- Red Objeto / Red
Símbolo - Cultura, sombra y
gestión - Recorridos entre
Gestión Cultural y Nuevas
Tecnologías - Notas
ABSTRACT
¿Qué modos de uso de las TICs pueden
operarse desde qué modelos de
gestión
cultural? Poner en crisis ambos
términos de la ecuación – TICs +
gestión cultural – debiera permitirnos un debate
más abierto – mayor apertura teórica –
y unas conclusiones más próximas a las
problemáticas tan diversas de esta vasta y compleja
geografía
humana que tiene en el castellano una de
sus lenguas de intercambio – mayor nivel de
localización. Este documento propone un recorrido del
fenómeno de las TICs desde la gestión cultural
apelando a la metáfora de la luz y la sombra
para tratar de captar la integralidad del fenómeno.
Apelando en consecuencia a un estilo de gestión cultural
más abierto a aquellos aspectos que por menos
espectaculares no suelen ser parte de las agendas de las
administraciones culturales.
Palabras clave:
· argentina
· cultura
· gestión
cultural
· redes ciudadanas
· tics
¿Qué modos de uso de las TICs pueden
operarse desde qué modelos de gestión cultural?
Porque, aunque a veces pretendamos olvidarlo, ni son neutros los
paradigmas de
uso de la tecnología ni podemos
estar seguros de que
todo paradigma de
gestión cultural sea útil para el desarrollo
armónico de los pueblos.
Poner en crisis ambos términos de la
ecuación – TICs + gestión cultural –
debiera permitirnos un debate más abierto – mayor
apertura teórica – y unas conclusiones más
próximas a las problemáticas tan diversas de esta
vasta y compleja geografía humana que tiene en el
castellano una de sus lenguas de intercambio – mayor nivel
de localización.
El término "geocultura" resultará
seguramente extraño para un fenómeno como las TICs
al cual suele pensárselo en términos de virtualidad
o de contraposición entre átomos y bytes.
(Negroponte, 1995) Aún cuando otros discursos ya
hablan de la potencia de
combinar ambos soportes.
Partimos en el título de la obra de Rodolfo
Kusch, "Geocultura del Hombre
Americano", publicada en 1976. Estas y otras obras e investigaciones
de Kusch (1) constituyen uno de los cuerpos
teóricos más interesantes para pensar la
complejidad de los fenómenos culturales y de los estilos
de gestión que los invocan.
La apelación al carácter de apunte para este texto tiene
que ver con lo reciente del fenómeno digital y la
consiguiente carencia de evidencia empírica que permita
evaluarlo a lo largo de un período razonablemente
extenso.
Podrá oponerse que diferentes miradas ubican el
nacimiento de la red – el rostro
más visible de las TICs – allá por 1962 o
aún antes. Otros lo ubican en 1994 y para
españoles, chilenos y argentinos en 1995
(2).
En cualquier caso debiéramos convenir que los
cambios operados en los lenguajes, las estéticas y los
modelos de negocios
involucrados han sido tan grandes en estas pocas décadas
que falta una masa crítica
de fenómenos duraderos como para elaborar conclusiones
definitivas. Y esto sin poner sobre la mesa el nivel de
penetración de Internet en la población que ninguna estimación
ubica por encima del quince por ciento.
El propio documento de este grupo parece
avanzar hacia una concepción más territorial de la
red:
"Internet (…) es más un espacio que un medio
o canal de comunicación, que permite establecer un
diálogo con los públicos que debe
ser aprovechado por las instituciones culturales a la hora de establecer
sus líneas de actuación y la definición de
unas políticas culturales realmente eficaces y
adaptadas a las necesidades del público, que a pesar de
todo no entren en contradicción, con sus objetivos
institucionales".
También la gestión cultural es un campo
relativamente nuevo. Aunque muy antiguo como práctica
institucional – incluido el Estado
– y como objeto de conocimiento
de variados discursos científicos – la antropología o la teoría
el arte, por
ejemplo. Sin embargo todavía hoy no hay acuerdo sobre los
contenidos de esta actividad a la cual, además, se le
agrega la diversidad de nombres con que se la conoce. Por citar
sólo un ejemplo:
"Ni agente de desarrollo local, gestor cultural,
markert manager cultural, dinamizador cultural, promotor
sociocultural, animador ecosociocultural, técnico
sociocultural, promotor sociocultural, educador social o agente
de asuntos sociales. Son estos algunos de los nombres
personales donde se pretende colar singularidades personales de
gurus o disparates insustanciales de ciertas escuelas" (Puig
Picart, 1994: 33).
Proponemos, en consecuencia, poner en discusión
algunos de los paradigmas de uso de ambos términos de la
ecuación y, allí donde sea posible, confrontarlos
con las prácticas que en su nombre se han generado.
Quizás, de este modo, podamos ir delineando tendencias
hacia el largo plazo y, con un poco más de optimismo,
descubriendo mejores prácticas replicables en nuestro
trabajo
cotidiano como Gestores Culturales.
Apuntando a inculturar la red: integrarla, apropiarla y
resignificarla desde nuestros intereses
culturales.
La red está sostenida en un conjunto de objetos
que no dejan de crecer en diversidad ni de reducirse en
tamaño y, a veces, también en costo.
La mayoría de estos objetos nacieron en los
momentos y lugares culmines de la guerra
fría y, por extensión, de la modernidad.
Ese es su espíritu fundacional que, naturalmente,
informa a la estructura de
poder que ha
producido, y en buena medida sigue produciendo, esos
objetos.
Como objetos (sucedáneos diría Kusch)
fueron producidos por un orden cultural que no ha cesado de
construir su propio domicilio pensando el mundo como dominio. Y que
aspira a modelarlo según sus necesidades en todos los
ámbitos de la vida humana:
"Los cambios que se producen en la estructura de las
relaciones económicas son parte de una
transformación incluso mayor que tiene lugar en la
naturaleza
misma del sistema
capitalista. Estamos contribuyendo a un movimiento a
largo plazo que lleva desde la producción industrial a la
producción cultural. En el futuro un número cada
vez mayor de parcelas del comercio
estarán relacionadas con la comercialización de una amplia gama de
experiencias culturales en vez de con los bienes y
servicios
basados en la industria
tradicional. El turismo y todo tipo de
viajes, los
parques y ciudades temáticas, los lugares dedicados al
ocio dirigido, la moda y la
cocina, los juegos y
deportes
profesionales, el juego, la
música,
el cine,
la
televisión y los mundos virtuales del ciberespacio,
todo tipo de diversión mediada electrónicamente
se convierte rápidamente en el centro de un nuevo
hipercapitalismo que comercia con el acceso a las experiencias
culturales.
La metamorfosis que se produce al pasar de la
producción industrial al capitalismo
cultural viene acompañada de un cambio
igualmente significativo que va de la ética
del trabajo a la ética del juego. Mientras que la era
industrial se caracterizaba por la mercantilización del
trabajo, en la era del acceso destaca sobretodo la
mercantilización del juego, es decir la
comercialización de los recursos
culturales incluyendo los ritos, el arte, los festivales, los
movimientos sociales, la actividad espiritual y de solidaridad y
el compromiso cívico, todo
adopta la forma de pago por el entretenimiento y la
diversión personal. Uno
de los elementos que definen la era que se avecina es la
batalla entre las esferas cultural y comercial por conseguir
controlar el acceso y el contenido de las actividades
recreativas" (Rifkin, 2000:17) Subrayados
nuestros.
Claramente este paradigma propone no solo la existencia
de un conjunto de objetos sino más bien un modo
específico de uso de los mismos. Un sistema
simbólico que orienta el para qué del
utensilio.
Tal como decíamos párrafos más
arriba la red símbolo nació en 1994 cuando los
objetos fueron liberados al uso público y, en
consecuencia, es todavía un modelo para
armar del cual Rifkin es sólo una
versión.
Pero ¿qué versión? Y, en cualquier
caso ¿cómo debiera influir sobre nuestro
debate?
En primer lugar recordemos que el viejo capitalismo
industrial alcanzó su máximo desarrollo –
implosión soviética mediante – después
de sucesivas crisis que incluyeron, apenas, dos grandes guerras
europeas, infinitas guerras satélites
como telón de la guerra
fría – Corea, Vietnam, Camboya, por citar algunas
– y varios etcéteras más entre las cuales no
queremos dejar de mencionar las varias décadas de
autoritarismo militarizado que supimos sufrir los países
centro y sudamericanos.
¿Pasará lo mismo antes de que la nueva
economía
emerja como realidad? La guerra de Irak y su
paradigmático "choque civilizatorio" y los brutales
atentados terroristas del 11-S y el 11-M parecen indicar, cuando
menos, que no será sin traumas.
¿Habrá una alianza sociocultural nueva
entre burguesías emergentes y sectores medios
altamente tecnificados? Todavía hoy están
marginados del mercado aquellas
comunidades y actores sociales desplazados por la revolución
industrial ¿Qué nos hace pensar que los
excluidos digitales correrán mejor suerte?
¿La construcción / destrucción de nuevos
actores capitalistas alcanzará una intensidad tal que
dé sentido y haga necesarias alianzas de otro tipo? O las
viejas corporaciones y sus hábitos monopólicos
lograran establecer algún tipo de corsé sobre los
temblores de la nueva economía.
Como representación cultural la red
desafía a la cultura humana
por la ruptura de las coordenadas espacio temporales que, hasta
ahora, guiaban el ordenamiento fenoménico de cualquier
formación cultural.
Las comunidades ciber–culturales se organizan y
ordenan sin tener en cuenta, necesariamente, el lugar o momento
de acceso de sus integrantes. Generan valores y
sistemas
simbólicos ubicados más allá de cualquier
frontera.
Lo hacen a velocidades crecientes y con una tal
capacidad de transmisión que ningún otro sistema u
organización podría
hacerlo.
Frente a semejante desafío cualquier resistencia
deviene inútil. Aún quienes quisieran mantenerse
aislados del fenómeno están siendo afectados por
él.
Los aborígenes amazónicos apenas supieron
que el destino de su hábitat
estaba siendo resuelto en Londres o Washington pero tenía
la esperanza de presionar a Brasilia – capital
cercana – en pos de sus derechos.
Hoy esos derechos se dirimen más en la red que en
Brasilia. Grupos
ecologistas aúnan voluntades y recursos para operar sobre
ese nicho ecológico al que ya conciben como patrimonio de
la humanidad.
Ese es el trasfondo sobre el cual se propone – en
la versión de Rifkin – una nueva era del acceso
centrada básicamente en la comercialización de
experiencias culturales. ¿Será la gestión
cultural capaz de ocupar un espacio diferente dentro del
"hipercapitalismo cultural" mediado
electrónicamente?
Estos diez años de Internet abierta al
público han visto aparecer y desaparecer ideas, propuestas
y modelos en un número muy difícil de contabilizar.
El propio auge, estallido y resurrección del índice
de acciones
tecnológicas en la bolsa de New York es un claro ejemplo
del vertiginoso cambio de modelos conceptuales de las
TICs.
Sin embargo podríamos demostrar, y no solo por el
absurdo, que el verdadero creador de la red fue Jorge Luis Borges
(3).
Las infinitas galerías hexagonales –
clusters
– que pueblan sus inacabables bibliotecas
– redes – requieren de inquisidores oficiales –
buscadores
– que las recorran y las organicen permanentemente. Sus
juegos babilónicos a la luz de la luna son todavía
más complejos que los juegos de rol que tanto
público atraen en la red.
Ni qué decir del fabuloso Aleph encontrado por
Borges en un
sótano de Buenos Aires
antes de que el siglo veinte abandonara su primera mitad.
Sólo una computadora de
última generación, con cámara digital y
conectada con banda ancha a
una red
planetaria podría ver el mundo desde todos los
ángulos posibles como sí podía el Aleph
borgiano.
Un discurso
metafórico, poblado de analogías, pudo anticipar en
varias décadas la existencia de la red. Y, más
notable aún, describir sus usos.
Además, estamos seguros de que solo nuestra
ignorancia nos impide sostener que otros discursos,
estéticas y autores hicieron lo propio en otras
latitudes.
Pareciera ser que mientras los objetos de la red fueron
creados desde el corazón
mismo de la modernidad, los usos públicos de Internet
entroncan con demandas y símbolos mucho más antiguos para la
especie. Igual que la conjunción entre objeto y
símbolo. Decía Kusch:
"El hacha de piedra y la máquina a vapor son
formas de relación entre hombre y mundo, y responden en
todo caso a una forma de limitación de lo humano frente
a la naturaleza. Un hacha de piedra indica una forma de
enfrentamiento del hombre a la naturaleza y lo mismo ocurre con
la máquina a vapor. La diferencia está, en este
último caso, en que la vinculación se hace ante
todo entre hombres y dentro de la ciudad, de modo que el ciclo
se cierra en el plano humano y se soslaya a la naturaleza"
(Kusch, 1999: 116).
Extendiendo el concepto
podríamos pensar que entre las figuras
antropomórficas de la pintura
rupestre y nuestros internautas hay un conector que la red
potencia: el tan humano gregarismo. Pero al igual que con la
máquina a vapor hay una cierta tendencia a extrañar
a la naturaleza de esta relación, agotarla en la pura
mediación electrónica, como si lo humano pudiera
prescindir del cuerpo.
Pensadas así las TICs se ven un poco menos nuevas
pero bastante más complejas. Es que de este modo las TICs
entroncan con aquello que Kusch llamaba la "gran historia" que hunde sus
raíces en el devenir histórico de la especie
humana, estableciendo relaciones de todo tipo con los deseos, los
sueños, los mitos y los
miedos más profundos de la condición
humana.
Pierden algo del vedetismo que algunos les endilgan pero
ganan en dimensión humana; se vuelven un poco menos
virtuales.
La red, ya lo dijimos, es el rostro luminoso de las
TICs. Tiende a absorber todo lo creado por la especie creciendo
en modo exponencial. Pero detrás sigue transcurriendo lo
humano múltiple con todas sus potencialidades y
desvalimientos.
Sin pretender haber agotado la complejidad de esta
relación entre la Red / objeto y la Red / símbolo
proponemos para Internet, la siguiente
definición:
"Conjunto de dispositivos cada vez más
pequeños y portables con múltiples formas de
interconexión capaces de intercambiar volúmenes
crecientes de información y a velocidades cada vez
mayores al que acceden millones de personas e instituciones
estratificadas según su capital telemático:
competencias
comunicacionales más calidad de
infraestructura" (Sá Souza, 2004: 165).
Intentemos un primer – y provisorio –
recorrido por los componentes de esta
definición:
Objetos: desde las primeras computadoras
que se conectaron en línea en las primeras redes hasta los
teléfonos celulares hay un conjunto de dispositivos que
permiten la conexión a una red desde, casi, cualquier
lugar y en todo momento.
Esto incluye a la arquitectura de
la red, su conectividad. Desde los cables telefónicos
hasta las conexiones satelitales, pasando por la fibra
óptica o las redes eléctricas pareciera que
todo medio sirve para conectarse a las TICs. Estos objetos tienen
una incidencia determinante para la existencia misma del
fenómeno y su estratificación.
Intercambios: la interconexión depende
además de la existencia de protocolos
aceptados por todos los protagonistas, es decir la totalidad de
la especie si se aspira a la plena participación ciudadana en las TICs. Y esto
que es válido para la arquitectura misma de la red no lo
es menos para las posibilidades de interacción entre las diferentes
plataformas y aplicaciones informáticas. Por citar
sólo un caso: la posibilidad de utilizar, indistintamente,
un procesador de
texto de software propietario o de
código
abierto.
Información: nos referimos a toda interpretación y de representación
de la realidad, cualquiera sea el código, la estética, el soporte o la modalidad desde
la cual sea ofrecida. Incluidas, naturalmente, las
representaciones simbólicas, si es que alguna no lo
fuera.
Personas: diferentes habilidades
informáticas y, también, diferentes capacidades de
decodificación de la información condicionan la
utilidad que
cada persona puede
extraer de las TICs, pero, además, pueden determinar desde
una rápida obsolescencia de su empleabilidad hasta su
definitiva, o casi, marginación del mercado.
Instituciones: hasta ahora, y tal como ya
había afirmado un historiador británico (Hobsbawm,
1995) son las instituciones quienes más han tardado en
adaptarse a las TICs y los procesos mucho
más horizontales que ellas generaron.
Estratificación: aunque todos nos
refiramos a la red como si fuera un fenómeno
homogéneo la verdad es que las diferentes calidades de
infraestructura a nivel de localización del usuario
determinan posibilidades de uso muy disímiles. Los
derechos digitales no son iguales para un habitante de Barcelona
o Buenos Aires que para quien habita en un pequeño pueblo
de la mayoría de nuestros países.
Vista la complejidad y diversidad del fenómeno y
aún asumiendo que esto no ha sido más que un
rápido repaso de sus aspectos más visibles
¿Cómo puede abordarlo el campo de la gestión
cultural?
La red no pudo predecir la destrucción de las
torres gemelas, ni la invasión de Irak, ni mucho menos
puede pensar el mundo del 2010. Pero en algún lugar de la
red – objeto están los datos, las
representaciones y los valores
que fueron y serán insumos de esos y otros sucesos y
estrategias que
irán construyendo la historia por venir.
Sin embargos estos elementos están ahí en
tanto meros objetos hasta que alguien logre
desentrañarlos, decodificarlos, recomponer alguna forma de
sentido; es decir, articularlos en un nuevo significado capaz de
ser operativo – influyente en la realidad.
El punto es que no pueden desarrollarse estos
símbolos sin apropiar / inculturar un quantum de objetos.
Y, además, ser capaces de comprender e intercomunicar los
sistemas simbólicos que distintos grupos humanos utilizan
para apropiar desde sus intereses una combinación
determinada de objetos.
La puesta en escena de sistemas culturales diversos
interactuando sobre una plataforma más o menos
común es prioritariamente – aunque no
únicamente – objeto de la gestión
cultural.
Y decimos no únicamente porque la
materialización de planes y programas
tendientes a la ampliación del uso de los objetos es ya
parte del accionar de los gobiernos – en sus distintos
niveles – e incluso de las empresas que,
naturalmente, están interesadas en ampliar el
mercado.
No es este el lugar para poner en discusión la
viabilidad ni el impacto de tales planes sobre la evolución de la red. Pero podemos convenir
que sus acentos están puestos más sobre los objetos
que sobre los sistemas simbólicos. Con la
excepción, quizás, de diferentes iniciativas a
favor del uso de uno u otro idioma.
Queda entonces, como recorte posible de la especificidad
de la gestión cultural, la consideración, el
estudio y el operar sobre aquellos diversos sistemas
simbólicos. Por lo menos como una primera y provisoria
convención que nos permita avanzar sobre el
fenómeno.
Afinar esta mirada supone, como ya dijimos, poner en
cuestión el sentido mismo de este accionar al que llamamos
"gestión cultural".
Cierto es que los diversos paradigmas que operan en el
mundo de la gestión cultural suponen diversas maneras de
comprender este fenómeno al que llamamos "cultura" y, en
último análisis, un modo específico de
concebir lo humano mismo.
En este sentido compartimos aquellas miradas más
vinculadas a las ciencias socio
antropológicas que tienden a concebir a la cultura como
forma integral de vida sin recortes
apriorísticos:
"Una forma integral de vida creada histórica y
socialmente por una Comunidad a
partir de su particular manera de resolver (sentir, percibir,
valorar, concebir, expresar y organizar) las relaciones
esenciales que mantiene con la naturaleza, consigo misma, con
otras comunidades y las diversas manifestaciones de lo sagrado
con el propósito de dar continuidad, sentido y plenitud
a la totalidad de su existencia" (Santillán Güemes,
1985, Pág. 20).
O, como sostiene Rodolfo Kusch, "cultura es estrategia de
vida", en tanto supone el despliegue en el "aquí y ahora"
de un determinado horizonte simbólico sobre un nicho
ecológico concreto. En
una mirada que yendo del horizonte simbólico al suelo tiende a
complementarse dialécticamente con aquellas otras que van
de la estructura a las construcciones simbólicas que dan
cuenta de ella.
En síntesis
concebimos la cultura no como un objeto estático que se da
de una vez y para siempre sino como un proceso
dinámico fuertemente determinado por las decisiones que
toman los sujetos culturales en cada encrucijada temporo –
espacial concreta.
Sobre los contenidos mismos del "gestionar cultura" y su
vínculo con los modelos de acción
actuales nos parece muy interesante la propuesta que hace
Santillán Güemes sobre la "sombra".
Santillán Güemes entiende al campo de la
acción cultural como:
"…un conjunto de intervenciones, acciones, y
estrategias que distintas instituciones gubernamentales, no
gubernamentales, privadas, comunitarias, etc. ponen en marcha
con el propósito de satisfacer las necesidades y
aspiraciones culturales, simbólicas y expresivas, de la
sociedad en
sus distintos niveles y modalidades…" (Santillán
Güemes, 2004: 200).
Caracteriza al espacio cultural actual como
"heterogéneo, complejo y cambiante". Propone la
consideración de dos espacios analíticos –
"conforman una unidad dialéctica" – a los cuales
identifica como "campo de la sombra" y "campo de lo
iluminado":
"… "el campo iluminado" está ocupado por los
poderes culturales hegemónicos y su espectacularidad
mientras que "en el campo de la sombra" interactúan, se
mueven, resisten, crean, se fecundan aquellos que son negados,
reprimidos, simplemente desplazados e ignorados por inofensivos
o, simplemente, están en su estar ahí"
(Santillán Güemes, 2004: 205).
Ubica en este campo a la "gran historia" de Rodolfo
Kusch, aquella "que se da en el plano biológico de la
especie y que no tiene individuos sino comunidades". Y destaca el
"tremendo potencial creativo" que suele ser relegado a la sombra
por políticas culturales que a la hora de operar optan
solamente por lo espectacular cuya "luminosidad" ya está
asegurada por el mercado.
Y propone, finalmente, ubicar el accionar de la
"gestión cultural" a partir de la imbricación
creativa de ambos campos.
Entre otros aspectos ubica en el "campo de la sombra" el
"espacio – tiempo" de la
gestación tanto individual como colectiva; el "orden
cultural instituyente" como intercambio horizontal que desde la
comunidad va tratando de plasmar su obra.
En el terreno de lo "iluminado (o espectacular)" el
"espacio – tiempo de mostración", es decir la
"comunión – comunicación de productos
culturales y artísticos formalizados …" así como
el "orden cultural institucionalizado".
Pensada así la gestión cultural
amplía su campo de acción desde aquello que se
visibiliza de manera inmediata hacia "lo otro" que permanece
oculto o, cuando menos, opacado por la espectacularidad. Incluye,
por su puesto, el espectáculo en sus más variadas
formas; pero también el proceso creativo sin ocultar los
dolores del parto que le
son inherentes. Entendiendo que si uno y otro campo no se
fecundan mutuamente la cultura, en todos los sentidos
posibles del término, no fecunda.
¿Podemos pensar estas categorías como
parte de un paradigma de acción cultural sobre la red? O,
dicho de otro modo ¿La espectacularidad de las nuevas
tecnologías de información y
comunicación opacan otros fenómenos y
circunstancias sobre los cuales la gestión cultural pueda
tener algo que decir? Vamos a intentarlo.
Claro está que ni el tiempo ni los recursos son
los apropiados para intentar una investigación que de cuenta de la totalidad
del fenómeno, sin embargo creemos posible un primer
recorrido que permita poner a prueba las categorías
enunciadas.
Recorridos entre
Gestión Cultural y Nuevas
Tecnologías
A manera de conclusión de lo expuesto hasta
aquí presentamos un cuadro que intenta cruzar las
diferentes variables
consideradas. La utilización de un cuadro responde
más a la idea de "recorrido" del fenómeno antes que
a una visión ya cerrada del mismo.
Lo que intentamos captar aquí es lo
específico del "gestionar cultura" en relación a
las tecnologías de información y
comunicación. Es decir, no estamos proponiendo un programa o
plan integral
de acción lagado un objetivo
concreto; tampoco estamos intentando un método
alternativo de análisis y formulación de proyectos.
Sí nos proponemos intentar un modelo para relevar
el imput de cualquiera de estas matrices
– enfoque de marco lógico, FODA,
etcétera. Concentrándonos, como ya hemos dicho a lo
largo de este texto, más en los elementos
simbólicos que en los duros.
La lectura del
cuadro en forma horizontal – en sus dos primeras columnas
– tiende a crear un diagnóstico ordenado del estado de las
TICs en un ámbito cultural determinado. Es decir supone
una cierta contextualización territorial del
diagnóstico.
En nuestro caso la carga de datos que hicimos en el
cuadro – no pretende ser exhaustiva sino simplemente
indicativa – está basada en el
conocimiento que a este respecto tenemos de la realidad
argentina. También en este aspecto el intercambio de datos
y experiencias a través de la red puede favorecer una
mirada más abierta.
La lectura horizontal tiende a concentrarse más
en alguno de los aspectos intervinientes pero también
dentro del contexto explicitado. Por eso algunos de los aspectos
considerados en el "campo de la gestión cultural" se
repiten ya que abordan el mismo contexto.
La última columna delinea un conjunto de
propuestas destinadas a ser insumo básico de cualquier
ejercicio de programación cultural. Deja – no
podía ser de otra manera – el espacio necesario para
priorizar una u otra acción e, incluso, para encadenarlas
lógicamente según sea el perfil político del
decisor.
Incluso si le agregáramos indicadores
más precisos puede ser útil para programar acciones
más tradicionales como la difusión de un evento
cultural de cualquier tipo, aún con fines
comerciales.
Lo distintivo es que permite pensar el fenómeno
tomando en cuenta todas las variables existentes y no solamente
aquellas que están bajo el foco potente de los intereses
comerciales. Intereses que no tienen porque ser ignorados ni
dejados de lado a la hora de planificar pero sí puestos en
su justa medida.
Allí donde Rifkin nos propone una "batalla entre
las esferas cultural y comercial" la "gestión cultural"
puede construir una estrategia colaborativa que integre todos los
aspectos de la realidad y a la sociedad misma entendida como
"heterogénea, cambiante y compleja".
Imaginemos un taller participativo hecho en cualquiera
de los municipios del interior argentino donde trabajaramos con
esta metodología.
Imaginemos que vamos "cargando datos" sobre la percepción
del fenómeno desde lo iluminado pero también desde
su sombra sin oponer uno u otro espacio ¿Qué
diagnóstico produciría?
Probablemente uno menos técnico, pero
también más cercano a la visión, los
símbolos y los valores de esa comunidad. Una mirada
geocultural desde la cual, luego, adecuar la
técnica.
- Hobsbawm, Eric – 1995. Historia del Siglo
XX. Crítica (Grijalbo Mondadori, S.A.) Barcelona
1996. Primera Edición: Londres. 1995. Título
Original: Age of Extremes. The Short Twentieth Century
1914-1991 - Kusch, Rodolfo – 1976. Geocultura del
Hombre Americano. Ediciones Rodríguez Cambeiro.
Buenos Aires 1976. - Kusch, Rodolfo – 1999. América
Profunda. Editorial Biblos, Buenos Aires, 1999 (Primera
Edición – 1962) - Negroponte, Nicolás – 1995.
Ser Digital. Editorial Atlántida, Buenos Aires,
1995 - Puig Picart, Toni – 1994.
Animación Sociocultural e Integración Territorial, Ediciones
CICCUS, Buenos Aires, 1994. - Rifkin, Jeremy – 2000. La Era del Acceso –
La revolución de la Nueva
Economía. Paidós, Buenos Aires. - Sá Souza, Fernando de – 2004.
Internet, Cultura y Creatividad:
el desafío del talento en red en Santillán
Güemes / Olmos (comp.) El Gestor Cultural, ideas y
experiencias para su capacitación – Buenos Aires, 2004
– Ediciones CICCUS. - Santillán Güemes, Ricardo –
1985. Cultura, Creación Del Pueblo. Ediciones
del CIOS Centro de Investigación y Orientación
Social. Editorial Guadalupe Buenos Aires, 1985 - Santillán Güemes, Ricardo –
2004. Formación Artística:
Celebración de las "sombras"en Santillán
Güemes / Olmos (comp.) El Gestor Cultural, ideas y
experiencias para su capacitación – Buenos Aires,
2004 – Ediciones CICCUS
[1] – Para una mirada sobre esta posibilidad de
pensar los fenómenos digitales a la luz del pensamiento de
Rodolfo Kusch ver: http://www.upcndigital.org/articulo.php?accID=3067
[2] – Para una rápida síntesis de
la historia de la red ver:
http://www.noticiasdot.com/publicaciones/2004/0904/0109/noticias010904/noticias010904-19.htm
[3] – La lectura de
la obra literaria de Jorge Luis Borges bajo esta clave nos ha
permitido ver hasta que punto muchos de los usos
tecnológicos que nos parecen novísimos no son
más que la concreción tecnológica de
antiguas fantasías muy humanas. Cfr. http://www.upcndigital.org/articulo.php?accID=1435
[4] – Un ejemplo interesante de esto es Mate.ar.
En la home de su sitio se informa que durante el año 2003
participaron del premio 1500 sitios argentinos (cfr.
http://www.matear.org.ar/
)
[5] – Adaptamos esta idea del Manifiesto Digital
Argentino que referido al tema educativo propone más
chicos a las computadoras antes que más computadoras a los
chicos; este documento está disponible en: http://www.princecooke.com/pdf/manifiestodigital.doc
[6] – Las interfaces web deben ser
pensadas para bajar con un módem de 56 k y no sólo
para banda ancha; en cualquier caso puede utilizarse el interior
del sitio para aplicaciones más pesadas alertando,
además, al usuario para no trabarle la
navegabilidad.
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transformar, para generar unos nuevos.
Este artículo es obra original de
Ferando de Sá Souza y su publicación inicial
procede del II Congreso Online del Observatorio para la
CiberSociedad: http://www.cibersociedad.net/congres2004/index_es.html"
Ferando de Sá Souza