El canto, la danza y la
poesía
se conjugan en un espectáculo en el que lo
artístico se aúna con lo ceremonial para formar un
todo armónico. Actores y espectadores entran en una
concepción diferente de tiempo y
espacio.
Cuentan las antiguas crónicas que la diosa del
Sol, Amaterasu (de la cual se suponen descendientes por
línea directa los emperadores), ofendida con su hermano
el
príncipe Susanoo Mikoto, huyó y se
escondió en una cueva. La noche eterna vino entonces a
la Tierra.
Para hacer salir a la diosa y librar al mundo de la oscuridad,
los dioses decidieron reunirse delante de la entrada de la cueva
y bailar una danza con mímica y música.
Atraída así su atención y curiosidad, la diosa
salió de su escondite, volviendo nuevamente a alumbrar al
mundo.
La música y la danza se suponen, pues, del agrado
de los dioses, y las primeras compañías teatrales
en Japón
tuvieron su origen en las representaciones de los templos
sintoístas. Posteriormente se fueron sucediendo diversas
formas artísticas, en algunos casos concebidas para
entretenimiento de la Corte, y en otros como divertimentos
rústicos de la comunidad
agrícola.
A principios del
siglo XIV, aquel conjunto de entretenimientos varios, que era
llamado "arte de monos" o
Sarugaku, empezó a convertirse en verdaderas
representaciones teatrales en las que se desarrollaba un tema
definido. Unas veces conservaban un talante cómico, otros
eran de carácter jocoso, satírico, y
algunas, muy especiales, unían un tema dramático a
la música y a la danza, dando vida a un género
nuevo de fondo filosófico-religioso, el drama
No.
El teatro No es una
forma simbólico-musical que se representa por dos actores
principales y unos pocos secundarios, en un escenario sencillo,
con intervención coral y algunos instrumentos
musicales.
De estilo plenamente simbólico, más que
evidenciar lo que se quiere transmitir, pretende desarrollar la
imaginación de quien lo contempla y despertar capacidades
de comprensión más sutiles y cercanas al mundo de
las ideas.
Surge en Japón en una sociedad
feudal, con fuerte presencia de lo militar, y está mucho
más cercano al rito que al puro entretenimiento. Con una
tradición histórica aún viva en nuestros
días al haberse conservado las técnicas
de actuación, hoy podemos contemplar espectáculos
similares a los creados hace cientos de años.
EL ALMA DEL
TEATRO NO
El japonés es un pueblo pragmático que ha
sabido sintetizar las diferentes tradiciones filosóficas y
espirituales con las que ha tomado contacto, extrayendo de cada
una de ellas elementos prácticos para su forma de vida.
Sintoísmo, Budismo,
Confucionismo y Taoísmo han dejado profundas huellas en el
alma de este pueblo que se han visto reflejadas también en
el teatro No.
El Sintoísmo o Camino de los Dioses es la
religión
autóctona del Japón. Por medio de ritos y
ceremonias se mantiene el culto a los Kami o misteriosas Fuerzas
de la Naturaleza que
vendrían a representar la parte luminosa de las cosas.
Esto les lleva a sentir una profunda reverencia por la Naturaleza
y a valorar especialmente la armonía y la
pureza.
En las obras No denominadas Kami-Mono el personaje
principal es un dios sintoísta. Generalmente aparece
representado por el segundo actor, en la forma de un hombre
anciano. Éste se dirige al personaje que llega a la
escena, que generalmente es el recinto de un templo, y le explica
la historia o la
leyenda de algún árbol sagrado. En la segunda
escena, el dios entretiene al visitante con una danza.
El Budismo también dejará su impronta y
sus manifestaciones artísticas en Japón. La idea de
la reencarnación y de la pervivencia del alma más
allá de la muerte se
puede apreciar en el argumento de muchas obras No, especialmente
en las denominadas Shura Mono. En éstas aparece
generalmente un héroe de la familia de
los Minamoto, que fueron las dos facciones principales el
Japón del siglo XII. La palabra Sura Mono viene de Asura,
nombre del infierno a cuyo tormento son destinadas las almas de
los difuntos en las batallas. En estas obras se describe
cómo el espíritu de alguno de estos guerreros trata
de escapar de tal destino. Para ello se evade del infierno y
vuela hacia la tierra
apareciéndose a alguien.
El teatro No florece en un momento de inestabilidad
política
en Japón, en la era Muromachi. En un movimiento del
péndulo se había pasado de la relajación de
las costumbres de la época de la Corte imperial de Kyoto,
a la austeridad y disciplina
propias de la vida del samurai, que había adoptado el
código
de conducta
reflejado en el bushido.
Estos guerreros van a encontrar su identidad
ideológica en el Budismo Zen, el cual les va a
proporcionar un profundo sentimiento de confianza en el propio
destino, sumisión tranquila a lo inevitable y amable
acogida de la muerte. Se
exaltó una ética
guerrera de heroísmo, de la lealtad y de la
disposición a morir por el señor, a través
de narraciones épicas como el Heike Monogatari, de donde
se extraen muchos argumentos para obras No.
Imbuido por el espíritu de la filosofía
Zen, el actor de NO debe adentrarse, para la perfecta
ejecución de su arte, en una vía de
perfeccionamiento interior denominada Do, un camino o sendero que
se puede encarnar en diferentes actividades humanas, pero siempre
impregnadas por el espíritu del Zen.
Página siguiente |