El intervencionismo de Estados Unidos en América Latina (página 2)
"La Guardia Nacional Nicaragüense era
encabezada por el déspota cruel, Anastasio Somoza, que
conspiró para asesinar a su adversario populista, Augusto
Sandino, y creó una dinastía familiar que
controló el país hasta
1979".[11]
El autor señala que el periodo de 1920 a 1932
estuvo marcado tanto por la imposición o cambio de
dictaduras militares en América Latina, como de extender
los contactos entre las naciones latinoamericanas en cuestiones
comerciales y de refinanciación de deudas. Los temas
fundamentales para Kryzanek eran las tarifas arancelarias
protectoras puestas en urgencia tras la I Guerra Mundial,
así como las importantes deudas que los latinoamericanos
tenían ahora con Estados Unidos y la banca
europea.
El autor expone cómo la creciente dependencia de
las naciones de América Latina respecto al comercio
norteamericano implicó unas altas tarifas, unidas a la
compra de bonos altamente especulativos antes de la
depresión de finales de la década de 1920, lo que
hizo imposible la solución de la deuda de estos
países.
Una de las consecuencias fue que las conferencias
panamericanas de este periodo se convirtieron en plataformas de
crítica a las políticas comerciales
norteamericanas[12]
La Gran Depresión de los años 30
golpeó con dureza a América Latina puesto que
dejó de afluir nuevo capital y a los inversores
extranjeros les resultó difícil conseguir sus
beneficios. Con excepción de la Argentina, Haití y
República Dominicana, los países latinoamericanos
dejaron de pagar sus deudas, debido a la reducción de la
demanda de los productos primarios, principal fuente de recurso
de los países latinoamericanos.
Con la lucidez que caracteriza las intervenciones de
Eric Hobsbawm, expone: "Desafortunado el gobierno que estaba
en el poder durante el cataclismo, ya fuera de derecha, como el
del presidente Herbert Hoover (1928-1932), o de izquierda, como
los gobiernos laboristas de Gran Bretaña y Australia. El
cambio no fue siempre tan inmediato como en América
latina, donde doce países conocieron un cambio de gobierno
o de régimen en 1930-1931, diez de ellos a través
de un golpe militar."[13]
Skidmore y Smith argumentan que una de las consecuencias
fue un aumento del sentimiento nacionalista en América
Latina, así como la importación de la
ideología fascista. El giro de Europa hacia la derecha
proporcionó municiones y prestigio a los grupos
latinoamericanos antidemocráticos y antiliberales, que
tenían sus propias razones para crear gobiernos
autoritarios, como los regímenes integristas
brasileños, el partido peronista en Argentina o el Partido
Nacional Socialista en Chile. Los autores afirman que a medida
que transcurrió la década de 1930, América
Latina se convirtió en un escenario de competencia
geopolítica, presenciándose una progresiva
presión por parte de las potencias del eje, sobre todo en
Brasil.[14]
Por otra parte la presidencia de Hoover entre el 4 de
marzo de 1929 a 1933, fue asociada para autores como Kryzanek a
la colocación de obstáculos en el camino del
comercio y el desarrollo latinoamericano. El autor
afirma que el ascenso a la presidencia de Roosvelt en 1933
significó importantes cambios en la política de
Estados Unidos respecto a
Latinoamérica.[15]
Concreta su posición con la propuesta realizada
por el Secretario de Estado, Cardell Hull, en la VII Conferencia
Panamericana de 1933, en el que se plantea el no intervencionismo
norteamericano en los asuntos de otra nación, la
derogación de la Enmienda Platt, otorgando a Cuba sus
derechos soberanos desde 1901.
Aunque el autor matiza el importante control
económico sobre la isla en términos de acuerdos
crediticios, cuotas de importación de azúcar,
posesiones inmuebles e importantes acuerdos comerciales. Asimismo
Estados Unidos retiró el derecho de intervención
sobre Panamá en 1936, aunque seguían controlando el
Canal para un mayor grado de cooperación y estabilidad
política.
Para Skidmore, sin embargo, la administración de
Franklin Roosvelt demandaba bases militares para un posible
enfrentamiento bélico, especialmente en el Caribe y en las
costas atlánticas de Sudamérica, como una
garantía de acceso a las materias primas fundamentales
para la guerra, como el caucho natural o el cuarzo, una
disposición de alianza contra el Eje o una neutralidad que
prohibiese la creación de plazas fuertes del enemigo en
los países latinoamericanos.[16]
Afirma que los objetivos fueron cumplidos en su
totalidad, aprovechando el sistema interamericano para los
intereses defensivos de Estados Unidos. El ejército
norteamericano utilizó importantes bases militares,
fundamentalmente en Brasil, así como un suministro
constante de las materias primas que demandaba.
Asimismo la II Guerra Mundial aumentó en gran
medida la influencia estadounidense en América Latina,
mientras que los países del eje se veían claramente
desprestigiados. Francia e Inglaterra quedaron muy debilitados, y
tuvieron que liquidar sus inversiones ultramarinas para efectuar
los pagos de la guerra. En 1945 no tenían los recursos o
el deseo de competir para lograr influencia en la lejana
América Latina. El resultado fue que se contempló
el auge de la influencia estadounidense en la
región.
3.2 Tras la II Guerra Mundial. El auge de la
influencia estadounidense. 1945-1959.
El esfuerzo industrial de la guerra consiguió
sacar de la depresión a la economía de Estados
Unidos, que a diferencia de Europa o Japón, no
había sufridos daños internos, presentado una
economía intacta y próspera. Además la
guerra le proporcionó una red de alianzas que
ofrecía una base de poder fuerte en la política
internacional de posguerra.
Finalizada la guerra "muchos políticos
latinoamericanos esperaban que el nuevo interés
estadounidense por América Latina diera sus frutos.
Confiaban en que se prestara una atención mayor a sus
problemas, en especial a los obstáculos que
impedían el incremento económico…pero no iba
a ser así"[17]. La política
internacional de Estados Unidos dejó de lado casi en su
totalidad a Latinoamérica a partir de 1945,
centrándose en la reconstrucción de Europa y
Japón.
La administración Truman, entre 1945 y 1953,
basó su política en fomentar una economía
fortalecida en Europa, enfocada a partir de 1947 en la
organización de una ofensiva de guerra fría en
América Latina. En efecto Kryzanek afirma que la
posibilidad de una amenaza comunista en América Latina se
convirtió en la preocupación primordial de Estados
Unidos tras la guerra.
Truman y Eisenhower empezaron a definir la
responsabilidad principal de Estados Unidos en la
protección contra la intrusión comunista y de apoyo
a los movimientos que buscaban aplastar los movimientos
revolucionarios considerados de inspiración comunista.
"En esa época había poca simpatía por la
idea de que la revolución resultaba de generaciones de
desigualdad e injusticia"[18]
Smith afirma que la ofensiva anticomunista se centraba
en dos aspectos. En primer lugar el conseguir que los gobiernos
latinoamericanos rompieran relaciones con la Unión
Soviética, lo que se consiguió con gran
éxito en todos los países excepto México,
Argentina y Uruguay. El segundo aspecto fue un movimiento de
presión hacia los gobiernos latinoamericanos para
proscribir los partidos comunistas. "Aunque no se dio mucha
publicidad en Estados Unidos, el éxito de esta
campaña demostró lo sensibles que seguían
siendo las élites latinoamericanas a sus
directrices"[19].
La reunión de los Ministros de Asuntos Exteriores
de los gobiernos americanos en Ciudad de México, se
encuadra en la decisión de la administración Truman
por reforzar la alianza militar creada durante la guerra. La
conclusión de redefinir el sistema panamericano, se
tradujo en 1947 en la aprobación del tratado del Pacto de
Río, que establecía el ataque a cualquier estado
americano como una agresión a todos, demandando medidas
colectivas de rechazo.
La creación de la Organización de Estados
Americanos (OEA), en Bogotá en 1948, se corresponde como
un segundo paso en la estrategia de la administración
Truman. Incluía una estructura basada en estatutos legales
que creaban un consejo para tratar asuntos diarios, conferencias
cada cinco años y reuniones consultivas de los ministros
de Asuntos Exteriores con el objeto de reprimir las
amenazas.
Nieto afirma que "Truman amarró el continente
política y militarmente"[20]. Durante
su gobierno se firmaron para la autora los acuerdos más
importantes del sistema interamericano. En primer lugar en 1947,
en Río de Janeiro, el Tratado Interamericano de Asistencia
Recíproca (TIAR), que establecía el principio de
defensa colectiva; en segundo lugar la Novena Conferencia
Interamericana en 1948 en Bogotá, en la que se creó
la OEA, adoptando una resolución sobre la
"Preservación y Defensa de la Democracia en
América". Irónicamente, asegura Juan Meste que
"la mayoría de los firmantes de estos acuerdos son
representantes de brutales dictaduras militares apoyadas por
Wahington."[21]
Para Kryzanek la fundación de la OEA
permitió dar mayor luz a los Estados más
pequeños de la ONU, porque no concibió que el poder
de veto obstaculizara su capacidad de respuesta a los problemas
en Latinoamérica.[22]
Skidmore por su parte afirma que Estados Unidos
gestionó una solidaridad continental, y no una estrategia
de intervención total en los asuntos mutuos, como deseaban
los gobiernos latinoamericanos. "En pocas palabras, Estados
Unidos y América Latina crearon la asociación
regional mejor enunciada del mundo. No resulta sorprendente que
los estados miembros esperaran cosas muy diferentes de
ella"[23], en clara alusión al
discurso basado en los principios de democracia,
cooperación económica, justicia social y derechos
humanos, proclamados por Norteamérica.
El primer conflicto bélico en el que intervino al
OEA fue la guerra de Corea en 1950. Cuando las tropas norcoreanas
cruzaron la línea del sur, el Consejo de Seguridad de la
ONU consideró a Corea del Norte la agresora, ante el
reclamo de la administración Truman. Esto obligaba a los
miembros latinoamericanos del Pacto de Río a unirse al
enfrentamiento. Skidmore afirma que Estados Unidos "lo que
quería de América Latina era una
legitimación adicional y colaboración
militar"
El acuerdo alcanzado en la OEA definía como
contrapartida al compromiso de mejorar sus defensas militares y
aumentar la colaboración en este plano, consiguiendo la
promesa estadounidense de una resolución de los problemas
económicos de América Latina.
Para comprender el funcionamiento real de la
asociación panamericana, no debemos olvidar la denuncia
realizada por el presidente electo de Venezuela, Rómulo
Bentacourt, alegando la pasividad de la organización
frente a las matanzas de Batista entre 1956 y 1959, criticando
"la distraída indiferencia de la OEA frente a los
genocidas bombardeos de Batista contra su
pueblo"[24]
En 1951 la administración Truman y el Congreso de
Estados Unidos decidieron extender a América Latina su
Programa de Seguridad Militar de 1949, pensado en origen para
Europa, con el objeto de la lucha contra el comunismo
internacional.
Entre 1952 y 1954 Estados Unidos firmó pactos de
ayuda de defensa recíproca con diez países
latinoamericanos, Ecuador, Cuba, Colombia, Perú, Chile,
Brasil, República Dominicana, Uruguay, Nicaragua y
Honduras, destacándose la ausencia de la Argentina de Juan
Domingo Perón y la izquierda progresista
mexicana.
Los acuerdos consistían en un intercambio de
equipo y servicios militares estadounidenses a cambio de promesas
para ampliar la defensa, envío de materiales
estratégicos y la restricción del comercio con la
Unión Soviética.
Para Skidmore las implicaciones de estos nuevos tratados
defensivos serían de largo alcance. Washington atrapaba a
las fuerzas armadas de los estados, que dependerían de
él para conseguir piezas, recambios y municiones.
Además mediante el contacto frecuente con su
ejército en programas de entrenamiento y tareas conjuntas,
se podía esperar que la oficialidad latinoamericana se
identificara muy estrechamente con Estados Unidos.
El autor afirma que de esta manera las fuerzas armadas
conseguirían un mayor poder en sus sociedades sin la
necesidad de alterar el presupuesto de defensa, como una
renovación de la estructura establecida por la
administración Roosvelt en vísperas de la II Guerra
Mundial, que a comienzos de los 50 fortalecía su prestigio
bélico para extender y recuperar su
influencia.[25]
Clara Nieto expone cómo estos Pactos de
Asistencia Mutua (PAM), firmados entre Estados Unidos y trece
estados latinoamericanos, en base a la cooperación militar
y la organización de los ejércitos nacionales,
significaban en la práctica que Estados Unidos daba
entrenamiento a sus oficiales y armamentos para la "defensa
hemisférica", coordinando sus acciones a través del
denominado Comando Sur.[26]
En cuanto a la influencia soviética en
Latinoamérica, presentaba un alto índice de
aceptación en la mayoría de países
latinoamericanos, lo que se transmitía a los partidos
comunistas nacionales, que alcanzaron una gran popularidad a
mediados de los años 40.
Desde 1946 se observa una estrategia marcadamente
antisoviética en América Latina por Estados Unidos,
en el que se insertan los pactos militares bilaterales, que
"fue sólo uno de los instrumentos utilizados para
movilizar a los latinoamericanos contra los
soviéticos…La oficialidad militar solía ser
un baluarte de opinión anticomunista y
antisoviética. Los pactos militares y los programas de
entrenamiento le otorgaron el monopolio de los vínculos
externos con los militares
latinoamericanos"[27]
El problema económico en América Latina
era (y sigue siendo) fundamental, existiendo una industria
reducida, escasez de mano de obra cualificada y especializada a
nivel técnico, así como un bajo nivel de
infraestructuras.
La administración Truman estimuló una
visión compasiva del problema, proponiendo en su discurso
de toma de posesión en 1949 un programa denominado "Punto
Cuatro", basado en la asistencia técnica para ayudar a los
países en vías de desarrollo, como respuesta a las
acusaciones de los gobiernos latinoamericanos por la
despreocupación de los problemas económicos por
parte de Estados Unidos, centrados en
Europa.[28]
La expulsión del Partido Demócrata por la
victoria del general Dwight D. Eisenhower en 1952, aportó
una nueva estrategia en Latinoamérica, especialmente en el
plano económico.
Los republicanos adoptaron la doctrina del libre mercado
o "laissez-faire", organizada por el Secretario de Hacienda,
Cleveland George Humphrey.
Smith afirma que este personaje puso en claro que la
filosofía de la libre empresa eliminaría toda ayuda
económica ultramarina, incluso los créditos
gubernamentales a bajo interés. Asimismo se
rechazarían propuestas para estabilizar los precios del
mercado mundial de productos relevantes en América Latina,
como el café y el cacao, con el objeto de no desalentar la
iniciativa privada, de procedencia estadounidense casi
exclusiva.
Esta nueva orientación hacia América
Latina provocó una importante reacción entre los
políticos y tecnócratas reformistas del hemisferio,
aportando sus propios análisis económicos, lo que
permitiría una hipotética redefinición de
sus relaciones exteriores.
La rivalidad ideológica en cuanto al modelo
económico fue incrementándose en la década
de los 50. "Se trataba de un nacionalismo radical y del
marxismo contra el neoliberalismo, con una posición
intermedia…denominado desarrollismo
reformista"[29].
El debate entre los partidarios de la
industrialización nacional, que rechazaban el liberalismo
económico en Latinoamérica, se relacionaba con la
acelerada fluctuación de los precios de los productos
primarios, ante la desigual demanda internacional.
La Comisión Económica para América
Latina (CEPAL), organismo regional de Naciones Unidas creado en
1948, se inserta en este debate durante la década de 1950.
Integrado principalmente por economistas, su objetivo era el
análisis de los problemas económicos de la
región latinoamericana y sus países.
La CEPAL se emplazó en Santiago de Chile, en un
esfuerzo deliberado por distanciarse de la atmósfera
dominada por Estados Unidos de la sede central de la OEA en
Washington D. C., ayudando a producir una mentalidad
latinoamericana en el análisis
económico.
Su presidente, el argentino Raúl Prebisch,
elaboró una tesis denominada Prebisch-CEPAL, en la que
argumentaba que el sistema económico internacional
funcionaba, desde 1880, en perjuicio de los estados que
exportaban productos primarios. Sostenía un crecimiento
acelerado de los productos manufacturados, lo que originaba un
deterioro progresivo de la posición de los países
en vías de desarrollo.
Proponía una salida a este ciclo
económico, consistente en la adopción de acuerdos
internacionales para limitar las fluctuaciones de precios del
mercado, así como una industrialización de los
países más grandes.
"Estos argumentos provocaron respuestas feroces,
tanto en América Latina como en Estados Unidos. Irritaron
a la administración Eisenhower que consideró al
organismo una colmena de pensamiento estatista, al promover
políticas que podrían afectar a la empresa
privada."[30]
La CEPAL contribuyó a un análisis
económico interno latinoamericano, menguando el
sentimiento de inferioridad ante los economistas del mundo
industrializado.
Por otra parte el marxismo ganaría vigor en los
años 50, como movimiento intelectual en la lucha contra el
imperialismo estadounidense. La crisis que originó la
oposición de Estados Unidos al programa reformista de
Jacobo Arbenz en Guatemala, proporcionó una prueba firme
contra para el argumento
antiimperialista[31]
La invasión de exiliados organizada por la CIA en
1954 y la imposición como presidente a Carlos Castillo
Armas, quien revocó la expropiación de tierras a la
United Fruit y estableció un pacto de defensa
recíproca con Estados Unidos en 1955, ante la pasividad
soviética. "Con su poder y riqueza, Estados Unidos se
abría paso a escala global".
Las críticas al Departamento de Estado
norteamericano por los gobiernos latinoamericanos y organismos
autónomos, en reclamo sobre acuerdos internacionales
vinculados a la producción, un banco de desarrollo
multilateral y mayor acceso a la tecnología, fueron
evidentes durante todo el periodo. Los reformistas
demócratas como José Figueras en Costa Rica,
Rómulo Bentacourt en Venezuela y Eduardo Frei en Chile,
instaban a Estados Unidos al fomento de sistemas
democráticos y de reforma social, ante el favoritismo de
la potencia por los regímenes dictatoriales, al modo de la
imposición del Sha en Irán en 1953, que
derrocó a Mossadeq.
4. El ejemplo
cubano y las responsabilidades de Estados Unidos en la
Revolución.
Como se ha mencionado anteriormente, el objeto de
nuestra investigación es el estudio de las relaciones
entre Norteamérica y los países de América
Latina, desde los años 50 hasta la retirada
demócrata de la Casa Blanca o el ascenso de Nixon a la
presidencia, en enero de 1969.
En este aspecto le proceso cubano se relaciona como el
eje de articulación del movimiento revolucionario
antiimperialista en todo el periodo, por lo que es necesario un
análisis minucioso desde la perspectiva histórica
para esclarecer las causas de su singular
posición.
Para Clara Nieto, Cuba se convierte en un factor clave
de confrontación este-oeste de la guerra fría, del
debate mundial y en tema de controversia en la política
interna norteamericana[32]Por primera vez un
país americano se enfrentaba al imperio, lo expulsa de su
territorio, se alía con la Unión Soviética y
se declara socialista, cuestionando la hegemonía de
Estados Unidos y amenazando su estabilidad.
El discurso nacionalista y antiimperialista de Fidel
Castro alimentaba la lucha de los pueblos desfavorecidos, en
defensa de sus derechos y en contra de los gobiernos y de las
oligarquías nacionales, aliadas de
Norteamérica.
El caldo de cultivo de esta insurgencia representa para
Nieto "las aberrantes y endémicas desigualdades
sociales y económicas, la miseria de las masas explotadas
y engañadas por reducidos por grupos de poder y reprimidos
con violencia por las fuerzas del orden", ante la estrechez
o ausencia de canales democráticos que impiden la
participación en las decisiones de gobiernos o
parlamentos.
Para la autora los grupos armados y los movimientos de
liberación nacional del Tercer Mundo durante el periodo
que nos ocupa, están ligados a la participación de
La Habana, que les otorgaba orientación política,
entrenamiento militar, armas y asesores, como en el triunfo de
las revoluciones de Angola y Etiopía, con ayuda
soviética. Esta política perduró hasta los
años setenta, cuando la mayoría de los gobiernos de
América Latina restablecieron las relaciones
diplomáticas con Cuba, rompiendo su
aislamiento.
Nueve administraciones norteamericanas, desde Eisenhower
a Clinton, mantuvieron una política de agresión a
Cuba, en distinta medida, con el objeto de liquidar la
Revolución "ante el temor de un efecto ejemplarizante
y la expansión del comunismo
internacional."[33]
En este aspecto Kennedy replanteó su
política, poniendo en marcha la Alianza para el Progreso,
un programa de desarrollo económico y social, para atender
las necesidades de estos pueblos económicamente
marginados, dando un giro a la estrategia de defensa
hemisférica contra la insurgencia comunista. El objeto era
el combate contra un enemigo interior en defensa de la
democracia, pero el fortalecimiento de los ejércitos
nacionales, prioridad en esta estrategia, incrementó el
poder del militarismo.
La consecuencia directa fue la implantación de
nueve dictaduras militares en los tres años de su mandato,
así como la creación de la doctrina de Seguridad
Nacional que impusieron las dictaduras militares del Cono Sur del
continente en los años setenta. Nieto vincula a Kennedy
con estos atroces regímenes genocidas, puesto que los
objetivos, anticomunistas y contrainsurgentes de esta doctrina,
eran los mismos de la estrategia norteamericana iniciada por
Kennedy.
El periodo de la Seguridad Nacional estuvo marcado por
la violencia, guerras civiles, la confrontación de
movimientos armados que buscaban cambios radicales y la
contrainsurgencia, que trataba de impedirlos. "En esas
"guerras internas" –como las definen los militares- o en
las "guerras sucias"-como las califican sus pueblos- son
asesinados, torturados y "desaparecidos" decenas de miles de
hombres y mujeres…Nunca antes se había dado en el
continente una violación de los derechos humanos
más brutal, más masiva y más
profunda"[34].
A finales de los setenta la mayoría de los
movimientos andinos de carácter armado habían sido
desarticulados, así como las dictaduras de tendencias
neofascistas del Cono Sur en los ochenta, ante la inevitable
convocación de elecciones democráticas exigidas por
una creciente oposición tanto interna como internacional.
En los noventa se presenció la democratización de
Centroamérica, cesando los conflictos armados en El
Salvador, Guatemala y Nicaragua.
Sin embargo para Clara Nieto "el coste de esa paz,
en la mayoría de esos países, son amplias
amnistías concedidas por los gobiernos civiles a los
militares y a las fuerzas del orden, responsables de las guerras
sucias"[35], lo que conllevará la
legitimación de su impunidad.
4.1 Causas y consecuencias de la Revolución de
1959.
El triunfo de la Revolución cubana el 1º de
enero de 1959 originó una reacción oficial por el
Departamento de Estado de Estados Unidos ante el Senado, en el
que confirmaba su neutralidad en la contienda. Clara Nieto
señala la falsedad de esa noticia, así como el
desconcierto por la caída del régimen de Batista,
argumentando el apoyo que suministró Eisenhower al
dictador cubano hasta el último momento, incluyendo
bombarderos y aviones de combate.
Esta red de entrega de armamento era suministrada por
Estados Unidos al régimen de Batista a través de
las dictaduras aliadas de Somoza en Nicaragua y Trujillo en
República Dominicana, a pesar del anuncio realizado en
marzo de 1958 de no permitir la venta de armas a Cuba.
El segundo gobierno de Batista entre 1952 y 1959 se
había transformado en "una dictadura despiadada y
sangrienta apoyada en su policía secreta. Son años
de terror policial, de asesinatos y
torturas"[36], contemplándose la
disolución del Congreso o el cierre de la Universidad de
La Habana, centro de insurrección liderado por Fidel
Castro. Motivado por los altos ingresos debido a la venta de
azúcar, el gobierno de la dictadura realizó un
programa de obras públicas ambicioso, al mismo tiempo que
se incrementaba la corrupción pública y la fortuna
personal de Batista, con comisiones cobradas por favores en los
contratos públicos, los impuestos de la aduana y con
porcentajes de la Lotería Nacional.
Ante la falta de canales de oposición organizada
contra el gobierno, la represión y la corrupción
del régimen fue denunciado por un grupo de trabajadores,
obreros y campesinos en su mayoría, liderado por Fidel
Castro. Nieto señala que la situación en la isla
era caótica, puesto que "Cuba es el paraíso de
la mafia. Los grandes capos Lucky Luciano, Meyer Lansky, Santo
Traficante y Amadeo Barlleta son dueños de hoteles, de
casinos y deslumbrantes cabarets, de cadenas de
prostíbulos y de juegos
populares"[37]
La rebelión de la oposición iba
incrementándose al mismo tiempo que la represión de
la dictadura, mientras se preparaba el ataque al cuartel de
Moncada en Santiago de Cuba, el segundo en importancia de la
isla.
El 26 de julio se inició el ataque que
acabó en fracaso debido a la lucha desigual, aunque la
diferencia de bajas mostró la superioridad militar de los
rebeldes, lo que conllevó una brutal represión
contra éstos.
En el juicio contra Fidel, éste asumió su
propia defensa, denunciando el régimen en función
de cinco leyes revolucionarias, publicadas secretamente bajo el
título "La Historia me absolverá", que
constituyen las bases políticas e ideológicas de la
Revolución:
1) Restitución de la soberanía y
de la constitución de 1940, derogada por
Batista.2) Régimen de tierras y reforma
agraria.3) Participación de obreros y empleados
en las ganancias de todas las empresas.4) Nacionalización de servicios
públicos.5) Confiscación de bienes,
prohibición del latifundio y nacionalización de
bienes y derechos del trabajo.[38]
Además Fidel señala la represión
policial, la red de espionaje del régimen y el soborno a
informantes. Martha Hernecker incide en la denuncia de Castro por
los seiscientos mil desocupados, quinientos mil campesinos sin
tierras, la explotación de cuatrocientos mil trabajadores,
el maltrato a treinta mil maestros, los veinte mil comerciantes
en la ruina, y el paro de diez mil profesionales.
La red de inteligencia de Batista estaba compuesta por
el ejército, la policía, los servicios de
inteligencia militar (SIM), el Buró de Investigaciones y
el Buró de Actividades Comunistas (BRAC), colaborando con
el FBI y la CIA "grupos especiales creados para reprimir la
insurgencia y una masa de espías, de soplones, de asesinos
y de ladrones a sueldo"[39]
Tras dos años de cárcel se les concede la
amnistía a los asaltantes del Moncada, exiliándose
en México donde conforman un primer núcleo del
ejército revolucionario, perseguidos por las autoridades
mexicanas, agentes del FBI y de Batista, así como
espías de Trujillo.
El 25 de noviembre de 1956 partieron 81 combatientes del
puerto mexicano de Tuxpan, en el yate Granma. En el desembarco
fueron descubiertos y atacados por las fuerzas de Batista, y los
supervivientes formarían el movimiento armado 26 de Julio,
primer núcleo del ejército rebelde. Otros
movimientos como la Federación de Estudiantes
Universitarios se fueron sumando a la causa, consolidada por las
victorias rebeldes, difundidas por Fidel desde la Sierra Maestra
en Radio Rebelde.
Mientras tanto "aviones del gobierno, con bombas
napalm arrasan pueblos, ciudades y campos. Muere mucha gente
inocente"[40], debido a los bombarderos que
portaban munición "made in USA".
Ante el inminente triunfo revolucionario, Batista se
exilió el 26 de diciembre de 1958 en Santo Domingo,
mientras los rebeldes realizaban en Cuba una euforia sin
precedentes, produciéndose actos de violencia contra los
símbolos de la dictadura.
Las denuncias de familiares de las víctimas del
régimen de Batista fueron difundidas por televisión
desde el primer momento, clamando justicia. Muchos criminales de
guerra son acogidos en Estados Unidos mediante las embajadas
latinoamericanas, mientras la muchedumbre les gritaba
"traidores, ladrones y asesinos".
Los principales criminales, no obstante, se salvaron
puesto que la potencia norteamericana rehusó a su
extradición, mientras se liberaban los presos
políticos, torturados y encarcelados por la dictadura, y
se arrestaban en espera del inicio del proceso de los juicios sus
torturadores.
El triunfo de la revolución cubana se
recibió con gran entusiasmo en América Latina,
puesto que "ha caído otro brutal y corrupto dictador
sostenido por Washington"[41], aunque las
mayores muestras de júbilo se presenciaron en Venezuela,
que apoyó a la revolución desde 1957, de manos del
contralmirante Wolfang Larrazábal primero, y Rómulo
Bentacourt y Larrazábal posteriormente. En un documento de
la Embajada de Estados Unidos en Caracas, fechado en enero de
1959 Bentacourt expone que "la Revolución cubana es un
ejemplo de la invencible pasión de la libertad
continental", criticando "la distraída
indiferencia de la OEA frente a los genocidas bombardeos de
Batista contra su pueblo"[42]
Dos días antes de que Fidel entrara en La Habana,
el gobierno de Eisenhower dio el beneplácito a los
rebeldes. La rapidez con que obró es para Nieto un
afán por borrar su mala imagen frente al apoyo dado a la
dictadura.
La primera controversia con Estados Unidos surgió
entorno al "paredón", la forma de justicia revolucionaria
que para el Times representaban "ejecuciones sumarias de
oponentes y los anuncios de juicios a supuestos criminales de
guerra"[43]. El senador demócrata
Wayne Mosse condenó el hecho como "un baño de
sangre", pidiendo represalias políticas y
económicas a su gobierno.
Fidel por su parte argumentaba que "la justicia
revolucionaria no se basaba en preceptos legales sino en
convicciones morales…la justicia revolucionaria, digamos
que es el sentimiento de los pueblos, que no vieron la justicia
en cuatro siglos…Es realmente increíble que a un
pueblo le haya costado más trabajo, más ataques y
más campañas castigar a sus verdugos, que el
trabajo que les costó a los verdugos durante cuatro siglos
ensangrentar los pueblos."[44]
Tad Szulc, escritor norteamericano y corresponsal del
New York Times en Latinoamérica en el período que
nos ocupa, interpretaba la disparidad de posiciones de Estados
Unidos y Cuba como resultado de la mutua incomprensión y
de un círculo vicioso de equivocaciones en que cada cual
juzgaba al otro por sus propios
patrones[45]
Por su parte Nieto señala que para la
opinión pública norteamericana, los juicios no se
ajustaban a las pautas de justicia occidentales, mientras no se
conocían los crímenes de la dictadura de Batista,
que ningún país había condenado.
La visita de Fidel a Estados Unidos en abril de 1959 fue
recibida con entusiasmo por la juventud norteamericana, inmersa
en la lucha por los derechos civiles de la población
negra, contra la discriminación racial y el orden
establecido. Sin embargo estaba ya enfrentado a la
"desconfiada, cavilosa y poderosa administración
norteamericana y una prensa que comienza a serle
adversa"[46]
Para Maurice Halperin la concepción nacionalista,
antiimperialista y socialista de Fidel estaba presente en sus
planteamientos desde el inicio, lo que conservaba las sospechas
de Washington sobre el carácter anticapitalista del nuevo
dirigente[47]Asimismo el autor señala que
las leyes que proponía – reforma agraria, reparto de
utilidades de las empresas a los obreros, beneficios especiales a
los trabajadores de la caña de azúcar- aunque eran
radicales y de hondo contenido social y político, no eran
extremistas.
Además desde el principio de la Revolución
se añadieron pronunciamientos críticos sobre la
política norteamericana hacia Cuba, en los que sin embargo
se tachaba el tinte comunista del nuevo gobierno, prometiendo que
la reforma agraria no expropiaría ni nacionalizaría
propiedades norteamericanas.
Para Nieto "algunos analistas encuentran que esos
asépticos pronunciamientos en territorio norteamericano
son la estrategia para desorientar a la opinión
pública y ganar tiempo para lograr sus objetivos sin
mayores controversias"[48].
En 1967 Raúl Castro confirmaba que la lucha
rebelde no había sido exclusivamente para remover a
Batista y a su camarilla del poder, "sino para dar comienzo a
la transformación del sistema político,
económico y social de Cuba y poner fin a la
opresión, a la pobreza, al desempleo, a la mala salud y a
la ignorancia que pesaba sobre nuestro
pueblo"[49]
Tras una visita por todo el continente americano, Fidel
propuso la creación de un mercado común
latinoamericano, emprendiendo un plan de desarrollo regional de
carácter económico y social, con un aporte de
capital de Estados Unidos, con el objeto de paliar las
desigualdades sociales y económicas de los países
latinoamericanos. La propuesta fue calificada de
"ridícula" y "demagógica" por Eisenhower, que
renunció a reunirse personalmente con Castro.
Para Mathews, columnista del New York Times "esta es
la última oportunidad que Fidel da Estados Unidos para
mantenerse dentro de los esquemas democráticos y alejados
del comunismo"[50].
4.2 El inicio del enfrentamiento directo entre ambos
bandos y el intento de expandir la
Revolución.
A partir de la frustración del gobierno cubano
por hallar una solución acordada frente a la
marginación económica en que se encontraba
Latinoamérica, se contemplaron principios de invasiones
realizadas desde Cuba con el objeto de expandir la
revolución al continente.
El primer suceso fue un desembarco en Panamá, que
fue descubierto a nivel internacional y vislumbrado como una
amenaza para los intereses económicos capitalistas de
Estados Unidos.
Desde entonces se articuló una campaña de
desprestigio del gobierno de Eisenhower contra Cuba, aunque el
presidente panameño Ernesto de la Guardia no acusase a los
cubanos en la OEA, cuya comisión designada para el caso
eximió de responsabilidad a Fidel.
Entre mayo y agosto partieron de la isla grupos
revolucionarios nicaragüenses, dominicanos y haitianos para
crear focos que derrotasen a los dictadores Somoza, Trujillo y
Duvalier, aunque todos fracasan. Nieto señala cómo
"Washington orquesta una intensa campaña para
desprestigiar al gobierno cubano y acusarlo de exportar su
revolución"[51], presentando a Cuba
como una amenaza para el continente.
Sin embargo para la autora el acontecimiento fundamental
de este periodo fue el enfrentamiento entre Fidel y Rafael
Leónidas Trujillo, dedicados a aumentar sus arsenales y
lanzarse virulentos ataques y amenazas. Una expedición
compuesta por 46 oponentes dominicanos y diez cubanos
partió de Cuba en junio de 1959 en un avión
venezolano, y aunque fue contenida por Trujillo significó
para Tad Szulc "la semilla de la rebelión contra la
dictadura de Trujillo."[52]
Un mes más tarde el caudillo dominicano
envío a Cuba la denominada "Legión Extranjera
Anticomunista", integrada por tropas de Batista, veteranos
españoles, alemanes y fascistas croatas, planeado por
Batista en su exilio de Santo Domingo. La sociedad conspirativa
formada por Trujillo para atacar Cuba, a pesar de los fallidos
intentos de invasión de la isla, eran motivo de
preocupación para Estados Unidos.
Clara Nieto expone que el plan consistía en
permitir la entrada de Batista en territorio estadounidense con
objeto de sofocar la tensión en el Caribe, que amenazaba
sus intereses económicos en la región, a pesar de
las críticas de la opinión pública
internacional y norteamericana contra la medida, negada por Roy
Buttom, subsecretario de Estado para Asuntos Norteamericanos,
como figura en un documento confidencial del Departamento de
Estado de Estados Unidos fechado el 30 de julio de
1959.[53]
Por otra parte la creciente tensión entre el
presidente de Venezuela, Rómulo Bentacourt y Trujillo,
incrementaba la preocupación de Washington. Bentacourt
cortó relaciones con Santo Domingo y trató de
promover un movimiento continental en su contra, proponiendo en
la OEA la creación de un cordón sanitario contra
las dictaduras, en defensa de la democracia, pidiendo medidas
colectivas para expulsarlos de la organización
regional.
La actitud de Estados Unidos al respecto fue el anuncio
de la suspensión de la venta de armas a Cuba y a
República Dominicana, pidiendo a sus aliados hacer lo
mismo. Resulta extremadamente interesante la argumentación
de Clara Nieto sobre esta cuestión, exponiendo documentos
desclasificados del Departamento de Estado de Estados Unidos, en
los que la actitud de la potencia norteamericana se relaciona con
el intento de esconder la venta de armas por su parte a
Indonesia, en conflicto con Holanda y Bélgica; y a
Túnez contra Francia: "Sus aliados no presentan
objeciones a la suspensión de la venta de armamentos, pero
ante ese lucrativo negocio la solidaridad no cuenta."
Concluye que Gran Bretaña, Canadá, Bélgica,
Italia y España le venden a Cuba armas
"defensivas"[54]
4.3 El comienzo de las nacionalizaciones en Cuba y la
operación Pluto.
Continuando la argumentación de la autora, que
como se observa nos parece extremadamente importante, puesto que
configura su discurso en base a documentos oficiales
desclasificados de primera mano, así como cronistas y
principales protagonistas de los sucesos, propone que el objeto
de la Revolución cubana desde el año 1959 era el de
"desmontar toda traza de la dictadura batistiana, del Estado
proimperialista burgués y dar inicio al proceso de
liberalización económica, política y militar
de Estados Unidos"[55]
La autora expone la dependencia económica de la
isla frente a la potencia norteamericana, dominada por los
monopolios en industrias clave como el azúcar, el tabaco,
el cobre y el manganeso, así como gran parte de la banca y
el sector financiero. El proyecto se inició con la
política de recuperación de bienes y recursos
nacionales, la Ley de Reforma Agraria a principios de mayo de
1959 en la que expropiaron y nacionalizaron empresas nacionales y
extranjeras, mayoritariamente de Estados Unidos.
Desde entonces comenzó una agresión
abierta y encubierta de Norteamérica hacia Cuba, ante la
amenaza de la pérdida de su hegemonía como potencia
en el continente. Nieto expone documentos desclasificados del
gobierno estadounidense en 1990, en los que Eisenhower dio
órdenes expresas a la CIA en marzo de 1959 para lanzar una
extensa operación denominada Operación Pluto, con
el objetivo de derrocar a Castro: "De inmediato la CIA
infiltra agentes y comienzan los actos terroristas, los sabotajes
en centros comerciales y públicos, en especial en La
Habana, y aviones pirata que salen de Florida bombardean con
bombas napalm sus centrales azucareras y otros importantes
objetivos económicos"[56], dando armas
y recursos a grupos contrarrevolucionarios internos.
Asimismo el gobierno estadounidense ofrecía
empleos para provocar el éxodo de profesionales e
industriales cubanos, originando el abandono de miles de
individuos de la alta burguesía.
Al mismo tiempo se constataba el progresivo acercamiento
de Cuba con la Unión Soviética, formalizado por el
primer acuerdo comercial quinquenal en febrero de 1960, en el que
se intercambiaba crédito por cuotas anuales de
azúcar cubano.
La nacionalización de las refinerías de la
isla, en manos norteamericanas, por su negación de refinar
petróleo soviético, dio lugar al decreto de Estados
Unidos de embargo económico y comercial a Cuba, pidiendo a
sus aliados que se unieran, amenazándolos con represalias.
Desde entonces el gobierno cubano incrementó su
campaña de nacionalización, integrando más
centrales azucareras, expropiando grandes empresas industriales y
comerciales, energéticas, comunicaciones, banca
norteamericana, ferrocarriles, instalaciones portuarias, hoteles,
salas de cines, servicios públicos y terrenos agrarios y
urbanos.
La reacción de Washington fue la
continuación de la operación Pluto, así como
el comienzo del establecimiento de una "brigada mercenaria de
cubanos anticastristas afiliados en Estados Unidos…La
mayoría de esos sabotajes los realiza la CIA con
anticastristas y batistianos criminales de guerra, exiliados en
Florida."[57]
En julio de 1960 el gobierno cubano presentó sus
denuncias en el Consejo de Seguridad de la ONU, acusando a
Estados Unidos de agresión, protección a criminales
de guerra y auspicio de los movimientos
contrarrevolucionarios.
Al mismo tiempo el gobierno norteamericano presentaba en
la OEA una denuncia contra Cuba acusándole de "alentar
una intensa y sistemática campaña de distorsiones,
verdades a medias y plenas falsedades contra el
país"[58], bloqueando la denuncia
cubana en la ONU. Asimismo inició una intensa actividad
diplomática para convocar al Órgano de Consulta de
la OEA con objeto de condenar a Cuba por la amenaza a la paz
internacional.
Sin embargo en la VII Reunión del Órgano
de Consulta en San José, Costa Rica, los norteamericanos
no consiguieron por primera vez el apoyo necesario, condenando a
la URSS y a la República Popular China pero no mencionando
a Cuba.
Tras un análisis de este importante cambio en las
actitudes gubernamentales latinoamericanas, basándonos en
los datos que nos legan las fuentes, podemos aventurar una
primera identificación global de los pueblos
norteamericanos como un colectivo –a pesar de sus
innumerables diferencias en el plano político,
económico o cultural, entre otros- que pretendía
unos intereses comunes, distintos a la gran potencia
norteamericana que circulaba por caminos con objetivos muy
distintos.
La respuesta de Fidel fue la I Declaración de La
Habana, recogida en la "Proyección Internacional de la
Revolución Cubana" el 2 de septiembre de 1960, en la
que se condena la declaración de San José como un
"documento dictado por el imperialismo norteamericano,
atentatorio de la autodeterminación nacional, la
soberanía y la dignidad de los pueblos hermanos del
continente", acusando asimismo la "intervención
abierta y criminal del imperialismo norteamericano" y la
"sumisión miserable de los gobiernos traidores"
en América Latina, anunciando el reforzamiento de las
relaciones con la URSS y la República Popular China,
así como una ruptura total con Estados
Unidos.[59]
4.4 Conclusión de la 1ª etapa.
1950-1960
Como se ha desarrollado en esta primera parte del
trabajo en base a las distintas fuentes consultadas, la
política de Estados Unidos en el continente americano ha
sido de apoyo a las dictaduras, a pesar de su brutalidad y
corrupción. Su objetivo era en primer lugar el control del
orden público, pero también la
desarticulación del comunismo y la conservación de
sus prebendas financieras a nivel internacional.
Su prioridad ha sido el aspecto militar y de seguridad
en Latinoamérica, en un contexto de "guerra fría".
Como afirma Clara Nieto, principal exponente de nuestro
análisis, "aunque los armamentos que da al continente
para la "defensa hemisférica" lo da con restricciones,
tales prohibiciones pueden ser levantadas cuando exista una clara
indicación de implicación comunista en las fuerzas
de oposición"[60], vendiendo armas de
alto potencial destructivo contra la población civil y de
nula utilidad defensiva, como las bombas napalm.
El gobierno de Eisenhower congratuló las
dictaduras militares de Batista, Somoza, Pérez
Jiménez y Trujillo, "el Congreso…los escucha y
aplaude. Y el Pentágono los condecora con la Orden del
Mérito, la más amplia distinción
militar".
Ese amplio apoyo político y militar a los
dictadores implicó las denuncias de las democracias
latinoamericanas y un creciente antiamericanismo y
antiimperialismo en la opinión pública
internacional, formalizado con la gira del vicepresidente Nixon
por América Latina en 1958, "recibido con piedras,
escupitajos e insultos", al igual que la gira presidencial
de Eisenhower en mayo de 1960. El discurso presidencial a la
salida de su mandato reflejaba un éxito contra el
comunismo, obviando la toma de Vietnam del Norte y la deriva
socialista cubana, que "en corto tiempo será el primer
Estado socialista del hemisferio, aliado de la Unión
Soviética, que romperá el dominio hegemónico
de Estados Unidos, de casi siglo y medio, en su zona de
influencia". La autora afirma que cuando Kennedy
asumió la presidencia en enero de 1961 los preparativos de
invasión a la isla estaban ya en
marcha[61]
5. La
década del 60. Los años
"dorados".
La victoria de J. F. Kennedy sobre Nixon en las
elecciones presidenciales de Estados Unidos, en noviembre de
1960, anunciaba un renacer interno y un cambio favorable en la
tensa atmósfera internacional, significando el
regreso del Partido Demócrata al gobierno y un cambio
generacional de importancia.
El periodo presidencial de Kennedy y Lyndon Johnson fue
convulso, presenciándose una sociedad dividida por
conflictos sociales de especial significancia, reflejados en la
rebelión juvenil como un choque generacional, la lucha por
los derechos civiles de la población negra y el incremento
de la oposición a la guerra del
Vietnam[62]
Según Hobsbawm, de quien hemos tomado la
referencia para expresar el título del presente
capítulo –no carente de ironía para hablar
del conjunto global de Latinoamérica-, alrededor de 1960
se consolida una etapa muy prolongada de bienestar y crecimiento
a escala mundial, "los años dorados, la
transformación social mayor, más intensa,
rápida y universal de la historia de la
humanidad."[63]
Por su parte María Sáenz Quesada,
profesora de la Universidad de Buenos Aires y especialista en
historia contemporánea americana, expone que la
política de la "nueva frontera" que propuso Kennedy,
pretendía alcanzar las regiones no exploradas de la
ciencia y el espacio y poner fin a la discriminación y la
miseria.[64]
Por otra parte en el mundo comunista la política
liberalizadora de Nikita Kruschev desde 1955 a 1964, produjo otra
ruptura. La desestabilización del sistema soviético
implica para Nieto que "salen a la luz los horrores de ese
régimen, del culto a la personalidad, del abuso de poder,
de la corrupción desde la cúpula del gobierno en
una orgía de privilegios y deleites, impensables en una
sociedad supuestamente
igualitaria."[65]
Asimismo se ponía en marcha un menor centralismo
hegemónico del PCUS en el área comunista, al mismo
tiempo que se incrementaba la diferencia de la ideología
de la Unión Soviética y China por la
derivación de los principios fundamentales del
marxismo.
En otra esfera de poder, Nieto otorga importancia a la
orientación reformista del papado durante el pontificado
de Juan XXIII entre 1958 y 1963, cuya influencia se evidencia en
toda la década. El surgimiento de una nueva corriente de
la Iglesia en base a la situación de unas mayorías
en situación de pobreza y practicantes del catolicismo,
denominada Teología de la Liberación, es para la
autora en esencia "la unión de la fe y de la
práctica cristiana del credo y de la
justicia".
Su base doctrinal era el cuestionamiento del
comportamiento de los países ricos frente a las naciones
pobres, la creciente brecha entre acaudalados y miserables en
esas sociedades de privilegios en las que las pequeñas
minorías, no están dispuestas a perderlos. El
planteamiento es la necesidad de realizar profundos cambios para
corregir las injusticias.
Tras Juan XXIII se contempló una posición
radicalmente distinta por parte de la jerarquía
eclesiástica frente a los "teólogos de la
liberación", acusando a estas corrientes progresistas de
marxistas. Clara Nieto incide en la conversión de esos
sectores radicalizados, analistas de la realidad social de su
tiempo, que "crean en varios países las comunidades
eclesiales de base para concienciar a los campesinos y a los
sectores populares marginados sobre sus derechos, organizan e
impulsan sus movimientos y dan apoyo a sus luchas",
involucrándose muchos de ellos en los grupos insurgentes
latinoamericanos.[66]
5.1 J. F. Kennedy y la Alianza para el
Progreso.
Cuando Kennedy asumió la presidencia de Estados
Unidos, la Revolución cubana se había convertido,
para Nieto, en un grave conflicto para la potencia, por la
alianza de Cuba y la URSS y el carácter socialista del
nuevo gobierno. "La existencia del primer Estado socialista,
a 90 millas de sus costas, le plantea a Estados Unidos un cambio
geopolítico de enormes repercusiones, pues rompe su poder
en su zona de influencia y amenaza su seguridad y la estabilidad
del continente"[67], lo que convertía
al hecho cubano en un factor capital de la Guerra
Fría.
Por otra parte la autora incide en la coyuntura de
endémica pobreza, injusticia social y económica,
así como la explotación de la gran mayoría
de ciudadanos latinoamericanos, en los que la estrechez de los
canales democráticos, que impedía su
participación en esos procesos, dejaba abierta la lucha
armada como única salida para lograr el cambio,
contemplándose el surgimiento de numerosos movimientos
procastristas en el continente.
En este aspecto Kennedy propuso la Alianza para el
Progreso, un programa de cooperación para el desarrollo
económico y social de la región latinoamericana,
como una estrategia en la lucha contrainsurgente. El objetivo
primordial era el fortalecimiento de los ejércitos
nacionales con armamento y entrenamiento para combatir al
"enemigo interno".
Kennedy mostró un especial interés por
América Latina, criticando desde su campaña
presidencial la política de Eisenhower por el apoyo
abierto a las dictaduras. Prometía un fortalecimiento de
las democracias latinoamericanas a partir de las relaciones con
la OEA, sin ser partidario de las acciones unilaterales de
intervención.
Nieto expone que la Alianza para el Progreso
consistía en una "revolución silenciosa", con un
profundo contenido social, "un programa de desarrollo
económico y social para evitar las revoluciones
violentas". Era el primer proyecto en el que las condiciones
económicas y sociales eran igual de importantes, siendo
"un plan de desarrollo dentro de un esquema capitalista y
democrático, frente a la propuesta socialista que
planteaba Cuba", dando prioridad al incremento del nivel de
vida de la población.[68]
Cada país se comprometía a la mejora de
las condiciones de sus ciudadanos, rechazando reformas
estructurales para paliar las desigualdades.
La estrategia de defensa de Kennedy, no obstante, se
enfocó a la lucha contrainsurgente. Para ello Estados
Unidos continuó con la entrega de armamento a los
ejércitos nacionales latinoamericanos bajo acuerdos
bilaterales o Pactos de Asistencia Mutua (PAM), que corría
a cargo de las fuerzas especiales o Boinas Verdes. "Esas
nuevas tareas que se asignan a los ejércitos corresponden
a las instituciones policiales y violan preceptos
constitucionales que les asignan, exclusivamente, la defensa de
la soberanía nacional"[69].
Para dar entrenamiento a los oficiales latinoamericanos
en las técnicas de contrainsurgencia, Nieto señala
cómo el Pentágono fortaleció las Escuelas de
Guerra en la Selva (Fort Girlick), la Militar de las
Américas (Fort Gulick) o la de las Fuerzas Especiales
(Fort Brogg) en Carolina del Norte.
Ana María Bidegain de Urán, profesora de
la Universidad de Bogotá y Edwin Lieuwen, profesor de la
Universidad de Buenos Aires, afirman que entre 1950 y 1975
más de setenta y cinco mil oficiales de países en
conflicto se graduaron en esas
escuelas.[70]
En 1962 se creó la Academia Interamericana de
policía de Fort Davis, en Panamá, que para Claude
Heller sirvió para dar entrenamiento en tácticas de
espionaje y contraespionaje a oficiales de policía del
continente, entregando entre 1961 y 1963 a 700 oficiales de 15
países.[71]
Nieto por su parte prolonga esta capacitación
militar y de seguridad al plano de la instrucción
ideológica anticomunista y de afianzamiento de los
principios democráticos. "El objetivo es preparar una
élite militar, capaz de asumir el mando en los
países den donde los conflictos sociales y las protestas
estudiantiles, calificadas de comunistas o filocomunistas, puedan
provocar soluciones
revolucionarias"[72]
Justo Escobar y Sebastián Velázquez, en su
estudio sobre los mecanismos de control y la violencia represiva
por parte de las dictaduras argentinas, señalan
cómo Mac Namara, secretario de defensa de Estados Unidos
en 1962, explica al Congreso que "tal instrucción se
imparte a oficiales cuidadosamente seleccionados, y que
ésta es la inversión más productiva por
parte de Estados Unidos, pues le permite hacer amistad con esos
hombres conductores… que tendrán de primera mano el
convencimiento de cómo se hacen las cosas y cómo
piensan los americanos."[73]
En cuanto a las relaciones con Cuba, Kennedy
continúa una política agresiva contra la isla,
cortando totalmente la compra azucarera de la cual depende su
economía, intensificando el embargo comercial y
económico, presionando a sus aliados bajo represalias y
sanciones para que corten relaciones con el gobierno
cubano.
Nieto asegura que se dio la intensificación de la
campaña de la CIA de financiar aviones piratas que salen
desde Florida, para bombardear las centrales azucareras y las
refinerías de petróleo cubanas, infiltrando a su
vez agentes para realizar actos terroristas, sabotajes y actos
conspirativos para asesinar a Fidel. Al mismo tiempo se
continuaban los planes de Eisenhower de una invasión
armada a la isla.[74]
5.2 J. F. K y Bahía de
Cochinos.
El cubano Gabriel Molina denuncia la actuación
del presidente norteamericano en la operación
"Bahía de Cochinos", en base a los argumentos del
canciller cubano Raúl Roa en la ONU y la OEA, así
como por el New York Times y otros periódicos influyentes.
Se explicitaba las bases clandestinas en Guatemala, donde
asesores militares de Estados Unidos entrenaban a más de
mil cubanos anticastristas, cedidos por la dictadura de Somoza en
Nicaragua, y otros centros de entrenamientos de mercenarios en
Costa Rica y la isla de Vieques, en Puerto Rico, amén de
las filtraciones de los anticastristas reclutados por la CIA en
Miami.[75]
Nieto señala la reunión en la Casa Blanca
el 11 de marzo de 1961 como un hecho clave, puesto que Kennedy
cede ante la presión del Secretario de Estado y Defensa y
tres jefes del Alto Comando Unificado, violando las declaraciones
efectuadas una semana antes de la invasión, renunciando a
intervenir en Cuba.
La Brigada 2506 estaba compuesta por 1500 hombres,
magníficamente adiestrados, con uniformes, armamentos,
tanques y aviones suministrados por Estados Unidos, contando a su
vez con 6 batallones de infantería, una
compañía paracaidista, 71 aviadores y un grupo de
buzos.[76]
El 15 de abril, dos días antes de la
invasión, aviones B-26 bombardearon La Habana, San Antonio
de los Baños, Santiago de Cuba y otras ciudades, diezmando
la fuerza área cubana y causando numerosos muertos entre
la población civil.
El 17 de abril de 1961 la expedición invasora
partía de Nicaragua, con siete barcos escoltados por la
armada de Estados Unidos. Desembarcaron en Playa Girón o
Bahía de Cochinos, y setenta y dos horas después
habían sido aniquilados por el ejército
revolucionario cubano. Los capturados fueron abandonados por el
gobierno estadounidense, siendo juzgados los criminales
batistianos más reconocidos. Otros fueron canjeados por
alimentos y medicinas al gobierno de Kennedy.
Como señala Tulio Halperin Donghi, Cuba
devolvió a los prisioneros a Miami en diciembre de 1962,
para que pudieran gozar en familia de las fiestas de navidad,
realzando la imagen de Castro al mismo tiempo que se incrementaba
el antiamericanismo por la intervención imperialista en
Playa Girón.[77]
La reacción internacional contra Estados Unidos
fue difundida rápidamente, teniendo lugar multitudinarias
manifestaciones de apoyo a Cuba y de condena al imperialismo
norteamericano. Los ataques a embajadas estadounidenses y el
respaldo al gobierno cubano de Congresos profesionales,
movimientos estudiantiles, políticos e intelectuales y la
prensa latinoamericana, se basaron en la violación por
Estados Unidos de las normas del derecho internacional y de las
cartas de la ONU y la EOA.
La consecuencia a nivel interno en la CIA fue la
destitución de su director Allen Dulles y el jefe de
Operaciones Clandestinas, Richards Billes, nombrando director a
John Mac Cone y Richard Helms, como subdirector de
planes.
Nieto señala al respecto que "la salida de
esa vieja guardia…es según algunos el fin de la
Edad de Oro de la CIA, para otros es el fin del más
siniestro período de la Agencia, caracterizado por
atentados y asesinados de líderes extranjeros y por
promover golpes de Estado en otros
países."[78]
5.3 La nueva táctica de J. F. K: la
operación Mangosta.
Tras el fracaso de la intervención de
Bahía de Cochinos, Kennedy endureció su
política hacia Cuba, extremando el embargo
económico y realizando otras medidas, como la puesta en
marcha de la Operación Mangosta por la CIA, la de mayor
envergadura, más costosa y prioritaria que haya emprendido
hasta entonces el gobierno norteamericano contra Cuba.
Para Thomas Powers el objetivo principal era entonces el
asesinato de Fidel, reclutando agentes infiltrados cubanos,
comerciales extranjeros y diplomáticos. Expone que la CIA
instaló en la Universidad de Miami la mayor base creada
jamás en territorio de Estados
Unidos.[79]
El nombre en código de la operación era
"JM WAVE", y disponía de un altísimo presupuesto de
cien millones de dólares, setecientos empleados y
más de tres mil agentes, contando con pequeños
barcos y buques nodriza disfrazados de naves mercantes.
También utilizaba la compañía aérea
Southern Air Transport para los actos de sabotaje, así
como un gran arsenal y un gran número de casas de
seguridad.
Escalanate sostiene que entre enero y agosto de 1961 se
realizaron 5780 sabotajes y acciones terroristas hacia Cuba,
incluidos los intentos contra la vida de Fidel en
cooperación con los capos mafiosos Lasky, Roselli, Gincana
y Santo Traficante, a quienes la revolución les
había confiscado sus negocios en la
isla.[80]
Por otra parte el respaldo continental para el
desarrollo de la política contra Cuba es reseñada
por los apoyos de los gobierno latinoamericanos. Clara Nieto
expone que "Kennedy -como Eisenhower- cuenta con la
solidaridad incondicional de las dictaduras centroamericanas y
caribeñas y de la mayoría de los gobiernos
democráticos"[81].
Estados Unidos desarrolló una política de
gestión diplomática para aislar a Cuba del resto
del continente, presionando a Perú para convocar la VII
Reunión de Consulta de la OEA, en base al peligro de una
agresión armada. Sin embargo la expulsión de la
isla de la organización panamericana se dio en la
Reunión en Punta del Este (Uruguay) en enero de 1962,
acusando al gobierno cubano de totalitario.
Afirma que el equipo de Kennedy adulteró los
votos para lograr la mayoría necesaria comprando el voto
de Haití, que había anunciado su abstención.
Sólo México mantendría sus vínculos
con Cuba. Nieto afirma que el argumento de incompatibilidad del
sistema americano con cualquier forma de totalitarismo en defensa
de la democracia representativa era insostenible, "pues la
mayoría de esos miembros eran dictaduras que nunca
habían sido cuestionadas por los defensores de la
democracia."[82]
Como respuesta Fidel expuso la Segunda
Declaración de La Habana, acusando a Estados Unidos y a
las oligarquías latinoamericanas de la responsabilidad por
la miseria de sus pueblos. A su vez denunciaba las misiones
militares de Estados Unidos en el continente, la Junta
Interamericana de Defensa, las escuelas en la zona del Canal de
Panamá y entrenamiento por la CIA de ejércitos
asesinos al servicio de sus intereses. Concluyó su
discurso con la consigna "Patria o muerte.
Venceremos"[83], que se convertiría en el
eslogan de la Revolución.
5.4 La Crisis de Octubre.
En septiembre de 1962 el gobierno y el Congreso de
Estados Unidos, reunidos en los Comités de Relaciones
Exteriores y de las Fuerzas Armadas del Senado, con distintos
altos funcionarios del gobierno, acordaron una acción
directa contra Cuba.
Carlos Lechuga incide en el uso explícito de la
fuerza para combatir la extensión de las actividades
conflictivas en el hemisferio. Afirma la intensificación
de la vigilancia, fundamentalmente los vuelos de
observación sobre la isla.[84]
Serán estos aviones U-2 los que certifiquen la
instalación de bases para la instalación de misiles
tierra–aire soviéticos R-12 en Cuba.
Tras la comprobación el 14 de septiembre de la
existencia de esas armas en la provincia de Pinar del Río,
Kennedy convocó a los Secretarios de Estado y Defensa, al
director de la CIA, al fiscal general Robert Kennedy y al
embajador de la ONU Adalai Stevenson, integrantes del
Comité Ejecutivo del Consejo Nacional de Seguridad, bajo
el más estricto silencio.
Mientras tanto se preparó un movimiento de tropas
a Florida, poniendo en alerta máxima a los comandos de
defensa en el Caribe y el Atlántico, movilizando ochenta y
cinco mil efectivos. Según el diario cubano Granma, el 22
de octubre de 1961 se realizaron 368 vuelos espías sobre
Cuba.[85]
Para Nieto en ese día "estalla la más
grave crisis que enfrenta a la humanidad después de la II
Guerra Mundial"[86], en el momento que
Kennedy informó a la opinión pública sobre
el emplazamiento de armas nucleares soviéticas en Cuba. El
23 de octubre convocó de urgencia al Órgano de
Consulta de la OEA, aprobando por unanimidad el uso de la fuerza,
el bloqueo total contra la isla y la retirada inmediata de los
misiles.
El bloqueo fue calificado por Fidel como un acto de
agresión, mientras el 24 de octubre dieciocho cargueros
soviéticos se dirigían a Cuba, reforzándose
la actividad militar en la isla.
La actividad diplomática entre Kennedy y Kruschev
desde el 22 de octubre y principios de diciembre fue
enérgica, "acusándose mutuamente de haber
desatado esa crisis que puede llevar al mundo a una guerra
nuclear, llamándose mutuamente a la
cordura."[87]
Carlos Lechuga afirma el cambio de posturas a partir del
25 de octubre, cuando Kruschev accedía a desmantelar las
plataformas y retirar los misiles, a cambio del compromiso
público de Estados Unidos de no invadir la isla. El autor
sostiene que la idea de la invasión sobre Cuba estaba
pendiente por Kennedy, puesto que ordenó al Departamento
de Estado para organizar un gobierno civil en la
isla.[88]
Por otra parte el derribo de un avión
espía norteamericano, que violaba el espacio aéreo
cubano en el oriente de la isla, incrementó la
tensión en Washington.
Lechuga otorga un papel capital a Kruschev en el
conflicto, aceptando la intervención de la ONU para
verificación del desmantelamiento de los misiles, en base
al compromiso de Kennedy de no invasión. La gestión
fue realizada por la intervención del secretario general
de la ONU, U Thant, agradecido en carta conjunta por Kennedy y
Kruschev el 7 de enero de 1963[89]
Clara Nieto por su parte enfatiza la actitud de Fidel,
quien señalaba que "esas negociaciones no llevan a un
acuerdo efectivo que garantice en forma permanente la paz en el
Caribe…", al mismo tiempo que anunciaba: "Estados
Unidos no ha renunciado a su política agresiva e
intervencionista", manteniendo una posición de fuerza
y violando el derecho
internacional.[90]
Resulta interesante observar las conclusiones de la
Crisis de Octubre en base a las cumbres realizadas desde 1988 a
1992, que tenían el objeto de reunir a altas personalidad
vinculadas al conflicto. En las reuniones de Moscú de
1989, T. Sorensen afirma que Kennedy veía seriamente la
posibilidad de un peligro nuclear, argumentando que el 27 de
octubre de 1962 expuso: "si nos equivocamos en esta
ocasión puede haber 200 millones de
muertos"[91]
Otra de las conclusiones de Sorensen es que el origen de
la crisis fue la política agresiva de Estados Unidos hacia
Cuba y la convicción del gobierno soviético de que
existía un plan real de invasión norteamericana.
Por otra parte Fidel afirmaba en la Reunión Tripartita de
La Habana de 1992 que estudió la propuesta,
aceptándola como "un deber elemental de solidad en
internacionalismo" para fortalecer el área
socialista, aunque veía que la medida implicaba el riesgo
de convertir a Cuba en objetivo estratégico militar
estadounidense.[92]
Asimismo la determinación de Kennedy de forzar el
retiro de los cohetes implicó, según Nieto, un
elevado coste político para Kruschev, siendo una de las
razones de su caída política. Por otra parte China
dio un pleno apoyo a Cuba, acusando a la URSS por su
capitulación.
En cuanto a la reacción intercontinental, se
vislumbró un apoyo a Estados Unidos del Primer Ministro
británico Harold Macmillan, así como del presidente
francés Charles de Gaulle, a pesar de las manifestaciones
populares de ciudadanos franceses en solidaridad a
Cuba.
Las críticas de relevantes medios de
comunicación hacia el conflicto fueron importantes, al
igual que las de los dirigentes alemanes Conrad Adenauer y Billy
Brandt. Los pacifistas europeos protestaban principalmente por la
cuarentena impuesta a Cuba, formalizado en el rechazo del
filósofo Bertrand Russel, que anunciaba: "Dentro de
una semana estaréis muertos por complacer a unos locos
americanos", enviando como afirma Sorensen, una carta a
Kennedy acusándolo por su acción temeraria, no
justificada.
La prensa internacional quedó dividida al
respecto, desde la opinión del New York Times que aceptaba
la reacción estadounidense, hasta el New York Post, que
sostenía el deber de consultar antes a la ONU y la OEA. El
Times londinense y The Guardian, por su parte, cuestionaban
seriamente la medida.
Otra de las consecuencias fue la instalación del
"teléfono rojo" entre Washington y Moscú, con el
objeto de evitar accidentes costosos, firmando en octubre de 1963
el Tratado de Prohibición Parcial de Ensayos Nucleares en
la Atmósfera, el Espacio Terrestre y Bajo el Agua, que
para Nieto representaba el mayor avance sobre desarme logrado
hasta entonces por las dos
superpotencias.[93]
La decisión del gobierno soviético de
retirar los misiles sin consultar al gobierno cubano,
generó un incremento de la insatisfacción en la
administración de la isla. Sin embargo las relaciones con
la URSS eran vitales para el gobierno revolucionario, por lo que
se procedió al reestablecimiento de las alianzas,
reafirmándose el carácter marxista-leninista de la
Revolución.
Tulio Halperin afirma que "Fidel es un hueso duro de
roer para la Unión Soviética. El líder
cubano se sale de todos los cánones tradicionales de sus
aliados". El autor afirma que hasta Miroyán,
embajador soviético encargado de suavizar la
tensión por la crisis en Cuba, le comentó al Che
Guevara en su primera visita a Cuba, "la revolución
cubana es un fenómeno que Marx no había
previsto."[94]
6. 1963. El fin
del proyecto Kennedy.
El bloqueo económico contra Cuba, planificado por
la administración Kennedy, no había debilitado al
gobierno revolucionario, mientras se estrechaban las relaciones
económicas, comerciales y políticas, culturales y
militares con la Unión Soviética y el bloque
socialista. La Operación Mangosta se suspendió tras
la crisis de los misiles en octubre de 1962, porque como
señala explícitamente Nieto: "tal
operación en un completo
fracaso."[95]
La política de defensa a las democracias y en
contra de las dictaduras de Kennedy, se desplomó a
principios de 1963 tras una secuencia de golpes militares contra
gobiernos constitucionales que la administración
norteamericana acaba reconociendo.
Es el caso del derrocamiento de Arturo Frondizi en
Argentina, Carlos Julio Arosemena en Ecuador, Manuel Prado y
Ugarreche en Perú, Juan Bosh en la República
Dominicana y Ramón Villeda Morales en Honduras.
Nieto expone un artículo publicado en el Herald
Tribune en octubre de 1963, donde se especifica la nueva
política de Kennedy hacia los gobiernos militares, tras la
Crisis de Octubre.
Explicada por Edwin Martin, subsecretario de Estado para
Asuntos Interamericanos, argumentaba que había que
cooperar con las Fuerzas Armadas latinoamericanas en tiempos de
paz, "para ayudarlos a mantener un papel más
constructivo…mantener la seguridad interna, a que trabajen
en programas cívico-militares y en la formulación
de políticas internacionales", poniendo ejemplo de
dictadores que realizaron importantes reformas
sociales.[96]
Nieto denuncia que esa nueva política era
contraria a las disposiciones constitucionales que les asignaban
la defensa a los gobiernos nacionales soberanos, lo que
constituía uno de lo legados más controvertidos de
la administración Kennedy, la participación de las
Fuerzas Armadas en la seguridad interna y en el control del orden
público por Wahington, que se convertirá en
"una brutal represión, en campañas de
"pacificación" contrainsurgente y en las guerras sucias
contra la población civil por varias
décadas"[97]
La Alianza para el Progreso de Kennedy, una de las
iniciativas más importantes de su gobierno, comenzó
a fracasar tras tres años. Para Sorensen las razones del
fracaso se centran en la ineficiencia o renuncia de los gobiernos
latinoamericanos para realizar los cambios estructurales y
políticos comprometidos, así como la
oposición de los sectores de poder económico a
estos cambios, especialmente a la reforma
agraria.[98]
Resulta interesante para el análisis
histórico de los sucesos de la época Kennedy, el
estudio en profundidad de las mentalidades de estos
líderes. En este aspecto A. Schlesinger recoge las
entrevistas realizadas por Jean Daniel, periodista del diario
parisino L´Express, en noviembre de
1963.[99]
La entrevista personal con Kennedy resulta sorprendente
para el investigador. En primer lugar por el reconocimiento del
presidente de los Estados Unidos de que Cuba ha estado sujeta
más que ningún otro país en el mundo a la
colonización económica, humillaciones y
explotación, en parte por los políticos de Estados
Unidos a favor del régimen de Batista.
El autor afirmaba que el presidente pensaba que Estados
Unidos había creado, construido y fabricado el movimiento
castrista sin darse cuenta, en base a un fragmento donde Kennedy
afirma: "Yo he comprendido a los cubanos, aprobé la
proclama de Fidel Castro en Sierra Maestra…e iré
más lejos: hasta cierto límite Batista es la
encarnación de un número de pecados de Estados
Unidos y ahora tenemos que pagar por ellos". Las
declaraciones del presidente de Estados Unidos confirman la
argumentación que pretendemos en este trabajo, en base a
las conclusiones que vienen otorgando las fuentes y nos indica
nuestro sentido común.
A continuación, sin embargo, Kennedy adopta una
postura de crítica a la Revolución, hablando de
traición a las promesas en Sierra Maestra y acusando a
Castro de agente soviético en América Latina,
llevando al mundo al borde de la guerra nuclear
Por otra parte Fidel se entrevistó con Jean
Daniel entre el 19 y el 22 de noviembre, intrigado por los
comentarios del presidente norteamericano sobre Batista. Afirmaba
respetar a Kennedy y admirarlo, a pesar de su hostigamiento y
agresión hacia Cuba, siendo el primer presidente de
Estados Unidos en entender la posibilidad de una existencia entre
capitalistas y socialistas.
Schlesinger señala cómo influyó la
noticia del asesinato de Kennedy en Fidel, que
lamentándose afirmó: "Ésta es una mala
noticia…todo cambió y todo va a cambiar… La
guerra fría, las relaciones con la Unión
Soviética, América Latina, Cuba, la cuestión
de los negros… todo tendrá que ser
repensado… este es un asunto muy
grave."[100]
7. Tras Kennedy:
Lyndon B. Johnson.
Como sucesor del presidente asesinado, Johnson
prometía continuar las políticas de Kennedy. Sin
embargo respecto a América Latina no estaba interesado
especialmente, preocupado por las grandes potencias
comunistas.
Schlesinger señala un comentario del nuevo
presidente tras asumir el cargo, suficientemente explícito
para darnos una idea de la mentalidad de este individuo:
"Esos latinoamericanos, descalzos y hambrientos, toman todo
hasta que alguien los
detiene."[101]
La política de "tolerancia 0" con los
regímenes socialistas se intensificó, regresando al
apoyo de golpes militares, como señala Clara Nieto,
"para impedir la cubanización de otros
países…de nuevo blande el gran
garrote."[102]
En primer lugar reconoció en 1964 el golpe del
general Barrientos en Bolivia, que derrocó al presidente
constitucional Víctor Paz Estenssoro, apoyando a su vez
abiertamente el golpe militar en Brasil contra Goulart,
también de carácter democrático y
constitucional.
Nieto afirma que la CIA, a través de su embajador
el coronel Vernon Walters, como agregado militar, conspiraban con
los militares brasileños, enviando Johnson una escuadra de
guerra para intervenir, dirigida por Walters, de la inteligencia
del ejército norteamericano.
La autora confirma la implicación directa de
Johnson en el golpe a través del análisis de la
investigación de Ellen Roy y William
Schaap.[103] En el artículo se denuncia la
amistad de este personaje con el mariscal Castelo Branco,
líder del golpe, instruido en Fort Leaven Worth, Kansan,
por Walters, futuro subdirector de la CIA en 1972.
Exponen también documentos donde se registran las
felicitaciones de Lyndon Johnson a los generales por la
"constitucionalidad" del golpe.
El resultado fue la imposición de una dictadura
neofascista, pionera dentro del régimen de Seguridad
Nacional, que mantuvo estrechas relaciones con los gobernantes
estadounidenses, asesinando y desapareciendo a sus adversarios
políticos con tácticas de guerra sucia, suprimiendo
a más de 25 mil personas.
La crisis de Panamá, en enero de 1964 y la
intervención de militares estadounidenses asesinando a
estudiantes manifestantes, supuso un enfrentamiento
diplomático entre la ONU y la OEA, que por primera vez
convocó a su Órgano de Consulta bajo el Tratado
Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), contra
Estados Unidos por la acción militar. Todos los
países de América Latina apoyaron a Panamá,
absteniéndose sólo el gobierno chileno.
A. Schlesinger afirma que el incidente en Panamá
fue calificado de vergonzoso por la opinión pública
norteamericana, significada por R. Kennedy, que tachó de
torpe el manejo del asunto por parte de
Johnson.[104]
Por otra parte la intervención unilateral en
República Dominicana entre abril y mayo de 1965,
conllevó nuevas críticas a la presidencia
norteamericana por la ONU y la OEA. Como respuesta en la X
Reunión de Consulta de la OEA, Estados Unidos logró
una mayoría necesaria para camuflar esa
intervención multilateral, con la creación de la
Fuerza Interamericana de Paz.[105] Sin embargo el
suceso se convirtió en un escándalo criticado por
numerosos países latinoamericanos, la prensa
estadounidense como el New York Times y Robert
Kennedy.
Eric Goldman sin embargo señala cómo la
mayoría de la opinión pública norteamericana
apoyó a su presidente, "satisfecha con la forma
eficiente de cómo ha apagado ese nuevo foco
revolucionario."[106]
La legitimación del gobierno de Estados Unidos
para intervenir en los asuntos de otro país se
aprobó por la Cámara de Representantes en
septiembre de 1965, denominada "doctrina Johnson". El objeto
continuaría siendo la lucha contra el socialismo,
coordinado las políticas de los gobiernos aliados,
especialmente las dictaduras del Cono Sur americano, contra la
penetración "comunista
internacional".[107]
8. Fines de la
década de 1960. Consecuencias del período en la
actualidad.
El final de la década de los 60 representó
el inicio presidencial de Richard Nixon (1968-1974).
Perteneciente al partido republicano, pretendió una
apertura internacional con la Unión Soviética y la
República Popular China, así como el fin de la
intervención en Vietnam.
Sin embargo intensificó durante el primer
año de su mandato el incremento de las operaciones
encubiertas en Cuba, aunque Nieto afirma que se relajaron las
tensiones, puesto que la isla no era prioridad del gobierno,
centrado en la URSS y en China.[108]
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