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La concepción ternaria del signo en Charles Sanders Peirce



Monografía destacada

  1. Fenomenología y
    Semiótica
  2. El
    signo
  3. El
    interpretante
  4. Bibliografía

A diferencia de Ferdinand de Saussure, quien
precisó las bases para el estudio de los sistemas de
significación, Peirce desarrolla el estudio de los signos
a partir de las relaciones triádicas que se manifiestan en
su "interioridad" (semántica) como también en su
"exterioridad" (semiosis). Ambas comprensiones del signo
(semántica y semiótica) están inscritas en
una teoría general que tiene una fundamentación
lógica operativizada a partir de las categorías
universales del ser. En efecto, no deben separarse –en la
propuesta peirceana- el nivel fenomenológico
(categorías del ser) y el nivel semiótico (la
concepción de signo).

Fenomenología y
Semiótica

Toda la propuesta peirceana es como un edificio que se
encuentra cimentado en tres conceptos escogidos deliberadamente
(como dice Peirce). Estos conceptos son las categorías
universales en que el ser es, en un sentido fenomenológico
particular, de hecho nos referimos a primeridad, segundidad y
terceridad.

FENOMENOLOGIA Y SEMIOTICA EN
PEIRCE
[1]

Este cuadrado nos permite comprender las dos dimensiones
en las que se considera el signo: en la dimensión
fenomenológica o faneroscópica[2]y
en la dimensión semiótica (esta última es la
que nos interesa de manera especial). A partir de la
fenomenología y según un orden jerárquico,
Peirce manifiesta que: la terceridad implica la segundidad y a la
vez, la segundidad implica la primeridad. Estas "implicaciones"
de las categorías mencionadas no pueden concebirse en un
orden inverso.

  • a) "Primeridad es el modo de ser de aquello que
    es tal como es, de manera positiva y sin referencia a ninguna
    cosa".

  • b) "Segundidad es el modo de ser de aquello que
    es tal como es, con respecto a una segunda cosa, pero con
    exclusión de toda tercera cosa".

  • c) "Terceridad es el modo de ser de aquello que
    es tal como es, al relacionar una segunda y una tercera cosas
    entre sí" (Peirce, 1986: 90).

La primeridad es una cualidad en sí misma, es
como una primera impresión no analizada, no puede ser
pensada como un hecho real sino simplemente como una posibilidad
de apariencia.

La segundidad "… es la experiencia del esfuerzo, con
prescindencia de la idea de intencionalidad…" (Peirce, 1986:
87). Es la idea elemental de algo que posee un carácter en
relación con algo más, expresa una relación
con lo otro, es una acción dinámica en
"bruto".

Y la terceridad es la relación triádica
que se actualiza entre un signo, su objeto y el interpretante,
que es en sí mismo un signo. Es considerado en el orden de
la razón, de la ley y de la
representación.

Sólo es posible hablar de signo cuando
éste es ya un tercero, de otra manera es imposible. La
concepción del signo como un tercero nos abre a nuevas
posibilidades de comprensión de los fenómenos
sociales, a la vez, rompe con las formas de pensamiento
dicotómicas que no ayudaban a comprender fenómenos
complejos.

La terceridad (que incluye a la segundidad y a la
primeridad), puede ser genuina o degenerada, es decir, puede ser
monádica o diádica según se desglosen los
elementos de la tríada como primeridad o como segundidad.
En fin, la tríada es la genuina terceridad (cfr. supra).
Pero no es nuestro propósito desarrollar todo el esquema
complejo que propone Peirce, empero es importante enfatizar que
hablamos de signo sólo cuando éste es una
representación, es decir, una terceridad.

El
signo

Desde una perspectiva faneroscópica y
semiótica, el estudio del signo se fundamenta en su
relación triádica. En otras palabras aquello que
conforma al signo es la relación triádica que
establece desde sí mismo al tomar el lugar de un objeto
para un interpretante:

Un signo, o representamen, es algo
que, para alguien, representa o se refiere a algo en algún
aspecto o carácter. Se dirige a alguien, esto es, crea en
la mente de esa persona un signo equivalente, o, tal vez, un
signo aún más desarrollado. Este signo creado es lo
que yo llamo el interpretante del primer signo. El signo
está en lugar de algo, su objeto. Está en
lugar de ese objeto, no en todos los aspectos, sino sólo
con referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el
fundamento (ground) del representamen (Peirce, 1986: 22
las cursivas son del autor).

Con fines didácticos, recurramos a un esquema
elaborado por Mariluz Restrepo (1993):

ELEMENTOS EN LA RELACIÓN
SÍGNICA

Distinguiendo cada uno de los elementos:

El representamen

El Representamen es la condición general de
representación del signo, es el poder-ser-representante.
Es lo que posibilita que la relación triádica se
efectúe eficazmente, a la vez, determina que el
interpretante se convierta de nuevo en representamen (signo) del
mismo objeto para un nuevo interpretante (otro signo).

Umberto Eco, nos aclara que el "representamen" es igual
al "type" (tipo) que se constituye en el cimiento de la
significación, mientras que el signo será el
"token" (concreción del "type") que tiene la
función de comunicación o de la transmisión
de la significación (1988:93). En ese sentido, el signo no
es una entidad estática sino se desenvuelve en la
relación triádica (dinámica).

Si consideramos al Signo de manera particular,
distinguiremos dos características que le son propias
–como dice Mariluz Restrepo (1993: 121) interpretando a
Peirce-; la cualidad material que lo compone "físicamente"
y la "aplicación puramente demostrativa" (a.p.d.), que es
la capacidad de conectarse "realmente" con el objeto que
representa o con otro signo del mismo objeto.

El signo como terceridad

El signo se manifiesta sólo en la terceridad
(nivel fenomenológico). En ese sentido, toda idea, toda
representación, todo pensamiento es ya un signo, porque
"…como no puede haber un General sin Instancias (sic) que lo
encarnen, igualmente no puede haber un pensamiento sin Signos"
(Peirce, 1986: 81). Quiere decir, que sólo a través
de los signos podemos "acceder" al conocimiento de la
realidad.

Signo y objeto

Por otra parte, el signo representa a un determinado
objeto, pero es lógicamente predecible que el signo no
representa fielmente a tal objeto. Así esta
representación debe –necesariamente- representar al
objeto como independiente del mismo signo. Peirce denomina a este
"desbordamiento" del signo por el objeto y que se encuentra en el
signo mismo como el Objeto mediato o dinámico, "…
que es la realidad que, por algún medio, arbitra la forma
de determinar el Signo a su Representación" (Peirce, 1986:
65).

Cuando el objeto dinámico o externo se "forza"
sobre el signo y se constituye en objeto en el signo mismo,
entonces es cuando distinguimos al objeto inmediato, que
"… es el objeto tal como es representado por el Signo mismo…"
(Peirce, 1986: 65).

Cabe aclarar, que el signo no solamente representa a un
objeto de una determinada manera, también el propio signo
representa su relación de representación con el
objeto en un segundo nivel, lo cual tan solamente debe ser
comprendido en el marco de la semiosis.

Efectivamente, tanto el objeto dinámico como el
objeto inmediato son producidos en el proceso de la semiosis.
Pero si los consideramos en el nivel de funcionamiento de cada
signo en particular, el objeto dinámico (como
desbordamiento del objeto en el signo) establece la independencia
del objeto en relación con el signo. En esa perspectiva
puede comprenderse lo que menciona Peirce:

El signo puede solamente representar al Objeto y aludir
a él. No puede dar conocimiento o reconocimiento del
objeto. Esto es lo que se intenta definir en este trabajo por
Objeto de un Signo: vale decir, Objeto es aquello acerca de lo
cual el Signo presupone un conocimiento para que sea posible
proveer alguna información adicional sobre el mismo
(Peirce, 1986: 24).

El objeto dinámico debe ser entendido como
aquello que ya se conoce en el momento en que el signo nos dice
algo más acerca del objeto. Así, podemos columbrar
el encuentro del objeto dinámico y la realidad. Por un
lado percibimos el "desbordamiento" del objeto en cada encuentro
y de esta manera introduciendo al juego la misma dimensión
temporal, que implica la consideración del tiempo (el
pasado: hábitos o leyes adquiridas en la sociedad). Por
otro lado, la adquisición de experiencias potenciales en
el futuro.

Entonces, el signo nos remite al objeto, lo representa,
pero siempre de una determinada manera. Es decir, el signo "…
está en lugar de algo, su objeto. Está en lugar de
ese objeto, no en todos los aspectos, sino sólo con
referencia a una suerte de idea, que a veces he llamado el
fundamento (ground) del representamen" (Peirce,
1986:65).

El fundamento o "ground" del "representamen" (del
signo), es el objeto en que el signo toma el lugar del objeto. Es
el fundamento de la plurisemia, cuando un signo puede tener
varios objetos, como un objeto puede tener varios signos. Gracias
a este mecanismo, se comprende el crecimiento desmedido del
conocimiento.

El ground, también puede entenderse como la suma
de significados (significado considerado en la acepción
saussuriana) que adquieren su significación gracias a la
acción de los interpretantes (Eco, 1987).

El
interpretante

Por último, el Interpretante[3]es
como el "efecto sígnico" producido por la acción de
la relación triádica que establece el signo.
Así, se pueden distinguir tres tipos de posibles "efectos
sígnicos":

  • a) Una sensación producida que es igual
    al interpretante emocional, perteneciente a la
    categoría fenomenológica de
    primeridad.

  • b) Un esfuerzo muscular o esfuerzo en el fuero
    interno (interpretante energético), perteneciente a
    segundidad.

  • c) Un concepto o signo mental o pensamiento
    (interpretante lógico), en el orden de la
    terceridad.

  • d) El interpretante es el fundamento de la
    semiosis como acción propia del signo sobre el mundo
    que implica el juego de la significación.

Al interior del proceso de representación, el
interpretante puede ser inmediato (mera posibilidad),
dinámico (efecto realmente producido) e interpretante
final (el "significado total" del concepto).

En definitiva, en la relación triádica,
que de por sí es ya un signo, es el signo el que determina
los otros dos componentes, queremos decir, el objeto y el
interpretante. Para comprender esta afirmación, es
necesario ubicarnos bajo los principios de la jerarquía de
las categorías propiamente dichas (primeridad, segundidad
y terceridad).

La Terceridad es la relación triádica que
existe entre un signo, su objeto y el pensamiento interpretador,
que es en sí mismo un signo, considerada dicha
relación triádica como el modo de ser de un signo.
Un signo media entre el signo interpretante y el objeto
(Peirce, 1986: 92 las cursivas son del
autor).

El funcionamiento significante de cada
conformación triádica en sí misma nos
muestra que el signo se constituye en la dominante de ese
funcionamiento, porque el objeto y el interpretante sólo
pueden ser terceridades terciarias si el signo mismo lo es. Pero
si fijamos nuestra mirada al exterior de cada modalidad de
funcionamiento triádico, es decir, en la semiosis misma,
entonces la producción de los signos será
determinada por su objeto.

Como puede verse, el quid consiste en afirmar, la
consistencia de ambos polos: signo – realidad, aunque
paradójicos en extremo, pero nos demuestran que existe una
"realidad" que no depende de nuestras percepciones y que a la vez
la noción misma de "realidad" solamente puede ser
concebida en el interior de la semiosis infinita.

Queda claro que el fundamento de los signos está
"materializado" en lo que Peirce ha llamado hábito,
que al mismo tiempo es el "interpretante final". Puesto que "…
la función esencial de un signo es transformar relaciones
ineficientes en otras que sean eficientes (…) para establecer
un hábito o regla general…" (Peirce, 1986:
92).

Y el hábito será tal en cuanto tiene
validación en lo social (comunidad de
comunicación), y de esta manera lo social se presenta como
el fundamento último (dinámico) de la realidad y al
mismo tiempo como el fundamento último de la verdad y la
falsedad.

Las cogniciones que nos llegan por tanto mediante esta
serie infinita de inducciones e hipótesis (…) son de dos
tipos, las verdaderas y las no-verdaderas, o cogniciones cuyos
objetos son reales y cogniciones cuyos objetos son
irreales. Pero, ¿qué significamos por
real? Se trata de un concepto que tenemos que haber tenido
primero cuando descubrimos un irreal, una ilusión, es
decir, cuando nos corregimos por vez primera (…). Lo real,
pues, es aquello a lo que, más pronto o más tarde,
aboca la información y el razonamiento, y que en
consecuencia es independiente de los antojos tuyos o míos.
Por lo tanto, el auténtico origen del concepto de realidad
muestra que el mismo, implica esencialmente la noción de
COMUNIDAD, sin límites definidos, y susceptible de un
crecimiento definido del conocimiento (Peirce, 1988: 118 las
mayúsculas son del autor
).

La verdad y la falsedad de las "cogniciones", cuyos
objetos pueden ser reales o falsos son determinadas por una
comunidad social. Podemos comprender así, que es en el
ámbito de las "cogniciones no-verdaderas" donde versan
referentes irreales, es decir, que no tienen
–necesariamente- "objetos reales", pero gracias a este
reconocimiento se hace posible la construcción y
reconstrucción de lo irreal, o en palabras de Umberto Eco
(1987: 172 ss), la recreación y presuposición de
los "mundos posibles".

Bibliografía

ECO, Umberto:

1987 Lector in fabula, 2da. edic. Barcelona:
Lumen.

1988 Tratado de semiótica general. 4ta.
edic.Barcelona: Lumen.

PEIRCE, Charles Sanders:

1986 La ciencia de la semiótica. Buenos
Aires: Nueva visión.

1988 El hombre un signo. Barcelona:
Crítica.

RESTREPO, Mariluz:

1993 Ser, signo, interpretante. Santafé de
Bogotá: Significantes de papel.

SAUSSURE, Ferdinand:

1980 Curso de lingüística general.
20ma edic. Buenos Aires: Losada.

VERON, Eliseo:

1993 Semiosis social. 1ra. reedic. Barcelona:
Gedisa

 

 

Autor:

Ausberto Aguilar

 

[1] Cfr. Veron, 1993: 105

[2] “La faneroscopia es la
descripción del phaneron; por phaneron entiendo la
totalidad colectiva de todo lo que, cualquier sea la manera y
el sentido, está presente al espíritu, sin
considerar en modo alguno si ello corresponde a alguna cosa
real o no”. cfr. Peirce, en: Veron, 1993: 106.

[3] No siempre es el sujeto o
intérprete, sino puede abarcar procesos de gran
magnitud.

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