- La renta del
tabaco - El
Estado y el monopolio del tabaco - Monopolio y
producción en la ciudad de
México - Hacia
el porfiriato - Bibliografía
- Anexos
El monopolio del
tabaco
nació en el último tercio del s. XVIII, auspiciado
por el Estado
absolutista español.
El propósito de su establecimiento tuvo un claro interés
económico: proporcionar nuevos ingresos a las
necesitadas arcas reales. Roto el pacto colonial, el nuevo
Estado
nacional retuvo el derecho al usufructo de las ganancias que
generaba el tabaco, ya que siendo incapaz de establecer y
sostener una reforma impositiva radical, requería para su
sobrevivencia de rentas como las que proporcionaba este
monopolio.
La desarticulación de los elementos, que antes
garantizaban la buena marcha del monopolio del tabaco,
coincidió con un deterioro de las ganancias comerciales
que el nuevo Estado pudo obtener. A lo largo de la primera mitad
del s. XIX el monopolio del tabaco se constituyó en el
termómetro que marcó la
posición y fuerza del
Estado frente a la sociedad y sus
adversarios. Para las fábricas de cigarros, la
concesión del monopolio del tabaco a empresarios
particulares confirmó su carácter subordinado y secundario, de tal
forma que su permanencia dentro del monopolio sólo se
explica por la conveniencia de mantener a este último
integrado en todas partes. La relación entre los
productores de tabaco y los poseedores del monopolio fue
perdiendo importancia sólo con la aparición de la
competencia
extranjera.
El propósito de este ensayo, es
revisar porque tuvieron que pasar tres décadas y media,
desde que el monopolio pasó a manos del Estado nacional,
antes de que éste se disolviera en 1856, y porque las
fábricas desaparecieron. Con el fin del monopolio, lejos
de tener lugar un avance de las fuerzas productivas, la producción se pulverizó. Las nuevas
formas productivas terminaron siendo aún más
elementales que las preborbónicas. Veinte años, por
lo menos, pasarían para que se pudieran dar las
condiciones necesarias para impulsar y acelerar el desarrollo
productivo y transformar los antiguos talleres en fábricas
mecanizadas.
La renta del
tabaco
El 11 de mayo de 1822 el primer Congreso resolvía
a favor de las comisiones que apoyaban la permanencia del
monopolio del tabaco. La decisión, cuyo propósito
era poner a salvo las finanzas de la
hacienda pública, implicaba desoír la voluntad
popular: "…la aversión general con que miran ya el
estanco con el hecho de que en el mismo momento de entrar en los
pueblos las tropas trigarantes, el vecindario desestancaba el
tabaco por sí mismos". [1]
La independencia
de España,
para la mayoría de los habitantes de la nueva nación,
tenía que significar la liberación de las cargas a
las que habían estado sujetos, sobre todo las de los
estancos y monopolios que a cada paso les había impuesto a la
corona. Principalmente la del tabaco, porque antes de existir
dichas cargas, el tabaco había sido el medio de vida de
muchas familias.
En la ciudad de México de
1770, antes de que el monopolio invadiera la producción de
cigarros, hubo 327 establecimientos que emplearon a más de
siete mil cigarreros entre hombres y mujeres. El monopolio
colonial del tabaco, constituido: por el control de la
producción en el campo, por la concentración de la
fabricación de puros y cigarros y por la comercialización en un mercado de
consumo
cautivo, producía ganancias de hasta 4 o 4.5 millones de
pesos anuales. Los rendimientos de este ramo tuvieron dos fines:
uno interno (aprox. 30%), destinado a pagar al ejército
por concepto del
servicio de
persecución del contrabando y
detección de siembras clandestinas, y el otro, que se
remitía a España para el erario real, o sea, "la
alhaja más preciada que tiene el rey en sus colonias".
[2](*) Ver anexo.
La
organización del monopolio hizo factible desviar, a
través de la comercialización, la mayor
proporción de las ganancias al primer momento del proceso.
Primero se restringieron los cultivos de tabaco
declarándolos prohibidos en todo el territorio, a
excepción de las regiones de la jurisdicción de
Córdoba, Orizaba, Huatusco y Zongolica. (**) Ver anexo.
La
administración daba el permiso y el avío y se
comprometía a cuidar la exclusividad del cultivo de estas
zonas, impidiendo por medio del ejército, siembras
clandestinas. Con este tabaco se cubrían las necesidades
de materia prima
de las fábricas. La diferencia entre el precio pagado
a los cosecheros (más los gastos de
transporte y
almacenamiento) y
el establecido como el valor del
tabaco en la contabilidad
de la fábrica de México arrojó ganancias del
100%.
Esta organización del monopolio aseguró
que la ganancia proviniera de la comercialización interna.
De la ganancia total, el 63.9% provino de la
intermediación comercial y el 36.1% restante, de la
fabricación. Por tanto, fue el manejo de los costos y
ganancias al interior del monopolio lo que definió la
importancia de cada una de las partes integrantes.
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