Deísmo vs ateísmo – Monografias.com
Cuando los seres humanos nos enfrascamos en
discusiones que no se pueden soportar con argumentos
verificables, sino, más bien, en pensamientos
metafísicos, o anclados en la tradición, nos
metemos en un callejón sin salida. A veces, nos
exacerbamos con el contrincante, porque pensamos que nuestros
razonamientos son los portadores de la verdad, y los del otro los
descalificamos por equivocados, o falsos. Eso ocurre, en la
mayoría de las veces, cuando queremos demostrar la
existencia de Dios, pues con argumentos racionales podemos probar
su existencia, y también, con premisas contrarias, pero
igualmente verdaderas, llegamos a resultados totalmente opuestos.
El filósofo alemán Emmanuel Kant, llamaba a esta
clase de argumentos, las antinomias de la razón, lo cual
significa que es nada menos que la contradicción entre dos
principios racionales, porque con ellos podemos defender
cualquier causa, por absurda que esta parezca. Con una mezcla de
argumentos racionales y con supuestas revelaciones sagradas, los
hombres han construido divinidades antropomórficas, para
responder a sus cuestionamientos de ansiedad, originados,
especialmente, en su angustia existencial. En estos casos, los
mitos religiosos son una tabla de salvación porque
permiten responder a la necesidad del ser humano de concebir un
orden físico y metafísico que ofrezca conjurar el
caos y la incertidumbre de la vida.Todas las religiones del mundo
a través de su historia, tienen el mismo componente: la
construcción de divinidades antropomórficas,
inspiradas en la revelación, con cualidades, virtudes y
defectos humanos; atributos estos originados en la
proyección de la mente del ser humano. Por eso, el que
afirme que vio a Dios, puede que lo haga de buena fe, y tal vez
no quiere engañas a nadie. Pero le puedo afirmar que esa
es la proyección de una mente exaltada por un misticismo
delirante. Por ejemplo: las voces que escuchaba Juana de Arco,
siendo una iletrada campesina con apenas 15 años de edad,
para que organizara un ejército con el propósito de
arrebatar el trono a los ingleses y se lo entregara al
delfín sucesor; esto, tan desproporcionado, para el
sentido común, lo entendemos, si sabemos que
ocurría en un escenario colectivo de unas mentes
alimentadas por un nacionalismo, frustradas y atropelladas por el
invasor en la Francia del siglo XIV. Igualmente ocurría
con las visiones marianas de Lucía, en Coba de
Iría; están enmarcadas en una comunidad
católica campesina sufriendo los coletazos de la primera
guerra mundial suplicante de milagros; ésta y tantas otras
apariciones divinas narradas, también, por los seguidores
de otras religiones, son proyecciones de mentes religiosas
exaltadas por sus creencias místicas.
Por un principio elemental de la psiquis
humana, sabemos que en ciertos estados de excitación y
delirio de la mente, se ve en el mundo exterior, lo que se quiere
ver. Porque se distorsiona el marco de referencia interno,
(entiéndase la mente del observador), con la cual se ve el
mundo. La ley de la percepción es coherente: La
proyección, origina la percepción. Lo que el
hombre ve, refleja lo que siente y piensa, y lo que piensa no es
sino un reflejo de lo que quiere ver. El mundo objetivo es
solamente un cuadro, o el espejo, sobre el cual nosotros
proyectamos, o colgamos lo que hemos archivado en nuestras
mentes, en consecuencia, hay una percepción muy personal
de la divinidad, que también se extiende al colectivo
humano. En el pasado, más que el siglo XXI, hubo culturas
pre-racionales, con unas cosmogonías fantasiosas e
irracionales. Es decir, tal como es el grado de evolución
cultural de las sociedades, así mismo, son sus dioses,
pues estos son el reflejo de su momento histórico. Por tal
razón, es imposible la formulación de una
teología universal, ya que ésta se soporta con
argumentos racionales sofistas que obedecen a los intereses de
quien las argumenta y escribe. Por tal motivo, un discurso
racionalmente coherente, no garantiza que sea, necesariamente,
verdadero. Lo que nos indica que se confunde, en la
práctica cotidiana, la razón con la verdad, pues en
la mayoría de los casos, se puede falsificar la verdad con
muy buenos razonamientos. Esta era la fortaleza de los sofistas
presocráticos en la antigua Grecia. También la de
los políticos del siglo XXI.
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