una ciudad que lo es todo, a
ser todo en una ciudad que no es nada", había dicho Julio
Cortazar antes
de mudar a París y adoptar la ciudadanía francesa— aun hoy el
ciudadano nativo percibe, en muchos casos como propia, la
visión estereotipada del Otro, a menudo a
través de los medios y de la
industria
cultural: "en ‘Los tres caballeros’ de Walt Disney el
gallo mexicano era tonto (como malvados los árabes de
Aladdin, simples los negros en Mary Poppins, estúpidos los
españoles de David Crochet, etc); a su vez, para los
mismos estadounidenses, los mexicanos son "vagos, beatos,
analfabetos, más preocupados por el pasado que por el
futuro, y protestones", y con frecuencia "se escucha describir a
los latinoamericanos como ‘cabeza calientes’ o como
gentes de ‘sangre
caliente’ que pospone el trabajo
hasta mañana y están siempre enganchados en
algún tipo de hostilidad" [2].
El estigma de sudacas es una marca europea
que, sin embargo, parece aceptada y reconocida por los
sudamericanos como una huella impuesta por el destino. El nativo
"suele verse inseguro y contradictorio —ha señalado
el filósofo mexicano Luis Villoro [3]—. Quiere
reconocerse como una identidad compacta, coherente y firme (pero)
no encuentra nada substancial ni suficiente (…) Entonces
recuerda que en él imperan principios
contrapuestos que lo dividen en su sangre, en su historia y en su cultura
(…) Lo indígena y lo hispánico, el
antagonismo de las fuerzas que lo engendraron será
entonces para muchos el símbolo cabal que expresa sus
contradicciones internas".
Al hablar de mestizaje, ciertos autores han incurrido en
generalizaciones, al tomar el caso latinoamericano como un todo
homogéneo, debido a la complejidad de esas sociedades y
la diversidad de su legado: así, por ejemplo, en Chile y
Argentina, no hubo significativo mestizaje negro; en otras
sociedades, no existió componente indígena porque
éstas etnias se extinguieron en el encuentro con los
europeos, como sucedió en Cuba; hay
naciones donde la mayoría de la población no es mestiza sino
indígena, como Guatemala y
Bolivia. Y,
finalmente, hay sociedades en las que predomina el mestizaje,
como Chile, Brasil, Colombia,
Venezuela y
los países antillanos, aunque culturalmente son diversos
porque el grado de influencia del componente indígena es
más relevante en algunas naciones que en otras [4]. Ya
desde el punto de vista racial, social o cultural, el tema del
mestizaje y su revalorización ha sido abordado como una de
las creaciones más importantes de los estudios culturales
latinoamericanos del siglo XX, y que la cultura del
período anterior ignoraba o minimizaba. En La raza
cósmica (1925), José Vasconcelos, en su
afán político y filosófico por superar la
relación de subordinación a la civilización
anglosajona, había creado una versión
teórica en defensa del mestizaje en la que aseguraba que
"las razas puras desaparecerán (porque) tienden a
degenerar. El mestizaje evitará el riesgo de la
degeneración", y proponía (re)crear la identidad
iberoamericana: "si renegáramos de nuestra raza y nuestra
cultura y asumiéramos un internacionalismo abstracto, se
consumaría el triunfo de los más fuertes: los
anglosajones. El patriotismo latinoamericano se nos impone como
una necesidad de defensa".
¿Por qué causas Latinoamérica ve en su propio espejo un
rostro despreciable? ¿por qué padece aun una
percepción negativa de su propia condición,
aceptando una mirada impuesta?
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