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El problema del sentido de la vida



Partes: 1, 2

    1. Resumen
    2. Bibliografía

    Resumen

    Se analiza el problema del sentido de la vida en su
    dimensión filosófica, y se ilustra con la propuesta
    de muchos filósofos. En el trabajo se
    llega a la conclusión de que el sentido de la vida es
    objetivo y
    concreto y
    que, además, es ideal.

    Desarrollo

    El problema del sentido de la vida ha preocupado desde
    la antigüedad a muchos, en especial, a los filósofos.
    A decir de Gustavo Bueno "la pregunta por el sentido de la vida
    suele ser considerada como la más profunda de la filosofía, mundana o académica;
    incluso se llega a definir al hombre como
    "el ser capaz de interrogar por el sentido del ser", de su
    existencia, de su vida; así, Haidegger (1). Gustavo
    señala que "la pregunta suele formularse de este modo:
    ¿cuál es el sentido de la vida? No faltan
    respuestas: religiosas, morales, políticas:
    la vida es una ejecución de una comedia, o de una
    tragedia, escrita por un idiota, etc. Pero tampoco faltan quienes
    no encuentran satisfactorias tales respuestas y llegan a dudar de
    la consistencia de las preguntas: ¿acaso tiene la vida
    sentido?, ¿no es la vida un sinsentido, incluso un
    contrasentido, puesto que acaba indefectiblemente con la muerte?
    "(1)

    Son muchos los intentos de definir cuál es el
    sentido de la vida. Así, por ejemplo, Epicuro ve en la
    filosofía el camino para lograr la felicidad, entendida
    como liberación de las pasiones. Así pues el
    valor de la
    filosofía es puramente instrumental. Su fin es la
    felicidad. La felicidad, según Epicuro, consiste en el
    placer. Para él el placer es el principio y fin de la vida
    feliz. Para Epicuro la cumbre del placer es la simple y pura
    destrucción del dolor. Según él hay dos
    clases de placeres: el placer estático, que consiste en la
    privación del dolor, y el placer en movimiento,
    que consiste en el gozo y la alegría. La felicidad
    consiste únicamente en el placer estático o
    negativo. Para Epicuro el verdadero bien no es el placer
    violento, sino el estable de la aponía y de la ataraxia.
    La aponía es el no sufrir en el cuerpo y a ataraxia es el
    no estar perturbado en el alma.

    La doctrina de Epicuro no debe confundirse totalmente,
    como casi todo el mundo hace, con el hedonismo (del griego
    "edone": deleite). El hedonismo es la teoría
    ética
    en la que el bien se define como aquello que es fuente de placer
    para las personas y que libra del dolor, y el mal como aquello
    que conduce al dolor. Es el principio de la fundamentación
    de las exigencias morales, según el cual el bien se define
    como lo que proporciona deleite, mientras que el mal como lo que
    lleva implícito el sufrimiento. El hedonismo surgió
    ya en la antigüedad en los partidarios de la ética de
    Aristipo, pero tiene su despliegue en las teorías
    utilitaristas de Mill y Bentham. El hedonismo se basa en la idea
    de que el deleite es el principio motriz fundamental, puesto por
    la naturaleza en
    el hombre como
    determinante de sus acciones.

    Epicuro no identifica el bien con el placer en general,
    sino con la ausencia del dolor y la ausencia del la
    perturbación, es decir, con el placer estático.
    Para el hedonismo el sentido de la vida es el placer, no ya el
    estático sino todo tipo de placer. La doctrina de Epicuro
    está más próxima al eudemonismo.

    El eudemonismo es la doctrina que considera que el
    sentido de la vida es la felicidad. Surgió en el mundo
    antiguo clásico y alcanzó su forma más plena
    en la filosofía de Epicuro, Sócrates y
    Aristóteles. Considera el eudemonismo que
    el móvil de la conducta humana
    es el anhelo de felicidad, tanto personal
    (eudemonismo individual) como colectiva (eudemonismo social).
    Eran partidarios del eudemonismo los materialistas franceses del
    siglo XVIII (Diderot y Helvecio) y los representantes del
    utilitarismo. Un ejemplo de eudemonismo es el punto de vista del
    siguiente autor moderno: "Entonces, ¿Cual es el sentido de
    la vida? Para mí, es vivir permanentemente en el presente,
    disfrutando de todo, obedeciendo a los impulsos de mi corazón… y haciendo lo que me hace
    más feliz, en cada momento" (2).

    Contrario al hedonismo y al eudemonismo encontramos la
    ética del ascetismo y del estoicismo. El ascetismo propone
    un género
    de vida caracterizado por la sobriedad extrema en la
    satisfacción de las necesidades, por una renuncia
    máxima dentro de lo posible a todos los bienes con el
    fin de alcanzar un ideal moral y
    religioso superior. El ascetismo llega hasta el punto de "la
    mortificación de la carne" en franca oposición al
    principio del deleite. Diógenes de Sinope, el
    cínico, rechazaba todos los progresos de la ciencia y
    la civilización y exhortaba a limitar la
    satisfacción de las necesidades a lo indispensable y de
    carácter animal. Predicaba el ascetismo.
    Otro representante del ascetismo era Pitágoras.
    Representantes del estoicismo son Zenón de Citium (Chipre)
    y Crisipo. Para ellos es necesario vivir conforme a la
    naturaleza. La felicidad consiste en liberarse de las pasiones,
    en el sosiego del alma, y en la indiferencia ante los bienes.
    Otros representantes del estoicismo son Seneca (el educador de
    Nerón), el esclavo romano Epicteto y Marco Aurelio (el
    emperador). Marco Aurelio llama al perfeccionamiento moral y a la
    purificación a través del ensimismamiento. El
    estoicismo es una premisa teórica del cristianismo.

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