PREFACIO
Lector: Tienes en tus manos los testimonios de una lucha
singular: esa que se desarrolla en lo alto o, quizá, en lo
bajo y que no aparece manifiesta a la mirada indiscreta de nadie.
Es el misterio admirable de las montañas del Desierto. Es
el "Desierto Vertical", que no tiene zona ni lugar preciso sobre
este planeta y sobre ningún otro. Porque lo esencial esta
velado a los ojos de la carne y sólo se deja descubrir de
los "despojados" en el espíritu…
Pues bien, de todo ello trataremos de susurrar aquí
alguna cosa para animarte en ese andar de peregrino en el que te
descubres todos los días. Sabemos cuán grandes son
tus deseos y con cuánta frecuencia los dejas frustrados a
la vera del camino… Y no es cuestión de dejarlos caer
así nomás. Es preciso, ahora y siempre, aprender
algo de la transformación y de la realidad escondida,
oculta por las apariencias
que atraen y engañan.
No sé si hallarás consuelo en estos garabatos.
No es mi pretensión resolver problemas
insolubles ni dar con secretos mágicos. Lo que pretendo es
leer más hondo, ver, sobre todo ver más profundo,
con ese tercer ojo que nos ha sido regalado y del cual disponemos
y nunca empleamos…
Aventúrate conmigo. No es el caso quedarse a la puerta
sin decidirse. Emprendamos nuestro viaje en el Nombre de
Dios.
JORNADA
PRIMERA
No comenzamos por ningún principio sino por el mismo
paraje donde nos hallamos en cualquier momento. Ese lugar y ese
tiempo tienen
siempre una raíz. Porque hemos de remontarnos, de
algún modo, a la fuente permanente, al brotar primero del
sol y del agua.
No desesperes pensando que falta mucho. Nunca falta mucho. Lo
más probable es que llegues a tu destino en un
santiamén. De un solo golpe.
Para ello hay que comenzar por callar e inmediatamente atender
y escuchar… Luego, levantarse con presteza y sin titubeos
ni dudas…
Hermano, no temas el dolor. Es preciso que ahora te arrojes
sin mirar atrás ni a los costados. Muchas son las falacias
y manifestaciones del enemigo. Sí, en verdad son muchas.
Y, aparentemente, él tiene un gigantesco poder. Pero no
es así, en realidad. Simplemente no ahorrará
medios para
disuadirte de tu partida y para asustarte no sé con
cuáles fantasmas.
El arrojo comporta la liberación. Desde luego, lo
repito, sin desviar la mirada. Ese arrojo es contemporáneo
al olvido. Al olvido de cuitas y de planes, de ambiciones y de
propósitos y, aún, de la "estatura moral personal".
¿Sabes lo que es esto? Pues que no andarás
más detenido en lo que tienes ni en lo que eres. Que te
habrás liberado de ti en la medida en que no sepas otra
cosa que lo que amas. O mejor: que no quieras a otro que no sea
Aquél a quien amas y que te regaló su Amor.
Sólo así llegarás a juntarte a Él
hasta el punto que tú vivirás en Él y
Él en ti, sin parecer que haya distinción o fisura
o separación alguna. Y así es, más de lo que
yo digo o pueda expresar en vocablos humanos.
Como nace el sol desde el
oriente e ilumina toda la vastedad de un paisaje, así, a
un tiempo, te introduces en el Misterio inefable cuyas
manifestaciones no se han de detallar ni de explicar. Allí
surge el sufrimiento que es, ante todo, comunión. En
efecto, pasas en un instante, sin darte cuenta, al Corazón de
JesuCristo. En las mismas alas del Espíritu eres portado y
entrañado… Es esto, sí, no lo olvides, lo que
efectivamente acontece. ¡Cuánto habría que
decir y nada, absolutamente nada, ninguna palabra puede
pronunciarse acerca de esta realidad!
Ahora el "abandono" ha de ser total. Ahora nos descubrimos en
el mismo Huerto para velar con Él. Sin condiciones. Por
ello es preciso atender y no dormirse.
¡El Huerto! Un "jardín" del alma que pocos
frecuentan… Es muy posible que la oscuridad lo cubra con su
manto… Nadie ve, nadie sospecha… Todo es secreto. Las horas
transcurren en silencio, en soledad: "sin modo ni manera"
acertaríamos de decir. Aunque se desplome un mundo por
fuera permanece este ámbito muy dentro. No tiene tiempo ni
espacio. Se trata de "otro tiempo" y no hay camino alguno para
llegar a él.
En el Huerto nos hallamos en silencio y en Él… En el
Huerto podemos estar siempre, porque hemos de aceptar –cada
vez, en libertad– la
invitación y la vocación a velar con Él "una
hora". Y sin embargo descubrimos la connaturalidad admirable con
tan noble situación. Pareciera (y es así
nomás) que toda nuestra vida y nuestro respiro adquieren
en esa y esta Noche su sentido y su lugar propios.
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