Hábitat, cooperativismo autogestionario y redefinición de las políticas públicas
Como consecuencia de más de tres décadas
de implementación de la fase de reestructuración
del capitalismo
conocida como globalización, en Argentina, se han
producido:
a) profundas transformaciones económicas
–una concentración inédita de la riqueza
con una polarización igualmente inédita de los
ingresos–, tendencias estructurales que la
crisis de
2001 no ha revertido, sino más bien
acentuado.
b) transformaciones políticas
–reestructuración del Estado y sus
funciones, a
través de la implementación de reformas
neoliberales (privatización, apertura y
desregulación). Un proceso de
reestructuración funcional a lo que, una de las voces
organizadas del mundo del trabajo que
hoy cuenta con mayor legitimidad –la CTA- caracteriza
como la implementación cotidiana del "genocidio por
planificación social de la
desigualdad"–, un proceso que no hubiera sido posible sin
la fase de implantación ejecutada por la dictadura,
que supuso la eliminación física de los
referentes sociales y políticos, que constituían
la oposición conciente y militante contra el modelo.
c) transformaciones sociales (la profunda
reconfiguración de la estructura
social, la caída "sin red" de amplios sectores
de las capas medias y la tantas veces declarada
extinción del movimiento
obrero como sujeto sociopolítico, sustentada en los
cambios en la composición de la estructura
socioproductiva: el incremento del desempleo,
subempleo, la expansión también inédita en
Argentina del denominado sector informal, la
proliferación de las formas precarias y temporarias de
acceso al empleo,
etc…
d) transformaciones culturales (la pérdida de
referencias, redes y soportes de
identidades colectivas de períodos precedentes, su
fragmentación, resignificación y
fagocitación en el nuevo "modelo", la promoción de un individualismo exacerbado
por particulares modalidades de valores
competitivos –el "sálvese quien pueda" combinado
con "vale todo"–, la intensificación de ciertos
efectos culturales asociados a dispositivos de políticas
asistenciales, focalizadas e individuales, etc.).
Sin embargo, junto con estas tendencias estructurales,
también a lo largo de estas mismas décadas se
despliegan practicas de resistencia,
puntuales, aisladas, heterogéneas, anónimas,
contradictorias, que, en el complejo mundo del campo popular, y
aún contra el pesimismo de la razón y la carencia
de una masa crítica
suficiente de intelectuales
que acompañen este parto
difícil, sientan mojones a tener en cuenta, en la
búsqueda de una vida cotidiana más digna de ser
vivida para todos.
Un ejemplo de este "trabajo de las hormigas": El
cooperativismo autogestionario de vivienda en la propuesta del
Movimiento de Ocupantes e Inquilinos.
Desde nuestra experiencia en ciudad de Buenos Aires, la
ciudad central del Área Metropolitana -AMBA-, planteamos
que las formas de expansión de la pobreza urbana
en las últimas décadas han desplegado una dinámica que involucra un doble movimiento:
por un lado, la expansión de las periferias (los
"márgenes") y, por otro, la reapropiación de la
centralidad, ocupando sus intersticios (el fenómeno de las
ocupaciones de edificios y el repoblamiento de "villas", dan
cuenta de la relevancia que adquiere la "centralidad urbana" para
las condiciones de reproducción de los sectores
populares).
El contexto político "tolerante", desde la
recuperación democrática a comienzos de los
´80, juega un papel clave como posibilitante de este
movimiento hacia el "centro", de la ciudad, aunque el mismo se
sostuvo sin una definición explícita de recursos e
inversiones de
escala que
acompañen y estructuren políticas significativas
sobre el conjunto de las situaciones del hábitat
popular, una limitación, signada por el desarrollo de
las políticas neoliberales.
Por ello, entre otros factores, numerosos barrios
ubicados en áreas centrales de la ciudad –desde el
punto de vista de su accesibilidad, existencia de
infraestructura, transporte,
etc.– han sufrido, en términos generales, y a pesar
de este retorno al centro, una tendencia sostenida de
pérdida de población, a la espera de condiciones para
la redefinición de sus roles urbanos.
En particular el fenómeno de las ocupaciones de
edificios, junto con esta "espera", instalan la pregunta
"¿la ciudad para quiénes?" como central en
relación con las políticas
públicas.
Al mismo tiempo, desde
esos intersticios urbanos, a partir del fenómeno de la
ocupación de edificios y de la reflexión sobre los
procesos
suburbanos de toma de tierras y su capacidad de producción de barrios enteros (entre otros
factores concluyentes, porque la historia no tiene "un"
origen, se menciona también la posibilidad de
reapropiación a través de intercambios de
cooperación sostenidos y concretos a lo largo de 15
años, de la experiencia del movimiento cooperativo
uruguayo, el retorno a la UBA de profesionales vinculados con la
perspectiva de la "arquitectura
ciudad" que se desarrollara en la Universidad de la
Plata en la década del ´60, y su orientación
proclive a generar encuentros con los gérmenes de organización que se desarrollaron en
algunas ocupaciones, como el Ex Padelai, la Mesa de Delegados Ex
AU3, el Movimiento de Inquilinos de Almagro, durante los
´80, entre otros) se ha ido gestando, como consecuencia de
la acción
colectiva y organizada para la producción social del
hábitat, la experiencia de progresivo desarrollo del
cooperativismo autogestionario como incipiente movimiento social
y como expresión de lineamientos de políticas
orientadas hacia la concreción –colectiva y
organizada– del derecho a la ciudad.
El eje socio organizativo juega un papel central en esta
experiencia, porque posibilita la conformación de unas
prácticas que dan contenido a las cooperativas:
participación, ahorro, ayuda
mutua, énfasis en una intencionalidad pedagógica y
de aprendizaje en
la conformación del proceso cooperativo, propiedad
colectiva como expresión jurídica que se
corresponde con el proceso colectivamente desarrollado para ganar
la vivienda y el derecho pleno a la ciudad, y en lo
cotidiano– dado que la vida cotidiana juega un papel
central como anclaje de referencia en este tipo de construcciones
organizativas– el desarrollo de un proceso que involucra
decisiones permanentes y sostenidas que dan la ocasión de
resignificar la propia experiencia y de repreguntarse por el
papel activo o pasivo sobre la decisiones que afectan la propia
vida cotidiana, comenzando por el lugar donde vivir.
En este marco, a su vez, la rehabilitación
edilicia resulta una modalidad de intervención apropiada a
las características del parque habitacional desocupado
existente en la ciudad (como por ejemplo, viejas fábricas,
casonas y edificios en desuso por la reestructuración
económica, social y urbana de las últimas
décadas neoliberales).
Este proceso de desarrollo de organización social
se ha gestado con el apoyo en experiencias piloto, o "mojones"
–como cooperativas La Unión y Perú en el
barrio San Telmo–, regularizaciones dominiales que
implicaron esfuerzos anónimos y bastante "heroicos" por
ganar la radicación en la ciudad y jugar un papel de
sujetos en su historia, y que han permitido posteriormente, el
impulso de normativas y políticas habitacionales de la
ciudad (leyes 341 y 964),
que hoy se encuentran en proceso de desarrollo.
También se vieron amenazados por la
tensión instalada en el proceso de estructuración
de una política, por la posibilidad de que su
potencial autogestionario sea desdibujado desde los organismos
públicos encargados de su aplicación, dado que el
aparato estatal es un campo de lucha y conflicto
permanente de intereses contrapuestos y la política
habitacional tradicional sólo ha tenido por destinatario
privilegiado, en tanto actor económico, a las empresas
constructoras, privilegiando como contenido estructurador, la
finalidad de la ganancia mercantil.
Este proceso de gestación de políticas
públicas de fomento a los procesos autogestionarios, ha
sido impulsado activamente desde una organización social
de vivienda y hábitat, el Movimiento de Ocupantes e
Inquilinos y hoy involucra una trama compleja (y complicada) de
organizaciones
y actores sociales, políticos y
gubernamentales.
Las cooperativas autogestionarias se han formado en
ocupaciones de edificios, con población residente en
hoteles pensión subsidiados
por el GCBA, en particular al calor de la
crisis de 2001 y, en la experiencia del MOI, también con
población intencionalmente mezclada entre estos grupos e
inquilinos de clases medias en descenso, jóvenes
profesionales universitarios, trabajadores sindicalizados y
grupos con necesidades especiales (externados de hospitales
neuropsiquiátricos desarrollando programas con
otras organizaciones integradas al Movimiento Social
Antimanicomial y profesionales de la salud, para poder cumplir
este fin). Un desafío que el MOI, desde 1994, lleva hacia
el ámbito de la CTA, como propuesta específica de
organización ante el problema habitacional en el marco de
esa organización que, por mandato fundacional, se ha
propuesto el desafío de articular una instancia
común de organización donde confluyen ocupados y
desocupados, trabajadores no calificados y profesionales,
buscando el desafío de la articulación en la
resignificación de la diversidad del mundo del trabajo
actual.
La autogestión –que no es
autoconstrucción–, y tiene su eje nodal en la
"toma de
decisiones" tanto en el control del
proceso productivo como en la participación en la
definición de las políticas– implica la
participación activa de la población colectivamente
organizada en todas las etapas del proceso de producción
habitacional, proceso que es sostenido por un hilo
conductor central que es el desarrollo organizacional de
base. Constituye un tipo de producción habitacional
que, en relación a la vivienda, apunta a privilegiar la
concepción de la misma como bien de uso (no especulativo);
y que, en relación al significado urbano de la
localización de sus edificios (vivienda más
equipamiento comunitario), se direcciona hacia la
consolidación de la concepción de radicación
–histórica reivindicación del movimiento
villero, también constitucionalmente expresada en el
artículo 31– en la perspectiva de Construcción de una Ciudad
Democrática.
La pelea por el derecho a la ciudad, a través de
las políticas de fomento a la autogestión cooperativa
del hábitat –propuesta constitucionalmente
explicitada en el mencionado artículo 31 de la estatuyente
de la ciudad de Buenos Aires–, significa la
construcción de un camino alternativo al tradicional de
ejecución empresarial, la vivienda como
mercancía objeto de ganancia ("modelo tradicional
FONAVI"), y de entrega de viviendas "llave en mano"
–sustentada en una concepción no
participativa– a las familias que carecen de ella
.
Implica un redireccionamiento de los recursos
públicos otorgando un protagonismo a las cooperativas como
actores económicos, promoviendo la estructuración
de un circuito diferenciado (que requiere del sustento al
desarrollo de esas capacidades). De este modo, implican,
también, una práctica concreta de
redistribución de la riqueza, al instalar a los
cooperativistas en el manejo del recurso público en un
lugar bien diferenciado, sino antagónico, del propuesto
por la orientación hegemónica de la política
social focalizada, individual y de orientación
asistencial (orientada a los subsidios individuales como
instrumento para paliar la situación de
emergencia).
Por sus características, las propuestas de
políticas de fomento al cooperativismo autogestionario
instalan también un debate dentro
de las organizaciones del mundo del trabajo, que hoy se plantean
el dilema del transito entre el asistencialismo y la
autogestión y, en particular, el papel del Estado y las
políticas públicas en este camino, a sabiendas de
que las grandes mayorías de la población no son
parte de procesos organizativos desde donde repensar su
subjetividad, su lugar y su acción y que sería
necesaria la estructuración de un menú diverso de
programas y opciones de políticas para superar las
orientaciones actuales.
Como otro componente asociado al desarrollo del impulso
de políticas de fomento al cooperativismo autogestionario
puede señalarse que las leyes 341 y su modificatoria 964,
(normativas vigentes que enmarcan parcialmente este proceso) han
sido expresión de una práctica de
participación social sustentada desde una
concepción de los derechos concebidos como
productos
históricamente construidos, "ganados" y sostenidos desde
la acción propositiva del movimiento popular organizado.
La concepción autogestionaria es una concepción
antagónica al asistencialismo y a la cultura
individualista; consecuentemente cuestiona la noción
ahistórica y sociopolíticamente descontextuada del
derecho como un existente "dado" y "garantido" .
En síntesis,
la especificidad de los procesos cooperativos autogestionarios en
áreas centrales se caracterizan por:
– Privilegiar la noción de la vivienda como
bien de uso, característica centralmente sostenida por
la propiedad colectiva cooperativa, que implica la
estructuración de un submercado con otras configuraciones
institucionales que regulen el acceso al suelo urbano y la
vivienda construida a través del sistema
autogestionario;
– la concepción participativa en todo el
proceso de producción habitacional; – el enfoque de
proceso de dicho recorrido y tránsito por diferentes
etapas, las que van constituyendo una cultura autogestionaria que
se corresponde con el modelo productivo que se intenta plasmar
con las cooperativas, no como mano de obra autoconstructora, sino
como sujetos económicos, empresas sociales capaces de
conducir su proceso productivo;
– el eje organizativo, como columna vertebral
factibilizadora de la existencia autogestionaria que involucra no
sólo el plano de ejecución de obras físicas,
sino, centralmente, la comprensión de la
conformación de cooperativas como un proceso, que recorre
diversas fases o etapas en las cuales los grupos cooperativos,
adquieren y desarrollan en forma progresiva las distintas
capacidades que viabilizan su práctica (organizativas,
económicas, de planificación, gestión, etc.).
– la construcción de una cultura colectiva,
solidaria y propositiva, opuesta al asistencialismo
individualista y subsidiario;
– el rescate y la apropiación de una
noción histórica del derecho o de los derechos
sociales como base de la valoración del derecho
construido y ganado, no del derecho dado, escrito,
regalado;
– la conciencia de
participación e intervención en la dinámica
socioespacial urbana, orientada hacia la construcción de
una ciudad democrática; el desarrollo de propuestas
y de prácticas transformadoras de las políticas de
Estado, en el marco de lo que en el MOI se denomina
autogestión bidireccional, reconociendo en esa
bidireccionalidad a las organizaciones sociales y al Estado como
ejes centrales de su existencia.
Éstos son algunos de los ejes de
estructuración de las prácticas y de la
producción de conocimientos fundantes de la
concepción autogestionaria.
¿Búsquedas originales?
La reflexión personal a partir
de esta experiencia me conduce a confluir con aquellas vertientes
teóricas que descreen del "origen" como fuente de legitimación y constitución identitaria y fundamento de la
acción sociopolítica. Considero que no existen
búsquedas originales, en el sentido de la búsqueda
de un origen perdido o esencia que habría que recuperar
(de hecho, el capitalismo como construcción social e
histórica que reproduce bajo formas complejas la
explotación y la dominación, es eso, una
creación humana); también descreo del
término "original" comprendido como novedad que irrumpa de
la nada, tiendo a considerar que, más bien, lo que se
juega en este tipo de iniciativas de resistencia es un arduo
proceso de recuperación de la identidad a
través de una relectura de la historia de los sujetos
protagonistas del mundo del trabajo, buscando superar derrotas y
obstáculos en todas las dimensiones (económica,
social, política y cultural).
Hay una resignificación y una
reapropiación de experiencias, prácticas, saberes y
activos que se
ponen en juego a
través de intentos que aportan a un reprocesamiento de la
experiencia histórica de luchas. Un proceso vinculado a
una resignificación de la noción del derecho que,
desde la perspectiva de los sectores que componemos el mundo del
trabajo, sólo puede sostenerse en procesos sociales de
reivindicación y lucha activa y, particularmente,
propositiva.
Esto plantea, multidimensional y complejamente, que esa
búsqueda de resignificación identitaria implica la
apuesta a la recuperación de la iniciativa
política, en tanto matriz que
posibilita vislumbrar unas ciertas prácticas socio
productivas que serían el necesario correlato del tipo de
sociedad, de
economía y
de política posibilitantes de un lugar distinto, una
sociedad otra cuya imagen se va
configurando borrosa entre los pequeños avances y los
grandes obstáculos en el vasto y fragmentado mundo del
campo popular: ¿es un capitalismo redistributivo?
¿es la configuración de un nuevo tipo de sociedad
socialista?
Sin este trasfondo, que hasta el día de hoy
obstaculiza un procesamiento y un análisis consistente y útil del
problema del poder para la clase
trabajadora como sujeto sociopolítico (que, considerando
el mundo del trabajo actual, debiera repensarse en una
reconfiguración que incluya, si tomamos en cuenta a todos
aquellos que viven de su trabajo, a ese complejo espectro que
involucra desde el vasto mundo de los desocupados hasta amplias
capas de profesionales)– es difícil poder visualizar
el alcance y las posibles proyecciones de estas múltiples
expresiones de búsquedas de autonomía, desde donde,
según mi perspectiva, sí se pueden identificar las
resistencias
intersticiales que podrán dar cauce a la "novedad",
históricamente gestada, de una sociedad
distinta.
Bibliografía de referencia:
- Herzer, Hilda y otros. (1995). Hábitat
popular, organizaciones territoriales y gobierno local
en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Documento
de Trabajo. Área de Estudios Urbanos. Instituto de
Investigaciones
Gino Germani, Facultad de Ciencias
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Aires. - Jeifetz, Nestor. (2002). Ejes autogestionarios en la
producción social del hábitat. En Ortiz Flores,
Enrique y Zarate, Maria Lorena, (comp.) Vivitos y coleando,
40 años trabajando por el hábitat popular en
América Latina. México: HIC-AL, UAM. - Jeifetz, Nestor. y Rodríguez, Carla. (2002).
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Producción social del hábitat, cooperativismo
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- -Svampa, Maristella y Pereyra, Sebastián
(2003). Entre la ruta y el barrio. La experiencia de las
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Biblos. - Torres, Horacio (2001). Cambios socioterritoriales en
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University Press.
(*) Revista
Argumentos, 4, septiembre 2004
María Carla Rodríguez