- Introducción
- Antecedentes
- Reformas Borbónicas
- Economía
- Clases Sociales
- Comercio
- Inmigración
- "Luces" en América
- España pierde el control de las Rutas Marítimas
- Visión de los autores del proceso de independencia
- Revolución chilena
- Patria Vieja
- Reconquista o Restauración Monárquica
- Patria Nueva
- Pensamiento Político de Bernardo O"Higgins
- Conclusiones
- Bibliografía
Introducción
Es éste un año tan particular, donde nuestros pueblos celebran el bicentenario de su inicio emancipatorio político, y digo político y no total, porque esta América empobrecida, como dice Galeano, le falta mucho para ser realmente independiente con todas las letras, porque todavía es fundamental serlo económicamente y no depender de la dádivas que nos otorgan las grandes potencias que hacen que se empobrezcan aún más nuestros países.
A finales del siglo XIX, y casi en el término de su mandato un presidente uruguayo, dijo que se sintió como un capataz donde la gran estancia estaba en Londres, haciendo clara referencia que Uruguay podía ser muy independiente políticamente, pero económicamente dependía de la gran potencia en ese momento que era Inglaterra.
Como muy bien lo menciona Lynch, Inglaterra, fue parte importante en la mayoría de los procesos revolucionarios, ya que buscaba a través de ellos nuevas comercios para su incipiente revolución industrial, y América era un mercado apetecible con una burguesía criolla que aspiraba a un libre comercio, y de paso derechos políticos postergados, actitud que la Gran Bretaña aprovecho muy bien, con una España en guerra y ya muy lejana a la realidad de la América.
La gesta emancipadora constituyó una ruptura con la concepción política indiana vigente. Las vicisitudes y excesos propios de una larga guerra civil, donde se enfrentaron americanos independentistas con americanos partidarios de la monarquía hispana, provocaron un fuerte rechazo a la organización política existente en las distintas unidades del Imperio Hispánico en Indias. El repudio a dicho ordenamiento colocó a los nacientes Estados americanos ante el desafío de crear nuevas fórmulas y estructuras que garantizaren la emancipación, tan difícilmente lograda, y asegurasen las mínimas condiciones de estabilidad y orden indispensables para la vida en una comunidad pública.
El trabajo pretende como dice Legoff, entender nuestro presente buscando en nuestro pasado, y ese pasado debe tener un comienzo, que en el desarrollo de nuestros pueblos es el proceso de independencia, aunque como dijimos esa sea solamente política.
El trabajo se desarrollará en tres parte, una que marcará los albores de la revolución Americana, es decir los inconvenientes externos e internos que había en la colonia americana, para posteriormente dedicarnos a la revolución de Chile, y luego desarrollar el pensamiento de O"Higgins, a través de una carta dirigida al Perú en 1820.
Antecedentes
Como dice Chaunu, existe un esquema tradicional de la Independencia esbozado en el siglo XIX, en ellas observamos la imagen de la ruptura y de los rechazos inútiles que nos impide a la América españolista asuma su pasado hispánico, es decir que obstaculiza el establecimiento de las bases históricas de su cultura. Crea, dice el autor, la liberación conseguida, mientras que la independencia política le cuesta internamente el refuerzo de las estructuras sociales de dominación y externamente los lazos de dependencia económica.
Como dice John Lynch: "durante la segunda mitad del siglo XVIII, la España borbónica hizo balance de sí misma y buscó la manera de modernizar su economía, sociedad e instituciones. La ideología reformista era de inspiración ecléctica y se planteaba objetivos pragmáticos; el punto de arranque de las reformas se estableció en la propia situación española, especialmente en lo referente a la disminución de la productividad."[1]. Lo que nos manifiesta Lynch, es que España, le daba a los criollos reformas que necesitaba, y que ella misma también, lo hace no con un sentido de darle más libertad al súbdito que vivía en América, sino por el contrario, la intención que tiene es que las reformas que impulsa tienen por objetivo recuperar el control de las colonias, que como dice Lynch, las poseían en los hechos.
Éste autor sostiene que las revoluciones en Hispanoamérica fueron repentinas, violentas y universales, ya que en el período que se desarrollan de 1808 a 1825, en menos de veinte años España pierde toda la América continental quedándole Puerto Rico y Cuba. Pero sostiene que fue la culminación de un proceso que buscaremos tratar de desarrollar en los párrafos siguientes, y que según sostiene Lynch, América se dio cuenta de: "su propia identidad, tomó conciencia de su cultura, se hizo celosa de sus recursos"[2]
Contrariamente para Martínez Carreras, el proceso revolucionario tiene dos fases bien distintivas: entre 1808-1815 y 1816-1825, cuyos respectivos orígenes se encuentran en sendas circunstancias de la historia española: la primera es la invasión napoleónica y la segunda es la restauración absolutista de Fernando VII.
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