- Introducción
- Ubicación histórica del autor y
de la obra - Estructura interna de El hombre en busca de
sentido - Relación la felicidad y el fin
último - Conclusión
- Bibliografía
Introducción
Al leer en una hoja "Frankl, el hombre
en busca de sentido"[1] no pudimos escapar a
la pregunta ¿Qué sentido tiene la vida del hombre?
¿En qué reside la felicidad de la persona humana?
¿Qué sentido tiene mi vida, lo que hago cada
día? ¿Hacia dónde se dirige? Al instante
pensamos en que el sentido de la vida es la felicidad. Por eso,
éste trabajo propone un recorrido por la obra del
psiquiatra Víctor Frankl, prisionero en el campo de
concentración de Auschwitz, durante la Segunda Guerra
Mundial; relacionando esta obra con el tema de la felicidad y el
fin último.
Desarrollo:
Ubicación
histórica del autor y de la obra
La historia de esta obra apareció
por primera vez en 1946 en Alemania con el título Ein
Psychologe erlebt das Konzentrationslager (Un
psicólogo en un campo de
concentración)
Viktor Emil Frankl nació en Viena,
Austria el 26 de Marzo de 1905. Esta ciudad era entonces capital
del Imperio Austro-húngaro y un gran centro cultural e
intelectual de Europa, siendo cuna de grandes músicos,
intelectuales y científicos.
Su familia era de religión
judía, motivo por el cual, luego será presa del
holocausto. Desde muy joven descubrió su vocación
de médico e ingresó a la facultad de medicina de la
Universidad de Viena, allí se especializó en
neurología y psiquiatría. En ese tiempo estudia el
psicoanálisis de Sigmund Freud, con el que no está
de acuerdo en su postura determinista ni con su visión
reduccionista del hombre.
Un mérito de Frankl fue fundar una
de las escuelas de psicoterapia a la que llamó
Logoterapia. Dentro de sus conceptos incluye el sufrimiento como
algo intrínseco a nuestra naturaleza humana y como
oportunidad de desarrollo, aprendizaje y sentido.
En 1941 contrajo matrimonio a los 36
años de edad.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1942,
fue llevado a diversos campos de concentración nazis
incluidos Auschwitz y Dachau. Es allí donde vive el horror
del holocausto hasta el 27 de abril de 1945, día en que es
liberado por el ejército norteamericano. De esta
dramática situación vivida, escribe esta
maravillosa obra en la cual retrata su experiencia como
prisionero en un campo de concentración bajo la mirada de
un psiquiatra. Expone que en las más aberrantes y extremas
condiciones de sufrimiento y deshumanización, el hombre
debe encontrar una razón para vivir, basada en su
dimensión espiritual. Lo divide en tres fases: una que
trata del internamiento en el campo, otra de la vida en el campo
y la última de la liberación.
Esta publicación que originalmente
se llamó Un psicólogo en un campo de
concentración es la que conocemos ahora como El
hombre en busca de sentido, la misma que ha sido publicada
en 18 idiomas.
Estructura
interna de El hombre en busca de sentido
En la Primera fase, el psiquiatra
expone que el síntoma característico de las
personas que ingresaban al campo de concentración (o
lager) era un shock muy intenso y que solía presentarse
antes de entrar al mismo.
"La psiquiatría conoce un estado de
ánimo denominado la "ilusión del indulto"
[…] es un mecanismo de amortiguación interna
percibida por los condenados a muerte justo antes de su
ejecución"[2]. Los prisioneros
sentían una leve esperanza de que aquello no seria tan
cruel o de que serían liberados de inmediato, en
último término de que todo terminaría con un
final feliz.
"Éramos incapaces de captar la
auténtica realidad de nuestra condición y se nos
escapaba el significado de los acontecimientos"
[3]
Luego de su llegada al campo se realiza la
primera selección, "el primer veredicto sobre nuestra
aniquilación o nuestra supervivencia"[4].
Allí, cerca de un noventa porciento de las mil quinientas
personas que habían viajado hacia Auschwitz, hacinadas en
los vagones de un tren, fueron ejecutadas en los "baños" o
cámaras de gases y de allí eran conducidos a los
hornos crematorios. De allí los pocos que habían
sobrevivido eran llevados a la cámara de
desinfección, en donde eran desnudados y afeitados, y como
si ello fuera poco, desprovistos de las pocas cosas de valor que
habían conseguido conservar, como el anillo de bodas o
alguna medalla.
Con el paso del tiempo se
desvanecían las ilusiones que tenían de salir de
ese lugar. Se sentían embargados por un sentido del humor
extraño y también de una cierta curiosidad. "Con
ella lográbamos distanciar la mente de la realidad
circundante y así se facilitaba el contemplar lo real con
una cierta objetividad […] Estábamos ansiosos por
descubrir lo que sucedería después de cada
acontecimiento"[5]
Lo que en la vida cotidiana resultaba
imprescindible, en el campo de concentración no lo era:
los prisioneros no dormían el número de horas
determinado para poder sobrevivir, no tenían la ropa
adecuada para abrigarse del clima frío, no podían
higienizarse debidamente "A veces, cuando las
cañerías se helaban, pasábamos varios
días sin lavarnos, ni siquiera alguna parte del cuerpo y,
sin embargo, las heridas y las llagas de las manos, sucias del
trabajo en la tierra, no supuraban –a menos que se
congelasen-."[6], no se nutrían bien y
acorde al trabajo forzado que realizaba.
En este estado de shock, a todos en
algún momento les rondaba la idea del suicidio, pues
aquí se perdía el temor a la muerte. "Pasados los
primeros días, hasta las cámaras de gas se
observaban con un horror atenuado y soportable: al fin y al cabo
le ahorraban a uno la decisión y el acto de
suicidarse"[7].
"La reacción de un hombre frente a
su internamiento en un campo de concentración supone
también un estado psíquico anormal, pero si se
juzga objetivamente, en función de la situación en
el lager, es una respuesta normal […] supone una
reacción típica dadas las dramáticas
condiciones de vida"[8].
En la Segunda fase se habla de
todo lo relacionado con la vida en el campo de
concentración, una vez que se ha tomado conciencia de que
no se saldrá de allí, sin haber experimentado el
sufrimiento hasta las fases más hondas del ser humano,
pues aquí, es desprovisto y tratado como un animal, sin la
dignidad propia del hombre. Es aquí donde se pone en
marcha un mecanismo: el tema del sentido de la vida, pues de
acuerdo a como cada prisionero conciba esto, dependerá su
visión de la vida en el campo y de un futuro esperanzador
y feliz, y es lo que será el motor para seguir
sobreviviendo en ese mundo hostil que es el lager.
Enumeraremos aquí las
características propias de la vida en el campo de
concentración:
* Fase de apatía generalizada que
luego terminaba en una ausencia de emociones, y actuaba como
mecanismo inevitable de autodefensa. Esto se intensificada con
una añoranza por su familia y luego una repugnancia frente
a la fealdad que le rodeaba en el lager. Cuando los prisioneros
se adaptaban a la vida del campo, sus sentimientos se debilitaban
y podía contemplar cualquier escena de manera indiferente.
"Apático e indiferente podía seguir mirando"
"Repugnancia, piedad, indignación y horror eran emociones
vedadas en la psicología del
prisionero"[9].
"El prisionero enseguida construía,
gracias a esa insensibilidad, un caparazón afectivo que
actuaba como un íntimo escudo protector […] en esos
momentos no es el dolor físico lo que más duele
sino la humillación y la indignación provocadas por
la injusticia, por la cruda irracionalidad de todo
aquello"[10].
* El insulto que acompañaba a la
crueldad física era causa de indignación incluso en
los prisioneros más veteranos del lager.
* Los deseos y aspiraciones de las personas
se manifestaban claramente en sus sueños "con pan,
pasteles, cigarrillos y baños de agua
templada"[11]. Uno de los afanes era conseguirse
alimento, pues la dieta diaria se reducía a una
única ración de "sopa" y un trozo pequeño de
pan. Ni siquiera en los sueños aparecía el deseo
sexual. Esto descalifica el psicoanálisis que postula que
los deseos inhibidos deben presentarse en los mismos.
* Una característica principal era
la carencia fundamental de vida sentimental porque todo lo que no
sirviera para conservar la propia existencia carecía de
interés. Sufríamos en el lager de una
"hibernación cultural" con dos excepciones: la
religión y la política. "Especialmente
conmovían y enternecían las oraciones o los ritos
improvisados en un rincón del barracón o en la
penumbra del camión de ganado en que regresábamos
al campo desde el lejano lugar de
trabajo"[12].
"Las personas de mayor sensibilidad,
acostumbradas a una rica vivencia intelectual sufrieron
muchísimo (su constitución era endeble o
enfermiza), sin embargo, el daño infligido a su ser
íntimo fue mucho menor, al ser capaces de abstraerse del
terrible entorno y sumergirse en un mundo de riqueza interior y
de libertad de espíritu".[13]
* La experiencia del amor era una de las
fuerzas o motivaciones que tenía la persona para seguir
luchando por su vida: "el amor es la meta más elevada y
esencial a la que puede aspirar el hombre".[14]
Frankl describe cómo el recuerdo de su esposa lo hace
aferrarse a la vida aún sin saber si ella vivía.
"El amor trasciende la persona física del ser amado y
encuentra su sentido más profundo en el ser espiritual del
otro, en su yo íntimo"[15]. Vemos
cómo el hombre a pesar del sufrimiento puede realizarse en
la contemplación de la imagen de una persona amada, y
así puede saborear la felicidad, aunque sea sólo un
suspiro de ella.
El amor que sentía por su familia y
por su esposa le daba fuerza para continuar luchando. Así,
escribiría después "[…] la salvación
del hombre sólo es posible en el amor y a través
del amor"[16].
Estos recuerdos de su vida normal, lo
ayudaban a sobrellevar los malos momentos durante su
estadía en el campo, pero no consistían en
abstraerse de la realidad, sino era una especie de
enriquecimiento del presente con vivencias anteriores.
* A medida que el prisionero intensificaba
su vida interior, se protegía del vacío, la
desolación y la pobreza espiritual de su existencia
actual. Utilizaba su imaginación para entretenerse en
algunos sucesos de su pasado en cosas cotidianas e
insignificantes. Eso lo hacía un hombre más
interior que podía apreciar la belleza del arte y de la
naturaleza.
* El humor, aunque duraba escasos minutos,
"proporcionaba el distanciamiento necesario para sobreponerse a
cualquier situación"[17]. Por momentos
olvidaban el sufrimiento inherente al campo de
concentración.
* Si el prisionero no luchaba por mantener
sus principios morales terminaba perdiendo la conciencia de su
individualidad (inteligencia propia, voluntad interior e
integridad personal)
* En ocasiones era necesario alejarse de
todos, esos breves momentos en que podía recuperar
algo de su intimidad y privacía "el prisionero anhelaba
estar a solo consigo mismo y con sus pensamientos. Añoraba
intimidad y soledad"[18].
*Además de la apatía, otra
característica psicológica del prisionero era la
irritabilidad, agudizadas éstas, por el hambre y la falta
de sueño. A esto se sumaba la falta de cafeína y
nicotina, que eran una ayuda para aplacar éstas
características.
A estas causas físicas se sumaban
las psicológicas (especie de complejo de inferioridad:
"Todos fuimos –o creímos ser- "alguien" en nuestra
existencia anterior"[19]). Los prisioneros de
mayor rango (kapos, cocineros, intendentes, policías) no
se sentían degradados, sino promovidos. La irritabilidad
era excesiva cuando se encontraba frente a la apatía de
los demás, particularmente cuando había situaciones
de peligro, como por ejemplo, las inspecciones.
* Con todo lo descrito hasta aquí
podemos pensar que el hombre es un ser completa e inevitablemente
determinado por su entorno, que en este caso es anormal y
contiene leyes dominantes y represivas. Sin embargo, según
Frankl "las experiencias de la vida en un campo demuestran que el
hombre mantiene su capacidad de elección […] al
hombre se le puede arrebatar todo excepto una cosa: la
última de la libertades humanas –la elección
de la actitud personal que debe adoptar frente al destino- para
decidir su propio camino."[20]. Cada hombre
es libre interiormente para decidir, aún en circunstancias
como estas, pues conserva la dignidad de ser humano, y es la
libertad lo que le da a la existencia humana una intención
y un sentido. Viktor Frankl enumera las tres formas que permiten
descubrir, según la situación en la que se
encuentre el sujeto, el sentido de la vida:
Una vida activa cumple con la finalidad de
presentar al hombre la oportunidad de desempeñar un
trabajo que le proporciona valores creativos; una vida de
contemplación también le concede la ocasión
de desplegar la plenitud de sus vivencias al experimentar la
conmoción interior de la belleza, el arte y la naturaleza.
Pero también atesora algún sentido la vida
huérfana de creación o de vivencia, aquella que
sólo admite una única posibilidad de respuesta: la
actitud erguida del hombre ante su destino adverso, cuando la
existencia le señala inexorablemente un camino […]
aún así la vida continúa ofreciendo un
sentido. En síntesis, cualquiera de los distintos aspectos
de la existencia conserva un valor significativo, el sufrimiento
también. El Realismo nos avisa que el sufrimiento
es una parte consustancial de la vida, como el destino y la
muerte. Sin ellos la existencia quedaría
incompleta.[21]
Todo esto es lo principal de la logoterapia
de Frankl, Vida Activa, Vida Contemplativa y Valor del
Sufrimiento.
* La actitud con que el hombre acepta su
destino y todo el sufrimiento que le acompaña es una
oportunidad para darle a su vida un sentido más profundo.
En la lucha por sobrevivir puede olvidarse su dignidad humana,
entonces se comporta como un animal. "En esa decisión
personal reside la posibilidad de atesorar o despreciar la
dignidad moral que cualquier situación difícil
ofrece al hombre para su enriquecimiento
interior"[22]. Por medio del sufrimiento el hombre
con mucho sacrificio siempre puede conquistar algún
valor.
* Una de las influencia negativas para el
prisionero era el hecho de desconocer el tiempo que
duraría su internamiento. Frankl la llama "existencia
provisional". "El hombre, incapaz de vislumbrar el fin de su
"existencia provisional" tampoco puede orientarse hacia un
objetivo o una meta vital"[23] . Ante la ausencia
de metas futuras ocupaban su mente de recuerdos, y así se
refugiaban en algo irreal, desaprovechando las ocasiones de
realizar acciones positivas. La existencia provisional les
hacía perder el sentido de la vida. "Existe una
relación entre el estado de ánimo de una persona
-su valor y su esperanza, o su falta de ambos- y el estado de su
sistema inmunológico." [24]Si la persona no
tiene esperanza puede llegar a morirse. Muchas personas se
murieron porque su capacidad de resistencia se
debilitó.
* En este punto citaremos algunas partes de
la obra en las que el autor habla del sentido de la vida y de
cómo el sufrimiento asumido responsablemente no le quita
sentido, más bien es todo lo contrario: "Vivir significa
asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a
las cuestiones que la existencia nos plantea, cumplir con las
obligaciones que la vida nos asigna a cada uno en cada instante
particular.
Esas obligaciones y esas tareas y
consecuentemente el sentido de la vida difieren de un hombre a
otro" [25]
"Cuando un hombre descubre que su destino
es sufrir ha de aceptar ese sufrimiento, porque ese sufrimiento
se convierte en su única y peculiar tarea. Es más,
ese sufrimiento le otorga el carácter de persona
única e irrepetible en el universo. Nadie puede redimirle
de su sufrimiento ni sufrir en su
lugar"[26]
"Desde que se nos reveló el sentido
del sufrimiento, rehusamos minimizar o aliviar las torturas del
campo a fuerza de ignorarlas o de abrigar falsas ilusiones
[…] asumimos el sufrimiento como el reto de nuestra tarea
y no quisimos volverle la espalda"[27]
En la Tercera fase y última
fase se relata la liberación. Antes de que esto ocurriera,
las personas se encontraban en un estado de mucha ansiedad y
luego pasan automáticamente a un estado de total
relajación.
En términos psicológicos
sufrían una despersonalización: todo les
parecía irreal, como en un sueño. Uno de los
riesgos de una persona que había estado sometida a una
tensión psicológica tan grande y por tanto tiempo
era que tras la liberación sufrieran algún
daño psíquico: pasaron de oprimidos a
opresores.
Además de esta deformidad en su
moral, se sumaban la amargura y la desilusión que
sufrían al regresar a su vida anterior.
Relación
la felicidad y el fin último
"Lo más urgente hoy es llevar a los
hombres a descubrir su capacidad de conocer la verdad y su anhelo
de un sentido último y definitivo de la
existencia"[28]. Con esta cita de la
Encíclica de Juan Pablo II sobre la relación entre
la fe y la razón, relacionamos esta obra de Frankl con la
felicidad, el fin último y el sentido de la vida humana.
El hombre está destinado a ser feliz, y para ello
deberá afrontar la vida con todo lo que esto significa, y
orientar la misma hacia algo o Alguien que le dé
significado o sentido. En la encíclica vemos que el hombre
de cualquier tiempo y cultura se hace preguntas muy profundas:
¿Quién soy? ¿De dónde vengo y a donde
voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay
después de esta vida? Ellas son una forma de buscar un
sentido a su existencia: "De la respuesta que se dé a
tales preguntas, en efecto, depende la orientación que se
dé a la existencia".[29]
Dios es una de estas posibles respuestas,
el Bien en el que todo encuentra un sentido. Lo vemos ya en el
pensamiento de los filósofos clásicos como
Platón en Las Leyes: "Un bien semejante
sólo podía ser el Bien Absoluto, es decir, Dios" y
también en Aristóteles en su obra Ética
a Nicómaco: "la felicidad es ese fin, el bien
último y máximo al que todos aspiramos, y que todos
los demás fines, bienes y valores los elegimos por
él".
La felicidad consiste en la posesión
de un conjunto de bienes que significan para el hombre plenitud y
perfección, la cual se consigue si hay un fin
¿qué bienes hacen feliz al hombre? Aquellos que
constituyen una vida buena que es la que contiene y posee los
bienes más preciados (familia, hijos, amigos, fortuna,
honor, salud, virtud, verdad), la salud física y
psíquica, satisfacción de distintas necesidades
humanas, adecuadas condiciones naturales y técnicas en
nuestro entorno.
Pero los bienes que hacen feliz al hombre
no son sólo los útiles sino aquellos que
son dignos de ser amados por sí mismos, porque son de por
sí valiosos y bellos.
La felicidad no está en el
orden del tener sino en el del ser y afecta
primariamente al futuro: ser feliz quiere decir primariamente ir
a ser feliz –si ya se es, que se va a seguir
siéndolo-. Es más importante la anticipación
que la felicidad actual: si soy feliz pero veo que voy a dejar de
serlo, estoy más lejos de la felicidad que si no soy feliz
pero siento que voy a serlo.
La vida humana es la tarea de alcanzar la
felicidad. Tiene la estructura de la esperanza, pues ésta
se funda en alcanzar en el futuro el bien amado,
arduo.
Encontrar el sentido de la vida en un campo
de concentración, se hace difícil pero como explica
Frankl no es imposible, pues el hombre no pierde su dignidad,
sigue teniendo una mente y un espíritu, aún cuando
lo traten como un animal o esclavo. Las personas debían
aceptar las condiciones de vida, aún cuando fueran
injustas, y encontrar en ellas la manera de ser felices,
convirtiendo todo el sufrimiento y el dolor en acciones
positivas, y de aprendizaje espiritual invaluable.
Además seguía siendo un
hombre libre a pesar de todo, de las barreras que delimitaban su
campo, de las órdenes absurdas y de la
discriminación religiosa. Aún cuando todo
parecía perdido, este hombre esclavo y sufriente,
tenía "libertad interior", podía seguir ejercitando
su libertad, era capaz de elegir vivir, y elegir como vivir y
para que vivir… era capaz de darle un valor redentor a ese
mal que lo aquejaba, darle un sentido a su existencia presente,
para poder sobrevivir y sostener la esperanza de un futuro
acogedor.
Conclusión
Si algo hemos percibido de la obra de
Viktor Frankl es el valor inconmensurable de la vida. La lucha
por su subsistencia destaca que lo más importante del
hombre es el espíritu, la dignidad, el amor.
Asimismo, bajo condiciones adversas aparece
la pregunta por el sentido de la vida. La vida solo tendrá
sentido si tiene una finalidad, un destino último, un
lugar adonde trascender. Como dijo Nietzsche "el que tiene un
porqué para vivir, puede soportar casi cualquier
cómo". Cualquier hombre puede ser feliz,
sólo debe tener un rumbo marcado y una meta clara, en las
que ponga todo su esfuerzo y voluntad, y siempre y cuando elija
"querer vivir", podrá hacerlo felizmente; a pesar de que
su entorno sea perjudicial y contrario a sus principios y valores
morales.
"La Revelación les da pleno (a las
verdades buscadas por la razón) sentido
orientándolas hacia la riqueza del misterio revelado, en
el cual encuentran su fin último"[30]. En
nuestro Bien Absoluto, que para nosotros es Dios, hallamos
ésta meta de nuestra vida. Es el mismo Dios el que nos
revela que es lo que nos hace felices, pues El mismo es el que
puso el anhelo de felicidad en nuestros corazones, en nuestra
naturaleza; así tendemos hacia El que es nuestra
Bienaventuranza.
Todo hombre es el único responsable
de su proyecto de vida, en cualquier situación en que se
encuentre: "Cuando se acepta a la persona como a un ser
irrepetible, insustituible, entonces surge en toda su
trascendencia la responsabilidad que el hombre asume ante el
sentido de su existencia."[31]
Bibliografía
Viktor, Frankl. El hombre en busca de
sentido. Barcelona: Herder, 2004.
Yepes Store, Ricardo. "La felicidad y el
sentido de la vida". En Fundamentos de Antropología:
un ideal de la excelencia humana. 2da. ed. corregida.
Pamplona: EUNSA. p. 211-237.
Juan Pablo II. Fides et Ratio: Carta
Encíclica a los Obispos de la Iglesia Católica
sobre las relaciones entre Fe y Razón. 3ra ed. Buenos
Aires: Paulinas, 1998.
Ma. Teresa Lemus de Vanek. (El sitio
dedicado a la Logoterapia y Análisis Existencial de Viktor
Frankl y a la Psicología Existencial Humanista).
"Biografía de Viktor Frankl y su Logoterapia" [en
línea]. México: Ma. Teresa Lemus de Vanek, 2006
[citado el 3 de junio de 2009]
Disponible en Internet en:
http://www.logoforo.com/index.asp
Wikipedia. "Viktor Frankl" [en
línea]. 2009 [citado el 3 de junio de 2009]
Disponible en Internet en:
http://es.wikipedia.org/wiki/Victor_Frankl
Wikipedia. "El hombre en busca de sentido"
[en línea]. 2009 [citado el 3 de junio de 2009]
Disponible en Internet en:
http://es.wikipedia.org/wiki/El_hombre_en_busca_de_sentido
Autor:
Gabriel Antonio
Giménez
María Carolina
Holstein
Silvana María Eugenia
Rodríguez
Enviado por:
Profesor: Lic. Adolfo Andrés
Amarilla
Universidad Autónoma de Entre
Ríos
Facultad de Ciencias de la
Gestión
Licenciatura en Comercio
Internacional
Cátedra:
Epistemología
Primer Año
2011
[1] Frankl, Viktor. El hombre en busca de
sentido. Barcelona: Herder, 2004.
[2] Frankl, Viktor, op. cit. p 37.
[3] Id., 38.
[4] Id., 39.
[5] Id., 43.
[6] Id., 44.
[7] Id., 45.
[8] Id., 47.
[9] Frankl, Viktor, op. cit. p. 50.
[10] Id., 52.
[11] Id., 56.
[12] Id., 62
[13] Frankl, Viktor, op. cit. p. 64.
[14] Id., 65.
[15] Id., 66.
[16] Id., 65.
[17] Id., 70.
[18] Id., 77.
[19] Frankl, Viktor, op. cit. p. 87.
[20] Id., 90.
[21] Id.,91-92.
[22] Frankl, Viktor, op. cit. p. 92.
[23] Id., 95.
[24] Id., 100.
[25] Id., 101.
[26] Id., 102.
[27] Id., 102.
[28] Fides et Ratio, 102.
[29] Id., 1
[30] Fides et Ratio, 67.
[31] Frankl, Viktor, op. cit. p. 104.