Novela costumbrista contemporánea "El despreciado"
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Novela costumbrista contemporánea
"El despreciado"
"Como pidiendo perdón"
Gracias a "Jehová" el creador
todopoderoso
y a su hijo
Jesús El Cristo
A mis padres
que amo tanto
Mi agradecimiento con mi espíritu y con mi
inteligencia, a todas las personas que de una u otra manera,
hicieron posible la realización de esta obra.
¡Fueron muchos los que colaboraron con ella!, y mal puedo
yo, ponerme a nombrarlos aquí, puesto que corro el riesgo
de dejar a algunos sin mencionar, y ninguno de los que me
ayudaron, merece quedar por fuera ¡Sino todo lo contrario!;
porque está el que me consiguió algunas hojas de
papel, está el que me regaló el lápiz,
está el que me ayudó con una resma de papel, el que
me ayudó con algo de dinero, el que me prestó la
máquina de escribir, el que me consiguió alguna
cosa o herramienta de oficina, los que me ayudaron a corregirla,
los que me le sacaron copias, los que pacientemente la leyeron y
me la criticaron y me aconsejaron, los que me felicitaron, los
que con toda sinceridad y de corazón me auparon y me
dieron ánimos, los que me tuvieron paciencia y me
soportaron; ¡En fin!. ¡Cada uno de ellos sabe!,
cómo y de qué manera lo hicieron y cómo y en
qué forma pusieron su granito de arena, para que ella
saliera a la luz. ¡Por eso les repito!, les estaré
por siempre agradecido.
Yo, desde muy joven sentí la inquietud de
escribir, de comunicarles a mis congéneres, por medio de
la escritura, mis sentimientos, mis inquietudes, mis vivencias,
mis fantasías, …, y me veía escribiendo en una
cabaña solitaria, rodeado de la belleza y de la
tranquilidad de la naturaleza del campo, de la playa o de la
montaña. ¡Y vivía soñando y esperando
que se dieran estas condiciones y circunstancias!. ¡Pero
dándome cuenta de repente!, "que los días pasaban y
pasan apresuradamente, queriendo convertirse en el futuro.
¡Pero que misteriosamente!, se estancan en el presente, y
llenan a la vez, a la vida de pasado" ¡Y yo! ¡Sin ver
mi cabaña por ningún lado!, tomé la
determinación de ponerme a escribir bajo las condiciones y
circunstancias más increíbles ¡ Y bueno!,
aquí está lo que logré hacer, y espero que
lo disfruten.
Muchas gracias.
Francisco Tovar (TAFS)
SACVEN 6.624
Venezuela
*
Cantaban los gallos en un tono lastimero, los grillos
bostezaban de cansancio por tanto chirriar, el amanecer no
mostraba claridad, la Casa Grande de la hacienda se encontraba en
penumbras, y sólo se distinguía a la distancia, el
resplandor de un mechero de keroseno, que trémulo
titilaba, como queriendo expresar en su extraño lenguaje,
un misterioso y triste mensaje ¡Y de repente!, se escucha
el llorar de un niño recién nacido, que al romper
el silencio reinante, parecía más bien un lamento;
Mamá Porfiria, la causante de ese llanto, al propinarle
varias nalgadas al bebé, como buena comadrona que era, le
había hecho sentir al nuevo ser, la primera penuria
¡De las muchas que sufriría en su vida!, como
presagio de aquel amanecer, en el cual hasta el sol se
negó a salir. Don Emiliano, quien desde hacía
bastante rato, se paseaba por el largo y oscuro corredor de la
Casa Grande, con un enorme y humeante tabaco en la boca, nervioso
y muy preocupado, por la tardanza del parto; se sobresaltó
al oír el llanto, y diciendo con alivio
–¡Gracia ja Dio!– Se internó en la casa,
dirigiéndose a su habitación. Mamá Porfiria,
al verlo entrar, se dirige a él diciéndole en un
tono muy amoroso –Mire Do Nemiliano!, le nació tro
negrito cará ¡Y bravo que jel condenao!, primero no
quería salí, despué no quería
resollá, y tuve que dali hasta cinco nalgá pa que
chillara, y ora no se quie callá ¡Y patea
comú nendemoniao!_ _¡Bueno Ma Porfiria!_ Le responde
Don Emiliano, haciendo un gesto con los hombros
–Déselu a la mama pue, pa que le sampe la teta pu
ese jocico, que yo sepa, esu e lo que lo jaquieta cuando se pone
nasina_ _¡Ta bien mi Don!_ Dice Mamá Porfiria,
asintiendo, a la vez que le recuerda a Don Emiliano, en un tono
autoritario –Sabe que tiene que mandá poní a
reposá la sope gallina Ña Calmen, mire ques te
palto le fue jalto difícil, y la dejó muy
débili cansá, como que sino fuera parío
nunca_ Y dirigiéndose a la madre, en un tono
cariñoso, continua diciendo _¡Y usté mi
Doña!, tomi al Negritu y dele su comía pue_ Don
Emiliano, después de preguntarle a Doña Carmen,
¿Qué cómo se sentía?, y darle un beso
en la frente, se dirigió a la cocina, a seguir la
recomendación de Mamá Porfiria. Mientras tanto
Doña Carmen, tomaba a su hijo en los brazos y le colocaba
uno de sus senos en la boca –¡Aay muchachu el
carrizo!_ Gritó Doña Carmen de repente, y
seguía repitiendo griticos de cuando en vez, ya que el
Negrito le succionaba y presionaba fuertemente. Y entre ayes y
ayes, pensaba _ ¿Qué nombre le pongu este
muchacho?, me parece como que tuvieral gu especiá_ En eso
a Doña Carmen se le ocurre llamar a su esposo, y lo hace a
gritos _¡Emiliano!, ¡Emiliano!_ Y éste, oyendo
los gritos de su mujer; llega corriendo a la habitación,
pensando que le estaba ocurriendo algo malo, y le pregunta, en un
tono de asombro y asustado _¡Qué te pasa
mujé?, mi asustate co nesos leco_ Y ella le responde,
apenada –Bueno, es que quería preguntate,
¿Qué qué nombre le vamo ja poni al
tripón?_ Respondiendo Don Emiliano, algo más
calmado _¡Bueno mujé!, ¿Cómu es que
tú le pone jel nombri a los muchacho pue?_ –Yo
sé, pue lalmanaque_ Le responde ella, dudosa
–Perú es ques te muchacho me parece distintu a lo
sotro, ¡No sé!, ¿Qué dices tú?_
_Déjame buscá pa ve_ Responde Don Emiliano,
dirigiéndose a la pared, en donde se encuentra pegado un
calendario, y apoyando un brazo en la misma, comenzó a
escudriñar en él. Al rato se voltea, hacia donde
está acostada Doña Carmen, y le dice, como no
dándole mucha importancia al asunto –Bueno chica, e
lalmanaque Bolge ji familia rezan Brosio_ _¡AMBROSIO!_
Replica Doña Carmen, con un gesto de extrañeza
–Ese nombre me suena comu hambre, hambriento, sufrimiento,
¡No sé!, ¡Pero bueno!, me parece que le va bie
nesa gracial Negrito, ¡su gracia será!,
¡Ambrosio!_ Recalca Doña Carmen, con un gesto de
firmeza. ¡Y así!, entre carreras y gritos, el trinar
de las aves, la mezcla de ruidos producidos por los animales
domésticos y el sonido de la triste música,
producida por el viento al pasar entre los árboles;
transcurría el primer día en la vida de Ambrosio
Ortiz, el número siete de los hijos de Emiliano Ortiz y
Carmen Aponte de Ortiz, después de Eliodoro, Santiago,
Carmela, Ernestina, Pedro y Pablito, con el transcurrir del
tiempo, se agregarían a la familia Ortiz-Aponte, dos
nuevos integrantes: Ramón y Antonio…
*
La vida en la hacienda de café de Don Emiliano,
transcurría rutinariamente, las ochenta hectáreas
produciendo, el corredor, que le daba vuelta a toda la Casa
Grande, repleto hasta el techo de sacos llenos, esperando
solamente que los carguen sobre las mulas y los lleven a vender.
El Don y sus tres hijos mayores, atendían las cosechas
junto con la peonada, la Doña y sus hijas, se encargaban
de los animales y de los quehaceres del hogar;
¡Normalmente! ¡Para el desayuno solamente!, eran
preparados: entre ochenta y cien pares de hallaquitas o arepas y
huevos; Pablito y Ambrosio, se encargaban de labores como la de
echarle comida a los cochinos, buscar la leña,… Los dos
más pequeños, jugaban y fastidiaban como todo
muchacho, ya que todavía no habían llegado a la
edad de siete años, ¡Que según Don Emiliano
Ortiz!, ¡Y con muchas objeciones de parte de Doña
Carmen!, era la edad reglamentaria, para comenzar a bregar en el
campo y dar comienzo a la formación del hombre, para su
desenvolvimiento en la vida; enseñándole
responsabilidades u obligaciones, desde una edad temprana…
Don Emiliano, era un jugador empedernido, ¡Además de
mujeriego!, ¡Y muchas veces, de repente, sin dar
explicaciones de ningún tipo!, mandaba a ensillar su
animal preferido; una enorme, negra y resabiada mula, que
sólo él podía montar, la cual medía:
como metro y medio de alzada; se acomodaba su faja repleta de
fuertes, bambas y pesetas de a peso, montaba sobre su bestia, y
se echaba unas perdidas de dos, tres y hasta cuatro días,
dependiendo de si encontraba fiestas o no. ¡Y cuando
aparecía!, había ocasiones, en que traía las
alforjas repletas de dinero, junto con una o dos fajas más
aparte de la de él, igualmente llenas y terceadas en el
hombro, y con uno o dos animales a reata; pero en otras
ocasiones, ni siquiera traía su faja, ¡Y
además de haber perdido todo lo que se había
llevado!, venía alguien acompañándolo, para
llevarse uno o dos cochinos, caballos o vacas, que también
había perdido; teniéndole que soportar la lengua a
Doña Carmen, ¡Por lo menos, por tres
días!.
*
Ambrosio, desde muy pequeño, dio muestras de
habilidades; y además de ser muy obediente, ponía
mucho empeño, en hacer las cosas lo mejor posible. Por eso
un día que Don Emiliano iba a trasladarse al Puerto, para
vender el café, teniendo a la vez que hacer otras
diligencias de importancia, lo llamó y le dijo, de una
manera firme _¡Miri Ambrosio!, mañana primera hore
la madrugá, me voy pal puelto co ne larreu e mula, y me
tengo que llevá su jelmanos mayore, polque me va
nacé falta lla, y usté se me va quedá calgu
aquí, ¿Tamos di acueldo?_ _Comus te diga pa_ Le
responde Ambrosio, de forma sumisa, a la vez que le pregunta, con
tristeza _¡Y miri apá!, ¿Va na i los cuatru
entonce?_ _¡No!_ Le responde Don Emiliano, en un tono seco
–Na ma Jeliodoro, Santiagu y Pedro_ Pablito, cuya forma de
ser y comportamiento, era del todo opuesto al de Ambrosio,
además de haber dado muestras desde pequeño, de ser
envidioso e intrigante; se encontraba en el corral de los
becerros, con Pedro, ¡Muy cerca de ellos!, y escuchó
lo que le decía su padre, a su hermano menor;
conversación ésta, que no fue de su agrado, y con
un gesto de disgusto, se alejó del sitio, pensando con
rabia _ ¿Cómu es posible? ¡No me lleva na
conocel puelto!, ¡Y encima deso!, pone nese mono ques mucho
menol que yo, comu e lombre la casa, ¡Puen cima mío!
¡Eso no pue se!, me las va pagá_ Y esa misma noche,
Pablito, comenzó a maquinar en su mente, qué era lo
que iba a hacer al día siguiente, para que Ambrosio
quedara mal delante de su padre, y con esas ideas en la cabeza,
se fue a acostar… En la fría madrugada, a eso de las dos
de la mañana, comenzó el movimiento en la hacienda
de café de los Ortiz, ¡Y el corre para y el corre
por, no cesó!, hasta que todas las mulas estuvieron
cargadas y reatadas; en eso, Don Emiliano, llama a Ambrosio y a
Juancho, el capataz; y les dice, firmemente _¡Bueno!, la
cienda queden sus mano, espero que men treguen buenas cuenta,
¡Juancho!, ayúdami al muchachu en to lo que puedas_
_¡Como usté diga patrón!_ Le responde el
capataz, y el Don, montando en su mula, después de
contestarle la bendición a Ambrosio, la dirigió
hacia el sendero, y encabezando la reata, gritó
_¡VAMONÓS! ¡Y que sía lo que Dios
quiera!_ Y Eliodoro, Santiago y Pedro, después de pedirle
la bendición a Doña Carmen, se emparejaron con su
padre, mientras Ambrosio y Juancho, observaban la culebreante
recua, que después de pasar por debajo del Gran
Samán, se iba desvaneciendo en la distancia,
desapareciendo entre los árboles ¡Por otro lado!
Pablito, se encontraba convenciendo a sus otros dos hermanos
menores, para que lo secundaran, en la mala jugada que
había ideado, en perjuicio de su hermano Ambrosio,
¡Y les decía, de manera autoritaria!
_¡Ramón!, tú y yo vamo ja desbarrancá
la cequia, ¡Y tú Antonio!, te va jaí al
corral de los becerro ji los va dejés capá todos,
pa qui Ambrosio no li alcáncel tiempo pa las demás
cosa_ Y así lo hicieron. Ramón y Antonio le
obedecieron, ya que los había amenazado con golpearlos si
no lo hacían, como lo hacía siempre que
quería involucrar a sus hermanos en sus fechorías,
puesto que desde siempre, había hecho ver, que a él
le gustaba ser el mandamás, y no aceptaba que se le
opusieran a las cosas que él quería y buscaba. Esta
actitud de Pablito y su forma de ser, haría, que con el
transcurrir del tiempo, su tirria en contra de Ambrosio se
acentuara; ya que éste, desde muy pequeño, dio
muestras de que no se iba a dejar, ¡Ni se dejaría
acoquinar por nadie!. Ambrosio, se encontraba con el capataz,
oyendo consejos de éste, cuando llegó Melecio,
jadeante por la carrera que había dado, a avisarles que se
había desbarrancado la acequia; y en ese momento, llegaba
también Régulo, en las mismas condiciones, para
avisar que los becerros habían escapado todos _¡Mire
Don Juancho!_ Dice Ambrosio con autoridad y sin perder aplomo
–Usté se me va co nunos pione ja repará la
cequia, mientras yo voy co notro ja recogé los becerro,
¡Y usté Melecio, me le dice a Ramoni Antonio, que
sen calguen de la comíe to lo janimales, si no se las
quieren ve conmigu y con papá_ Y con la misma, se fue,
junto con tres peones a reunir los becerros nuevamente, antes de
que se mamaran las vacas; y pensaba, perspicazmente –Me
pareci a mí, que detrá je tues tu está la
mano di alguien, ¡Y lo voy averiguá!_ Mientras
tanto, Ramón y Antonio, realizaban el trabajo que
normalmente hacían Pablito y Ambrosio, puesto que, el
autor intelectual de lo que estaba ocurriendo, no estaba
dispuesto, ¡ Bajo ningún concepto!, a colaborar con
su hermano… Con la colaboración de los peones y la buena
dirección de Ambrosio y el capataz, las tareas de ese
día, se cumplieron, ¡Eso!, a pesar del sabotaje. Al
día siguiente, Pablito, al no poder contactar a sus
hermanos, ya que éstos se encontraban muy ocupados, con
las tareas que les había asignado Ambrosio; se fue
él solo, y volvió a desbarrancar la acequia, y
después se dirigió al corral de los becerros, para
abrirles la puerta y dejarlos escapar nuevamente, pero uno de los
peones, que lo vio causando el derrumbe de la acequia, se fue a
avisarle a Juancho, y éste, se dirigió a buscarlo,
imaginándose cuál sería su siguiente paso; y
lo encontró en el momento en que se disponía, a
dejar escapar los becerros, deteniéndolo a tiempo.
Ambrosio, a quien otro peón le fue a avisar lo que estaba
pasando, ¡Además de decirle, quien era el causante y
en dónde se encontraba!, se dirigió al corral de
los becerros, y al llegar allí, sin mediar palabras, se
abalanzó sobre Pablito, sin darle tiempo a nada,
propinándole una andanada de golpes con todas sus ganas.
El capataz y otros peones, intervinieron en la pelea,
separándolos, mientras Ambrosio le decía a Pablito
_¡TÚ A MI ME RESPETA JOISTE!, ¡Polque yo soy u
nombre! ¡ Po ralgo papá mes cogiu a mí y nu a
ti pa que men calguen su ausencia!, ¡ ASÍ QUE ME
RESPETAS!_ Por su lado, Pablito, que se le sacudía y
pateaba a los peones que lo tenían agarrado, decía,
con una mirada de odio en los ojos _¡Tú me la va ja
pagá monito feo!, ¡Tú me la va ja
pagá!_ Juancho, después de calmar a Ambrosio y
evitar que continuara el altercado; se dirigió a reparar
la acequia nuevamente, junto con otros peones. A la hora de la
comida, estando la familia reunida en la mesa, Doña Carmen
, viendo la seriedad de sus hijos, la misma que había
observado en el día anterior, les pregunta, con un dejo de
preocupación e intrigada _¡Bueno, ya basta!,
¿Yo quiero sabel polqué de sas cara?, aye li hoy la
misma cosa, ¡No pue se!, cuandu nos ta comiendo tiene ques
ta contento, polque sino la comía nos pue cae mal_
_¡Peru amá!, ¿Es quius te no sabe na?_
Pregunta Carmela, con un tono de extrañeza
_¡¿Qué mija?!_ Interroga Doña Carmen,
sorprendida y preocupada _Bueno, qui ayel ses barrancó la
cequie y ses caparon los becerro, y hoy también
pasó lo mismu y descubrieron qui había sio Pablito,
y Ambrosio le cayú a golpe_ _¡DIOS MÍO!_
Exclama Doña Carmen, asombrada y con un rictus de
sufrimiento en el rostro, a la vez que pregunta, mirando a sus
hijos fijamente _¡Pol qués tan pasandu estas cosa
jen mi casa? ¡Ustedes no puen compoltasi asina!, mire qui
ustede so nelmano ji nosostro no lemo jenseñau esas cosa_
¡No se imaginaba siquiera Doña Carmen!, que ese era
apenas el comienzo de sufrimientos, angustias y temores para
ella, en los que siempre estarían involucrados, de manera
protagónica, sus cuatros hijos menores, por la forma en
que se comportarían éstos toda su
vida…
*
El día en que debía retornar Don Emiliano,
a Pablito se le ocurrió otra maldad, ya que seguía
manteniendo en su mente la idea, de que tenía que hacer
quedar mal a Ambrosio delante de su padre, y tenía que
hacer que lo culparan de algo malo, ¡Ya fuere quemando,
matando o desapareciendo algo!, fue por eso, que se
dirigió al sitio en donde almacenaban los alimentos, y
agarrando un mapire, lo llenó de maíz;
dirigiéndose luego al patio trasero de la Casa Grande, y
comenzó a echárselo por puñitos a las aves
de corral, ¡Y gallinetas, pavos, gallinas, patos!,
comenzaron a seguirlo en dirección al río. La idea
que se le había ocurrido a Pablito, era, la de agarrarlos
uno por uno, mientras le durara el maíz, e irlos echando
al agua para que se desaparecieran corriente abajo
¡Mientras más desaparecieran!, era mucho mejor para
sus planes ¡Pensaba él!, mientras una alegría
maquiavélica le recorría el cuerpo, nada más
de imaginarse la cara de Ambrosio cuando se enterara, y de la
reprimenda que recibiría éste, de parte de su
padre. Pero Carmela y Ernestina, que vieron extrañadas,
como Pablito se llevaba los animales hacia el monte; fueron a
avisarle a Doña Carmen, que se encontraba en el manantial,
el mismo, que desde siempre brotaba, emanando pureza, cerca de la
mata de limón dulce; la Doña se encontraba
allí, hablando con Mercedes, la esposa del capataz;
mientras recogían el agua de beber en la casa. Carmela y
Ernestina llegaron al sitio, jadeantes, por el esfuerzo que
acababan de hacer, y decía la segunda _¡Amá!
¡Amá! ¡Pablito sesta llevando las gallinas pal
monte!, dándole maí di a poquito_
_¡Cómu es la cosa?_ Pregunta la Doña,
sorprendida, mientras ponía las pimpinas en el suelo, y
despidiéndose de Mercedes, salía con un paso
rápido, casi corriendo, a la par de sus hijas, para ver
qué era lo que estaba tramando Pablito; y al irse
acercando al sitio, vieron cuando éste agarraba la segunda
gallina por el pescuezo y la lanzaba al río
_¡Aay!_Pega un gritico de susto Doña Carmen, y le
dice a Carmela y a Ernestina, mientras arrancaba una rama de un
arbusto que encontró a la mano _¡Agárrenme se
muchachu el carrizo pa dali una buena pela, a ve si se le quita
lo malucu y aprendí a respetá!_. Y en el momento
que Carmela y Ernestina, corrieron para agarrar a Pablito, se
formó un alboroto de " padre y señor mío",
¡Gallinas que saltaban cacareando!, ¡Patos volando!,
¡Gallinetas chillando!, ¡Pavos gritando!, ¡Al
fin lograron alcanzarlo!, y una lo agarró por una pierna y
la otra la agarró por el cabello, para que se quedara
quieto, ¡Y llegó Doña Carmen, y
comenzó a darle ramalazos!, ¡Y le daba y le daba!, y
al mismo tiempo que le daba, le decía a gritos
_¡PÓLTATE BIEN MUCHACHU EL DEMONIO!, ¡ Cuando
venga tu papa se lo digo pa que te dé otra y Pablito
lloraba, gritaba y le suplicaba a la Doña !_ _¡AAY,
AAY, AYAYAAY!, ¡NO ME PEGUE MA JAMAÁ!_ Y le
seguía suplicando, que no le pegara más, pero la
Doña seguía dandole y dándole, hasta que el
brazo no le dio más, y luego de botar la rama, le dijo a
sus hijas que se lo llevaran a la casa, y una vez allí,
éstas le echaron una buena cura de salmuera, en los
moretones. A Pablito jamás se le olvidaría esta
pela, porque ni la que le daría Don Emiliano, ese mismo
día, la igualaría… Y ya cuando la tarde,
comenzaba a dar sus primeros pasos hacia la noche, llegó
Don Emiliano con sus acompañantes, habiendo transcurridos
los tres días que normalmente duraba el viaje.
Regresó cargado de víveres de todas clases, tanto
para la casa, como para los animales, además de prendas de
todo tipo para la familia. Al poco tiempo de haber regresado, se
dio cuenta que todo estaba en orden, y llamó al capataz
para preguntarles como quien no se ha dado cuenta _¡Y
bueno!, ¿Cómu anduvo to?_ Respondiéndole
éste, con un gesto de satisfacción _¡Muy bien
patrón! ¡Todo anduvo muy bien!, el muchacho a pesar
de que no ha cumplido los nueve años todavía, se
comportó como todo un hombre, ¡Lo felicito mi Don!,
de verdá verdá_ _¡Gracia Juancho!_ Le
responde Don Emiliano, complacido y muy orgulloso
–Tú sabes que yo poco me quivoco con la gente_ El
Don, luego de informarse en detalles, de todas las cosas que
sucedieron durante su ausencia; le dio el regalo que le
había traído a Ambrosio, el cual consistía,
en una navaja de cazador, por cuyo objeto, éste se
sintió muy feliz; después le dio su merecido a
Pablito, ordenándole además, que todo el trabajo
que normalmente realizaban él y Ambrosio, tenía que
hacerlo solo, hasta que él se acordara de levantarle el
castigo; y finalmente, se fue a hacer los preparativos para el
segundo viaje hacia el Puerto, el cual se llevaría a cabo
al día siguiente, y durante el mismo, habiendo
impartidoDon Emiliano órdenes similares; en la hacienda,
las cosas marcharon normalmente, ¡Dentro de lo que cabe!,
puesto que Pablito, tratando siempre de entorpecer las labores de
la hacienda de café; no dejó de rumiar su rabia,
por la supremacía impuesta, del Negrito sobre
él…
*
Varias semanas después de haber sucedido estos
hechos, a Pablito se le ocurrió, que había que
darle una lección al hijo del capataz, ya que éste
le había roto su trompo, ¡Por supuesto que
Elías!, se lo había quebrado en competencia y en
buena lid; pero a él no le pareció así, y
como todo cobarde, no se atrevía a enfrentársele
solo al muchacho, que era de su misma edad y estatura; y le
decía a sus tres hermanos menores, de manera imponente
_¡Miren muchachos!, ustedes saben, que Lía sale
tempranito to los día ja buscale leña la mama, y
siempre se va pu el camino rial, bueno, nosotro lo vamo jes
perés condío jen la Piedra Negra ¡Y le vamo
ja du na buena revolcá!, pa que nos respete_ Ambrosio, que
era muy justo en su forma de actuar, y así sería
siempre, además de poseer un buen corazón; no
estaba dispuesto, ¡Ni lo estaría nunca!, a secundar
a Pablito en esa canallada, y enfrentándose a él le
dice, con gestos de firmeza _¡Es que tú cres que
nosotro somo junos cobaldes como tú?, a mí si
alguien mi haci algu y me quiero descobrá, lu hago solo
sin buscá yuda_ Y con la misma se dio la vuelta,
retirándose de allí, mientras Pablito le
decía, irónicamente –¿Eses familia
tuya caso?, un miedosu es que tú ere, ¡Y ustedes?
_Le pregunta a Ramón y a Antonio, con autoridad _
¿Qué dicen? ¿Le vamo jechá
pichón, sí o no?_ Y ellos, por el temor que le
profesaban, acceden a sus planes. Mientras tanto Ambrosio, que
aparte de no estar dispuesto a secundar a Pablito, en sus
maldades tempranas; sabía que su consciencia no le iba a
dejar tranquilo, sino le avisaba a Elías, lo que estaban
tramando sus hermanos en contra de él; se dirigió a
la cabaña, en donde vivía éste con sus
padres, y al llegar allí, llamó desde la puerta,
dando las buenas tardes; saliéndole Mercedes, la madre de
Elías, que al verlo, lo saluda con una sonrisa en flor y
le pregunta, expresando cariño _¡Mijo!
¿Cómo tas tú? ¿Qué te trae pua
qui?_ _ Yos toy bien ¿Y usté?_ Le responde
Ambrosio, devolviéndole la sonrisa _¿Ta
Elía?, quieru hablá co nél_ _¡Aah
sí!, e les ta pu allá tra jamolandu nos machete
¡Pasa palante!_ Ambrosio, después de darle las
gracias a Mercedes y pedirle permiso, se dirigió a la
parte trasera de la cabaña de Juancho, y Elías al
verlo, hace un gesto de extrañeza, a la vez que le
pregunta _¿Qué pasó? ¿Qué
buscas tú pues tos lao?_ A lo que Ambrosio le responde, de
una manera firme _¡Vengu avisate que Pablito, junto con
Ramoni Antonio!, te va nes perá mañane nel monte
cuando vaya ja buscá leña, pa caeti a golpe_
Elías, sorprendído y extrañado, le pregunta
_¿Y pol qué?, yu a ello no le jecho na_ _
¡Bueno Chico!_ Le replica Ambrosio, encogiendo los hombros
–Tú sabes que Pablito no necesita motivo pa se sus
maldade ¡Y ademá!, como tú y que le rompisti
un trompo_ _¡Pero si él peldió la troya!, y
tabamo jugando di a do santamaría_ Responde Elías,
sorprendido nuevamente; a lo que le dice Ambrosio, afincando las
palabras _¡Te vuelvu a decí!, quel no necesita
motivo ¡Lo jinventa!_ Preguntándole Elías,
con curiosidad _¿Y pol casualidá tú no sabe
jel sition de me va nes perá? _¡Bueno!_ Le responde
Ambrosio, algo dudoso _ Pablito dijo que tiba nes peres
condío jen "La Piedra Negra" ¡Pero veti atento!,
polque puen cambié sitiul tima hora_ ¡De repente!
¡ Elías!, recordando algo, deja de amolar el machete
que tiene en sus manos, e incorporándose, mira a Ambrosio
fijamente a los ojos y le pregunta, haciendo un gesto de
extrañeza _ ¡Y bueno chico! ¿Tú y yo
no nos caímos ja golpe je nestos día, polque le
pegasti a mi perro ques taba peliando co nel tuyo, y me li
aporriate juna pata? ¡Y salites peldiendo! ¿Y con tu
y eso viene ja visame?_ _¡Esa fue una pelea justa!_ Le
responde Ambrosio, con seguridad –Polque yo le peguí
a tu perro pa defendel mío, y tú lo qui ciste fue
pelía puel tuyo ¡ Y yos toy di acueldo con lo que
pasó! ¡Pero con lo que no puedos ta di acueldo ni
apoyá!, es con lin justicie mi jelmano. ¡Bueno!
¡Ya sabe!, me voy, adió_ _¡Adió jamigo
mío!_ Le responde Elías, en un tono muy amistoso y
sonriendo, y Ambrosio, que ya había emprendido el camino
hacia su casa, se voltea, hace un gesto con uno de sus brazos y
se sonríe también, aceptándole la
amistad… Al día siguiente, Elías, habiendo
tomado otro camino, dando un rodeo; iba preparado y alerta, para
ver si podía sorprender a los emboscados
¡Éstos!, acurrucados en silencio y muy tensos,
hacía ya varios minutos que se encontraban esperando a la
víctima en el sitio acordado:"una enorme piedra, como de
tres metros de altura y siete de diámetro, de un color muy
oscuro e indefinible, con una peculiar forma que hace recordar un
megalito; situada en una de las curvas del sendero que conduce al
bosque ¡Y que nunca nadie ha podido explicar, cómo
llegó allí!, por no haber en más de un
kilómetro a la redonda, ningún lecho seco que
indicara, que en tiempos antiguos, hubiese pasado por allí
algún río, arroyo o algo parecido… En lo que
Elías los divisó, comenzó a
acercárseles sigilosamente, y cuando se encontraba a una
distancia aproximada de veinte a veinticinco metros, se detuvo
por un momento y les observó las espaldas, sonriendo
irónicamente; respiró profundo ¡Y de repente
se les fue encima en carrera!, blandiendo el machete que cargaba
en la mano, el cual relumbraba en el aire, al pegarle los rayos
del sol saliente que amorosamente acariciaban la campiña;
y al mismo tiempo daba un escalofríante alarído,
cuyo eco resonante en la silenciosa inmensidad, lo hacía
más aterrador _¡AAAAAAAAAAAAAAGGGGGGGGGEEEEEEUU!_
Los emboscados al oírlo, se aterrorizaron de tal forma ,
que se les erizó todo el cuerpo, al mismo tiempo que se
orinaban y se defecaban en los calzones, mientras veían la
forma endemoniada en que Elías se les venía encima
¡Y reaccionando por instinto solamente!, ya que el miedo
los tenía casi paralizados; salieron a toda carrera ,
dando grandes gritos, producto del terror que les causó la
aparición repentina de la supuesta víctima, cuyo
tan espeluznante grito, interrumpió el tranquilo silencio
de la comarca; amenazándolos ésta con un machete ,
que ellos sabían muy bien, podía cortar un pelo en
el aire . Elías los persiguió por unos cuantos
metros, y luego se detuvo a mirar la forma grostesca en que
desaparecían entre los árboles ¡Y no
aguantando más la risa!, soltó la carcajada
¡Y reía y reía!, sobándose el
estómago, hasta que cayó al suelo
retorciéndose ¡Y casi desfalleciendo de tanto
reír!. Mientras tanto, los tres muchachos llegaban
corriendo a los predios de la Casa Grande, cansados, sudorosos,
jadeantes, casi sin poder respirar, a punto de una apnea,
despidiendo un olor nada agradable y sin habérseles pasado
el susto todavía; y Pablito decía, como trancado
del pecho y tartamudiando _ E ese fue A, A. Ambrosio que li a,a,
avisó ¡Seguro que fue e, él!, pe, pero me las
va pa, pagá ¡Seguro que me, me las paga!_ Y
Ramón decía, en el mismo tono – Tre, tremendo
susto vale, pol pocu y nos ma,nos mate se loco – Y Antonio
aconsejaba a sus hermanos, diciéndoles _ Di ahora pa, pa
lante , tenemos quí andá con, con cuidao, polque se
demonio nos pue cazá comu nas lapa _ ¡Y ya cuando la
tarde, comenzaba a devorar a la alegre mañana! Pablito
vio, como Elías y Ambrosio se desternillaban de la risa,
bajo la sombra del Gran Samán; e imaginándose, que
era de ellos que se reían, los miró con odio
¡Y no estaba equivocado! Porque era precisamente de lo
ocurrido entre ellos, que éstos se reían, y
Elías le decía a Ambrosio, riendo _ ¡Yo te
los toy contando!, pero lo fueras visto _ Y soltaban la risa
nuevamente, y Ambrosio decía casi sin poder hablar _
¡Pero tú no viste la folmen que llegaron!,
parecía nunos locos corriendu y hablando gritao
¡Fíjate que venían ta nasustao!, que yos taba
arreglandu el chique ronde papá poni a parí las
cochinas, y pasaron po rahí ni me vieron – Y
seguían riendo y riendo, mientras se contaban todos los
detalles de lo sucedido.
*
Después de estos acontecimientos, Ambrosio y
Elías se hicieron muy buenos amigos ¡A tal punto!,
que se ayudaban mutuamente en sus labores ¡Y más que
amigos! parecían unos hermanos, por la forma en que se
trataban; hecho éste que notaban sus padres, y los
hacía pensar y preguntarse ¿Qué cómo
era posible que Ambrosio, se la llevara tan bien con el hijo del
capataz, y tan mal con sus propios hermanos? ¡Y ese hecho,
como padres!, les preocupaba y los hacía sentir mal,
poniéndolos también en situaciones muy
difíciles, en ciertas y determinadas circunstancias; para
tomar alguna decisión a favor de unos u otros
¡Aunque la mayoría de las veces!, se inclinaban por
Pablito y las cosas que éste les decía, ya que le
creían las mentiras dichas por él, puesto que las
expresaba de una manera tan convincente, que era difícil
que no lo hicieran… Cierto día, Ambrosio y
Elías, le pidieron permiso a Don Emiliano, para rozar un
pedazo de terreno baldío que había en la hacienda,
para hacer su propio conuco, según se lo expresaron al
Don; y después de varios días, y teniendo todo
listo para enterrar la semilla de maíz, que era lo primero
que iban a sembrar en el pedazo de falda que habían
acondicionado para tal fin; llegaron Ramón y Antonio,
comandados por Pablito; y procedieron a inutilizarle la tierra,
llenándosela de piedras, pequeñas troncos de
árboles ,ramas secas y verdes. En eso, Ambrosio y
Elías, llegaron y los encontraron en el hecho, e
inmediatamente agarraron unas ramas de capa_ratón , que
más que que ramas parecían látigos; y la
emprendieron en contra de ellos. Ramón recibió
solamente dos ramalazos y logró escapar, pero los otros
dos no pudieron hacerlo, ya que al intentarlo, resbalaron en la
pendiente ¡Y una vez en el suelo!, los ejecutores del
castigo, siguieron haciéndolo con más contundencia
y sin compasión ¡A pesar de los gritos de
éstos pidiendo clemencia!. Don Emiliano , que había
apoyado la idea de Ambrosio y Elías, lo vio todo, ya que
se había acercado al sitio, como lo hacía todos los
días; para ver cómo lo estaban haciendo los
muchachos ¡Y sin intervenir!, y muy entristecido por lo que
había visto, se dirigió a casa y le contó a
Doña Carmen, y ésta, angustiada, le pregunta _
¿Y qué piensa jacé?_ Y el Don, indeciso, le
responde con otra pregunta _ ¿Y qué cres tú
que puedu hacé? , todo son mi sijo, no mentiendu
Elía _ En esta conversación se encontraban, cuando
llegaron Ramón, Antonio y Pablito, presentando estos dos
últimos, un aspecto deplorable; procediendo Pablito a
contarle a sus padres, su propia versión de los hechos
ocurridos, y decía éste, todo adolorido y casi
llorando _ Miri apá, fuimos pal conucu e los muchachos pa
ve cómo le jiba, y cuando llegamo, vimo ques taban
trabajando mucho, y viéndolos tan sudaíto ji
cansao, le dijimos pa yudalos, polque pensamos que ra demasiao pa
ello, pero sin decinos ni na ni na, agarraro nunas rama ji nos
cayero na palo ¡Y mire como nos dejaron! ¡Esos
muchachos como que son loco!_ Termina diciendo Pablito,
gimoteando ; y Doña Carmen y Don Emiliano se miraron
mutuamente, sintiéndose furiosos y a la vez muy tristes,
por la actitud de estos muchachos y sus mentiras ¡Que de no
haber sido porque el Don lo vio todo!, se las hubieran
creído, ya que Pablito las había expresado de una
manera muy convicente ¡Y este don de decir mentiras,
haciéndolas ver como verdades!, lo conservaría este
muchacho toda su vida. Don Emiliano, considerando que Pablito y
Antonio ya habían recibido su justo castigo, dijo, de una
forma dura _¡Ramón, venga pa cá! ¡Y
ustedes dos se me van di aquí ya, que no los quiero ve!_ Y
agarrando a Ramón, le dio varios fuetazos con todas sus
fuerzas y le decía _ ¡Póltate bien muchachu
el cipote! ¡Póltate bien!…¡Fuera di
aquí_ Y éste, y sus otros dos hermanos, no
entendieron ¡Ni entenderían!, la actitud de sus
padres, ya que el Don no tomó represalias en contra de
Ambrosio y Elías, , y la Doña no dijo nada ¡
Y para colmo!, ni siquiera se interesó en
acercárseles a revisarles las heridas , y tuvieron que
retirarse a curárselas ellos mismos, con la ayuda de sus
hermanas… En otra ocasión, a Elías y a
Ambrosio, se les ocurrió hacer una choza en la parte
montañosa de la hacienda, la cual pensaban utilizar para
entretenerse y conversar en sus ratos libres; pero después
de haberla terminado, vinieron Pablito, Ramón y Antonio, y
procedieron a derribársela, y Elíodoro, junto con
Santiago, que vieron cuando éstos estaban cometiendo el
hecho, se lo comunicaron a sus padres; y cuando los tres
muchachos se les aparecieron, todos sucios, rota la ropa y
bastante rasguñados; diciéndoles; que Ambrosio y
Elías los habían lazado con un mecate a uno por uno
arrastrándolos por un pedregal; no supieron qué
partido tomar ¡Como tampoco supieron qué partido
tomar!, cuando Juancho, el capataz, les vino a decir que
Elías y Ambrosio, después de haber recolectado en
varios envases, bachacos y hormigas de todos tipo y colores; se
los echaron por encima a los otros tres, por que Pablito,
Ramón y Antonio, les habían roto las hojas, en
donde tenían la tarea que él les había
mandado a hacer ¡Ya que por cierto! Juancho, además
de capataz de la hacienda, era el encargado de enseñarles
las primeras letras a los hijos de los Ortiz-Aponte , para que
por lo menos aprendieran a medio leer y a escribir; esto lo
hacía a expensas de Doña Carmen, y pese a la
férrea oposición de Don Emiliano, puesto que a
él no le gustaba que ocuparan parte de su tiempo, en otras
cosas que no fuere en el trabajo de la hacienda… Cierto
día que Juancho, se encontraba enseñando a los
cuatro hijos menores de los Ortiz- Aponte , le reprochaba a
Pablito, con preocupación _ ¡Sinceramente mijo! Yo
no sé qué le pasa a usté, por más que
le esplico y le esplico ¡Usté no capta¡, los
otros muchachos están bastante adelantados , y usté
todavía no aprende a escribir las cosas que le digo_
Ambrosio, sin poder contener el impulso de hablar, dijo
sarcásticamente _¿Y qué quieri usté?
¡Sie ses más bruto que Rosita la mule papá! _
Pablito, muy ofendido, se volteó violentamente, y
mirándolo con odio se le fue encima, pero Juancho
logró agarrarlo a tiempo, a la vez que le decía a
Ambrosio, regañándolo fuertemente ¡Mire
muchacho el carrizo!, ese modo que usté tiene de decir las
cosas que piensa sin aguantarse ¡Le va a traer bastantes
problemas oyó!, no se puede ser totalmente sincero , y hay
que saber decir las cosas cuando hay que decirlas, ya que a la
gran mayoría de las personas no les gusta que le digan la
verdá en su cara ¡Se lo estoy advirtiendo!, siga
estos consejos que le estoy dando, procure amarrarse la lengua lo
más que pueda, y tenga siempre presente esta frase que mi
madre me decía con frecuencia y que en este momento no
recuerdo a quién pertenece:" Uno es amo de lo que calla y
esclavo de lo que dice", sigan estos consejos, y así se
evitarán muchos problemas en la vida_. Termina diciendo
Juancho dirigiéndose a los cinco muchachos, en un tono
firme y seguro, ya que Elías se había incorporado
al grupo también. Pero estos consejos y advertencias no le
sirvieron de mucho a Ambrosio, ya que por más que lo
intentaba, no podía reprimir el impulso de decir lo que
sentía, de una forma clara, y siempre con la verdad por
delante, ya que estaba en su espíritu, en su
carácter, en su forma de ser, y esta manera de ser la
conservaría toda su vida ¡Y no se equivocó
Juancho! , le acarreó infinidad de problemas . Y siguiendo
con la clase les decía el capataz _Bueno, por hoy
terminamos con la lectura y la escritura . vamos ahora a seguir
aprendiendo de la historia de nuestro país, de su
independencia y de nuestros Libertadores_ _Don Juancho_
Interrumpe Ambrosio –¿Es veldá lo que me dijo
papá?, quia los soldao lo subían de gradu y lo
felicitaban pol las cabezas coltá de nemigos que le
traía na su jefe? _Sí, pero no todos los jefes
ascendían a sus subalternos por esos méritos, eso
fue por un decreto de guerra mal implementado por algunos de
ellos y a veces llevado a extremos horrorosos, como una forma de
contrarrestar la violencia y los hechos sanguinarios llevados a
cabo por el bando contrario, ya que el terror implementado por
algunos jefes del ejército realista sobre pasaba todos los
límites de la cordura humana_ Y vuelve a preguntar
Ambrosio _¿Y porqué se llaman realistas_ _Bueno
hijo, por ser el ejército del rey, de la realeza, el
ejército real, realista_ _¡Aaaah!…
*
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