Artículo
Histórico
Resumen
El autor del presente artículo,
descendiente del relator del suceso, ha querido rememorar lo que
el "viejo Jaime", ya septuagenario, sentado con la única
pierna que le quedaba en un vetusto y criollo taburete, le
contara a la veintena de nietos reunidos a su alrededor acerca de
la presencia del cadáver de José Martí en el
cementerio de Remanganaguas en aquel lluvioso mes de mayo de
1895.
De cómo fue testigo presencial, con
apenas 14 años, de los acontecimientos para la Historia de
Cuba relacionados con el primer enterramiento del maestro, la
exhumación de sus restos, el posterior traslado para Palma
Soriano a lomo de mulos del ataúd confeccionado por
él, así como de sus emociones de inocencia infantil
ante aquel hecho inusual. Todo ello narrado en detalles con el
firme propósito de no perder la memoria histórica e
inculcarles desde temprana edad a sus descendientes, sentimientos
de patriotismo, amor y respeto a uno de los más ilustres
hombres del continente americano en todos los tiempos.
Palabras Claves: Remanganagua,
inhumación, exhumación, independencia, muerte,
cementerio.
Abstract :The author of this
article, a descendant of the reporter of the event, wanted to
remember what the "old Jaime," and septuagenarian man sitting,
with the only leg left, on an ancient and creole stool, will tell
the two dozen grandchildren gathered around him about the
presence of the corpse of José Martí in the
Remanganaguas cemetery that rainy in May 1895.He will talk about
when he witnessed, being just 14 years, the events of the History
of Cuba associated with the first burial of the Master, the
exhumation of his remains, the subsequent transfer of the coffin
made ??by him to Palma Soriano on the backs of mules. He will
also refer to his feelings of child innocence in front of that
unusual event. All this is narrated in details firmly intended to
preserve the historical memory and to instill, in children,
feelings of patriotism, love and respect to one of the most
illustrious men of the American continent at all
times.
Introducción
Escribir acerca de José
Julián Martí Pérez, el más universal
de todos los cubanos, además de una gran responsabilidad
para con la historia nacional es un compromiso a la memoria de
los que han contribuido a la formación y
consolidación de la nacionalidad cubana, a la identidad, y
por tanto a la cultura de este pueblo desde los aborígenes
hasta los hoy sujetos y emprendedores de la acción de
conservar la patria libre, independiente y soberana con
sólidos principios de la ideológica
Marxista-Leninista, Martiana y Fidelista.
La historia, madre protectora de la
existencia humana siempre será testigo de la huella que
van dejando los hombres sobre la tierra que los vio nacer, y si
ella no fuera recogida, escrita y contada fielmente a
través de las fuentes documentales o testificales
primarias, dejarían esas mujeres y hombres de Cuba a las
actuales y futuras generaciones una producción espiritual
carente de todo respeto a quienes fueron hacedores de la
verdadera estela de hechos escenificados en momentos y lugares
determinados de este país, Cuba.
Con el presente trabajo se pretende dar
continuidad a uno de los temas, que si bien tratado, ha sido poco
reflejado de manera escrita y detallado por los que de una u otra
manera incursionan en el asunto. Resulta pues el momento en que
fueron enterrados y exhumados los restos del maestro por vez
primera en el cementerio de Remanganaguas por parte de las tropas
españolas un 20 y 23 de mayo de 1895, respectivamente. Uno
de los protagonistas de aquel hecho, Jaime Sánchez
Sánchez relató los detalles del acontecimiento
histórico.
Desarrollo
El año 1880 además de contar
en sus 365 días con las ya más que probadas
acciones revolucionarias de José Martí en los
Estados Unidos, fue el momento que marcaría el nacimiento
de un cubano más, un 26 de septiembre, en medio de la
situación colonial por la que atravesaba la mayor de las
Antillas entre guerras, lastrada por la pobreza,
discriminación y todos los males socio económicos
del momento, convirtiéndose mucho más
difícil para la gran mayoría de las familias
campesinas.
A pesar de ser hijo de padre inmigrante
español proveniente de Cataluña con apellido
Cabote, por el no reconocimiento en actas de nacimiento de la
época, recibió el nombre de su progenitor con
apellidos maternos, Jaime Sánchez
Sánchez.
El lugar de crianza con el resto de sus
cuatro hermanos sería el caserío conocido como
Remanganaguas, perteneciente al término municipal de Palma
Soriano de la provincia Oriente, muy cercano al camino real de la
isla, y por tanto, zona por la que de manera frecuente
transitaban personas en el proceso de realizar transacciones
comerciales, en especial de ganado y maíz, además
de ser punto obligado de soldados colonialistas españoles,
que después de la tristemente conocida "Creciente de
Valmaceda" durante la Guerra de los Díez Años,
sentaron un precedente de mantener sometidos a los campesinos de
la comarca ubicando para tales propósitos un
pequeño cuartel al cual denominaron los pobladores
"fuerte".
En el sitio descrito, y dada la existencia
también de una treintena de familias campesinas, resultaba
imprescindible se ubicara un lugar de expendio tanto de
comestibles, como de bebidas refrescantes o alcohólicas,
tarea esta que fue emprendida por uno de los tíos paternos
de Jaime, quien utilizaría los servicios del joven
sobrino, conocedor de los números, aunque no muy bien de
las letras, para con apenas catorce años de edad, vender
los productos en el establecimiento "La Dichosa".
Corría el año de 1895, se había
dado ya en Cuba el segundo grito de independencia el 24 de
febrero en Baire y otras zonas del país por órdenes
expresas del delegado del Partido Revolucionario Cubano,
José Martí Pérez, quien arribaría, en
unión del Generalísimo Máximo Gómez
Báez a tierras cubanas después de emprender una de
las expediciones más importantes de la gesta
independentista: desde Cabo Haitiano a Dos Ríos, lugar
éste de su triste deceso.
La ruta comprendió dos grandes momentos. El
primero fue su travesía por mar, es decir el trayecto
desde su salida de Montecristi, en Santo Domingo, hasta su arribo
a Cuba, por Playitas de Cajobabo. El segundo, su recorrido por
tierras cubanas desde Playitas de Cajobabo hasta Boca de Dos
Ríos, durante el cual efectuaron veintiséis
jornadas en ese trayecto de 392 Kilómetros rendidos a pie,
por entre los más agrestes parajes de la geografía
oriental levantando 26 campamentos durante 38 días, desde
el 11 de abril al 19 de mayo de 1895.
Todo aquel esfuerzo se hacía con la
firme aspiración de hacer realidad el "Manifiesto de
Montecristi", crear una república con todos y para el bien
de todos los cubanos y extranjeros que respetaran la
soberanía nacional y posibilitar la independencia de otras
naciones, en especial Puerto Rico. "La guerra no es contra el
español, que, en el seguro de sus hijos y en el
acatamiento a la patria que se ganen podrá [n] gozar
respetado [s], y aun amado [s], de la libertad que sólo
arrollará a los que le salgan, imprevisores, al
camino."(1).
La estrategia era pues aunar voluntades
para extender la guerra a todo el escenario nacional de manera
breve evitando a toda costa los errores en los que se
había incurrido durante la contienda anterior y
desarticular la base económica del gobierno español
en la isla evitando la menor cantidad de bajas tanto de la parte
cubana como española. "En los habitantes
españoles de Cuba, en vez de la deshonrosa ira de la
primer guerra, espera hallar la revolución que ni lisonjea
ni teme, tan [justa] afectuosa neutralidad o tan veraz ayuda que
por ellas vendrán a ser [no la] la guerra más breve
[menos] sus desastres menores y mas fácil y amiga la paz
en que han de vivir juntos padres e hijos. Los cubanos empezamos
la guerra, y los cubanos y los españoles la
terminaremos."(2)
Tan pronto como el 5 de mayo se
entrevistaron los dos jefes en el ingenio "La Mejorana" con el
lugar teniente general Antonio Maceo, el día 9
establecieron el campamento número 22 en tierras del
caserío conocido como Altagracia, zona de Laguna Blanca
cercana a Remanganaguas, utilizando la casa familiar de Manuel
Venero "(…) tronco de patriotas" (3), amigos de
Gómez, quienes lucharon en las guerras
anteriores.
Ya el día 13 acamparon los mambises
en las llanuras de Dos Ríos, entre los afluentes Cauto y
Contramaestre, allí estaban tres grandes jefes,
Martí, Gómez y Masó preparando condiciones
para la marcha hacia el oeste, y si era posible, pues lograr un
buen encontronazo con el enemigo, y de esa forma levantar los
ánimos insurrectos deseosos de entrar en acción
"Está muy turbia el agua crecida del Contramaestre, y
me trae Valentín un jarro de leche hervido en dulce con
hojas de higo" (4).
El domingo 19 de aquel mes de mayo, se
recibió noticias de la presencia de tropas
españolas en la zona de Venta de Casanovas, las que al
mando del coronel José Ximénez de Sandoval y
Bellange, a marcha rápida de caballería por la
llanura durante la mañana, lograron situarse en pocas
horas en una zona de operaciones ventajosa para ellos desde el
punto de vista táctico.
Las acciones militares entre las fuerzas
mambisas y españolas se produjeron en horas del
mediodía, resultando como lo más funesto de la
jornada la caída, en su primer combate, del mayor general
de las huestes independentistas, José Julián
Martí Pérez. Pasaba a la inmortalidad el
periodista, maestro, diplomático, escritor, sabio
político que puso por encima de cualquier beneficio
individual, el de su patria.
El enemigo, con información previa
de la presencia del político cubano, no escatimó
esfuerzos para que el cadáver no cayera en manos
insurrectas. Por tales motivos se solicitó fuera enviado
el occiso hacia el cuartel ubicado en Remanganaguas, y desde
allí hacer el reconocimiento oficial del cadáver.
Todo el recorrido se efectuó bajo una pertinaz lluvia
impidiendo el rápido traslado hacia el lugar escogido. El
primer descanso prolongado del cuerpo inerte del maestro se
efectuó en la tierra mojada debajo de un gran jobo en la
zona de Demajagual, cercano al arroyo Las Barbacoas, ayudando,
además, a que la tropa reorganizara la marcha con
más brío y disciplina. Sería esa la causa
para que arribaran al cementerio primero, y cuartel
después, a las ocho de la mañana del siguiente
día 20 de mayo.
"Los pobladores de la comarca, y en
especial los muchachos, siguieron con atención la entrada
estrepitosa de la gran caballería montada por los
uniformados quienes trataban de ahuyentar a los más
curiosos, uno de ellos era yo, "Jaime, el dependiente", el
aprendiz de carpintería, hijo de Cabote; quien con apenas
14 años de edad me atreví, con osadía
infantil, a realizar una acción que me marcaría
para toda la vida, después de valorar, con los
años, los hechos acontecidos durante esa semana
primaveral.
Recuerdo que todas las tardes, por lo
regular caían cerrados aguaceros, pero aquella
mañana de lunes veinte de mayo fue una de esas que la fina
llovizna continua invitaba a todos quedarse en el pequeño
camastro, sin embargo, los inesperados llamados de mí
pobre madre facilitaron que antes de las siete estuviese yo
frente al viejo mostrador de cedro del ventorrillo de mí
tío, que de tanto pasar el paño, ya había
perdido su olor característico de madera
preciosa.
Un rato después de mis limpiezas
matutinas, entró en la tienda un práctico y
voluntario del ejército español, conocido en la
zona y con fama de buen tirador. Este hombre era bajito, mas bien
trabado, achinado y con la cara picada por viruelas, llamado
Antonio Oliva, quien con la camisa en mano, desarrapada y mojada
por la lluvia tiró al suelo, y de inmediato me
pidió las "Mañanitas de Carabanchel", que era un
anís con alcohol muy popular en la época, acto
seguido comenzó a vociferar, para que todos le oyeran, que
iba a celebrar, pues en horas recientes había acabado con
la vida del jefe de los mambises cubanos, un tal Martínez
o Martín.
Mí inocencia infantil no me
permitió otra cosa que no fuera prestar toda
atención a aquel que celebraba por tal hazaña, y de
inmediato quien apuraba un vaso del anís, extrajo de su
bolsillo amarillento un reloj de tapa dorada y unos realitos,
expresando que habían pertenecido al tal Martínez.
Con dicho dinero pagó la bebida después de escuchar
los continuos ladridos de perros por la cabalgata
española, que después de cruzar el río un
tanto crecido, se avecinaba al caserío.
Algunos corrimos a cierta distancia
detrás de los montados, incluso yo, una vez que cerrara
con apuro el negocio de tío. Antes de la media legua la
columna que reflejaba en los rostros evidencia de cansancio, puso
pies en tierra del cementerio, bajaron de los caballos unos
cuerpos envueltos. Cuatro de los soldados recibieron
órdenes expresas y comenzaron a cavar una fosa, no muy
profunda, en medio del fango de color oscuro de aquel lugar. En
ella situaron los cadáveres.
En tierra pelada, primero se
enterró, a quien supe después era José
Martí, y encima de él pusieron el otro cuerpo, que
por la vestimenta, deduje era soldado español, un tal
Joaquín con grados de sargento. Una vez tapada la fosa,
situaron cuatro piedras en forma de cruz, para luego identificar
el lugar. Allí quedó un guardia perteneciente a la
tropa al que entregaron una alforja con algunos comestibles. El
resto se trasladó de inmediato al cuartel a galope
tendido.
Una vez que me retirara del lugar
oculto donde me encontraba junto a Tomás "el bueyero", nos
fuimos para la tienda recibiendo allí unos cuantos
gaznatones de tío por la irresponsabilidad ante el
abandono del local" (5).
Mediante el telégrafo ubicado en el
cuartel de Remanganaguas, Ximénez de Sandoval, una vez
efectuado el enterramiento aquel 20 de mayo en horas de la
mañana, de inmediato trasmitió el parte oficial
donde informaba de los resultados de la acción militar, y
sobre todo de la supuesta muerte en combate, hasta el momento,
del principal organizador de la nueva gesta independentista. Fue
pues aquella una de esas grandes oportunidades que el coronel
español siempre soñó para demostrar su
valía como servidor a la corona
española.
Por su parte, el Capitán General de
la isla de Cuba, Arsenio Martínez Campos, ni corto, ni
perezoso, para evitar equívocos que comprometiera su
reputación militar, optó por consultar con el
Ministro de Ultramar lo relacionado con la exhumación y el
reconocimiento forense para identificar de manera definitiva al
llamado "Presidente de los mambises cubanos".
El comandante general de las tropas
españolas acantonadas en Santiago de Cuba, general de
división Juan Salcedo y Mantilla de los Ríos,
cursó órdenes inmediatas al coronel Ximénez
de Sandoval para que se dirigiera, con parte de sus hombres,
hacia territorio santiaguero. De igual manera envió rumbo
a Remanganaguas al doctor en medicina y cirugía Pablo
Aureliano de Valencia y Forns, habanero radicado en Santiago que
además se desempeñaba en esa ciudad como
práctico forense.
Ambos enviados, uno militar y el otro
médico con su ayudante, el señor José Ortega
Navarro, se dieron cruce de caminos entre la zona de Palma
Soriano y San Luís de la Enredadera. Llegado a este
último poblado, Sandoval recibió allí un
telegrama en nombre de la reina regente felicitándolo por
el éxito obtenido. Por esa razón hizo una
alocución a la tropa donde le informaba de la noticia,
así como de la felicitación personal por la
acción desplegada con éxito. "Ambos generales
os felicitan (…) y S.M la Reina Regente (…) también
han tenido para vosotros que os halláis lejos de la Patria
y a gran distancia de vuestras familias, palabras
halagüeñas (…)" (6).
Ya en Santiago de Cuba, el día 23 de
mayo el coronel José Ximenez de Sandoval en unión
de otros jefes y oficiales recibiría condecoraciones
emitidas a manera de bando por el capitán general Arsenio
Martínez Campos, quien recientemente había arribado
a esa ciudad proveniente de La Habana. De igual modo,
hacía público lo ocurrido en la zona de Dos
Ríos. Sería ese también momento oportuno
para que el coronel Sandoval entregara al capitán general
el revolver con empuñadura de nácar y otros papeles
ocupados a Martí después de su caída en
combate.
Ese mismo día del quinto mes del
año, saldría del poblado de San Luís con
destino a Remanganaguas el Segundo Batallón Peninsular
compuesto por mil quinientos soldados al mando del teniente
coronel Manuel Michelena Moreno con el firme propósito de
trasladar, bajo cerrada custodia, los restos de
Martí.
Llegado a Remanganaguas en horas de la
tarde del día 22, el doctor Valencia comenzó a
crear todas las condiciones para la dura faena de
exhumación del cadáver con algunos días de
natural descomposición. A la mañana siguiente el
capitán Saturnino Sáenz previendo la necesidad de
trasladar al occiso a lomo de caballos rumbo a Santiago, y dado
lo incómodo que resultaba en esas condiciones,
encomendó la tarea de la construcción de un
ataúd al señor Pedro Ferrán Periche, quien
por su avanzada edad buscó la ayuda del joven de 14
años Jaime Sánchez Sánchez, aprendiz de
carpintería, quien se desempeñaba también
como dependiente de la única tienda del lugar.
"Estando todavía en el
establecimiento, el viejo Ferrán me envío un recado
con un muchacho para que ensillara el caballo y me presentara en
el fuerte de inmediato. Allí me explicó que era
necesario le ayudara a seleccionar unos tablones de cedro que
sirvieran para construir una caja de muertos, buscar clavos, cera
y dos serruchos, que regresara enseguida, pues tenia que ayudar
al médico con otras tareas.
Recuerdo que una escuadra de diez
soldados con cubos de agua fenicada y demás utensilios nos
acompañó al cementerio de donde desenterramos los
cadáveres, y de inmediato me vino a la mente las jornadas
anteriores de la que había sido testigo cuando se
enterraron a los difuntos. Era la vez primera que me enfrentaba
directamente con la muerte y aquello me llenaba de espanto,
aunque lo quería disimular ante los
soldados.
Serían más o menos las
cuatro de la tarde de ese día 23, y nunca podré
olvidar aquellas imágenes, ni tampoco el mal olor de la
carne putrefacta ya. Estábamos presentes el doctor
Valencia, su ayudante y yo; extrajimos los cadáveres de
Martí y el sargento enterrados en la misma fosa, estando
el Apóstol al fondo. Tendimos el cadáver de
Martí encima de unas tablas al aire libre. Gran impacto
tuve al ver con mis propios ojos las heridas de balas con sangre
coagulada en el pecho, las piernas y cuello. Una de ellas
había salido por la boca destrozándole el labio de
arriba.
El médico con sus instrumentos
lo abrió, le sacó las vísceras y el
corazón, las que envolvieron y tiraron en la fosa. Luego
procedió a inyectarle un líquido, rellenarlo con
algodón y cocerlo. Tampoco podré olvidar algo que
me llamó mucho la atención, el médico
pidió a su ayudante le abriera la boca al difunto,
revisó la dentadura y también colocó
algodones, después supe que eso servía para
identificar a la persona. Éramos tres los presentes
allí, nadie más.
Después de ese proceder se
colocaron los restos embalsamados encima de una parihuela destino
al fuerte y don Pedro y yo nos dimos a la tarea de hacer el
ataúd. En la práctica fui yo quien ejecutó
la construcción bajo su dirección. Esa caja la hice
con tres tablones de cedro. Por el apuro y como estaba hecha a la
montuna hube de gastar una buena cantidad de cera para taparle
los huecos que quedaban. Por una idea mía a la altura de
la cabeza le puse un cristalito, de esos que traían
algunas latas de galleticas. Luego se llevaron al tosco
cajón para el fuerte, y se colocó el cadáver
de Martí allí.
La obra la comenzamos como a las cinco
de la tarde y no la terminamos hasta las tres de la mañana
del siguiente día 24. Ocho pesos nos entregaron por la
gran faena constructiva". (7)
Cuán grande sería la
impresión causada al joven Jaime, a punto de arribar a sus
quince años, aquellos momentos junto a los restos del
apóstol de las guerras de independencia nacional, para que
después, con apenas 16, dejara a su humilde hogar y
familia en la zona de Remanganaguas y se incorporara a las
huestes mambisas perteneciente al campamento mambí "Los
Tinajones", ubicado entre el río Las Biajacas y el poblado
de Maffo del término municipal de Jiguaní. Lugar
éste dirigido por el general de División Saturnino
Lora Torres, quien teniendo como jefe de uno de los dos
regimientos de infantería al teniente coronel
Víctor Ramos, impartía órdenes a su vez, por
jerarquía militar, al comandante Bartolomé
Rondón Barrero perteneciente a la finca La
Doncella.
Sería pues el comandante
Rondón el jefe inmediato superior del soldado mambí
Jaime Sánchez Sánchez quien, por unas horas,
había contribuido a un justo y merecido traslado del
cadáver del mayor general de las guerras de independencia
José Martí Pérez hacia Santiago de Cuba,
lugar donde le esperarían otras cuatro inhumaciones y
exhumaciones hasta su descanso definitivo en el mausoleo actual
fundado el 30 de junio de 1951.
Antes del triunfo revolucionario, algunos
estudios se realizaron por parte de personas de reconocido
prestigio nacional, los cuales, a través de recorridos,
comenzaron a fijar los sitios exactos por donde Martí y
sus seguidores anduvieron desde Playitas de Cajobabo hasta Dos
Ríos, y también por donde tuviera lugar la ruta
funeraria del maestro una vez cayera en combate.
El primero de esos estudios ocurrió
en abril de 1922, a solicitud de los veteranos de la guerra de
independencia, marcando de esa manera los 392 kilómetros
de la ruta martiana hasta su lugar de deceso. Sus protagonistas
serían jóvenes de la época motivados para
dar un justo lugar al apóstol en la historia patria.
Estarían entre ellos, el dominicano Marcos del Rosario, el
cartógrafo Rafael Lubián y Arias, así como
el poeta guantanamero Regino Eladio Botti, quienes con su
actuación dieron evidencias de aquella reanimación
de la conciencia nacional en la importante década del 20
cubano.
Similares recorridos se efectuaron para
homenajear al héroe nacional en los meses de mayo de 1930
y 1947, por parte de los maestros normalistas y la guardia rural
de Santiago de Cuba, respectivamente. Sin embargo, solo en dos
ocasiones la prensa republicana publicó datos relacionados
con los acontecimientos ocurridos a propósito del
enterramiento y exhumación del cadáver del
apóstol en el cementerio de Remanganaguas.
El primero de los casos resultó de
la investigación realizada por el joven
santaclareño Rafael Lubian y Arias, quien con apenas 26
años se dio a la tarea de recorrer y trazar la primera
ruta fúnebre de Martí, entrevistándose en
1922 con las personas que de una u otra manera estuvieron
relacionadas con los sucesos ocurridos entre el 19 y 26 de mayo
de 1895.
Sería justamente el señor
Jaime Sánchez Sánchez, ya con 41 años de
edad, una de esas personas entrevistadas y fotografiadas por
Rafael Lubian en la zona de Remanganaguas, trabajo ese que a
manera de artículo, con la firma del propio Lubian,
resultaría publicado con el título de "Martí
en los campos de Cuba libre" en 1953 en homenaje de la
cervecería La Polar a propósito del primer
centenario del natalicio del maestro.
En el artículo de referencia aparece
una foto de un hombre señalando con su dedo índice
el lugar donde supuestamente fue enterrado por vez primera el
cuerpo sin vida de José Martí, y donde se lee:
"Sitio exacto donde fue enterrado Martí en el
cementerio de Remanganaguas. Jaime Sánchez, que
ayudó a construir el féretro en que fueron
conducidos sus restos a Santiago de Cuba, señala el
lugar" (8).
Pero, dicha persona, evidentemente de la
raza negra, no se corresponde con los rasgos fisonómicos
de quien en realidad ejecutó la obra de
construcción del ataúd del héroe nacional de
Cuba.
El artículo al cual hacemos
referencia ha recorrido el mundo a través del Sitio Web
Damisela.Com con la firma de Rafael Lubian y Arias, escritor que
consideramos con un gran prestigio por la calidad de sus obras y
seriedad en las investigaciones.
Cabría preguntarse el por qué
de esa falsedad histórica publicada por la
cervecería La Polar, máxime cuando otras
publicaciones en la que se relatan los acontecimientos
relacionados con aquel enterramiento y exhumación en la
etapa pre revolucionaria, brindan claridad de los
sucesos.
Es el caso concreto de la revista Carteles,
publicación semanal que circuló en Cuba hasta 1960,
y que en 1956, con fecha 29 de enero, cuando se conmemoraba el
aniversario 103 del natalicio del apóstol, dio a conocer
un reportaje con el título "La muerte de Martí en
Dos Ríos", escrito por el periodista Ángel Vega,
utilizando fotos tomadas por Raúl Corrales, donde se daban
a conocer detalles del suceso.
En el trabajo de referencia, en su parte
central, aparece un titular que dice "Cómo se
construyó la primera caja que guardó los restos del
apóstol", y debajo 4 fotos de un anciano de 75
años, que evidentemente, sí se corresponden con la
persona identificada físicamente como Jaime Sánchez
Sánchez. Fotos y entrevista realizadas en su residencia
ubicada, en aquel entonces, en la calle Pío Rosado,
esquina Manuel del Socorro, de la ciudad de Bayamo.
Conclusiones
La muerte de Martí el 19 de mayo de
1895 constituyó un hecho definitivo en el necesario
combate librado por los cubanos de su tiempo para lograr, con no
pocos sacrificios, la independencia nacional. Cuba perdió
allí a uno de sus más preclaros hijos, al ganador
absoluto de mil batallas en el campo de las ideas. Su deceso
inesperado, cuando se esperaba más de él en el
proceso organizativo de la lucha sorprendió a todos,
incluyendo a las fuerzas españolas, que una vez asegurada
de su trofeo de guerra, adoptaron todas las medidas para evitar
cayera en manos enemigas.
Triste y solitario sería aquel
primer entierro, sin amigos que llorasen y pusieran una rosa
blanca en su tumba. Directo y en tierra pelada su cuerpo junto y
debajo de un español para aquel que murió de cara
al sol cubano en pleno combate en la manigua. Esa tierra de la
patria lo recibía en el campo para el descanso eterno, sin
sospechar que esa paz sería pronto perturbada, en
reiteradas ocasiones, por quienes querían mostrarlo como
prueba irrefutable de fuerza colonial que podía
neutralizar todo intento de rebeldía nacional.
Otro de los hijos de Cuba, pero con edad
infantil, sería protagonista involuntario y relator de los
hechos acontecidos y relacionados con aquel primer enterramiento
y exhumación de los restos del maestro en la obra de
brindar continuidad histórica a los sucesos patrios. Su
posterior actuación lo convertiría a él
también en un modesto hacedor de historia nacional
independientemente de lo que la prensa burguesa de la
época tratara de hacer para eclipsar su
accionar.
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Entrevista a Jaime Sánchez, carpintero que
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José Martí Dos Ríos.Breve
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Anexos
Cementerio de Remanganagua
Río Contramaestre
Comprobante de pago a Jaime
Sánchez por la confección del ataúd de
Martí.
Foto tomada de Martí en Santiago
De Cuba, el 27 de mayo de 1895.
"Sitio exacto donde fue enterrado
Martí en el Cementerio de Remanganaguas.
Jaime Sánchez, que ayudó a
construir el féretro en que fueron conducidos
sus restos a Santiago de Cuba, señala el
lugar".
Así quedó reflejado, a pie de
foto, en el artículo publicado por la cervecería La
Polar, la imagen de quien supuestamente construyó el
ataúd de Martí.
Imágenes del reportaje del
periodista Raúl Vega donde aparecen las fotos de Jaime
Sánchez Sánchez quien construyó el
ataúd de Martí (Revista Carteles, 29 de enero de
1956)
Datos del autor:
Nombres y Apellidos: Jaime Severino
Sánchez Pérez.
Graduado de: Licenciado en
Educación, especialidad Historia.
Centro de trabajo: Filial de
Ciencias Médicas de Contramaestre.
Ocupación: Profesor de
Filosofía e Historia de Cuba.
Categoría Docente:
Asistente.
Teléfono: 589533.
Datos del coautor:
Nombres y apellidos: Ángel
María del Toro Fonseca
Graduado de: Licenciado en
Periodismo.
Centro de trabajo: Emisora Radio Grito de
Baire. Contramaestre.
Ocupación: Profesor Sede
Universitaria Municipal Contramaestre.
Categoría Docente:
Instructor.
Autor:
Jaime Severino Sánchez
Pérez
Ángel María del Toro
Fonseca.
República de Cuba.
Universidad Médica de Santiago de
Cuba.
Filial de Ciencias Médicas de
Contramaestre.
Departamento de Filosofía e Historia
de Cuba.
Año: 2011