- ¿Qué se
entiende por felicidad? - Tipos de
Felicidad - ¿Por
qué la felicidad es un
imposible-necesario? - ¿Por
qué la felicidad es aquello que sentimos como nuestra
inexorable realidad? - La Felicidad
según el pensamiento clásico - La
Bienaventuranza como promesa cristiana de la
felicidad - Conclusión
- Bibliografía
"La propia vida humana puede concebirse
como la tarea de alcanzar la felicidad"
¿Qué se entiende por
felicidad?
La felicidad es algo radical que afecta al
hombre en lo
más profundo, en su propio ser, en su propia vida.
Consiste en el goce y la posesión de la
realidad.
Dentro de las innumerables definiciones que
se le puede otorgar a este planteamiento, podemos agruparlas
apuntando que la felicidad es aquello a lo que todos aspiramos,
orientando casi toda la vida para hallarlo aun sin conocer
concretamente que es. En el hombre, la
felicidad es alcanzar un cierto grado de plenitud interior,
perfección, armonía ordenando la vida hacia su
verdadero fin.
De la armónica composición de
nuestra vida física, profesional y
familiar, surgirá la felicidad. Dicho de otro modo, la
felicidad es, en cierta medida, llevarse bien con los otros, con
el mundo y con nosotros mismos. De esas tres relaciones,
probablemente es la tercera la más complicada. Por eso,
cuando se logra, las otras dos brotan sin muchas dificultades.
Quien se acepta a sí mismo, no espera más de lo que
es razonable anhelar, ni columbra expectativas desproporcionadas:
su ilusión no se ve defraudada porque procura apuntar a
realidades que no quitan las promesas realizadas.
Toda pretensión humana, todo
proyecto,
acto, sueño, deseo, aspiración es una
"pretensión de felicidad", puesto que el hombre por su
propia naturaleza
está continuamente en la espera de obtener, de su
búsqueda, ese bien que pueda satisfacer sus
necesidades.
La propia vida humana puede concebirse como
la tarea de alcanzar la felicidad
Según una consideración
"interior", que mira hacia el futuro, en la vida forjamos
proyectos y
después ansiamos llevarlos a cabo, y por lo tanto somos
felices en la medida en que alcanzamos aquello a lo que
aspiramos.
La expectativa de lo bueno es la forma
más genuina de felicidad, puesto que el hombre es un ser
orientado hacia el futuro. El problema radica en que su
realización es siempre insuficiente dado que la
pretensión es compleja y múltiple. Por eso, la
felicidad consiste en la realización de la
pretensión, esa que nunca terminamos de alcanzarla del
todo.
La imaginación funciona como un
bosquejo de la felicidad, y esta es empañada con el temor
y la falta de aquella.
Desde un punto de vista "objetivo" o
"superficial", la felicidad radica en la posesión de un
conjunto de bienes que
significan para el hombre la magnificencia y el progreso excelso
de las aspiraciones personales. Con estos bienes, el hombre
tendría una vida hecha, una vida lograda, o una vida
buena.
Para algunos existe un tipo de vida que
puede hacernos felices. Se trata de una vida buena que contiene y
posee los bienes más preciados. Es este materialismo el
que les permite "estar bien", un bienestar que aparta lejos la
miseria y la escasez. La
calidad de
vida necesaria para la felicidad incluye el "bienestar" de la
persona en
circunstancias corporales, anímicas, naturales y técnicas.
Si bien, las utilidades materiales, el
bienestar, las proyecciones, los ideales son elementos
importantes para la vida buena, es primordial contar con las
posesiones humanas como el saber y la virtud. De este modo
Sócrates
sostuvo que lo que hay q hacer para ser feliz es practicar las
virtudes y hacerse así virtuoso. Los verdaderos valores son
aquellos que están ligados exclusivamente a los valores
del alma y con
ellos es el modo de crecer y llegar a la plenitud
humana.
La felicidad no esta en el orden del tener,
sino en el del ser. La felicidad nace de la conformidad
íntima entre lo que se quiere y lo que se vive, es una
condición de la persona misma, y por eso se puede ser
feliz en medio de bastante sufrimiento, y a la inversa, se puede
ser infeliz en medio del bienestar, de la abundancia.
Se cae en un gran error cuando al hablar de
la felicidad terrenal, de la felicidad en este mundo, se suele
pensar en las condiciones de la felicidad, más que en lo
que ella misma pueda ser. Se la identifica con una guía de
condiciones y requisitos que se pueden optar por seguir o no; no
puede ser un esquema aplicable a cualquier situación o
realidad, ya que la felicidad tiene un carácter individual, particular, personal. De este
modo, aunque el mundo quiera reducir las disposiciones
fundamentales del hombre a números y estadísticas y a las determinaciones de los
alrededores, la persona encuentra su núcleo último
de la vida vacío o sin un auténtico
sentido.
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