Publicación original: Acta bioeth., 2001, vol.7, |
- Bienestar, felicidad y
seguridad - La inseguridad alimenticia
- Inseguridad y crisis de la
mediación sociocultural - Consumos y deseos
- El deseo global y su bumerán
- Notas
- Referencias
Resumen: Para combatir el riesgo de una
globalización de la nocividad alimentaria es indispensable reflexionar sobre
las dimensiones socio-culturales y psíquicas del consumismo, cuyas premisas son
el imperativo de la satisfacción inmediata de los deseos. Partiendo de la tesis
de que la multiplicación de los deseos y del anuncio de su cabal realización
provoca inevitablemente la inflación de los mismos, el artículo analiza el
síndrome de las vacas locas como punta de un iceberg y banco de prueba de
nuestra relación con el consumo alimenticio. En este sentido la cuestión de la
seguridad como ansia de impunidad colectiva no implica solamente la búsqueda de
remedios eficaces contra los posibles contagios alimenticios, sino que impone,
en primer lugar, esclarecer las consecuencias destructivas de una forma de vida
humana en la que todo se reduce al consumo.
Palabras clave: consumo,
deseo, identidad, sociedad, política
Abstract: In fighting against the risk of
the globalization of hazardous food production it is essential to think about
psico-socio-cultural dimensions of consumerism, whose premises rest on the
imperative of immediate satisfaction of desires. Departing from the thesis that
multiplication of desires along with their complete and immediate fulfillment
unavoidably provoke the overestimating of them, the paper analyzes the «mad cow
syndrome» as the tip of the iceberg in the context of our relation with food
consumption. In this sense, the matter of collective safety does not imply
solely the searching for effective solutions against probable food contagion,
but eminently to shed light over the dangerous consequences of a way of living
in which everything is reduced to consumption.
Keywords: consumption,
desire, identity, society, politics
Resumo: Para combater o risco de uma
globalização perniciosa da produção de alimentos é indispensável refletir sobre
as dimensões socioculturais e psíquicas do consumismo, cujas premissas repousam
sobre o imperativo da satisfação imediata de desejos. Partindo da tese que a
multiplicação dos desejos e suas realizações imediatas provoca superestimação
dos mesmos, o artigo analisa a síndrome da vaca louca como ponta de um iceberg
e prova cabal de nossa relação com o consumo alimentar. Nesse sentido a questão
da segurança como premissa coletiva não implica simplesmente na busca de
soluções eficazes contra possíveis contágios alimentares, mas sobretudo
esclarecer as conseqüências deletéreas de uma forma de vida em que tudo se
reduz ao consumo.
Palavras chaves: consumo,
desejo, identidade, sociedade, política
Bienestar, felicidad y seguridad
"El hombre
civilizado ha trocado una parte de posible felicidad por una parte de
seguridad",
así escribía Freud en 1929(1,2).
Estas palabras, por lo menos hasta hace no mucho tiempo, parecían sobrepasadas
y superadas por lo hechos. En efecto, si todavía en la época de Freud las
conquistas de la civilización exigían el precio de una limitación de las
libertades de los individuos, si, en fin, la modernidad, para mantener sus
estándares, estaba orgullosa de imponer reglas públicas a la satisfacción de
impulsos y deseos subjetivos, la fase contemporánea de la globalización ha
vivido cada vez con mayor fastidio el exceso de orden impuesto por aquellas
reglas, esencialmente tendientes a desplazar y diferir la satisfacción. El
triunfo del bienestar y de la desregulación de los últimos años ha generado una
verdadera euforia por consumir y este fenómeno no se ha limitado al ámbito
propiamente económico y a sus implicaciones técnicas. Como señaló uno de los
más grandes periodistas italianos, Eugenio Scalfari, "más importante es el aspecto psicológico: hemos
entrado en una fase hedonística muy pronunciada, en la cual predomina un deseo
de felicidad que es necesario obtener inmediatamente y sin demasiados
problemas"(3).
Si analizamos con mayor
precisión lo que hay detrás, veremos que este deseo de felicidad se presenta
como una obligación a la cual no es posible sustraerse. En vez de reprimirlo o
regularlo, la sociedad le da total libertad y lo deja a rienda suelta, pues se
presume que su liberación y realización inmediata, confiada a la iniciativa de
cada individuo, es el único vector auténtico de progreso y de desarrollo.
Contrariamente a lo que
decía Freud, a algunos sociólogos les ha parecido que el proceso de
modernización, y la tendencia a la reducción del mundo a un único mercado
competitivo, debía aceptar y promover la difusión de la inseguridad, que
constituye la inevitable consecuencia del riesgo, sobre todo del riesgo
empresarial, entendido como factor de civilización y único resorte del desarrollo
y de la libertad(4,5). En
relación con los modelos sociales e institucionales estatales inspirados en el
socialismo autoritario y en concomitancia con la crisis del Estado de
Bienestar, el riesgo de inseguridad aparece como un fermento positivo que
contribuye a remecer y a rejuvenecer la sociedad y, por lo tanto, a hacerla más
dinámica y moderna.
En este sentido, los
términos del intercambio descrito por Freud, se invierten. Es precisamente la
renuncia a la seguridad lo que parece hacer posible un surplus de felicidad. Muy lejos de ser
negado o inhibido, el deseo de felicidad es estimulado y autorizado. La
postmodernidad restituye a los individuos una mayor capacidad de gozar, y es
precisamente el goce, es decir, la satisfacción inmediata del deseo de
felicidad, el que se transforma en el gran protagonista de la desregulación.
Como ha señalado un brillante filósofo esloveno de inspiración lacaniana,
Slavoj Zizek, el goce se transforma, de este modo, en un verdadero factor
político(6). Y esto comporta
como consecuencia inmediata la restricción y la virtual abolición de la esfera
pública. Si el aumento de la capacidad de goce de los individuos aislados tiene
directamente un significado político, entonces es evidente que la mediación
pública se torna superflua e inútil.
En realidad, se trata
solamente de una ilusión. Del último aspecto asumido por una utopía
incoherente: aquélla según la cual el objetivo o la meta de la sociedad sería
su acabada naturalización, su pura y simple reducción al automatismo funcional
de la técnica y de la economía, orientadas exclusivamente a acelerar la
satisfacción de los individuos. La difusión creciente de nuevas formas de
malestar, de fastidios, temores y obsesiones viene a desmentir esta utopía de
la satisfacción acabada, y a confirmar su impracticabilidad. Como ha demostrado
Zygmunt Bauman, es verdad que la época contemporánea invierte los términos del
intercambio freudiano, es verdad que en la época de la globalización se
prefiere la felicidad a la seguridad: pero esto no significa, en absoluto, que
se reduzca la dimensión del malestar, del fastidio y hasta de la infelicidad.
En la actual sociedad de la incertidumbre, la mayor parte de los malestares y
fastidios derivan precisamente de las frustraciones y del ansia de eficiencia
que impone el nuevo imperativo inderogable, el único imperativo verdaderamente
categórico, es decir, aquél que prescribe la satisfacción inmediata de los
deseos. Se difunde otro tipo de intercambio: con tal de poder acceder al máximo
de felicidad, para poder gozarla en completa libertad y en el menor tiempo
posible, debemos renunciar a la seguridad, a sus reglas, a sus garantías. Si en
la época de Freud los malestares y los comportamientos desviantes más comunes
que escapaban de sus cauces naturales, nacían del sacrificio de una cierta
dosis de libertad individual, cedida a cambio de cualquier cosa que pudiese
garantizar confianza y estabilidad, hoy el escenario se ha invertido. Zygmunt
Bauman recuerda que en alemán el término sicherheit (seguridad) tiene una
acepción mucho más amplia que el equivalente inglés security. Designa no sólo la seguridad existencial (la
percepción de la estabilidad y confianza del mundo), sino que también la
certeza (certainty) -entendida
como conocimiento inmediato de la diferencia entre útil e inútil, ventajoso y
dañino- y, en fin, la incolumidad (safety)
o seguridad personal, es decir, la idea de que si nos comportamos de manera
correcta, ningún peligro fatal -ningún peligro que no pueda ser neutralizado-
podría amenazarnos seriamente(7,8).
En el transcurso del año
2001, dos eventos desestabilizadores -la crisis de la vaca loca que explotó
en los primeros meses del año y los ataques terroristas del 11 de septiembre
han vuelto a colocar en primer plano la obsesión de la inseguridad y, por
ende, el ansia de seguridad en los tres sentidos indicados por Bauman. En
estas notas nos limitaremos a algunas implicaciones sociales y psíquicas del
síndrome de la vaca loca.
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