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Logofosía:ciencia de la causalidad




Enviado por Nestor Capisca



Partes: 1, 2, 3, 4

  1. Síntesis historica
  2. Breve historia de la logosofia y de su creador
  3. La tesis raumsolica
  4. Proemio
  5. Doctrina logosofica del conocimiento de si mismo
  6. Configuracion del ser humano
  7. Estructura psicologica del hombre
  8. Anexo
  9. Estructura psicologica del hombre
  10. Configuracion de la mente comun
  11. La zona dimensional de los pensamientos
  12. Sistema sensible
  13. Sistema instintivo
  14. Metodologia del conocimiento de si mismo
  15. Conclusiones
  16. Defensas y reservas mentales
  17. Las leyes universales
  18. Hacia un nuevo humanismo

"Es éste, a mi juicio, no sólo el descubrimiento más sensacional de la época sino el de mayor significación y trascendencia en toda la historia de la existencia humana."

Osvaldo Francisco Melella
Paraná – Entre Ríos. República Argentina. 1963

Osvaldo F. Melella, Doctor en Filosofía y Letras, Profesor de Griego y Latín, ejerció la docencia en diversas universidades de Argentina. Falleció el 13 de Abril de 1984.

Su contacto con Carlos Bernardo González Pecotche significó para él un hito fundamental; a partir de ese momento y hasta el final de su vida se dedicó a estudiar y difundir la Logosofía. Fue Rector de la Filial Paraná de la Fundación Logosófica y ocupó importantes cargos en la organización de la Obra. Estuvo muy cerca de Raumsol, quién le tenía especial aprecio y colaboró activamente en la confección de sus últimos libros y en cuanta tarea le requirió.

Como docente logósofo contribuyó con eficiencia y afecto a la formación de muchos que se acercaban buscando el nuevo conocimiento, dejando en quienes tuvimos la dicha de compartir con él tan trascendentes momentos, un fuerte vínculo sensible, su ejemplo y un recuerdo grato e imborrable.

El trabajo que reproducimos a continuación es un testimonio de lo expresado.

SÍNTESIS HISTORICA

El propósito del hombre de conocer su propia constitución psicológica y aun metafísica remonta a la antigüedad. Entre los occidentales, los griegos concretaron hace más de veinticinco siglos el anhelo que lo sustentaba en los vocablos "autógnosis" y "autognosía". Precisamente el frontón délfico parece haber promovido en la inteligencia del ateniense Sócrates, joven aún, la pregunta que habría de rebasar su vida y la de la posteridad: ¿Qué es el hombre? Convertido éste en núcleo de todas sus meditaciones, reiteraba incansablemente a los que fueron sus discípulos la recomendación apolínea "Gnothi seautón" (conócete a ti mismo), convertida por él en voz de orden, sin medir, acaso, la magnitud de semejante empresa.

No resulta extraño entonces que la nobleza del propósito se viera, en esa época y después, obstinadamente refrenada por falta de conocimientos y de método adecuados a la naturaleza del objeto y del fin perseguidos.

Pero el tema del hombre fue polarizando la atención de la inteligencia, convirtiéndose finalmente en el centro geométrico del pensamiento humano. Surgió así la Antropología, la científica, la filosófica y aun la teológica, disciplina que, incrementándose a través del tiempo, buscó más que nada crear, con el auxilio de otras ciencias, el apoyo arquimédico que le permitiera encauzar eficazmente la investigación del hombre y alcanzar la meta del autoconocimiento.

El pensamiento occidental lleva consumidos ya veinticinco siglos en pos de ese propósito, y pese al auxilio de la psicología y de la medicina combinados, sus conquistas no van más allá de lo epidérmico.

¿Qué obstáculos se interponen al conocimiento interno del hombre? ¿Se lo han preguntado los psicólogos de la introspección tras la evidencia de los magros resultados de su método? ¿Los ha descubierto el psicoanálisis ante la reiteración, crónica a veces, de esos típicos conflictos interiores que suelen acabar en psicastenia, o en neurosis, cuando no en esquizofrenia y aun más lejos? ¿No le llama la atención al existencialismo el alejamiento de sí provocado en los seres por la aceptación voluntaria de sus propias formas de vida?

Es inútil prolongar el interrogatorio, pues aunque la ciencia, la filosofía, la moral o la religión se formulen la pregunta, ante sus respectivas limitaciones no podrían dar con la respuesta capaz de cubrir las dimensiones del problema. Y no podrían darla por dos razones, que en el fondo es una sola: porque desconocen la naturaleza del mundo mental y las características que ese mundo presenta en cada miembro de la especie.

Así pues, no obstante reconocerse en general que la autognosis constituye el desiderátum de la investigación filosófica, las puertas de acceso al conocimiento del hombre –salvo la de su ser físico– han permanecido herméticas desde su tránsito por el mundo.

Han permanecido –lo decimos en pretérito perfecto.– La ciencia logosófica, creada por el genio de Raumsol y dada a conocer en su tierra natal, la República Argentina, en el año 1930, abrió ya las puertas de ese mundo, hasta entonces intangibles aun para las inteligencias más esclarecidas. Él ha forjado con su sabiduría y su método la combinación clave, esto es, el proceso de evolución consciente, con lo que el hombre queda al fin habilitado para dar cima a su vieja y fiel aspiración autognósica. En la historia de la cultura humana se ha cerrado pues el ciclo de los sueños imposibles, abriéndose a perpetuidad el de las grandes realizaciones correspondientes a muchos de esos sueños y a otros que ni siquiera había soñado.

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