Afirma Luis Meana, en un
artículo, que -contra lo que la mayoría pudiera
creer- la primera implosión desintegradora no se
habría dado en la física del siglo XX,
sino que antes, en el siglo XIX, con la filosofía de
Federico Nietzsche. En
una relación comparativa, fundamenta su juicio atendiendo
al hecho que la filosofía de Nietzsche logró
producir en el campo del pensamiento
"la desintegración interna de la idea".
Y si le concedemos crédito
a este juicio, tendríamos que agregar que éste
quedo incompleto o trunco en tanto dejó de tener en cuenta
que antes de la bomba atómica también se produjo,
en el campo del arte, otra
acción
devastadora, la producida por los movimientos Dadá y el
surrealismo,
al liberar éstos todas las formas tradicionales en los
modos en que se expresaba el arte hasta entonces conocidos. Una
nueva bomba, de tal calibre, que no por casualidad,
refiriéndose al movimiento
dadaísta, en su momento Marx Ernst
dirá: "Nosotros los dadaístas hicimos explotar
esa bomba. Los fragmentos se esparcieron por todo el
mundo…"
Sin duda, el siglo XX fue pródigo en movimientos
de creación artística en todos los campos. Un nuevo
tiempo, una
nueva realidad en donde el arte asume el papel de estigmatizar,
criticar e ironizar el mundo en que se vivía. Dando rienda
suelta a la imaginación y la fantasía fija nuevos
puntos de partida sin preocuparse por arribar a
específicos puntos de llegadas. En este ámbito,
surgen varias propuestas en un ambiente de
creatividad
fecunda y de plena libertad.
En tan propicio escenario surge el año 1916, en
el cabaret "Voltaire" en
la ciudad de Zurich, un grupo de
artistas e intelectuales
que inventan la palabra "Dadá" para describir las
actividades de un nuevo movimiento. Un movimiento que para
muchos, en ese entonces, no fija los comienzos de un nuevo arte,
sino el del mal gusto. A favor de la Naturaleza y
en contra del arte, sus miembros pueden proclamar libremente sus
propios principios.
Así, pretendiendo reemplazar las tonterías
lógicas por las ilógicamente sensatas, no resulta
extraño que para Dadá, las filosofías tengan
menos valor que un
viejo cepillo de dientes.
Sin embargo, dado a que no hay un elemento rector que
los oriente y especifique, para entrar al análisis de sus fundamentos y
orígenes, no nos queda más recurso que remitirnos a
lo que han dicho sobre esto sus teóricos
fundacionalistas:
ANDRÉ BRETON, un joven estudiante de
medicina, que
conduciendo experimentos de
análisis de sueños en los pacientes que sufren
neurosis de
guerra, queda
sumamente impresionado por el caso de un soldado que insiste en
que la guerra es un simulacro, que los cadáveres son
sólo maniquíes, las heridas son sólo
maquillaje, y que los muertos se sacan de los hospitales durante
la noche y se los distribuye por todo el campo de batalla. De
ahí, asociar el dadaísmo y surrealismo con el inconsciente
pasa a ser el obvio paso de Breton para posibilitar dar cierta
consistencia (¿o inconsistencia?) a estos movimientos
dentro del campo del arte. Un nuevo arte, o anti-arte, que se
encuentra mezclado y muy influenciado por el
psiquismo.
TRISTAN TZARA, poeta francés de origen
rumano, es autor de siete Manifiestos Dadá. Habla por
él, ya que su interés no
es convencer a nadie, no se arroga el derecho de arrastrar a los
demás hacia su propio río. Opina que la
dialéctica constituyendo un mecanismo sumamente
entretenido, sin embargo, nos guía de una manera banal
hasta las opiniones que teníamos al principio. De otra
parte, cree descubrir la fórmula de la poesía.
Para hacerla debe tomarse un diario y elegir un artículo
tan largo como la poesía que se quiera hacer. Enseguida se
recorta cada palabra del artículo y se coloca en una
bolsa, debe sacudirse la bolsa para pasar a retirar cada uno de
los pedazos y copiarlos en el orden en que van saliendo. Se
obtiene así un escrito original y dotado de una
sensibilidad que va más allá de la
comprensión de lo vulgar.
HANS HARP, en un esfuerzo por escapar del
monstruoso egoísmo del artista, proclama la ley de la
oportunidad. La arrogancia se esconde detrás de la
perfección y grandes luchas se suscitan cuando la pureza y
la tradición no se pueden conseguir. La ley de la
oportunidad, que abarca todas las demás leyes, es tan
impenetrable como la profundidad de la que surge toda la vida,
sólo puede comprenderse a través de una completa
rendición a lo inconsciente. Cualquiera que se someta a
esta ley logra la vida.
KURT SCHWITTERS, recorta un aviso y crea la
palabra "Merz", que utiliza para describir sus pinturas y
poesía. Merz significa libertad para todas las trabas que
se oponían a la causa de la creación
artística. Merz es tan tolerante como puede hacia sus
materiales. No
ve la razón para que boletos viejos, trozos de madera,
alambres, neumáticos, botones, basuras de los
áticos, no deban usarse para pinturas. Sin
proponérselo, avizora y anticipa lo que será el
collage.
FRANCIS PICABIA, viaja por todo el mundo
produciendo copias de su revista "391".
Picabia es más demócrata que nadie: existen 391
presidentes del movimiento dadaísta y cualquiera que
quiera puede serlo. Cada página de la revista debe
explotar ya sea a través de la seriedad, la profundidad,
la náusea
o las tonterías aniquiladoras a la manera que está
impresa. Proclama que el arte debe ser antiestético en
extremo, inútil e imposible de justificar.
MARCEL DUCHAMP, el más hermético y
radical de todos los artistas anti-arte. Este pintor reacciona
violentamente contra la pintura como
fuente de placer proponiéndose colocar la pintura al
servicio de la
mente. Para ello utiliza el dibujo
mecánico, en tanto éste se encuentra fuera de todas
las convicciones pictóricas y ajenas al gusto. Hay que
hacer un arte que vaya contra la tiranía del gusto, porque
el gusto es un hábito, una repetición ya aceptada;
bueno o malo sigue siendo gusto.
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