- Los inconvenientes
de las relaciones con personas no
cristianas - Cuando es necesario
romper - Una nota
final
Hay ciertos temas de pastoral juvenil que
necesitan ser tratados a pesar
de que resulte incómodo, difícil o incluso
comprometido hacerlo. Hemos de llevarlo a cabo porque
están ahí, porque son realidades que, tanto si nos
gustan, como si no, las tenemos de pleno en nuestras comunidades
y las seguiremos teniendo siempre. No hablar de estos temas y no
dar una orientación pastoral no va a resolverlos ni
hará que dejen de existir, pero si provocará que
muchos jóvenes no puedan recibir una luz de
orientación en medio de su situación y, tal vez,
con la ayuda del Señor encontrar la sabiduría y el
coraje para tomar las decisiones adecuadas.
Tal vez, llegados a este punto es preciso
que establezca claramente cuál es mi posición
doctrinal con respecto al tema. Creo que la Escritura es
tajante y meridianamente clara con relación al tema de los
matrimonios mixtos, es decir, entre un creyente y una persona no
creyente. En 2 Corintios 6: 14, el apóstol Pablo indica:
"no os unáis en yugo desigual con los no creyentes" Es
cierto, que este pasaje no se refiere de forma específica
al matrimonio,
sin embargo, no es menos cierto que también se puede
incluir el matrimonio en este tipo de relaciones no recomendadas
por el apóstol y, así ha sido tradicionalmente
interpretado por la iglesia
cristiana a través de los siglos.
Si el versículo antes mencionado lo
leemos a la luz de otra declaración paulina, en este caso
la que hallamos en 1 Corintios 7:39, las cosas quedan mucho
más claras. Aquí, el pasaje dice: "Durante la vida
de su marido, la mujer
está ligada a él; pero si el marido muere, la
mujer queda libre
para casarse con quien le plazca, siempre que se trate de un
matrimonio cristiano" (N.T.I.)
Así ha sido siempre la creencia y,
en general, la práctica cristiana, casarse en el
Señor, es decir, el matrimonio entre personas que tienen
una misma fe, que tienen una relación personal con
Jesús y lo aceptan como Señor y
Salvador.
Hasta aquí, la unanimidad de la
cristiandad es prácticamente total, sin embargo, a partir
de este punto comienzan las discrepancias entre los creyentes.
Algunos consideran que la recomendación de la Biblia
incluye, no sólo el matrimonio, sino todo tipo de
relación con personas no cristianas. Por tanto, siguiendo
esta postura, la amistad o el
explorar la existencia de posibilidades de matrimonio con
personas que no pertenezcan a la fe estaría totalmente
vedada.
Otros, tienen una aproximación
diferente al asunto, consideran que la posibilidad de explorar un
posible proyecto
común con personas no creyentes sería factible,
aunque éste, no podría llevarse a término si
la persona no creyente no diera un paso definitivo hacia la fe en
Cristo.
Debido a que pueden producirse
malentendidos a la hora de leer este artículo,
desearía definir los términos que voy a usar a lo
largo del mismo. En mi modesta opinión existen tres etapas
diferentes: amistad/salir juntos, noviazgo y matrimonio. Es
importante definir qué entiendo por cada uno de ellos
debido al hecho que la terminología puede variar de un
país a otro a pesar de que hablemos la misma lengua.
El matrimonio es tal vez, el más
fácil de definir. Se trata de la unión, de por
vida, ante Dios y las autoridades civiles de dos personas de
distinto sexo. El
noviazgo, aunque pueda ser usado de forma diferente en otros
lugares, lo describiré como una relación entre dos
personas que ya han tomado la decisión de casarse, formar
un hogar y desarrollar un proyecto de vida en
común.
La amistad/salir juntos, lo quiero definir
como ese periodo en que dos personas se conocen y van
discerniendo la posibilidad de poder
desarrollar un proyecto de vida en común. Durante este
periodo, un muchacho y una muchacha van conociendo más en
profundidad el carácter, la
personalidad, los valores,
las prioridades, las metas en la vida del otro y, será
este conocimiento
el que ha de llevarles a la decisión de la posibilidad o
imposibilidad de poder desarrollar ese proyecto común que
se llama matrimonio. Hay ocasiones en que el salir juntos
desembocará en una ruptura ya que, uno de los dos,
será consciente de que un proyecto de este tipo no le
conviene o no le satisfaría. En otras ocasiones, el
resultado final será el matrimonio, ya que se
llegará a conclusiones diferentes a las antes
mencionadas.
En mi opinión creo que es
legítimo para una persona cristiana tener amistad o salir
con personas no cristianas. Sin embargo, considero que el
noviazgo y el matrimonio no deberían de estar incluidos en
los planes del creyente.
Ahora bien, nada más lejos de mi
intención que el entrar en polémica con aquellos
hermanos que piensan de forma contraria a la mía y
consideran, por tanto, que el creyente no debería ni tan
sólo plantearse relaciones de amistad, sea con personas
del mismo sexo o del sexo contrario, si estas no pertenecen al
ámbito de la fe. Respeto
profundamente dicha opinión y considero que estos hermanos
tienen el derecho y el deber de vivir conforme a los dictados de
su conciencia, sin
embargo, creo que merezco el mismo derecho para mi
opinión, la cual también considero basada en la
honesta comprensión de las Escrituras.
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