Este relato lo encontramos también en un antiguo
documento pictográfico del siglo XVI, conocido como "La
Tira de Tepechpan", que ubica los sucesos en las fechas Ce
Tochtli (1 conejo) y Ome Acatl (2 caña), años 1350
y 1351 d.C. [6]También se mencionan en el
Plano Jeroglífico de Sigüenza y en el llamado
Códice Boturini o Tira de la
Peregrinación.[7]
En una de las pictografías de este documento se
observa la lucha entre dos guerreros, uno de ellos es un mexica;
también se representa un templo incendiado y humeante, que
simboliza la conquista del poblado de Chapultepec, indicada por
el glifo del chapulín; los mexicas que son capturados son
llevados como prisioneros a Culhuacan, a Xaltocan y a
Azcapotzalco, mientras los demás, guiados por el caudillo
Acolnahuacatl, hijo de Huehue Huitzilihuitl, se refugian en un
sitio pantanoso de tulares y cañaverales llamado Acocolco
Aztacalco Tullan Anepantla[8]durante algún
tiempo; a este lugar se le conocería como San
Cristóbal Xancopinca. En la Tira de Tepechpan aparece
representado este acontecimiento, indicado por el glifo de un
tular bajo el que brota un chorro de agua, y tras éste se
asoma un personaje mexica temeroso, lo que sugiere que
está escondido.[9]
Expulsión de los mexicas de
Chapultepec y sumisión a Cocoxtli, señor de
Colhuacan. Tira de Tepechpan
Desde el tular de Acocolco ("En donde se tuerce el
agua") Aztacalco ("En la casa de las garzas") partirán los
mexicas refugiados a someterse a Cocoxtli, señor de
Colhuacan, quien los enviará y reinstalará en
Tizaapan.
Expulsión de los mexicas de
Chapultepec y ocultación en el tular de Acocolco
Aztacalco. Mapa Jeroglífico de Sigüenza.
Los mexicas escondidos en el tular de
Acocolco, tras su expulsión de Chapultepec. Tira de la
Peregrinación.
Según las fuentes, la antigüedad del lugar
se remonta a cuando Xancopincan era la principal fuente que
abastecia de agua a la ciudad de Tlatelolco; existía ya
durante el gobierno de Tezozomoctzin, soberano del
señorío de Azcapotzalco, entre 1343 y 1426 d.C.
Tezozomoc engendró con su primer esposa Iztacxochitl a
varios hijos, a quienes colocó como dirigentes de diversas
ciudades tepanecas, como Cuacuauhpitzahuac, primer señor
de Tlatelolco quien gobernó entre 1271 y 1353 d.C.;
Acolnahuacatzin, soberano de Tlacopan; Ateyolcocuatzin,
señor de Acolman; Maxtla, señor de Coyoacan;
Quacuauhtzin, soberano de Tepechpan y Moquihuix, señor de
Quauhnahuac.[10]
Según el cronista tezcocano,
Fernando Alvarado Tezozomoc, existió un señor de
Tlatelolco anterior, llamado Mixcohuatl, hijo de Acolhuacatzin y
Cuetlaxochitzin, soberanos de Azcapotzalco, que gobernó a
los tlatelolcas desde 1230 hasta 1271 d.C. Al morir Mixcohuatl
heredó el trono tlatelolca a su hijo Cuacuauhpitzahuac, a
quien enjendró con su mujer
Chichimecatzihuatzin.[11]
La ciudad de Tlatelolco se asentaba sobre un
montículo arenoso dentro de la laguna salobre, y las
únicas fuentes de agua potable cercanas eran los
manantiales que brotaban a la orilla poniente del lago, en
Azcapotzalco. Uno de estos, el de Xancopincan, fue el elegido
para colectar el agua hasta la sedienta ciudad,
transportándola mediante un canal construido probablemente
de piedra, madera y lodo.
Tiempo después, al reinar Chimalpopoca (1417-1426
d.C.) en México-Tenochtitlan, los mexicas
aprovecharían también otro manantial ubicado a los
pies del cerro de Chapultepec, para llevar agua mediante un
canal-acueducto, al interior de la ciudad.
Después de algunos años que reinaba
Chimalpopoca, muy amado del rey de Azcaputzalco su abuelo (…)
los señores de México persuadieron a su rey (…)
le enviase a pedir el agua de Chapultepec (…) porque la de su
laguna estaba cenagosa y no la podían beber. Envió
Chimalpopoca sus mensajeros a su abuelo (…) el cual viendo que
no perdían en ello ni era detrimento de su
república pues no se aprovechaba de ella, con sentimiento
de los suyos se la dio. Los mexicanos muy alegres y contentos con
el agua, comenzaron con gran cuidado y prisa a sacar
céspedes de la laguna y con ellos estacas y carrizos con
otros materiales, en breve tiempo trajeron el agua a
México, aunque con trabajo, porque por estar todo fundado
en la laguna, y el golpe del agua que venía era grande, el
caño, como era de barro, se les deshacía y
derrumbaba por muchas partes. [12]
Construcción de un acueducto
indígena para transportar agua.
[13]
Antigua cisterna prehispánica de
Chapultepec, conocida como "Baño de
Moctezuma".[14]
Ceremonias y sacrificios realizados por
los sacerdotes de Tlaloc a la fuente Acuecuexatl de
Coyoacán, que llevo agua a Tenochtitlan durante el
gobierno de Ahuizotl. [15]
Construcción del acueducto de
Chapultepec para llevar agua a Tenochtitlan, dirigida por
Netzahualcoyotl en 1466.[16]
El manantial y el acueducto de Xancopincan continuaron
abasteciendo de agua a Tlatelolco durante los siguientes siglos
que duraría la cultura indígena, hasta la
Conquista, al iniciar el siglo XVI, e incluso durante el
Virreinato.
Después de la Conquista hacia el año de
1561, vamos a tener nuevamente noticias del manantial, debido a
que por esas fechas ocurre un litigio fronterizo entre
Azcapotzalco y Tlatelolco, por los derechos de posesión de
una fuente, unas zanjas de agua y unos terrenos pantanosos
utilizados para la pesca y la recolección de juncos. Para
Azcapotzalco, el área se localizaba dentro de los
límites fijados como frontera desde los tiempos de
Tezozomoc, cuando colocó a Cuacuapitzahuac como
señor de Tlatelolco.[17]
Al parecer, se trata de la fuente, acueducto y tular de
Xancopincan, así como de las zonas pantanosas situadas
entre Azcapotzalco y Santiago Tlatelolco.
En el denominado Plano de Alonso de Santa Cruz,
también conocido como Plano de Uppsala de 1555, podemos
observar que aparece ya el manantial de Xancopincan, rodeado de
árboles, con un canal que conduce el agua a Santiago y a
las tierras aledañas; también se observa otro canal
que lleva agua desde Chapultepec. De igual forma, se puede
identificar la Calzada de Nonoalco, que conducía a
Azcapotzalco.[18]
Entre 1590 y 1592 se reconstruye el antiguo acueducto
prehispánico que conducía el agua de Xancopincan a
Tlatelolco, con la dirección y financiamiento del Cabildo
de la Ciudad de México, construyéndose mil ochenta
y siete metros de cañería, pero se derrumbaron
seiscientos setenta metros al poco tiempo. En 1593 se
limpió el manantial, se le revistió de piedra y se
retomaron las obras de reconstrucción del acueducto, con
mano de obra de los indígenas de Coyoacan, Mexicaltzingo,
Iztapalapa, Tlatelolco y Tenayuca,[19] y hacia
1595 el Virrey don Luis de Velasco, el Mozo, otorga la merced de
la propiedad del agua de Xancopincan a Santiago Tlatelolco, que
será ratificada tiempo después por el Virrey
Marqués de Guadalcázar en
1615.[20]
Plano de Alonso de Santa Cruz, o Mapa de Upsala, del Siglo
XVI
Plano de 1545, también de Alonso
de Santa Cruz. En el se observan diversos caminos y canales
ubicados entre Azcapotzalco y Tlatelolco
Ya hacia finales del siglo XVI y principios del XVII, el
padre Fray Juan de Torquemada nos dice que:
También (…) por esta otra parte del norte
(aunque caído a poniente), había otros ojos de
agua, que nacían junto a Azcaputzalco, los cuales
hacían laguna todo aquel sitio, y después que se ha
encañado y entra por caño en Santiago, se ha secado
aquel pedazo de laguna (…) [21]
Para el siglo XVIII hacia 1721, existía ya un
barrio de la provincia de Santiago llamado San Miguel,
seguramente asentado sobre los terrenos pantanosos del antiguo
tular, como nos señala un documento donde el Virrey
concede licencia a Antonio de Santiago, vecino del barrio de San
Miguel Zancopinca, de la Parcialidad de Santiago, para que pueda
fabricar un temascal para su familia.[22] La
ocupación del área continua y hacia 1775, el juez
de Ríos denuncia en un acta el hecho de que varios
particulares de la Parcialidad de Santiago se habían
introducido y ocupado varios pedazos de tierra pertenecientes a
la laguna de Zancopinca, por lo que pide que sean lanzados por
estar dentro de las mojoneras de la
ciudad.[23]
En un antiguo plano firmado por Galindo y fechado hacia
el año de 1735, encontramos una buena descripción
pictográfica de la zona poniente de Azcapotzalco en esta
época. El documento representa el territorio del pueblo de
San Juan Coacalco y el montículo de Xaltipac, así
como el manantial-alberca de Xancopincan y el acueducto o
cañería, con varias columnas o cajas de agua. Al
oriente, Galindo representó el tular de Xancopincan, justo
donde el acueducto da vuelta al sur con dirección a
Tlatelolco.
Copia basada en el Plano de Galindo, del
Siglo XVIII, donde podemos apreciar al pueblo de San Juan
Coacalco, la fuente, el acueducto y el tular de
Xancopincan
Según una descripción de Francisco Sedano,
antes del siglo XVIII el manantial de Xancopincan estaba bordeado
por árboles, [24]de forma muy parecida al
también antiguo manantial y paseo de los Ahuehuetes en San
Juan Tlilhuacan, barrio de Azcapotzalco. Sin embargo, al
construirse la cisterna de piedra alrededor del manantial, todos
estos árboles fueron cortados, lo que ocasionó que
la fuente de agua se fuera agotando poco a poco.
Paseo de los Ahuehuetes en el barrio de
San Juan Tlilhuacan, según un grabado en la obra de Manuel
González Aparicio
Desde 1721 los indígenas de la parcialidad
volvieron a levantar y reconstruir la cañería, y
estacaron y empedraron la alberca con la ayuda económica
del Cura de Santiago, Fr. Antonio Gutiérrez, logrando
considerables beneficios en el abastecimiento del
agua.[25] Sin embargo, fue por poco tiempo, ya que
el manantial de Xancopincan comenzó a agotarse y
Tlatelolco se vio en la necesidad de traerla de la caja de agua
situada en el Puente de la Mariscala, que abastecía del
líquido a México desde un manantial situado en
Santa Fe.[26]
El agua que llegaba a Tlatelolco por el acueducto desde
Xancopincan resultó insuficiente para abastecer a la
población. Se usó solamente para regar los terrenos
comunales del barrio de la Concepción, situados al oriente
de la Calzada de Guadalupe.[27] Esta
situación continuó empeorando a mediados del siglo
XIX, y el nivel del manantial bajó tanto que el agua
dejó de correr por el acueducto. Al perder su
función a principios del siglo XX, comenzó a quedar
abandonado y sus largos muros con sus cajas de agua comenzaron a
convertirse en ruinas.
Ya en el Siglo XIX, al terminar el Virreinato y hacia
1824, siendo presidente del México independiente Guadalupe
Victoria, se realizó una primera delimitación del
Distrito Federal, con un perímetro redondo que
incluía a todo el territorio situado a dos leguas a partir
de la Plaza de Armas de la Ciudad de México; hacia 1826 se
crea dentro de éste, el Municipio de Azcapotzalco. En el
Plano del Distrito Federal de estas fechas, en el territorio de
la Municipalidad de Azcapotzalco, vamos a encontrar de nuevo una
referencia sobre la "alberca de agua dulce", situada en el plano
justo al norte del Rancho de Azpeitia.
Plano del Distrito Federal que muestra la
"Alberca de agua dulce" de
Zancopinca.[28]
Otro documento gráfico de este periodo es el
Plano de la Municipalidad de Azcapotzalco, fechado hacia mediados
del siglo XIX; en éste aparece la "Alberca de Coacalco",
justo al norte del Rancho de Azpeitia.
Plano de la Municipalidad de Azcapotzalco
de mediados del siglo XIX, que muestra el Rancho de Azpeitia, la
alberca de Coacalco y el acueducto.[29]
Hacia 1854 don Manuel Orozco y Berra en la obra "La
Ciudad de México", al tratar sobre las aguas señala
que:
En 1618, describiendo el Dr. Cisneros las aguas, asegura
que: -tres fuentes principales tiene esta Ciudad de
México, de cuyas aguas gozan sus vecinos, la de
Chapultepec, la de Santa Fe y la de Azcapotzalco, que viene al
monasterio y plaza de Santiago Tlatelolco, desde la huerta de
Miguel de Alfaro.[30]
Posible aspecto en los siglos XVI-XVII,
del antiguo tular de Xancopincan y el acueducto que llevaba agua
a Tlatelolco. Al fondo, los cerros del Chiquihuite, Tenayo y
Santa Cecilia
A finales del Siglo XIX, en las obras de Manuel
Ramírez Aparicio de 1861, y de Manuel Rivera Cambas de
1882,[31] se describen de manera romántica
algunos aspectos históricos y lugares notables de
Azcapotzalco, entre los que se encuentra el manantial de
Xancopincan.
Si de la calle que se extiende a espaldas del convento
se camina durante un cuarto de hora hacia el oriente, se llega a
un sitio ameno donde yacen las ruinas de un acueducto al lado de
una alberca de agua dulce y potable. Todas las apariencias
inducen a creer que el acueducto sirvió para surtir a
Tlatelolco, hoy barrio y en otro tiempo ciudad anexa a
Tenochtitlan.
En la alberca, como en un palacio cristalino, habita la
Malintzin: la Malintzin, la ninfa del Anahuac, náyade
aquí, nereida allá, que aparece a la mitad del
día en una de las albercas de Chapultepec, y que se ve
personificada en una montaña que se sienta a pocas leguas
de Puebla, y tiene su nombre.
Pero si su aparición en Chapultepec no acarrea
ningún resultado funesto, no sucede otro tanto en
Zancopinca, donde el desdichado que llega a ver a la ninfa queda
al punto herido de amores, y avasallado por sus hechizos, tiene
que seguirla a su líquida morada, de la cual jamás
vuelve a salir, sino muerto.
Dotada de una hermosura divina, no es extraño que
ejerza tan mágica influencia; pero tiene además,
otra arma poderosa, y es una voz de sirena. ¡Oh!,
¡Cuán arriesgado es pasear por los sitios vecinos a
la alberca, muy de mañana, o durante las primeras horas de
la noche!. El sol acaba de ponerse: el perfil de la cima de los
montes se dibuja en una cortina de ópalo; hacia el
meridiano, se ven agrupadas algunas nubes de color perla, y por
el oriente asoma ya la noche, cubierta de un velo
melancólico, como una virgen que se separa eternamente del
objeto de su cariño, le sigue, sin poder
alcanzarle.
Estos son los momentos en que se deja oír el
canto suavísimo de la bella habitadora de Zancopinca. Sus
melodías nacen en una región misteriosa, y se
propagan por la llanura, como los acentos de una antigua
pasión sin consuelo, acentos tristes y sentidos como el
dolor; puros, etéreos, inefables como la inocencia sin
ventura, como los trinos, que suspira de noche un ave en el
corazón de las selvas.
Quien ha comenzado a deleitarse en este canto, si aun no
quiere desaparecer de entre los vivos, huya lo más pronto
que sea dable. De lo contrario, habrá de apoderarse de sus
miembros una dulce languidez, y cediendo a un imán
irresistible, se verá conducido sin saber cómo ni
por quién, hasta precipitarse en la alberca.
El anciano indio de Atzcapotzalco, de quien
aprenderéis esta conseja, os dirá también
muy al oído, y con la mayor formalidad, que el tesoro de
Cuauhtemoctzin yace sin menoscabo alguno, en las profundidades de
Zancopinca.[32]
Otra referencia más la encontramos en un
artículo de El Nacional, del 9 de marzo de
1890:
México… tenía tres fuentes de agua
fresca: Santa Fe, Chapultepec y el manantial de Xancopinca en
Azcapotzalco.[33]
Según el testimonio de un viajero norteamericano
que visitó Azcapotzalco en 1899:
Cerca de Azcapotzalco hay un manantial donde
supuestamente Guatemotzin (sic) escondió el tesoro de la
rapacidad de los españoles. Se dice que sobre el tesoro
enterrado, el espíritu de la doncella india Marina hace
guardia. El paciente fantasma divide su tiempo pasando parte del
día en Chapultepec y parte en Azcapotzalco. Pobre Marina,
decididamente es un fantasma con exceso de
Trabajo.[34]
Existen también otros documentos del Archivo del
Ayuntamiento del Gobierno del Distrito Federal que hacen
referencia a varios asuntos relacionados con Xancopinca, y nos
proporcionan valiosa información sobre la situación
de la alberca durante todo el siglo XIX, cuando el manantial
continuaba fluyendo abundantemente.
En 1839 se solicitó que el agua de la alberca
fuera conducida a la capital de México,[35]
e incluso se realizaron por parte del Ayuntamiento, varios
trabajos para llevar a cabo su introducción, como la
reparación del acueducto de piedra y mampostería.
Sobre dichos trabajos el Gobierno solicita al Ayuntamiento un
informe en 1845;[36] estas obras continuaban hacia
1861.[37] Entre éstas se encontraba la
propuesta de don Benito L. Acosta, quien manifestaba en 1866, la
necesidad de perforar el brocal de mampostería que
circundaba la alberca.[38] Algunas personas
también estuvieron interesadas en comprar el manantial,
como don Manuel Cordero, quien pidió a la Municipalidad en
1857, que se le vendiera dicha
alberca.[39]
Hacia 1882 el nivel del agua de Xancopinca era
relativamente bajo, tanto que don Pedro Azcue y don Mariano
Gómez Lijero proponen que se coloque un motor para elevar
el nivel del ojo de agua; también en este año se
solicitó a los Comisarios de Aguas y Obras Públicas
que presentaran el presupuesto del costo por aprovechar el agua
del manantial.[40] Pero en 1888 don Juan E. Maxtla
de Zárate, pide que se suspendan las obras que se
realizaban en los terrenos donde se encontraba la alberca de
Xancopinca;[41] estos terrenos fueron sometidos a
juicio y puestos en venta.[42] Maxtla de
Zárate con anterioridad, entre 1870-1872 también se
había quejado y opuesto a la adjudicación de un
potrero conocido con el nombre de
Xancopinca.[43]
Nuevamente se pensó aprovechar el agua del
manantial para surtir una zona de la población, por lo que
en 1891 la Municipalidad de México expone una serie de
razones jurídicas para obtener la confirmación de
un fallo pronunciado por el Juez Consultor Sr. Rafael Ortega,
donde se declara a la ciudad dueña del manantial de
Xancopinca, situado en el barrio de Huacalco de la Municipalidad
de México, bajo el patrocinio del Lic. Fernando
Vega.[44]
En 1892, según una copia simple de la escritura
de compraventa, el Sr. Manuel Martínez del Río al
Ayuntamiento de esta capital, enajena el terreno donde se
encuentra situada la alberca.[45] En 1896 la
Dirección del Ramo del Ayuntamiento realiza un
reconocimiento de la alberca, para ver si era posible aumentar y
aprovechar el agua de Xancopinca.[46] Y en 1898 se
solicita un dictamen a los Directores de Aguas y Obras
Públicas y al 2° Ingeniero de la Ciudad para que
procedan al examen y estudio del motor que servía para
elevar el agua de la alberca, que había establecido el Sr.
Carlos Álvarez Rul,[47] quien ese mismo
año solicita que se le conceda en arrendamiento la
alberca.[48] También Don Mariano
Gómez Lijero, quien en 1882 había hecho la
propuesta de colocar un motor, solicita al Ayuntamiento un
contrato mediante el cual se comprometía a entregar
250,000 litros de agua por un precio de $ 18,000 pesos
anuales.[49]
Al iniciar el siglo XX, vamos a encontrar las
últimas referencias sobre Xancopincan, como en la
Guía de la Ciudad de México de 1910 donde se dice
que:
(….) al Este de la villa hubo un acueducto de que se
sirvió el barrio de Tlatelolco y que (…) (iniciaba) en
la alberca de Xancopinca y de agua potable
(…)[50]
Hacia 1916 tenemos otro testimonio de la esposa del
diplomado norteamericano en México, Edith
O´Shaughenessy, quien acompañada de la Sra. Tozzer y
el Sr. Seeger visitan las excavaciones arqueológicas que
los investigadores Alfred Tozzer y Hay realizan en
Azcapotzalco.
En donde quiera que uno excave en estos suburbios,
encuentra un sinnúmero de reliquias de la
civilización azteca. Azcapotzalco fue en un tiempo un
centro fecundo, una gran capital y había entonces, como
ahora, muchos (manantiales y) cipreses. En uno de ellos, se
supone que todavía se aparece el fantasma de Doña
Marina, la indígena que fue el amor de
Cortés.[51]
Sobre la famosa leyenda de la aparición del
espíritu de la Malintzin y el tesoro escondido de
Cuauhtemoc en las aguas de la alberca de Xancopincan, es al
parecer durante el siglo XIX que toma forma tal y como la
conocemos, aunque sus orígenes se remonten a siglos
anteriores, a la época prehispánica. Esta leyenda
se ha degradado tanto en este tiempo que perdió su esencia
original. Aunque algunas referencias modernas asocian al
manantial al culto de la diosa Malinalli y a la práctica
de la hechicería, no nos fue posible localizar
ningún dato anterior al siglo XIX que se refiera a este
culto a la diosa hermana de Huitzilopochti; menos aún
sobre el tesoro escondido en sus aguas.
Sobre su asociación con el culto a la diosa Malinzin en
Xancopinca, encontramos que:
Se encontraba muy cerca del barrio de Santa María
Malinalco, (Amalinalco o Amalinaltzinco: "lugar de la hierba
torcida del agua") donde los antiguos tecpanecas reverenciaban a
Malintzin, la diosa hermana de Huitzilopochtli, a quien
éste mandó matar porque era hechicera. Malintzin
personifica a la guía y protectora de las mujeres (…) En
nuestro Azcapotzalco, el santuario de Malintzin era sitio de
peregrinaje para las mujeres en busca de brebajes curativos y de
filtros mágicos.[52]
Otra referencia se encontraba escrita en una placa en el
barrio de los Reyes, en Azcapotzalco, Alameda Sur, en la cual se
mencionaba que:
La Malintzin o sirena de Zancopinca (…) en cierta
ocasión se robó al señor de Azcapotzalco
"Tlatohuane", cuando este comía en casas reales en los
Reyes Izquitlan (barrio de Azcapotzalco), dejando en pago cada
año, una bandeja de frutas y legumbres a la esposa del
señor, por el hombre que se había
llevado.[53]
Quizá las referencias más antiguas que dieron
origen a esta leyenda, ya tan difundida en la tradición
oral del siglo XIX, se remontan a los primeros años de la
Conquista, en las cuales se pueden ver las raíces de la
historia.
Así, el padre Sahagún nos dice que:
Entre los años de 1528 a 1531, el diablo, que en figura
de mujer andaba y aparecía de día y de noche y se
le llamaba Cihuacoatl, comió un niño que estaba en
la cuna en el pueblo de Azcapotzalco. (Sahagún,
1998:498).
Año de 1542, en toda la Nueva España, hubo
grandes prodigios porque este año (…) se vio un cometa y
en Ezcaputzalco manó una fuente por algunas horas. (Tello,
1973:341).[54]
Tradicionalmente se asocia a la diosa Cihuacoatl con la
conocida leyenda prehispánica de la Llorona, que
perduró y adquirió durante el Virreinato diversos
elementos cristianos. Esta aparición también se
presenta en las fuentes de agua y se transforma en una mujer
bellísima que cautiva a los hombres. En Azcapotzalco, la
diosa Cihuacoatl Quilaztli adquiere elementos
característicos del complejo de deidades femeninas, como
Coatlicue, (diosa madre de la tierra); de Mallinal Xochitl, (la
hechicera hermana de Huitzilopochtli); de
Ichpochtli-Xochiquetzal, (diosa del amor y las flores), elemento
juvenil femenino de la diosa de la tierra, y de las Tzitzimime,
entes femeninos e infernales, indígenas, aéreos,
con vestidos blancos, cabello suelto, que se aparecían
durante la noche y en lugares
solitarios.[55]
Diosas Cihuacoatl Quilaztli y
Xochiquetzal. Fray Diego Durán.
Con el paso de los siglos, la tradición oral
novohispana transformó la leyenda prehispánica,
hasta convertir al complejo de diosas Cihuacoatl
Quilaztli-Malinalxochitl-Xochiquetzal-Tzitzimime, en doña
Marina o la Malinche, amante de Cortés, quien en castigo
por ayudar al conquistador español, fue condenada a
custodiar el "tesoro" de Cuauhtemoctzin, escondido en las aguas
de Xancopincan, y a hechizar a los hombres que tenían la
desgracia de caer en sus redes.
Los últimos
años de existencia de la alberca
Durante la primera mitad del siglo XX, la alberca de
Xancopincan funcionó como sitio de paseo para todos los
habitantes de Azcapotzalco y sus familias, quienes llegaban a
disfrutar de un día de campo o a nadar; las señoras
de los barrios y colonias cercanos acudían a lavar la
ropa, mientras los niños y jóvenes jugaban entre
las ruinas del acueducto. Para esta época, se encontraban
ya muy arraigada la leyenda de la "alberca encantada", con los
elementos de la aparición y el hechizo del espíritu
de la Malintzin y del tesoro azteca escondido.
Para revivir esos momentos debemos escuchar algunos de
los testimonios de nuestros mayores, que en su juventud
acudían al manantial. Su voz nos remonta en el tiempo al
lugar tal y como lo conocieron y vivieron. Gracias a estos
testimonios recogidos por la investigadora Edna Aponte, podemos
saber que fue lo que ocurrió con Xancopincan antes de su
destrucción.
Según nos narra la Sra. Feliza Morales viuda de
Chávez, de la Unidad Cuitlahuac:
Y en la alberca había algo que no debían
haber quitado, ese es el error que cometieron, le digo, era una
placa en el idioma de los antiguos mexicanos, nadie le
entendía pero tenía fecha en números
romanos, la loza estaba grabada. Pero cuando se hizo la Unidad
(…) dinamitaron la alberca, la desbarataron con una pala
mecánica, pero fíjese que se le rompían los
dientes a la pala, no podían. Entonces yo vivía
enfrente, en Norte 71, cuando estaban aquí iniciando a
fincar. Rascaron demasiado porque los cimientos estaban muy
hondos, pero si usted supiera cuantos ídolos encontraron
(…)
En la alberca se oía por la noche y todos los
días, de las ocho de la noche ya se empezaba a oír,
le digo que no había nada, todo eran llanos, se oía
que estaban lavando, que lloraban, que se quejaban, pero uno ni
se asomaba, daba harto miedo (…) es que dicen que en la mentada
"alberca encantada" se ahogaron muchos muchachos que iban y se
metían, se los jalaba el agua
(…)[56]
La Sra. Caritina Pérez viuda de Vilchis, de Santa
María Malinalco recuerda que:
También en lo que fue el rancho de Azpeitia,
había un ojo de agua, peces, vegetación. La gente
se bañaba ahí; dice la gente que en tiempo de
invierno había calabazas, elotes, legumbres que no se
daban en tiempo de invierno, allí se daban, pero la gente
no podía cortarlas, esa era su creencia, es una leyenda,
porque la gente que las cortaba se encantaba.
El ojo de agua luego tuvo un estanque, me acuerdo,
también una escalera que bajaba, entonces la gente hasta
allí bajaba, pero decían que la gente se ahogaba.
[57]
Uno de los testimonios más destacados es el del
Sr. Álvaro Pablo Saldaña (qepd), del barrio de San
Marcos, quien siempre luchó por rescatar la alberca, y
quien siempre de manera entusiasta y amena, relataba a todos la
historia de Xancopincan. Él decía que:
En la fuente de Xancopincan una vez nos citaron a varios
vecinos, para decir si sabíamos algo de ella. La alberca
se encuentra en el estacionamiento poniente de la Unidad
Cuitlahuac (…) yo iba ahí por instrucciones del maestro
de la primaria, sacaba sanguijuelas para llevarlas a que se
estudiaran.
(…) ya se ha muerto mucha gente porque había un
momento en que los que nadaban y se aventaban desde algún
árbol y ya en el agua, había un momento en que le
faltaba agua al río subterráneo que la
surtía y se llevaba la de la alberca, al llevársela
se producía un remolino, al que estaba nadando lo
estrellaba en una de las orillas, en unas peñas de diez
metros cúbicos, estrellados se quedaban muertos
(…)[58]
Otro testimonio es el de la Sra. Paz Mercado
Vilchis.
allí donde ahora esta la colonia de los
electricistas, había una alberca, a la cual le
decían: "la alberca encantada", así que en medio de
aquella extensión de tierra había una columna que
tenía letras antiguas, nadie le entendía, pero la
alberca era un pozo bien grande, así que muchos
niños iban a nadar allí, pero siempre en el grupo
de niños había uno que perecía ahogado,
decían que se aventaba y yo creo que abajo había
muchas raíces (…)
Contaban también algunas señoras, quien
sabe si seria cierto, que ahí salía la Malinche,
que a las doce de la noche salía una mujer con el cabello
blanco y con el reflejo de la luna llena, pues le brillaba el
pelo, pero no se le veía la cara.
[59]
Según los recuerdos del Sr. Alfredo Camargo, de
Clavería:
(…) unos seis o siete amigos hicimos varias
excursiones al "Cenote" (sic) desde la colonia Clavería,
que era donde estaban nuestras casas (…) en nuestras vacaciones
escolares planeábamos el viaje, hacíamos acopio de
tortas o emparedados y cantimploras con agua y tomando el camino
hacia las torres de transmisión de energía
eléctrica (…) Ya por las torres tomábamos hacia
el oriente pues era nuestra guía para llegar al "Cenote".
Al llegar a lo que creo era Camarones, entonces un camino
rudimentario que llegaba de Azcapotzalco, algo estorbaba nuestro
paso, recuerdo una albarrada o muro y teníamos que
desviarnos un poco para sortear el obstáculo, para
después retomar el amparo de las Torres. Un poco
más adelante, tal vez a la altura de lo que después
sería la Avenida de Las Granjas, ya se vislumbraba la
construcción que era el "Cenote", y nos desviábamos
hacia la derecha para llegar a nuestra meta. Esta
desviación haría que nuestra meta estuviera en lo
que ahora son terrenos de la Comisión Federal de
Electricidad.
El "Cenote", era un estanque hecho de piedra gris,
tenía forma circular y de los bordes de la periferia
tenía un declive hacia el centro donde había una
base que creo también era circular y donde se alzaba una
columna cuadrada que era la que nos anunciaba a la distancia que
ya estábamos cerca. La columna tenía grabadas unas
inscripciones en tan mal estado por la intemperie, que por mucho
que me afané, nunca pude saber qué estaba grabado,
(…) Ahora es difícil saber cuál era el
diámetro del estanque, de niños se ve todo en otra
escala, tal vez eran unos diez a veinte metros de diámetro
y la altura de la columna central nos sobrepasaba a todos.
Recuerdo que cuando el sol calaba nos sentábamos a la
sombra de la columna (…)
En ese lugar pasábamos algunas horas, jugando y
persiguiendo iguanas y lagartijas que tomaban el sol en las
piedras, comíamos y cuando se agotaba el agua y el sol se
inclinaba al atardecer, qué azul habrá sido el
cielo en esos años, regresábamos a casa cansados y
asoleados; pero satisfechos de nuestra
excursión.[60]
Descripción de la
construcción
Veamos ahora una descripción
arquitectónica de la forma y las medidas de la alberca y
el acueducto de Xancopincan, antes de su destrucción a
finales de la década de los años sesenta;
según la arqueóloga Antonieta Espejo:
Tlatelolco (se surtía), de un ojo de agua
bordeado de árboles llamado Xancopinca, situado en San
Bernabé Aculnahuac, pueblecillo sujeto a la parcialidad de
Santiago (…) y sobre la Calzada de Camarones.
Cubriendo una distancia de 8 000
varas[61](a), una atargea[62]de
mampostería cruzaba de este a oeste desde la cerca de la
iglesia de Santiago a la Capilla del Calvario donde
existía una reposadera, también de
mampostería (conservada todavía en 1756) y, desde
allí, la atargea tomaba una dirección noroeste
hasta llegar a la caja de agua, en San Bernabé, que
medía media vara de alto y un tercio de ancho
(b).
La alberca de Xancopinca estaba circundada por un pretil
de cal y canto (c) y era (…) (d), una construcción
circular de 20 metros de diámetro y 4 de profundidad, con
muros de tezontle de 2.20 de grueso y escaleras circulares de
piedra escuadrada en el interior.
En el centro de la Plaza Mayor del Barrio de Santiago
estaba la fuente pública,[63] de muy escasa
altura (casi a ras de tierra) (e). Tan antigua era que en torno
de ella se tejió una leyenda, la cual refería que
la Malinche llegaba al brocal de la pila pública de
Santiago (f).
Tres piedras labradas en la fuente expresaban que la
propiedad del agua le fue mercedada a Santiago en 1595 por el
Virrey don Luis de Velasco, el Mozo y que, en 1615, a solicitud
de los capitulares de la Ciudad de México, el Virrey
Marques de Guadalcázar ratificó dicha merced
(g).[64]
Así pues, gracias a lo que nos dicen los
testimonios sabemos que la alberca de Xancopincan era una
cisterna con gruesos muros de piedra de forma circular, cercada
por un pretil o muro también circular, con una escalera
que accedía al interior descendiendo unos metros para
llegar al ojo de agua; contaba, con una antigua columna
rectangular de piedra y sobre ésta se colocó una
loza dedicatoria de piedra, labrada con una inscripción en
lengua náhuatl y las fechas con números romanos que
conmemoraban su construcción.
El acueducto de piedra y mampostería contaba con
varias descansaderas rectangulares o cajas de agua a todo lo
largo, que servían para desviar el agua a otros lugares y
para controlar su flujo antes de llegar a Tlatelolco.
Destrucción de la
alberca encantada de Xancopincan
A principios del siglo XX, Azcapotzalco conservaba
prácticamente el mismo aspecto de provincia, con algunos
pueblos, barrios, ranchos, haciendas y algunas colonias,
dispersos a lo largo y ancho de su territorio, atravesado por
caminos de terracería, vías de ferrocarril, y
algunas calzadas importantes que corrían entre amplias
extensiones de terrenos de cultivo, cuyos linderos sólo
quedaban indicados por muros, líneas formadas de piedras
amontonadas, árboles, magueyes o nopales.
Sin embargo, entre 1921 y 1936 al concluir la
Revolución y con la aplicación de las nuevas leyes
de Reparto Agrario, las antiguas propiedades de las grandes
haciendas y ranchos son fraccionadas y convertidas en parcelas
ejidales y pequeñas propiedades. Así, cientos de
hectáreas de tierra de las haciendas de Careaga-El
Rosario, Ahuehuetes, San Antonio Clavería, y de los
ranchos de Guadalupe, San Andrés, San Pablo Amealco, El
Renacimiento, Acalotenco, Camarones, Santa Cecilia, San Marcos,
San Antonio Tula y San Isidro, fueron sometidas a
fraccionamiento, mientras que otras más se convirtieron en
zonas ejidales.[65]
Lo mismo ocurrió con las tierras del antiguo
rancho de Azpeitia, en el cual se localizaba la alberca; estas
comenzaron a ser fraccionadas y vendidas; pero no será
sino hasta los años cuarenta y cincuenta, que inicia en
todo Azcapotzalco el surgimiento de nuevas colonias sobre los
terrenos fraccionados, desatándose un gran auge
demográfico en toda la delegación. Así,
surgen colonias proletarias como Victoria de las Democracias, Un
Hogar para Cada Trabajador, Liberación, El Porvenir,
Plenitud, etc.
Entre 1950 y 1960 surgen en Azcapotzalco otras colonias
que agrupaban a los miembros de organizaciones gremiales, por
ejemplo el Sindicato de Trabajadores Petroleros establece las
colonias 18 de Marzo, La Preciosa y La Petrolera; mientras que el
Sindicato de la Compañía de Luz y Fuerza del
Centro, establece en los terrenos del rancho de Azpeitia la
Colonia de los Electricistas.[66]
Entre 1960 y 1970 el Estado inicia la adquisición
de los terrenos que quedaban libres, para iniciar en ellos
diversos proyectos de obra pública, como escuelas, parques
recreativos y conjuntos de vivienda de interés social.
Así, a fines de la década se inician los proyectos
de construcción de la Unidad Tlatilco, y el de 2,500
viviendas, denominado Unidad Cuitlahuac, el cual quedó
concluido en el año 1967.
Los terrenos sobre los cuales se ubicaba la antigua
alberca y acueducto de Xancopincan, habían sido
expropiados y declarados de utilidad pública desde los
años cuarenta por la Delegación Azcapotzalco, en el
así denominado Plan de Xancopinca. Este planteaba el
establecimiento de una colonia, tal como podemos ver en dos
decretos del Diario Oficial que declaran y después
confirman la expropiación de dichos terrenos, fechados el
5 de enero de 1944.[67] De igual forma, se inicia
también hacia 1945-1946, la construcción de la
Central de Carga de Pantaco, al norte de los terrenos ocupados
por la alberca.[68]
Es así como comienza desde los años
cuarenta, el inminente fin de la "alberca encantada de
Xancopincan" y de su acueducto, que se ven afectados con el
establecimiento de las nuevas colonias obreras y la
construcción de calles y avenidas. El proceso final de
destrucción de este antiguo monumento ocurrió en la
segunda mitad de la década de los sesenta, cuando se
inicia la construcción de la Unidad Cuitlahuac, la cual se
erigió encima del área que ocupaban los inmuebles
virreinales.
Según los testimonios, el terreno fue cercado; la
maquinaria destruyó la antigua alberca y el acueducto; se
emparejó y limpió el terreno para dar paso a la
construcción de las bases para los cimientos de los nuevos
edificios y estacionamientos de la Unidad Habitacional
Cuitlahuac. Sin importar el valor histórico y cultural del
sitio, la pala de la retroexcavadora, arrasó en su
totalidad las gruesas paredes de piedra y argamasa; a partir de
1967 sólo quedaba el recuerdo de tan insigne
construcción.
¿Y donde
quedó la alberca de Xancopincan?
Después de su destrucción, la alberca y el
acueducto, así como sus leyendas e historias, sólo
quedaron como recuerdos lejanos en la mente de los habitantes de
Azcapotzalco que solían pasear y visitar el sitio. Poco a
poco se fue borrando de la memoria la ubicación del sitio
en donde estaba la construcción. Las nuevas generaciones
únicamente escucharíamos la historia de la alberca
encantada de boca de unos cuantos que aún la recordaban,
preguntándonos si era cierto que había existido tal
lugar y en que lugar éste se encontraba.
Uno de los que la conocieron, el Sr. Álvaro
Saldaña, compositor, poeta y cronista de Azcapotzalco,
quien siempre planteó la idea de rescatar la alberca
encantada, la situaba según su memoria, en el
estacionamiento poniente de la Unidad Cuitlahuac, e incluso en
sus visitas, señalaba con su dedo índice el lugar
exacto donde él la recordaba, justo en la parte norte de
dicho estacionamiento, en una depresión del terreno y bajo
un gran árbol.
Toda la información del recuerdo, las
crónicas, la tradición oral de los informantes
modernos, la información registrada en diversas fuentes
etno-históricas y en los documentos pictográficos
como códices y planos, nos ofrecen valiosos datos sobre la
desaparecida fuente. Estos testimonios nos proporcionaron una
valiosa herramienta de trabajo que nos permitió conocer su
forma, medidas, sistema y materiales empleados en su
construcción, y también los diversos aspectos
históricos y tradicionales de Xancopincan y la
ubicación de la construcción tanto temporal como
espacialmente.
El análisis de los planos antiguos parece indicar
que efectivamente en la parte norte del estacionamiento poniente
de la Unidad Cuitlahuac, se localizaba la alberca, justo en el
lugar señalado por don Álvaro Saldaña, entre
las calles Salónica, Norte 71 y Av. Rabaul y la Unidad
Habitacional Cuitlahuac. También doña Feliza
Morales la recordaba frente a la calle de Norte 71.
La única prueba física de la existencia de
la alberca de Xancopincan y el acueducto, además de gran
cantidad de piedras dispersas en los jardines de la Unidad
Cuitlahuac, son los restos de una construcción de planta
cuadrangular, hecha de piedra de tezontle y basalto, unida con
argamasa de cal y arena; esta construcción aún se
conserva sobre la calle Salónica, en la zona poniente de
la Unidad, justo en el jardín frente a uno de los
edificios habitacionales, tras el centro comercial Gigante y
frente al módulo de
policía.[69]
Restos de una antigua caja de agua o
reposadera del acueducto de Xancopincan,
en la Unidad Cuitlahuac
La construcción se encuentra según sus
coordenadas geográficas, a 19° 28´
18´´ Latitud Norte, y a 99° 10´
17´´ Longitud Oeste. Está orientada con una
desviación de 120° al este, con dirección
noroeste-sureste. Las medidas aproximadas de la
construcción son de 2.60 por 2.60 m y 1.20 m de altura; en
el centro se puede observar un recuadro, posiblemente un
respiradero, sobre lo que debió haber sido el cuerpo del
acueducto.
Seguramente se trata de una de las cajas de agua o
descansaderos que se pueden observar en el plano de Galindo del
siglo XVIII, que se situaban a lo largo de todo el acueducto y
que servían para controlar el flujo del agua que
corría hasta Tlatelolco, ya que el cuadrete de la
construcción podría usarse como compuerta, tapando
uno de sus lados para que el agua se distribuyera a otros canales
para el riego del terreno y para el uso local.
Detalle del interior de la caja de agua,
de piedra cortada,
que conserva una capa del aplanado de
mortero original
Caja de agua de la Ex-acienda de San
Antonio Clavería
Para poder plantear la ubicación aproximada del
sitio donde se ubicaba la construcción de la cisterna que
albergaba al manantial de Xancopincan, además de los
testimonios de los informantes y del análisis de las
fuentes históricas escritas y pictóricas,
utilizamos varias herramientas propias de la investigación
arqueológica de un área en estudio.
Primero se aplicó el llamado "recorrido de
superficie"; tras la revisión de los planos antiguos y
modernos, y el análisis de las fotografías
aéreas de la zona, se constató y ubicó en
campo la existencia de las evidencias, como los restos de la
construcción de piedra o caja de agua; esto nos dio la
posible dirección del acueducto, que seguía algunas
de las calles modernas al sureste de la Unidad Cuitlahuac; por su
parte, los testimonios de los informantes y la dirección
del acueducto nos llevaron justo a la esquina norte del
estacionamiento poniente de la Unidad Cuitlahuac, frente a la
calle de La Rosa y a un costado de la calle Norte 71.
Vista de un tramo del Acueducto de
Zempoala y la caja de agua en una calle de Otumba, Estado de
México. Construido en el siglo XVI (1543-1560) por el
padre fray Francisco de Tembleque.[70]
En este lugar se aprecia una depresión a causa de
un hundimiento considerable en la esquina norte del
estacionamiento, en las coordenadas 19° 28´
21´´ Latitud Norte y 99° 10´
24´´ Longitud Oeste, que oscila entre los 2,241 y los
2,243 m/snm. En la depresión creció un
árbol. Lo anterior acusa la alteración del subsuelo
por la irregularidad del terreno.
Ya con la información de campo se procedió
a la realización de algunos planos que nos proporcionaron
información gráfica del comportamiento del
área. El primero se refiere a los niveles, alturas y
depresiones del terreno; se ubicaron las zonas bajas menores a
2,243 m/snm, altura promedio del área donde se asienta la
Unidad Cuitlahuac.
Como podemos observar en un sencillo plano de Curvas de
Nivel, la topografía del área es un tanto irregular
y justo en la parte norte del estacionamiento poniente, entre las
calle Norte 71, Norte 73 y La Rosa, se ubica la depresión
del terreno que desciende entre los 2,241 y 2,242 metros sobre el
nivel del mar, a diferencia de otras zonas.
Ubicación de la alberca de
Xancopincan y su acueducto, según el testimonio de los
informantes.[71]
Ubicación de la Alberca de
Xancopincan mediante el análisis del plano de Curvas de
Nivel. Se aprecian las depresiones y las diferencias en la altura
del terreno sobre el que se asienta la Unidad
Cuitlahuac.
Una antigua fotografía aérea del
Azcapotzalco de mediados del siglo XX, se suma a las herramientas
utilizadas para la ubicación del monumento
histórico. En este documento se conserva gráfica y
fielmente una vista del área antes de su
modificación en colonias y unidades habitacionales. La
foto muestra la ubicación y forma original de la alberca,
así como el lugar que ocupaba y la dirección que
seguía el acueducto rumbo a Tlatelolco. En ella se
observan también los pueblos de San Juan Coacalco y San
Bernabé, así como el rancho de Azpeitia, el antiguo
camino de los Camarones, la línea del Ferrocarril Central
y la actual calle de Salónica o de Las Torres.
Ubicación de la alberca de
Xancopincan en una fotografía aérea de mediados del
siglo XX. Compañía Mexicana de Aerofoto, (Archivo
Histórico de Azcapotzalco)
Finalmente, con la información de la
fotografía aérea antigua, se trazaron sobre una
plantilla las principales referencias que se observan en la foto,
como los caminos principales y los límites de los
terrenos, la capilla de San Juan, el rancho de Azpeitia y la
vía del ferrocarril. Ya con los puntos de referencia
indicados se procedió a sobreponer la plantilla sobre una
fotografía aérea moderna de la Unidad Cuitlahuac y
la zona adyacente. El proceso nos permitió ubicar el lugar
exacto de la antigua alberca de Xancopincan, así como el
trazo que recorría el acueducto que surtía de agua
a Tlatelolco.
El sitio exacto de la ubicación de la alberca
encantada de Xancopincan coincide fielmente con la
información de los antiguos planos y con los testimonios
de los informantes, justo en el sitio que había indicado
don Álvaro Saldaña.
Ubicación de la alberca y
acueducto de Xancopincan, mediante la sobreposición de
puntos de referencia, como las líneas de caminos y
límites de terrenos, indicados en la fotografía
aérea antigua, sobre una fotografía aérea
moderna.[72]
La capilla de San Juan Evangelista
Coacalco.[73]
Glifo de Coacalco. Matrícula de
los Tributos
Vista de la Calle Salónica y los
edificios de la Unidad Cuitlahuac.
Estacionamiento Poniente de la Unidad
Cuitlahuac. La esquina oeste del edificio
del fondo se ubica sobre el lugar donde
existió la antigua alberca de Xancopincan.
Conclusiones
Desde la época prehispánica, los pueblos
indígenas que habitaron la cuenca aprovecharon los ricos
recursos que los lagos, bosques y valles de tierra firme les
ofrecían para desarrollar su cultura. Sin embargo, en
épocas posteriores como el Posclásico
Tardío, al asentarse nuevos grupos humanos al interior de
la laguna y establecerse ciudades como Tlatelolco y Tenochtitlan,
los principales problemas a los que se enfrentaron fueron el
reducido espacio de tierra disponible y el abastecimiento de agua
para consumo de la población, ya que los mantos del
interior de la laguna, resultaban de mala calidad y eran
insalubres para beberse, por ubicarse en áreas pantanosas
y cenagosas.
El primer problema quedó resuelto con el
ingenioso sistema de construcción de chinampas o campos de
tierra artificial creados para el cultivo, e incluso como soporte
para la construcción de viviendas y de arquitectura mayor,
tanto cívica como habitacional y religiosa. Así se
le ganaría terreno a la laguna.
El segundo problema, el del abastecimiento de agua se
solventó mediante la construcción de acueductos de
tierra y lodo, madera, césped y también de piedra y
argamasa para asegurar su durabilidad. Con estos acueductos se
aprovecharía el agua de excelente calidad que brotaba en
los manantiales situados al poniente de la laguna, principalmente
el de Xancopincan en Azcapotzalco y el de Chapultepec.
Al caer el árbol de la civilización
indígena cortado de tajo por la espada del invasor
español en el siglo XVI, la cabecera de la nueva cultura
novohispana, se estableció sobre los restos de las
antiguas ciudades prehispánicas de Tlatelolco y
Tenochtitlan, y se enfrentó a los mismos problemas que sus
antecesoras, por lo que fue necesario reutilizar y reconstruir
los antiguos sistemas de abastecimiento de agua potable
indígenas. De nuevo se aprovecharon los antiguos
manantiales, pero estos resultaron insuficientes para la ahora
sobrepoblada y sedienta ciudad de los posteriores siglos XVII,
XVIII y XIX, lo que obligó a la población a hacer
uso de otras fuentes de agua que poco a poco fueron
agotándose.
El ecocidio realizado por los habitantes de la ciudad
durante los dos últimos siglos sobre la cuenca y el valle
de México; la desecación de la laguna; la
sobreexplotación de la tierra; la tala de los bosques; la
contaminación de los ríos y la
sobrepoblación, han ocasionado que el problema del
abastecimiento de agua a la Ciudad de México sea hoy en el
presente un problema muy alarmante.
Este trabajo de investigación nos permitió
introducirnos al pasado de un sitio ya desaparecido; un lugar
lleno de historia prehispánica, virreinal y moderna, y a
la vez lleno de misticismo, tradición y leyenda. Un lugar
real, construido con mucho esfuerzo e ingenio, que prestó
un gran servicio a la población que lo utilizó
durante mucho tiempo, y que sirvió de sitio de recreo a
tantas generaciones de azcapotzalcas que lo visitaban y que
pasaban buenos y felices momentos junto a él.
Nada quedó de la alberca, el manantial y el
acueducto, excepto los recuerdos y las leyendas, aún
narradas entre algunos chintololos. El espíritu que
habitaba Xancopincan tuvo que irse de su hogar al no tener ya
nada que proteger, al destruirse los muros de su alberca y al
quedar sepultado bajo toneladas de escombros el tesoro que
custodiaba.
Tal vez Xancopincan fue víctima de su propia
leyenda, la que narraba que el fantasma de Malintzin custodiaba
el rico tesoro perdido de los aztecas, escondido para salvarlo de
la ambición de los conquistadores españoles. Tal
vez esa fue la causa de su destrucción; tal vez, tan solo
tal vez, esa fue la razón por la cual sus muros se
derrumbaron ante el golpe de la draga y cayeron ante la mirada
indiferente de aquellos que vieron la oportunidad de extraer de
sus aguas los valiosos objetos escondidos. Los gruesos muros de
la alberca protegían un tesoro más valioso que
cualquier gema u objeto precioso de metal; un tesoro que
generosamente entregaba a todos aquellos que acudían a sus
orillas, sin necesidad de buscarlo, sin necesidad de
pedirlo.
No era oro, ni plata, ni piedras preciosas lo que
nuestros antepasados protegieron en la alberca; el verdadero
tesoro de la fuente era el vital líquido que da vida y
alimento a los hombres, a sus mujeres y a sus hijos, fecundando
la tierra y haciéndola producir vegetación; el
verdadero tesoro que guardaba Xancopincan era la preciosa
agua.
Chalchihutlicue, diosa de las aguas de
los ríos, fuentes y manantiales.
Códice Borbónico,
Lámina 15
A la distancia y por mi nostalgia, veo este estanque
como un lugar misterioso, era una meta que cumplimos varias
veces, llegar a una construcción muy antigua en medio del
campo y saber que si volvíamos nos estaría
esperando y que no fuimos lo suficientemente fieles que
debíamos haber sido, pues nosotros fuimos los que
abandonamos al "Cenote" de Xancopinca".
Palabras del Sr. Alfredo Camargo.
Memoria de Azcapotzalco.
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759-774.
Noguez, Xavier, s/f, La Tira de Tepechpan.
Códice colonial procedente del valle de
México", Krismar Computación, Colegio
Mexiquense.
Ramírez Aparicio, Manuel, Los
conventos suprimidos en México; Edit.
Innovación, México, 1861, pp.105-106.
Rivera Cambas Manuel, México
Pintoresco, Artístico y Monumental. Vol. 2,
México, 1882, Imprenta de la Reforma, pp.
318-333.
Romero José, Guía de la
Ciudad de México y demás municipalidades del
D.F., México, 1910, Porrúa, pp.
47-48.
Sahagún, Fray Bernardino,
Historia General de las cosas de la Nueva España,
García Quintana Josefina y López Austin, Alfredo,
introducción y notas, CNCA, México.
Sedano, Francisco, Noticias de
México, México, 1880, t. I, p. 12.
SEP, Distrito Federal.
Monografía Estatal. México, 1994, p
82
Torquemada, Fray Juan, Monarquía
Indiana, Madrid, 1723, t. 1, pp. 308-309.
Autor:
Gilberto Pérez
Rico
[1] Mote con el que se conoce a las personas
originarias de Azcapotzalco, y que significa “los de
asentaderas grandes”.
[2] Todos los términos en lengua
nahuatl empleados en este trabajo aparecen escritos con la
grafía moderna y sin acento ortográfico; para
facilitar la lectura de estos vocablos es necesario mencionar
al lector que en nahuatl la mayoría de las palabras son
graves y se acentúan en la penúltima
sílaba.
[3] Cabrera Luis, Diccionario de aztequismos
, Biblioteca del oficial mexicano, SEDENA, México,
1995.
[4] Domingo Chimalpahin, Las ocho relaciones
y el Memorial de Culhuacan; Edit. Cien de México; Tomo
I, 1998, p.167.
[5] Domingo Chimalpahin, ibídem;
Séptima Relación; Tomo II, año 1299,
p.27.
[6] El códice sitúa estos
eventos 52 años después, en otra fecha
tardía 2 caña. Por lo general se acepta la
llegada y estancia de los mexicas en Chapultepec por 20
años, entre las fechas 9 Tecpatl y 2 Acatl (1280 a 1299
d.C.), y su estancia-refugio en Acocolco, entre los años
3 Tecpatl y 4 Calli (1300 a 1301 d. C.). Martínez
Marín, Carlos, “Peregrinación de los
mexica”, en Historia de México, edit. Salvat, Tomo
4, 1978, pp. 759-774.
[7] Colección de la Biblioteca
Nacional de Antropología de México.
[8] Torquemada (II, c. IV, p.121) ubica
Acocolco a “ legua y media o dos” al norte de
Culhuacan, tal como aparece en el Plano de González
Aparicio, región h-xv, sin embargo, el nombre de San
Cristóbal Xancopincan lo remite a Azcapotzalco. Los
vocablos tullan (en el tular) anepantla (en medio del agua),
solo parecen describir el ambiente. Castillo F. Víctor,
Chimalpain Cuauhtlehuanitzin. Memorial breve acerca de la
fundación de la ciudad de Culhuacan; UNAM,
México. 1991, p. 145.
[9] Noguez, Xavier, s/f, La Tira de
Tepechpan. Códice colonial procedente del valle de
México; Krismar Computación; Colegio
Mexiquense.
[10] Anales de Tlatelolco, Unos Anales
Históricos de la Nación Mexicana y Códice
de Tlatelolco; Preparación y anotaciones de Heinrich
Berlin; interpretación de Robert H. Barlow; Porrua,
México. 1980; párrafo 211, p. 45. Chimalpahin,
Op.cit. T. I, años 1415-1426; pp. 239-243.
[11] De Alva Ixtlilxochitl, Fernando, Obras
históricas ; UNAM, IIH; T. I, 1985, p. 103,105,109,322,
535.
[12] Códice Ramírez,
“Relación del origen de los indios que habitan en
la Nueva España según sus historias”. SEP,
1975, Colección de documentos conmemorativos del DCL
aniversario de la fundación de Tenochtitlan. Documento #
2; Méx. Pp. 38-39.
[13] SEP, Distrito Federal. Monografía
Estatal, México, 1994, p. 82
[14] Ibídem, p. 73.
[15] Fray Diego de Duran, Historia de las
Indias de la Nueva España.
[16] Códice Panes-Abellán, Vol.
IV, Lámina 48.
[17] Archivo General de la Nación, Los
naturales del pueblo de Azcapotzalco contra los de Santiago
Tlatelolco, sobre propiedad de sus tierras, México,
1561. vol. 1, Exp. 1, F. 243. Cita de Begoña Arteta y
Leticia Algaba, 1982, “Efemérides de
Azcapotzalco” en Azcapotzalco, una historia y sus
conflictos, UAM, 1982, vol. III, no. 6/7. May-dic; p. 14.
[18] Carballal Staedtlerm Margarita, et. al,
“Determinación de elementos urbanos e
hidráulicos en el Tlatelolco del Siglo XVI.” En
Enfoques, investigaciones y obras, S.S.A, INAH, México,
1993, pp. 97-112.
[19] Citas de José Antonio
González Gómez, 2000, Cronología
Histórica de Azcapotzalco, documento del Archivo
Histórico de Azcapotzalco; Gibson, Los aztecas bajo el
dominio español, 1519-1820; Siglo XXI, México,
1967, p. 41.
[20] Archivo Municipal de México,
Aguas-Cañerías, 25, expediente 39, f. 4.
[21] Torquemada, Fray Juan. 1723,
Monarquía Indiana, Madrid, t. 1, 1723, pp. 308-309.
[22] AGN. Indios, 1721, vol. 45, exp. 27,
foja 38-38-v.
[23] AGDF, Parcialidades, vol. 3574, exp. 11,
fecha 1775.
[24] Sedano, Francisco, Noticias de
México, T. I, 1880, p. 12.
[25] A.M.M., Aguas-Cañerías 25,
Exp. 39, f. 4-4.
[26] A.M.M., Aguas-Cañerías 20;
exp. 68, 31v. Citas de López Sarrelangue, 1954;
pp.251-252.
[27] A.G.N., Historia 114, Exp. 6, F.16;
idem.
[28] Tomado de J. Antonio González,
2000.
[29] Documento del Archivo Histórico
de Azcapotzalco.
[30] Cita de Martín Borbóa
Gómez, Breve Relación de San Juan Huacalco.
Azcapotzalco, México, 2002-2003. pp.38-41.
[31] Rivera Cambas Manuel, México
Pintoresco, Artístico y Monumental, Vol. 2, Méx.
Imprenta de la Reforma, 1882, pp. 318-333.
[32] Ramírez Aparicio, Manuel, Los
conventos suprimidos en México; Edit. Innovación,
México, 1861, pp.105-106.
[33] Arteta y Algaba, Op.cit,. p. 16.
[34] Harriot Wight, Sherray, Chicago and New
York- Rand MacNally and Co. Publisher, 1899, pp. 135-137. Cita
de Arteta y Algaba, Op. cit. p. 30.
[35] Ayuntamiento del Gobierno del Distrito
Federal, sección Alberca de Xancopinca, vol. 57, exp. 1,
1839.
[36] AGDF, vol. 1306, exp. 18, 1845.
[37] AGDF, vol. 57, exp.3, 1861.
[38] AGDF, vol. 57, exp. 4, 1866.
[39] AGDF, vol. 57, exp. 2, 1857.
[40] AGDF, vol. 57, exp.6 y 7, 1862.
[41] AGDF, vol. 57, exp.8, 1888.
[42] AGDF, vol. 57, exp.9, 1892.
[43] AGDF, vol. 3575, exp. 55, 1870-72.
[44] Fernando Vega y Rafael Ortega, 1891,
Imprenta de Francisco de León, México, 1891.
[45] AGDF, vol. 2098, exp. 66, 1892.
[46] AGDF, vol. 57, exp.10, 1896.
[47] AGDF, vol. 57, exp.11, 1898.
[48] AGDF, vol. 57, exp.12, 1898.
[49] AGDF, vol. 57, exp.13, 1899.
[50] Romero, José, Guía de la
Ciudad de México y demás municipalidades del D.F,
Editorial Porrúa, México, 1910, pp. 47-48. Cita
de Arteta y Algaba, ibídem, pp. 31-32.
[51] Edith, O´Shaughenessy, A
Diplomat´s Wife in México. New York, Harperand
Brothers Publishers, 1916, pp. 155-156. Cita de Arteta y
Algaba, ibídem, pp. 32-33.
[52] DDF, Azcapotzalco en el Tiempo,
México, 1974, pp81-82.
[53] González Gómez, J. Antonio
“Mito y tradición en Azcapotzalco: el caso de la
Sirena Malintzin-Cihuacoatl de los manantiales
chintololos”. En Diario de Campo, No. 51, enero-febrero;
CONACULTA-INAH, México, 2003, pp. 43-45.
[54] Citas de González Gómez,
Op. cit.
[55] González Gómez,
Ibídem.
[56] En: Aponte, Edna, Memoria de
Azcapotzalco, Delegación Azcapotzalco, México,
1997-2000, p.13.
[57] En: Aponte, Op.cit. p. 24.
[58] Aponte, ibídem, pp. 30-34
[59] Aponte, ibídem, pp. 64-65.
[60] Aponte, ibídem, pp. 94-95.
[61] Vara = 885 milímetros y 9
décimas.
[62] Atargea: canal o caño de
mampostería.
[63] Excavaciones recientes (2002) del
Arqueólogo Salvador Guilliem Arroyo, han dado como
resultado el rescate de la antigua caja de agua de Tlatelolco,
inaugurada el 6 de agosto de 1536, decorada con hermosas
pinturas murales que representan el simbolismo indígena
y escenas lacustres del siglo XVI. Arqueóloga Patricia
Ledesma Bouchan, comunicación personal, 2007; Guilliem,
Salvador, “Rescate Arqueológico en el Convento de
Santiago Tlatelolco”, en Arqueología Mexicana,
vol. XI, no. 64, México, 2007, pp.10-12.
[64] a) A.M.M. Aguas-Cañerías,
25, exp.39, f. 4.; b) Sedano, Francisco.-Noticias de
México. México, 1880. T. I, p. 12; c) A. M. M.
Ríos y Acequias 2, Exp. 67, F. 29v.; d) según
descripción de la Sra. Antonieta Espejo; Martínez
del Río Pablo, “Notas Preliminares”, en
Tlatelolco a través de los tiempos IV, México,
1954. p. 6.; e) A.A. M. Aguas y Cañerías, 25,
exp. 39, f. 11v.; f) Robert Barlow ; g) A. M. M. Aguas-
Cañerías 25, exp. 39, f. 4.; Citas de
López Sarrelangue, Delfina, “El abastecimiento de
agua en Tlatelolco de los Siglos XVIII y XIX”, en
Tlatelolco a través de los tiempos 13, México,
1954, pp. 249- 261.
[65] Connolly, Priscilla, “Un hogar
para cada trabajador. Notas sobre la conformación del
espacio habitacional en Azcapotzalco”, en UAM, 1982, Op.
cit. pp. 149.
[66] Idem, pp. 174-175.
[67] Diario Oficial, 134 (46) y 142 (4), 5
ene. 44, ibídem; p. 282.
[68] Connolly, ibídem, pp.
170-171.
[69] Sr. David Delgado Jiménez (qepd)
y Sr. Alvaro Saldaña (qepd), cronistas de Azcapotzalco,
2000, Archivo Histórico, comunicación
personal.
[70] Ma. Teresa García García;
Gustavo Coronel Sánchez y Yalo J. Madrigal
Cossío, Proyecto Rescate Arqueológico Autopista
Arco Norte. Acueducto Padre Tembleque, Nopaltepec Edo. de
Méx., CINAHEM, 2007. Fotos de Yalo Madrigal.
[71] Tomado de Google Earth.
[72] La inclinación de la imagen es
intencional, para hacer coincidir los puntos de referencia de
ambas fotos aéreas.
[73] Fotos de Judith Alva Sánchez.
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