Relaciones transparentes entre Martí y la familia Mantilla-Millares
- Introducción
- Desarrollo
- Carta-
borrador inédita, sin fecha, posiblemente escrita
después de 1885 por José Julián
Martí Pérez a Victoria Smith y
Millares - Conclusiones
- Bibliografía
Introducción
La existencia de espacios aún no precisados por
los investigadores en la biografía martiana, debido al
desconocimiento de su contexto real y al alcance limitado de la
documentación disponible, obliga a un intenso esfuerzo de
contextualización, uno de cuyos componentes esenciales
debe ser la lógica de las ideas martianas, pues permite la
interpretación de pasajes inexplorados de la existencia de
un hombre que se rigió por principios éticos en su
intensa y breve vida, y por ello se proyectó
invariablemente de manera diáfana en sus actos.
La razón por la cual se realiza el
análisis de la carta enviada por José Julián
Martí Pérez(1853-1895) a Victoria Smith y Millares,
está motivada por la profunda pena que produciría a
todos los verdaderos cubanos tener que aceptar la paternidad de
quien fuera por siempre uno de los seres más queridos para
él, y a quien llegó a querer como su propia hija,
lo que sin duda alguna lo constituyó María Mantilla
y Millares(1880-1962), al permitirse se violen las más
elementales norma de la ética y la moral de quien es
considerado y calificado como "hombre mayor" por Fidel Castro
Ruz.
El permitir semejante ultraje es no poner por encima de
esos criterios de cubanos mal intencionados, incluidos escritores
e historiadores y de otros no residente en el país, los
elementos más significativos que puede observarse
constantemente a través de su basta obra, política,
literaria y personal, que evidencian su estricto sentido del
deber, del honor, de la justicia, de su permanente afán de
servir a los demás y en sentido general de la
invulnerabilidad moral de quien es por méritos propios
considerado el Héroe Nacional de nuestro culto y heroico
pueblo cubano.
Los que admiran sus excelentes y nobles cualidades se
resisten a creer que pueda ser cierto que haya caído en
ese repugnante vacío, pues de serlo, entonces su
maravillosa y ejemplar obra estaría colmada de falsedades,
por lo que el objetivo que persigue este trabajo es demostrar los
valores morales que se observa en la carta que sirve de
referente, así como los mantenidos en momentos
difíciles de su vida.
El pilar que se le dará tratamiento es el de la
Ética ya que ella es la que rige la conducta del
más grande de todos los cubanos del siglo XIX.
Dentro de los factores vinculantes se abordará la
Moral destacándose, la discreción, la lealtad a la
pareja, la amistad y el respeto al hogar.
Desarrollo
Para promover una interpretación acertada de esta
figura excepcional de nuestra historia y de América que
fue José Martí resulta imprescindible destacar todo
lo que se integró en el crisol de ideas del Apóstol
y la enorme influencia que continuó ejerciendo
después de su desaparición
física.
Los cubanos tenemos el deber de mostrar, con mayor
precisión y actualizando sus ideas y formas de
actuación ante la vida de quien fue un Genis de la
política, la literatura y del pensamiento universal y al
que Grabiela Mistral lo caracterizara como "el hombre más
puro de la raza".
Lo que lo hace excepcional es que unido a una
vocación de sacrificio va su extraordinaria inteligencia,
su talento superior y su vasta cultura, también su
capacidad de organizar, reunir hombres, así como sus
grandes dotes para la acción. Alcanzó en grado
superior, virtudes que podemos representar en tres ideas: amor,
inteligencia y capacidad de acción, todo ello forjado por
una indoblegable voluntad creadora y humanista.
En la década de 1870, estando la región
oriental de Cuba en plena guerra por la independencia, Manuel
Mantilla y Sorsano (1842–1885), con su esposa Carmen
Millares y Peoli (1846-1925) y su pequeño hijo Manuel
Mantilla Millares (1870-1896), partieron de Santiago de Cuba, su
tierra natal, hacia los Estados Unidos y se asentaron en Nueva
York, donde él [padre] se dedicó al comercio del
tabaco y ella [madre] instaló una casa de
huéspedes. Poco después, antes del arribo de
Martí a aquella ciudad, procrearon dos hijos más:
Carmen Mantilla Millares (1873-1940) y Eduardo Mantilla Millares
(1878 – ).
El 28 de septiembre de 1879, Martí, como
consecuencia de sus actividades conspirativas por la
independencia contra el colonialismo español, salió
desterrado hacia la península. Establecido en Madrid, el
18 de noviembre de ese año le dirigió una carta a
su amigo Miguel Francisco Viondi y Viera, en La Habana, en la
que, refiriéndose al estado de ánimo en que se
encontraba, lejos de su querido hogar le dice:
No hay Viondi, a la par de los altos deberes, placer
más dulce ni dolor más grande que el que causa
estar cerca o estar lejos de esas criaturas, en las que, por
transfusión maravillosa, está el calor de todos los
amores. En vano se busca el alma, quedada en ellos. Perderlos es
menester para mejor amarlos. Ni mujer bella, ni niño
hermoso, cuando estamos lejos de nuestra mujer y nuestro
hijo[1]
Es difícil pensar que a solo tres meses de haber
escrito esto, Martí le haya sido infiel a su esposa y que
por más era la madre de su único hijo. En Madrid
permaneció varias semanas, hasta diciembre, cuando se
trasladó a Francia: pasó unos días en
París (donde conoció al excelente escritor
Víctor Hugo) y el 20 de ese propio mes zarpó en el
vapor Francia hacia los Estados Unidos. El 3 de enero de 1880
desembarcó en Nueva York y se dirigió a la
residencia de su amigo y excompañero de presidio Miguel
Fernández y Ledesma, radicado en la urbe neoyorkina con su
esposa Angela del Castillo y Agramonte y su pequeña hija
Isabel Carolina, cariñosamente conocida como Cocola. Su
amigo le facilitó provisionalmente alojamiento, y
días después Angela le recomendó la casa de
huéspedes de Carmen Millares de Mantilla, sita en 51 East,
25 Street, adonde se trasladó.
Pronto el trato diario lo familiarizó con el
matrimonio, y meses más tarde, el 6 de enero del siguiente
año, apadrinó en el bautizo a su recién
nacida hija María Mantilla y Millares. Es necesario
aclarar que de acuerdo con los reglamentos tradicionales de la
Iglesia Católica, un padre no puede ser padrino de su
propio hijo, lo cual se considera un sacrilegio. Sabiendo el
amplio conocimiento que poseía Martí de las
religiones y el extremo que siempre mantuvo para todas las
creencias, es muy difícil pensar que haya cometido esa
felonía.
Tal era el amor que sentía Martí por su
esposa e hijo, que a solo cinco días de su arribo a Nueva
York, sin trabajo y sin medio alguno de subsistencia, le
dirigió una carta a su amigo Viondi en La Habana en la que
le adjuntaba el "billete de pasaje Habana a New York", para
calmar su: presente y honda angustia",[2] por lo
que se colige la gran necesidad que sentía de tenerlos a
su lado.
Martí repudiaba al tal extremo el adulterio, que
quiso dejar constancia de ello y escribió un drama que
tituló Adúltera, en el cual le da a la mujer el
nombre de Fleisch (Carne), y al del amante Possermann (Hombre
vil), y comienza esta obra con la siguiente introducción:
"A los 18 años de mi vida, estuve por las vanidades de la
edad, abocado a una grave culpa…" Por lo que es de pensar
incuestionablemente que si en los albores de la juventud, estando
soltero y con la efervescencia propia de su edad, fuese capaz de
contener esos impulsos, ¿cómo es posible que a los
veintisiete años, ya casado, haya cometido esa "gran
culpa", con la mujer de un hombre que lo estimó como
él mismo expresa en la carta a Victoria Smith?
Por otro lado debemos tener en cuenta el alto concepto
que sobre él tenía otra hija del matrimonio
Mantilla Millares, es decir Carmita, cuando en carta escrita por
esta y que respondía a una que él le enviara
expresa:
Recibí su cariñosísima y linda
carta fechada el 2 de febrero, la cual me dio muchísimo
placer. Cuando uno lee una carta como esa ve uno más claro
la maldad, vanidad e ignorancia de la gente. Para mí, y
todos los que le conocen a Vd., como yo, Vd. Es el hombre
más cercano a la perfección que existe. Quisiera
tener tiempo y poder explicar los méritos en palabras, los
méritos que yo soy capaz de
reconocerle.[3]
Veamos ahora, cómo valoró Martí las
nobles cualidades de Carmen, la madre, en las líneas con
las que les contestó esa carta a Carmita: "Quiere mucho a
tu madre, que no he conocido en el mundo mujer mejor. No puedo,
ni podré nunca, pensar en ella sin conmoverme, y ver
más clara y hermosa la vida. Cuida bien ese tesoro".
¿Pudo tener Martí este hermoso criterio de una
mujer que sin respeto a su hogar ni a sus pequeños haya
traicionado a su esposo entregándosele a solo un mes de
haberlo conocido?
Sobre Carmen Millares, esa incansable patriota olvidada,
a la que debemos tanto los cubanos, deseo decir, con el respeto y
la admiración que merece, que no solo cuidó
amorosamente a Martí en sus enfermedades, sino que lo
alentó en los momentos más difíciles de su
ardua labor de unir a sus compatriotas, y en la de recaudar
fondos para la lucha armada. Fue una de las fundadoras de los
bazares en Nueva York, en los que se vendían variados
artículos artesanales, bellamente bordados o tejidos por
las cubanas, cuyas ganancias eran destinadas a engrosar los
fondos del Partido Revolucionario Cubano.
A través de la basta obra martiana, tanto
literaria, política y personal, puede observarse
constantemente su estricto sentido del deber, del honor, de la
moral, de la justicia y su permanente afán de servir a los
demás.
Además, deseamos acotar que algunas de las
personas malintencionadas que comentaban que el esposo de Carmen
Millares es decir Manuel Mantilla era un hombre mucho mayor que
ella, al comprobarse que al morir solo contaba con cuarenta y dos
años de edad, expandieron el dudoso argumento de que
padecía de invalidez, lo cual se ha demostrado que era
falso, ya que antes de fallecer estaba activo en su negocio de
tabaco, y que la causa de su deceso fue, de acuerdo con su
certificado de defunción, una "enfermedad mitral del
corazón".
No pretendemos endiosar a Martí, sino situarlo y
venerarlo como un hombre; pero como un hombre de una
extraordinaria sensibilidad humana y con un muy arraigado
concepto de la amistad, el respeto a las esposas, la
discreción y la fidelidad al amor.
Consideramos que toda la divulgación
mediática que se le ha dado al caso de otorgarle a
Martí la paternidad de María Mantilla, tiene su
origen en dos hechos que careciendo de toda validez
jurídica, pero teniendo como protagonistas principales a
María Teresa Bances y
Fernández-Criado(1890-1980)viuda de Pepe Martí al
contarle a Nidia Sarabia[4]la impresión que
le causó al ver por primera vez a María Mantilla en
ocasión de su asistencia al homenaje que se realizó
en enero de 1953 al conmemorarse el centenario de José
Martí y la carta-respuesta que envía María
Mantilla a Gonzalo de Quesada y Miranda cuando es de su
conocimiento las declaraciones que fueron realizadas en La Habana
a fines del año 1958 por el Dr. Alfredo Vicente
Martí y Sáenz asegurando públicamente en ser
nieto de José Martí Pérez, según le
había confesado su madre María de la
Concepción Sáez y que no pudo presentar prueba
documental alguna que lo confirmara.
A continuación reproducimos el
testimonio.
[Cuál no sería mi sorpresa al anunciar la
llegada de María Mantilla. Cuando la vi por primera vez en
persona y bastante cerca, me impresionó el parecido que
tenía con Pepe Martí, mi esposo, ya fallecido. No
podía creer que ese parecido físico guardara
relación con Pepe. A medida que la veía conversar
con los que la rodeaban, me percataba que en sus ademanes, su
sonrisa, su forma hasta de sentarse, aparte del parecido
físico como la cara, las manos, eran tan iguales a las de
Pepe Martí, que no pude por menos de convencerme que
existía un parentesco entre ambos. No obstante mi
observación, mi intuición femenina, no fuimos
presentadas, y de inmediato abandoné el lugar. En realidad
me impactó ese parecido, aunque no tenía nada para
probarlo. María Mantilla era una mujer distinguida.
Había mucho de ella con mi esposo, Pepe Martí y
Zayas-Bazán].[5]
A continuación reproducimos la
carta-respuesta.
Los Ángeles, febrero 12-1959
Sr. Gonzalo de Quesada,
La Habana, Cuba.
Querido Gonzalo
Usted pensará que por qué le escribo hoy
carta, a lo cual le diré lo siguiente. Ayer he recibido el
número de Patria de enero, y puede usted suponer mi
asombro al leer la declaración del Dr. Alfredo Vicente
Martí- que presume llamarse "nieto de José
Martí"- ¿Quién es este señor que ha
dejado pasar tantos años sin darse a conocer? Yo, con toda
la autorización que poseo le aseguro que nada de esto
puede ser verdad. Yo, como usted sabe soy la hija de
Martí, y mis cuatro hijos, María Teresa,
César, Graciela y Ernesto Romero, son los únicos
nietos de José Martí. Desde el año 1880,
año en que yo nací Martí vivió en mi
casa, rodeándome de infinito amor y protección,
hasta el día en el año 1895 que salió para
Santo Domingo a juntarse con Máximo Gómez, y luego
el famoso desembarco en Cuba. ¿Usted me preguntará
por qué este relato mío? Porque tengo que defender
el nombre de mi padre, ante los cubanos que veneran el nombre de
José Martí. Yo sé, Gonzalo, que usted
conociendo también la historia de la vida de mi padre,
dará todos los pasos para rectificar esta falsa
declaración del Dr. Alfredo Vicente
(¿Martí?) y también quiero dar a conocer los
nombres de los cuatro biznietos de Martí, Robert y
Holly-Hope-hijos de Graciela-y Victoria María y
Martí-los hijos de Eduardo.
Le aseguro que este asunto me ha causado mucho pesar, y
realizando que no me queda muchos años más de vida,
quiero dar a conocer al mundo este secreto que guardo en el
corazón con tanto orgullo y
satisfacción.
Espero me perdone este desahogo del alma, que siento tan
necesario en este momento.
Mis recuerdos a Elvira y para usted el afecto sincero de
su amiga,
María Mantilla de
Romero.[6]
Debemos también tener en cuenta la
convicción que tenía Clara
Pujals[7]Vda. De Quintana al ser entrevistada por
Nidia Sarabia acerca de tan delicado asunto en Santiago de Cuba,
cuando le expresó su negativa de aceptar cualquier
vínculo familiar y de sangre entre el héroe cubano
José Martí y la patriota del silencio Carmen
Millares.
Carta- borrador
inédita, sin fecha, posiblemente escrita después de
1885 por José Julián Martí Pérez a
Victoria Smith y Millares
Victoria:
Carmita me ha dado conocimiento de la carta que le
escribe a V., y en que se refiere a mí. Es difícil,
Victoria, que una persona de su tacto y bondad, haya sabido
prescindir por completo de uno y de otra. De mí,
perdóneme que le diga que no tengo que responder a V.
Tengo un sentido tan exaltado e intransigente de mi propio honor,
un hábito tan arraigado de posponer todo interés y
goce mío al beneficio ajeno, una costumbre tan profunda de
la justicia y una seguridad tan de mi mismo, que le ruego me
perdone si soy necesariamente duro, asegurándole que ni mi
decoro, ni el de quien por su desdicha esté relacionado
conmigo, tendrá jamás nada que temer de mí,
ni requiere más vigilancia que la propia mía. Yo
sé padecer por todo, Victoria, y consideraría en
llano español, una vileza quitar por ofuscaciones amorosas
el respeto público a una mujer buena y a unos pobres
niños. Puedo afirmar a V., ya que su perspicacia no le ha
bastado esta vez a entender mi alma, que Carmita no tiene, sean
cualesquiera mis sucesos y aficiones, un amigo más seguro,
y más cuidadoso de su bien parecer que yo. Además,
debe V. estar cierta de que ella sabría, en caso
necesario, reprimir al corazón indelicado que por
satisfacer deseos o vanidades tuviese en poco el porvenir de sus
hijos. En el mundo, Victoria, hay muchos dolores que merecen
respeto, y grandezas calladas, dignas de
admiración.
De Carmita, pues, no le digo nada, porque ella sabe
cuidarse. Y de mí no le puedo decir mucho ya que no tengo
ni la inmodestia necesaria para referirle a V. mi vida, que he
mantenido hasta ahora por encima de las pasiones y de los hombres
y tiene por esto mismo fama que no he de perder; ni tengo el
derecho de escribir a V. que es dama, las palabras alborotadas
que como cuando uno se ve desconocido en su mayor virtud, me
vienen a la pluma.
Una observación, si me he de permitir
hacerle.
Leída por un extraño, como yo, la carta de
V. a Carmita no parece hecha de mano amorosa; sino muy cargada de
encono: ¿cómo, Victoria, si V. no es así,
sin duda? No solo tiene V. el derecho, sino el deber, de procurar
que no sea Carmita desventurada; y si sospecha V. que quiere a un
hombre pobre, casado, y poco preparado para sacar de la vida
grandes ganancias, haría V. una obra recomendable
urgiéndola a salir de esta afición desventajosa.
Por supuesto que sí, libre de hacer en su alma, salvo el
decoro de sus hijos y el propio, lo que le pareciese bien, si
insistiese en esto, sería un dolor, pero un dolor
respetable, puesto que no se vendía a nadie por
posición social, protección o riqueza, sino que, en
la fuerza de su edad y de sus gracias, a la vez que no daba a su
cariño más riendas que los que no pueden ver el
mundo ni sus hijos, se consagrara sin fruto y en tristeza y el
silencio a un cariño sin recompensa, y a la
privación de las alegrías que de otro modo pudieran
todavía esperarla. Esto, mundanamente, sería una
locura, como sé yo muy bien, y le digo a cada momento, y
estoy seguro de que si fuese el caso, se le dejaría
siempre inflexiblemente en la más absoluta libertad de
obrar por sí, y no se impediría jamás por
apariencia impremeditadas de hoy las soluciones de mañana.
Pero esas penas calladas, Victoria, merecen de toda alma
levantada, cuando se llevan bien, una estimación y un
respeto que en su carta faltan.
Ahora, de murmuraciones, ¿qué le he de
decir? Ni Carmita ni yo hemos dado un solo paso, que no
hubiera dado ella por su parte naturalmente, a no haber vivido
yo, o que en el grado de responsabilidad moral, de piedad, si V.
quiere, que su situación debe inspirar a todo hombre
bueno, no hubiere debido hacer un amigo íntimo de la casa,
que no es hoy más de lo que fue cuando vivía el
esposo de Carmita.
Yo le repito que de esto sé cuidar yo: si
alguna mala persona, que a juzgar por la estimación
creciente que de ella por su parte y yo por la mía vivimos
rodeados, sospecha sin justificación posible y contra toda
apariencia que ella recibe de mí un favor que la manche,
esa, Victoria, será una de tantas maldades, mucho menos
imputables y propaladas que otras, que hieren sin
compasión años enteros a personas indudablemente
buenas, que la soportan en alma.
Ya es tiempo de decirle adiós, Victoria. Con toda
el alma, y no la tengo pequeña, aplaudo que si sospecha
que Carmita intenta consagrarme la vida, desee V. apartarla de un
camino donde no recogerá deshonor, porque a mi lado no es
posible que lo haya, pero sí todo género de
angustias y desdichas. Y si en el mundo hay para ella una salida
de felicidad, dígamela y yo la ayudare en ella. Pero V.
no tiene el derecho de suponer que lo que mi cariño me
obligue a hacer por la mujer de un hombre que me estimó y
sus hijos huérfanos es la paga indecorosa de un favor de
amor. Por acá, Victoria, en estas almas solas, vivimos
a otra altura. Sea tierna, amiga mía, que es la
única manera de ser bueno y de lograr lo que se
quiere.
He escrito a V. tanto, más porque me apena que
sea injusta con Carmita, que por mi mismo que no me hubiera
atrevido a molestar en mi propia su atención por tanto
tiempo.
Conclusiones
José Martí actuó con un gran
realismo y sentido práctico, lo que lo hace ser fiel a su
pensamiento "hacer es la mejor manera de decir". A la justicia no
se puede renunciar sin renunciar a ser hombre, y Martí lo
era en el grado más alto.
Al realizar una lectura pormenorizada de los testimonios
y cartas que se presentan en el cuerpo del trabajo, nos pueden
llevar los primeros a otorgar con mucha justeza la paternidad a
María Mantilla de José Martí, pero ello no
sería suficiente, ya que no están avalados por
pruebas técnicas que solo la ciencia podría
demostrar sin error de cálculo alguno y que por otro lado
y a pesar de la distancia en el tiempo en el que son publicados
carecen de toda afirmación de los involucrados
directamente en tan resonante supuesta VERDAD como son
Martí y Carmen Millares.
La carta-respuesta que envía José
Julián Martí Pérez a Victoria Smith y
Millares prima de Carmen Millares y Peoli por una supuesta
relación o inclinación amorosa entre ambos y por
consiguiente su desaprobación, encontramos como hilo
conductor, una lección de principios éticos y
lógicos que de ellos se derivan, permitiendo que cobre con
sentido más completo pasajes de su vida privada,
disminuyendo las consecuencias de acontecimientos que de alguna
manera pueden permanecer ignorados, o peor aún, mal
interpretados.
En todo el texto se estratifica un derroche de
principios morales en cuanto a esa "posible" relación
amorosa, que van pasando por escalas cada vez más
aleccionadoras y consagratorias de la personalidad del
Apóstol, tales como LA DISCRECIÓN, RESPETO AL
HOGAR Y LOS HIJOS, LEALTAD A LA PAREJA Y A LA
AMISTAD.
Bibliografía
Martí, José Julián
(1975). Obras Completas, Tomo XX, Editorial de Ciencias
Sociales, La Habana._____ b. (1975). Obras Completas, Tomo
XX, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana._____c) (1975). Obras Completas, Tomo
XX, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana.Martí, José Julián
(2005). Destinatario, Casa Editora abril, La
Habana.Sarabia, Nidia. (1990). La Patriota del
Silencio Carmen Miyares. Editorial Ciencias Sociales. La
Habana.
Autor:
Lic. José Raúl
Casañola González
2011
[1] José Martí, Obras
Completas, Tomo XX, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana,
1975, pp. 273-274. (En lo adelante se citará como
OC.)
[2] Ibídem, pp. 281-282.
[3] Destinatario: José Martí,
Casa Editora Abril, La Habana, 2005, p. 441.
[4] Autora del libro, La Patriota del
Silencio Carmen Miyares, 1990.
[5] Sarabia, Nidia. La Patriota del Silencio
Carmen Miyares. Editorial Ciencias Sociales. La Habana. 1990.
p.95.
[6] Ibídem, pp.98-99.
[7] Convivió con Martí en la
casa de huéspedes que tenía Carmen Millares en
Nueva York.