- Introducción
- El
discernimiento es el arte de reconocer o
identificar - El
discernimiento es una señal de
madurez - El
discernimiento espiritual - Las
señales externas - Señales interiores
- Los
frutos y el tiempo - Al
Capone y santa Teresa de Ávila - Varios
signos - El
aprendizaje del discernimiento - ¿Existe el carisma de
discernimiento? - Un
ejemplo concreto - Reflexiones sobre este
ejemplo - ¿Qué es el carisma del
discernimiento? - Carismas y carismas
- Discernimiento carismático y
fenómenos físicos - ¿Quién puede recibir este
carisma? - ¿Este carisma es
permanente? - ¿En qué casos interviene el
carisma? - Discernir el carisma del
discernimiento - ¿Un carisma en estado
puro? - Utilidad y peligros de este
carisma
Introducción
Tratar sobre el carisma del discernimiento de los
espíritus es aventurarse en un terreno delicado, por que
la materia es difícil y hay riesgo de ser mal comprendido
o mal interpretado.
Abundan los tratados sobre el discernimiento en general;
o sea, sobre el arte de la ciencia del discernimiento de los
espíritus; pero son muy escasos los estudios serios que
tratan con alguna profundidad el carisma del discernimiento. Nos
encontramos pues limitados, casi exclusivamente, a las
experiencias vividas por algunas personas y esas personas
generalmente no escriben para describir sus experiencias. Por lo
demás, el carisma del discernimiento es en extremo
raro.
La experiencia muestra que, para comprender el carisma
del discernimiento, hay que compararlo con el arte o ciencia del
discernimiento. De ahí las dos partes en que se divide
esta exposición.
Primera Parte
Arte o ciencia del discernimiento. Evidentemente no se
trata aquí de dar un tratado completo sobre el arte o
ciencia del discernimiento, sino de recordar los elementos que
parecen esenciales para la comprensión del
carisma.
1. El
discernimiento es el arte de reconocer o
identificar
La palabra discernimiento viene del latín
discernere y significa identificar, reconocer, comparar entre dos
cosas distintas. El médico, al hacer un
diagnóstico, identifica, reconoce, discierne la enfermedad
que sufre su paciente. Toda persona, con el tiempo termina por
discernir lo que es bueno o malo para ella y así
comerá o no ciertos alimentos según los haya
reconocido como benéficos o como dañinos,
tomará tantas horas de sueño, etc. Se discierne o
identifica lo que es bueno o malo para uno mismo.
Entendido en su sentido más amplio, el
discernimiento supone un verdadero aprendizaje y por eso decimos
que es un arte o una ciencia. Todo arte se aprende, aunque
más no sea por ensayos y errores. El alfarero aprende a
conocer la arcilla y el torno que le servirá para fabricar
sus tiestos. El violinista aficionado, que no ha estudiado
música ni frecuentado las grandes escuelas, aprende a
sacar melodías de su instrumento y a tocar su
violín, después de dar muchas notas falsas.
También la ciencia es aprendida y a menudo con mucho
esfuerzo. El médico ha estudiado en la facultad de
medicina anatomía, química orgánica y muchas
otras materias; y después ha cumplido un internado en un
hospital donde, bajo la supervisión de un médico
más experimentado aprende a aplicar la teoría a la
práctica. Así adquirió la ciencia
médica.
Cuando se dice que el discernimiento es arte o ciencia
se quiere dar a entender que, de manera habitual, se le aprende
por medio de la teoría y de la práctica.
2. El
discernimiento es una señal de madurez
Aún en el orden natural de las cosas una de las
señales del proceso de madurez en los niños es su
capacidad mayor para distinguir entre los estímulos a los
que se encuentran sometidos interior y exteriormente. Al comienzo
de su vida el niño reconoce a sus padres sólo por
el tono de voz. Más tarde la vista se perfecciona y
aprende a reconocerlos y distinguirlos de los demás por un
conjunto de características exteriores que no dejan lugar
a error. Cuando el niño haya crecido y llega a ser adulto,
reconocerá la presencia, aún muy discreta, de sus
padres por un conocimiento interior que viene del corazón.
Pero tal discernimiento no es posible para el recién
nacido, se desarrolla a lo largo de los años.
El niño que se encuentra en una etapa del
descubrimiento y la exploración del mundo
que lo rodea, se siente atraído por los colores
fuertes y por las cosas de sabor agradable: todo lo toca y lleva
a los labios. Lo padres tienen que advertirle continuamente: no
toques eso, es peligroso, te harás daño, te
quemarás. Poco a poco, y a menudo por dolorosa
experiencia, aprenderá que no hay que tocar tal cosa, o
comer la otra. Se dice entonces que se ha vuelto más
prudente, más maduro. Se hace adulto aprendiendo a
distinguir, reconocer, discernir lo que es bueno y lo que no lo
es.
Lo mismo vale en el plano espiritual: un cristiano
adulto es el que sabe reconocer, identificar, discernir la
presencia y la acción de Dios y distinguirla de sus
falsificaciones.
3. El
discernimiento espiritual
Aplicado al dominio espiritual, el discernimiento puede
definirse como el arte o la ciencia por la que se reconoce el
origen, divino o no; la orientación, divina o no, de lo
que sucede en una persona o en un grupo, basándose en los
signos externos o las muestras interiores. Algunos ejemplos
ayudarán a comprenderlo mejor.
Viendo actuar a una persona puedo saber si está o
no apurada, si está de buen humor o no, si goza de salud o
está gravemente enferma. Una serie de señales que
identifico (discierno), me permiten darme cuenta de ello. La
experiencia me ha enseñado también que se
actúa de acuerdo a lo que se es: al fijarse veremos que
una persona brusca no observa igual comportamiento que otra que
es la dulzura misma.
Si el Espíritu de Dios está actuando en
una vida, obrará de acuerdo a lo que él es. La
presencia del Espíritu de amor se dejará ver y
reconocer en un comportamiento propio del amor. Si por el
contrario es el Maligno el que se encuentra en acción en
una vida, se dejará discernir del mismo modo porque
tendrá un comportamiento conforme con lo que él es.
El discernimiento espiritual o discernimiento de los
espíritus consistirá pues en reconocer, a
partir de las señales, qué clase de espíritu
está actuando en una vida determinada.
Jesús, Dios hecho hombre, no estuvo exento de
ejercer este discernimiento. Es así que se lo ve en el
desierto, reconociendo y desenmascarando a Satán, que lo
tienta. Además Jesús nos invita al discernimiento y
nos da la señal de los frutos como una clave, cuando nos
dice: "Tengan cuidado con los falsos profetas, que vienen a
ustedes disfrazados de ovejas, cuando en realidad son lobos
feroces. Es por sus frutos como los reconocerá, no se
sacan uvas de los espinos, ni higos de los cardos. Así
todo árbol bueno produce buenos frutos, pero el
árbol enfermo produce malos frutos. Un árbol bueno
no puede dar malos frutos, ni un árbol enfermo darlos
Buenos. Por lo tanto reconoceran al arbol por sus frutos." (Mt.
7, 15-18).
La pregunta que viene espontáneamente a la mente
es esta: ¿cuáles son esos frutos que nos
permitirán identificar la acción del
Espíritu Santo o la acción del Maligno? Los frutos
son de dos clases: frutos exteriores y frutos
interiores.
4. Las
señales externas
Podrían mencionarse muchas; pero nos
limitamos a tres que son fáciles de reconocer. Primera
señal: la conformidad con la Revelación de la
Sagrada Escritura.
La persona que se cree guiada por el Espíritu,
pero al mismo tiempo niega la divinidad o la humanidad de
Jesús, o no acepta la resurrección diciendo que con
la reencarnación le basta, está en flagrante
contradicción con la Escritura, que es inspirada por el
Espíritu. El Espíritu Santo no puede
contradecirse.
Segunda señal: la conformidad con la
enseñanza de la Iglesia.
No nos referimos a cuestiones de disciplina sino a la
enseñanza de la Iglesia en materias de fe y de moral. La
Iglesia recibió del mismo Cristo la misión de
enseñar en este dominio y goza de esa asistencia especial
del Espíritu Santo que llamamos infalibilidad. Una
revelación contraria a esta enseñanza de la Iglesia
no podría venir del Espíritu Santo, pues el
Espíritu es el alma de la Iglesia y estaría
contradiciéndose a sí mismo.
Tercera señal: el deber de estado.
Una madre de familia, con marido e hijos
pequeños, que va a decirle a su director que el
Espíritu le ha indicado que ella ya hizo bastante por
ellos y que debe dejarlos para consagrar su vida al anuncio del
Evangelio, podrá ser orientada con suavidad y firmeza a
volver a su casa porque es poco probable que tal
inspiración venga del Espíritu Santo. El
Señor es fiel y no la apartará del sacramento del
Matrimonio que ya contrajo y de las obligaciones que de él
se derivan.
Estas tres señales, fáciles de observar,
son de gran ayuda en la primera etapa del discernimiento que haya
de realizarse con una persona o un grupo; pero no bastan. Puede
suceder que hasta este punto todo sea perfectamente normal y que
sea necesario ahondar más. Intervienen entonces las
señales interiores.
5. Señales
interiores
Todos los autores que trataron del discernimiento
espiritual en el transcurso de los siglos, comentaron el famoso
texto de San Pablo donde el apóstol enumera los frutos o
signos por los cuales se reconoce o discierne la acción
del Espíritu Santo: "El fruto del Espíritu es
caridad, gozo, paz, paciencia, servicialidad, bondad, confianza
en los demás, mansedumbre, dominio propio; contra tales
cosas no hay condenacion ni ley. Los que pertenecen a Cristo
Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y
codicias". (Galatas 5:22-24)
Un poco antes, refiriéndose a la carne, San Pablo
había dicho cuáles eran los frutos del Maligno: "Es
bien sabido lo que produce la carne: fornicación,
impureza, desenfreno, idolatría, magia, odios, discordia,
celos, arrebatos, disputas, disenciones, cismas, sentimientos de
envidia y cosas semejantes". (Galatas 5:19-21)
Sabemos que el amor verdadero engendra esa caridad
delicada que es gozo, paz, servicialidad, humildad, bondad,
confianza en otro hermano, etc. Si encontramos estos frutos en la
vida de una persona tenemos una señal segura de que el
Espíritu Santo está en acción.
A la inversa, cuando el maligno está en
acción, él, que es padre del orgullo y de la
mentira, se manifiesta por todos esos frutos que brotan
normalmente del orgullo y que son: la envidia, el odio, los
celos, la división, la cólera, la
tristeza.
En pocas palabras y simplificando, se puede decir que el
Espíritu se manifiesta por la paz, la alegría y la
humildad y que el Maligno, por el contrario, se deja identificar
por la división, la tristeza y el orgullo.
6. Los frutos y
el tiempo
La imagen de los frutos, que el Señor usa en el
Evangelio, sugiere la idea de tiempo y de duración. Los
auténticos frutos permanecen; no así las flores,
que sólo duran un tiempo y pasan. Esto nos indica que el
discernimiento, como arte o ciencia, se hace en el tiempo, pues
hay que tomarse el tiempo de comprobar si los frutos permanecen.
La paz, alegría, serenidad y demás frutos
observados,
¿permanecen de manera habitual en la persona o en
el grupo? Si es así, el Espíritu Santo está
actuando.
A menudo estamos apurados, tenemos la tentación
de terminar todo demasiado rápido. Pero la prueba del
tiempo es importante. Así lo comprendía San Pablo
cuando, escribiendo a Timoteo, le daba el siguiente consejo
respecto a los obispos: "No debe ser obispo un recién
convertido, no sea que se llene de orgullo y caiga bajo la misma
condenación en la que cayó el demonio" (1 Tim.
3:6).
El mismo consejo tenemos al tratarse de los
diáconos: "Se comenzará por ponerlos a prueba y
despues, si no hay nada que reprocharles, seran aceptados como
diaconos" (1 Tim. 3:10).
Y finalmente, un consejo semejante para los
presbíteros: "No impongas las manos a nadie a la ligera,
no sea que te hagas complice de los pecados de otro" (1 Tim.
5:22).
Los frutos verdaderos permanecen y se revelan en el
tiempo. El discernimiento se vive en el tiempo.
7. Al Capone y
santa Teresa de Ávila
La prueba del tiempo es tanto más importante
cuanto que Satán, padre de la mentira, sabe disfrazarse
para engañar mejor. Evidentemente la acción de Dios
y la de Satán, no son iguales cuando se trata de Al Capone
y de Santa Teresa de Avila. Con un pecador empedernido
Satán no tiene de qué preocuparse; ya es suyo. Y lo
adormecerá para mantenerlo en el mismo estado. Dios, por
el contrario, trabaja en la conciencia del pecador para que se
sienta llamado a la conversión, a un cambio de
vida.
Por otra parte, el Maligno no puede atacar abiertamente
a Santa Teresa de Avila pues ella, entregada completamente a
Dios, rechazará de inmediato sus proposiciones. En esos
casos el Maligno trata de imitar la acción de Dios y
así desviar imperceptiblemente a la persona y atraerla
hacia él. Se disfraza de ángel de luz; pero, como
dice San Ignacio, siempre será posible descubrirlo por su
cola de serpiente.
Si al comienzo aparecen algunos frutos que parecen venir
de Dios, siempre existira alguna duda. Después de un
tiempo las cosas no se ven tan claras y hay que saber esperar. Al
final los frutos manifiestan claramente el origen de lo que
sucede en la persona porque constatará que los frutos son
o no son los del Espíritu.
8. Varios
signos
Sucede a veces que dos personas tienen la voz tan
parecida, que al oírlas en el teléfono se las puede
confundir. Si no hubiera otras características por las
cuales identificarlos uno podría engañarse
constantemente. Sin embargo, con la ayuda de muchos otros
elementos, se termina por identificar correctamente a las
personas. Lo mismo ocurre en el discernimiento.
No hay que depender de un solo signo sino más
bien tomar un conjunto de señales que convergen hacia el
mismo lugar. El Espíritu que está actuando es el
Amor mismo de Dios derramado en nuestros corazones. Cuando
alguien ama, no se contenta con solo amar; su amor lo hace ser
atento, previsor, delicado, abierto al otro, etc. Es lo que dice
San Pablo en el capítulo 13 de la primera carta a los
Corintios, en el himno de la caridad. Cuando se ha releído
ese capítulo se comprende por qué, en
Gálatas 5,22 San Pablo dice: "el fruto del
Espíritu es…". Y escribe en singular; pero el amor
muestra
toda clase de facetas según las circunstancias
diversas en las que está llamado a expresarse.
9. El aprendizaje
del discernimiento
Un antiguo proverbio afirma que "es herrando como se
llega a ser herrero". Así podría decirse que es
discerniendo como se aprende a discernir.
Aprender supone que no siempre se consigue el
éxito la primera vez, ni siquiera la segunda. Ayudado por
el conocimiento de los principios y por la experiencia, se
termina por perfeccionarse. La presencia de una guía
espiritual competente puede ser una ayuda preciosa para
progresar; tanto más tomando en cuenta que solemos tener
bastante dificultad para ver con claridad en los asuntos que nos
conciernen a nosotros mismos, y en cambio nos parece muy
fácil cuando se trata de otros.
En algunas personas este aprendizaje llega a hacer del
discernimiento algo tan natural, dan la impresión de una
facilidad tan grande, que nos sentimos inclinados a hablar de un
don. De esto se tratará mas adelante.
Conclusión
Volviendo a tomar los diversos elementos de que se ha
hablado, se puede decir:
? Que el discernimiento es una arte, una
ciencia.
? Que el discernimiento se aprende, porque
es una ciencia.
? Que esta ciencia se basa en la
identificación de un conjunto de frutos
espirituales.
? Que el discernimiento se vive en el
tiempo porque se necesita tiempo para identificar los frutos y
comprobar los que son duraderos.
En otras palabras, se podría decir que este arte
o ciencia del discernimiento, llamado también
discernimiento clásico, es un discernimiento adquirido, un
discernimiento que es el resultado de un análisis de los
frutos espirituales, análisis que nos permite finalmente
llegar a una certeza moral y afirmar que el que está
actuando es el Espíritu Santo o el Maligno.
Segunda Parte
El Carisma del discernimiento.
En la introducción se dijo que el discernimiento
como tal ha sido estudiado desde hace mucho tiempo. Basta leer en
los diccionarios de teología y de espiritualidad el
artículo "discernimiento", para constatar cuántos
Padres de la Iglesia y autores espirituales de todas las
épocas han tratado sobre el tema. En cambio, se ha
estudiado muy poco el carisma del discernimiento de
espíritus: los estudios son inexistentes o muy breves. Lo
que diremos aquí no tendrá por lo tanto la misma
fuerza que lo expuesto en la primera parte. A menudo tendremos
que contentarnos con aproximaciones o con opiniones
personales.
1. ¿Existe
el carisma de discernimiento?
La existencia del carisma de discernimiento no deja duda
posible. Basta con remitirse a la enseñanza de la
Escritura y a la vida de la Iglesia a través de los
siglos. San Pablo en su Carta a los Corintios habla sobre los
carismas: "A uno se le da hablar con sabiduría, por obra
del Espíritu. Otro comunica enseñanzas conformes
con el mismo Espíritu. Otro recibe el don de la fe, que
actúa en el Espíritu. Otro recibe el don de hacer
curaciones, y es el mismo Espíritu. Otro hace milagros;
otro es profeta; otro reconoce lo que viene del bueno o del mal
espíritu; otro habla en lenguas, y todavía
interpreta lo que se dijo en lenguas. Y todo esto es obra del
mismo y único Espíritu, el cual reparte a cada uno
según quiere" (1 Corintios 8-11)
Aún cuando en los Evangelios no se encuentra la
expresión carisma de discernimiento, Jesús lo
ejercitó en repetidas ocasiones. En Mateo 16 vemos que en
camino hacia Cesarea de Filipo, Jesús interroga a sus
discípulos para saber lo que se dice de él.
Finalmente Pedro es el que responde: "Tú eres el Cristo,
el Hijo de Dios vivo" (vers. 16). Al momento Jesús lo
felicita por haber discernido bien; pero ese discernimiento no
venía de Pedro: "Esta revelación te ha venido, no
de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en
los cielos" (vers. 17).
Pedro acaba de vivir una experiencia de discernimiento
carismático. En el mismo capitulo e inmediatamente
después del primer anuncio de la Pasión, San Mateo
nos cuenta que Pedro se puso a reprender a Jesús
diciéndole: "¡Dios te libre, Señor!
¡No, eso no te sucederá!" (vers. 22). Jesús
se volvió y dijo a Pedro: "¡Retírate
Satanás! Eres para mi un obstáculo porque tus
pensamientos no son los de Dios sino los de los hombres" (vers.
23). Esta vez es Jesús el que ejerce el discernimiento
identificando de inmediato, con la luz del Espíritu,
qué espíritu se hallaba en Pedro al hablar de esa
manera.
Si nos detenemos ahora a recordar la historia de la
Iglesia, comprobamos que el carisma del discernimiento ha
existido a lo largo de los siglos. Se encuentran ejemplos en la
vida de ese gran maestro de discernimiento que fue San Ignacio de
Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.
Todo el mundo ha oido hablar del Cura de Ars, San Juan
María Vianney y de lo que sucedía en su
confesionario. No cabe duda que el carisma del discernimiento
existe.
2. Un ejemplo
concreto
Un ejemplo vale por muchas palabras. El que vamos a
narrar se produjo realmente y garantizamos su autenticidad. Nos
ayudará a captar en vivo y en acción lo que es el
carisma del discernimiento.
Varios años antes de la Renovación
Carismática, durante un retiro, una persona de cierta edad
solicitó una entrevista al sacerdote que lo
dirigía. El sacerdote aceptó y la persona vino.
Entrando al escritorio preguntó: "¿Le
molestaría si uso la mecedora?" y se sentó y
empezó a mecerse. El sacerdote comenzó por hacer
algunas preguntas a las que la persona se limitó a
responder sí o no. El Padre, molesto, cambió la
formulación de sus preguntas para que la persona hablara
más. Respondió con tres o cuatro palabras y
cayó de nuevo en el mutismo. Después de una media
hora el Padre estaba exasperado, mientras que la persona
continuaba meciéndose. De súbito, el sacerdote tuvo
la luz interior y al instante dijo a la persona: "En su vida
ocurre tal cosa y su problema es este". La persona dejó de
mecerse, abrió muy grandes los ojos y preguntó:
"¿Cómo lo sabe usted?" El resto de la entrevista se
desarrolló en forma normal y en la vida de esa persona se
produjo un verdadero desbloqueo espiritual.
3. Reflexiones
sobre este ejemplo
El sacerdote en cuestión hacía notar
después que todo había sucedido con mucha rapidez,
"lo que demora decirlo", explicaba. Para comprender mejor lo que
ocurrió vamos a utilizar la técnica de
cámara lenta.
1) Cuando en el curso de un retiro una persona quiere
una entrevista; se puede suponer que desea hablar de un problema,
de su vida espiritual, pedir una aclaración, etc. Es
normal por tanto que el guía espiritual interrogue para
llegar a conocer qué es lo que esa persona está
viviendo espiritualmente. Es el camino del discernimiento
ordinario, del discernimiento clásico que se trató
en la primera parte, y que permite sacar conclusiones partiendo
de lo que se ha observado. En el caso presente esa forma de
discernimiento se hacía imposible debido a que la persona
no aportaba los elementos necesarios. Se produce pues un impase.
Es en ese momento cuando surgen nuevos elementos, pero no en la
persona que consulta, sino en la que discierne.
2) Uno de los elementos nuevos es la luz interior, la
iluminación súbita de la inteligencia que
recibió este sacerdote. En el discernimiento ordinario se
va haciendo la luz progresivamente, gradualmente, a medida que se
van apreciando con más claridad los diversos elementos que
se someten al discernimiento. Podría compararse la luz
interior del discernimiento tradicional a la iluminación
que va aumentando sobre el proscenio de un teatro a medida que el
electricista opera los controles. En cambio, en el carisma del
discernimiento, se trata de una luz súbita en la que no
hay proporción entre lo que la persona comunica y lo que
capta repentinamente el que discierne. Es una iluminación
que proviene del Espíritu y que es dada. Es lo que suele
llamarse un conocimiento infuso, por contraposición al
conocimiento adquirido. Este conocimiento no ha pasado por los
sentidos, como es el caso en lo demás conocimientos que
poseemos, sino que es infundido directamente por el
Espíritu Santo en la inteligencia.
3) Esta iluminación o conocimiento infuso se
refiere a un punto preciso: el origen y la orientación,
divina o no, de lo que pasa en una persona o en un grupo. Sin
necesidad de un análisis se sabe inmediatamente si algo
viene de Dios o no, si una orientación conduce a Dios o
no.
En el caso citado, debido al mutismo de la persona, el
Padre carecía de elementos de
juicio en los cuales basarse. Y he aquí que, por
una iluminación interior, discierne la causa de lo que
ocurre en la vida de esa persona.
4) Este conocimiento infuso va a acompañado por
un segundo elemento en extremo importante: la certeza. No se
trata de la seguridad que puede tenerse ante un caso muy claro.
Es una certeza absoluta, una evidencia interior de la que no se
duda, de la que no se puede en absoluto dudar. Movido por esa
certeza, el Padre dijo al momento a la persona: "Sucede tal cosa
en su vida".
Partiendo de este ejemplo y de las reflexiones que se
acaba de hacer, podemos intentar una definición del
carisma.
4.
¿Qué es el carisma del
discernimiento?
El carisma del discernimiento es un conocimiento que
infunde directamente el Espíritu Santo. Esta luz ilumina
de tal modo la inteligencia que la voluntad no puede dudar del
origen y de la finalidad, divina o no, de los pensamientos,
impulsos, experiencias o acciones de una persona o un
grupo.
1) Decimos que esta forma de discernimiento es un
carisma porque es dado gratuitamente por Dios a algunas personas
y no a todo el mundo. Todos están llamados a discernir,
pero no todos reciben esta forma de discernimiento que se llama
discernimiento carismático.
2) En el carisma del discernimiento el conocimiento es
infuso, inmediato, instantáneo y por eso hablamos de una
luz interior. En el discernimiento ordinario el conocimiento es
adquirido y progresivo.
3) En el discernimiento clásico se puede llegar a
una certeza moral que siempre deja lugar a dudas, porque es
posible preguntarse si el discernimiento estuvo bien hecho, si se
contó con todos los elementos, etc. Cuando se trata del
carisma del discernimiento no queda lugar para la duda, ni
siquiera hay posibilidad de dudar, porque el conocimiento
recibido viene de Dios mismo, que comunica con su propia luz por
una revelación interior que El hace a quien
quiere.
4) Sea ciencia o sea carisma, en ambas formas el objeto
del discernimiento sigue siendo el mismo: el origen divino o no,
la orientación divina o no, de lo que sucede en una
persona o en un grupo.
5) En el carisma del discernimiento el conocimiento es
infuso e inmediato, es una especie de instinto sobrenatural por
que se percibe intuitivamente lo que sucede. Fácilmente se
comprenderá que el carisma es algo más que un
instinto o intuición, aunque puede utilizar esos
caminos.
6) Por último, este carisma como todos los otros,
no se da para el provecho del que discierne sino para el bien de
la comunidad, "con miras al bien común", como dice San
Pablo (1 Co. 12:7). La finalidad de los carismas es la
construcción del Cuerpo de Cristo, que es la
Iglesia.
5. Carismas y
carismas
En la primera parte hemos hecho alusion a personas que
poseen una "gran facilidad" para ejercer el arte del
discernimiento. Esta facilidad, adquirida por la experiencia y la
práctica, es tan notable que se suele decir que tienen el
carisma del discernimiento.
A la luz de lo tratado en el último
párrafo, se comprenderán dos cosas:
En primer lugar: esta facilidad no es carisma en sentido
estricto porque la certeza no es absoluta y el conocimiento no es
infuso sino adquirido. Hay pues carisma en sentido estricto y
carisma en sentido amplio.
En segundo lugar: No siempre es fácil determinar
con exactitud por donde pasa la línea de
demarcación entre ciencia y carisma. Si en teoría
es fácil establecerlo, en la práctica no lo es. La
facilidad para discernir puede ser tan grande que llegue a dar la
impresión de que se actúa por una especie de
instinto espiritual muy seguro. Este instinto, ¿es
adquirido o es un don?. La línea divisoria es muy
tenue.
6. Discernimiento
carismático y fenómenos
físicos
Este es un asunto muy delicado; pero no podemos dejar de
tratarlo. Puede ocurrir que el carisma de discernimiento venga
acompañado de sensaciones físicas; algunos
testimonios hablan de sensaciones físicas precisas o
más vagas, como la sensación de malestar o
irritación. Otros hablan de calor, algo que quema en el
alma, etc. ¿Cómo evaluar estos
fenómenos?
1) Aunque no se da en todos los casos ni en todas las
personas hay que reconocer que la existencia del hecho es una
realidad difícil de negar debido a la seriedad de las
personas que hablan de ella.
2) Hay que cuidarse de identificar estos
fenómenos con el carisma mismo. Hay auténtico
carisma en personas que no los experimentan. A lo sumo ellos
podrían constituir una especie de signo que se aprende a
reconocer con la costumbre.
3) Al parecer, estos fenómenos físicos,
que son algo secundario, solo perduran un cierto tiempo: el
tiempo que tarda el Señor en educar a alguien que El
quiere guiar. Es como colocar boyas para que se aprenda a
reconocer una ruta.
4) Estos fenómenos son frágiles por el
hecho mismo de ser exteriores y se hace necesaria una gran
prudencia. Como se trata de signos sensibles, pueden comportar
una buena dosis de elementos psicológicos y
psíquicos que será preciso dilucidar con el tiempo
y no resultará fácil.
5) La explicación de los fenómenos
físicos está en la situación de
encarnación que vivimos: no somos solamente
espíritu sino también carne. Cuando el
Espíritu infunde un conocimiento sin que pase por la
vía obligada de los sentidos, las sensaciones
físicas pueden ayudar a tomar conciencia de lo que sucede.
Una vez que la persona se habitúa, esas sensaciones
podrán desaparecer.
En todo esto hay que recordar la recomendación de
San Pablo: "No apaguen el Espíritu. Examínenlo todo
y retengan lo que es bueno" (1 Tes. 5, 19 y 21).
7.
¿Quién puede recibir este
carisma?
El Espíritu, autor de todos los carismas,
"reparte sus dones a cada uno según quiere" (1 Co. 12,
11). En teoría todos pueden recibir este carisma y muchos
otros. El Espíritu es libre. Leemos en el Evangelio que
Caifás dijo: "Vale mas que un solo hombre muera por el
pueblo y no que perezca toda la nación" (Juan
11:50). Y San Juan comenta esta frase diciendo:
"Caifás profetizó que Jesús iba a morir por
la nación y no
sólo por la nación, sino para reunir en la
unidad a los hijos de Dios dispersos" (Juan11:52).
Esto debe llevarnos a la humildad pues los caminos de
Dios son misteriosos y desconcertantes; su sabiduría no es
la nuestra. ¿Acaso no eligió para fundar a su
Iglesia a doce pobres pescadores de Galilea, habiendo tantos
hombres brillantes en Jerusalén?
La gracia se injerta sobre la naturaleza, por eso, salvo
prueba contraria, pensamos que el discernimiento adquirido, el
ordinario, utiliza normalmente como canal ciertas cualidades
humanas de sabiduría y equilibrio, informadas por la
gracia. En cambio, tratándose del carisma del
discernimiento, por ser una luz recibida directamente de Dios,
puede utilizar cualquier camino, aún la boca de los
niños o de personas que nos parecerían no tan
equilibradas. El Espíritu es libre y no nos toca a
nosotros indicarle por donde debe pasar.
8. ¿Este
carisma es permanente?
Por varios motivos nos inclinamos a pensar que no lo es,
por las siguientes razones:
1a.- En la historia de la Iglesia han habido santos en
los cuales se reconoció la existencia de un
auténtico carisma de discernimiento, como es el caso de
San Ignacio de Loyola y del Santo Cura de Ars. Y en ellos el
carisma no estuvo siempre en actividad.
2a.- Está de acuerdo al estado de gracia en el
cual vivimos. Así como el Señor no hacía
milagros a pedido del público ni para asombro de las
gentes, tampoco hará que el carisma de discernimiento
opere a voluntad de la persona.
3a.- El Señor invitó a todos a discernir,
a reconocer los signos de los tiempos. Se trata del
discernimiento ordinario que toda persona puede llevar a cabo
sirviéndose de la inteligencia e iluminada por la fe, que
el Señor mismo nos dio. Antes vimos que el proceso siempre
empieza por el discernimiento ordinario, que es el camino
habitual. Después, si el Señor lo quiere y por
razones que sólo El conoce, puede entrar en juego el
carisma.
4a.- Podemos poner el ejemplo del carisma de la
infalibilidad papal: El Papa no es infalible siempre que habla.
Tampoco el profeta profetiza cada vez que abre la boca, sino
cuando es tomado por el Espíritu. Una persona en la que se
hubiera manifestado el carisma de discernimiento no por eso va a
discernir de manera carismática siempre que emite una
opinión.
9. ¿En
qué casos interviene el carisma?
Si el carisma de discernimiento no es permanente, se nos
plantea de inmediato la pregunta: ¿cuándo
interviene el carisma?.
Se manifiesta cuando:
? El discernimiento ordinario se encuentra
bloqueado y no se puede avanzar más
allá;
? Se hace necesaria, para el bien de una
persona o de un grupo, una respuesta inmediata que no se
podría obtener de otro modo.
? El Señor lo juzga oportuno para el
bien de alguna persona o grupo.
10. Discernir el
carisma del discernimiento
Dice San Juan: "Queridos míos, no se fíen
de cualquier inspiración. Examinen a los espíritus
para ver si vienen de Dios" (1 Jn. 4:1). Por su parte San Pablo
escribe: "No apaguen el Espíritu, no desprecien lo que
dicen los profetas. Examínenlo todo y quédense con
lo bueno" (1 Tes. 5:19-21).
Como todos los demás carismas, también el
de discernimiento tiene que ser discernido en base a las gracias
recibidas del Señor: visiones, revelaciones, dones, etc.
Si no se hace se corre el peligro de dejarse guiar por
iluminados. Aunque una persona goce de un auténtico
carisma de discernimiento, de todos modos está expuesta al
error y a la ilusión, sea en el uso que hace de su don,
sea en las conclusiones que saca de él. De ahí la
necesidad de discernir, aún tratándose de carisma
de discernimiento.
En primer lugar hay que verificar la autenticidad del
carisma mismo y eso puede requerir un lapso de tiempo bastante
largo, porque hay verificaciones que sólo se realizan a
base de los hechos y habrá que
saber esperar. También hay que verificar los
límites del carisma y su ejercicio. En esto, igualmente
habrá que tomarse el tiempo necesario, porque un carisma
puede ser auténtico, pero la persona no conoce aún
los límites o no ha aprendido a servirse de él. La
precipitación podría hacernos apagar el
Espíritu.
La cuestión se vuelve aún más
delicada cuando se trata de saber quién ha de realizar
esta verificación. No hay que desestimar el valor de la
ayuda de un prudente guía espiritual, especialmente si
tiene experiencia en el campo del discernimiento. Un grupo de
personas, unidas por fuertes lazos de caridad que les permiten
expresarse, puede hacer un discernimiento sobre la autenticidad o
no de diversas formas de acción del Espíritu. En
ultimo término, es de la competencia del Obispo o de sus
delegados, el discernir sobre las diversas manifestaciones del
Espíritu, incluyendo el carisma de
discernimiento.
Dada su naturaleza propia y de la de los carismas en
general, es especialmente importante que el discernimiento sea
ejercido por varias personas. Está relacionado con la
comunión fraterna y el discernimiento de uno solo pide
generalmente ser completado, "discernido", por otros. El
discernimiento en la Iglesia incumbe más particularmente a
los pastores, no solamente para ver lo que es malo, sino para
retener lo que es bueno.
11. ¿Un
carisma en estado puro?
Sabemos que el oro se encuentra siempre mezclado con
otros minerals; a menudo sucede así con los carismas y en
particular el de discernimiento. Junto con él se pueden
encontrar elementos que corresponden a la profecía, al don
de conocimiento o de leer en los corazones, a la palabra de
sabiduría, etc. En el ejemplo citado antes, además
del discernimiento encontramos el don de conocimiento que
permitió al sacerdote identificar la causa de lo que
ocurría en la persona.
12. Utilidad y
peligros de este carisma
El carisma del discernimiento no sólo sirve en el
ministerio de liberación o de exorcismo como parecen
pensar algunos autores. Tampoco creemos que sirva
únicamente para determinar el origen de los
fenómenos carismáticos.
La utilización del carisma se extiende mucho
más allá. Permite descubrir de inmediato qué
espíritu está actuando en una vida, una actitud,
una oración, una profecía, una enseñanza,
etc. Útil en toda clase de circunstancias, lo es
aún más para las personas que estan a cargo de
altas responsabilidades pastorales.
Esta forma de discernimiento comporta sin embargo
ciertos peligros.
Peligros para el que discierne:
? Peligro de apegarse más al don mismo que al
Autor del don y a la finalidad para la que es
concedido.
? Peligro del orgullo y del prestigio personal como si
viniera de la persona misma y no fuera totalmente recibido del
Espíritu.
? Peligro de utilizar mal el don, equivocándose
en las conclusiones que pueden sacarse de las luces que da el
Señor.
? Peligro de tomar como luces del
Espíritu los propios deseos, temores o
angustias.
Peligros para las personas que son objeto del
discernimiento:
? Peligro de andar "a la caza de lo maravilloso". Si
debido a estar mal informado o haber comprendido mal, una persona
puede pensar que el carisma es automático y que funciona
en todo momento.
? Peligro de pereza espiritual y de mantenerse en una
especia de infantilismo espiritual. En lugar de esforzarse por
conocer los caminos de Dios y sus llamados, espera aclarar todas
sus dudas por el mensaje recibido, sin hacer nada por su
parte.
No hay que fundar la vida espiritual sobre cosas
exteriores a uno mismo: palabras, profecías, revelaciones,
mensajes, etc. Se correría el riesgo de parecerse a un
árbol de Navidad, cargado con adornos exteriores, pero
privado de savia y de vitalidad interior.
La palabra discernimiento, escuchada exteriormente, es
una ocasión perfecta para verificarla por dentro, en el
fondo de uno mismo. Siempre hay que retornar al fondo del
corazón para percibir el llamado de Dios para el momento
presente; actualizarla. Nadie tiene derecho a actuar de manera
automática sin ir a ver al fondo de su conciencia lo que
el Señor quiere decirle.
De otro modo se estaría sacrificando el medio
más precioso para ir hacia Dios: la conciencia profunda,
el juicio y la libertad. Una palabra humana venida del exterior
no puede reemplazar lo que el Señor le dice a la persona
en el fondo de su corazón.
LECTURA BIBLICA
"Queridos mios, no se fien de cualquier
inspiración. Examinen los espíritus para ver si
vienen de Dios, porque muchos falsos profetas andan por el mundo.
El que reconoce que Cristo Jesús se hizo hombre, habla de
parte de Dios. En esto reconocerán al que Dios inspira. En
cambio, si un inspirado no reconoce a Jesús, ése no
habla de parte de Dios, sino que habla como el Anticristo" (1a.
Juan 1-3)
ORACION FINAL
"Sumo y glorioso Dios, ilumina las
tinieblas de mi corazón, y dame fe recta, esperanza cierta
y caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor, para
que cumpla tu santo y veraz mandamiento".
San Francisco de Asís
Autor:
Agustin Fabra