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Nuevas sendas en las montañas



Partes: 1, 2

    1. Jornada
      primera
    2. Jornada
      segunda
    3. Jornada
      tercera
    4. Jornada
      cuarta
    5. Jornada
      quinta
    6. Jornada
      sexta

     PREFACIO

    Lector: Tienes en tus manos los testimonios de una lucha
    singular: esa que se desarrolla en lo alto o, quizá, en lo
    bajo y que no aparece manifiesta a la mirada indiscreta de nadie.
    Es el misterio admirable de las montañas del Desierto. Es
    el "Desierto Vertical", que no tiene zona ni lugar preciso sobre
    este planeta y sobre ningún otro. Porque lo esencial esta
    velado a los ojos de la carne y sólo se deja descubrir de
    los "despojados" en el espíritu…

    Pues bien, de todo ello trataremos de susurrar aquí
    alguna cosa para animarte en ese andar de peregrino en el que te
    descubres todos los días. Sabemos cuán grandes son
    tus deseos y con cuánta frecuencia los dejas frustrados a
    la vera del camino… Y no es cuestión de dejarlos caer
    así nomás. Es preciso, ahora y siempre, aprender
    algo de la transformación y de la realidad escondida,
    oculta por las apariencias
    que atraen y engañan.

    No sé si hallarás consuelo en estos garabatos.
    No es mi pretensión resolver problemas
    insolubles ni dar con secretos mágicos. Lo que pretendo es
    leer más hondo, ver, sobre todo ver más profundo,
    con ese tercer ojo que nos ha sido regalado y del cual disponemos
    y nunca empleamos…

    Aventúrate conmigo. No es el caso quedarse a la puerta
    sin decidirse. Emprendamos nuestro viaje en el Nombre de
    Dios.

     

    JORNADA
    PRIMERA

    No comenzamos por ningún principio sino por el mismo
    paraje donde nos hallamos en cualquier momento. Ese lugar y ese
    tiempo tienen
    siempre una raíz. Porque hemos de remontarnos, de
    algún modo, a la fuente permanente, al brotar primero del
    sol y del agua.

    No desesperes pensando que falta mucho. Nunca falta mucho. Lo
    más probable es que llegues a tu destino en un
    santiamén. De un solo golpe.

    Para ello hay que comenzar por callar e inmediatamente atender
    y escuchar…  Luego, levantarse con presteza y sin titubeos
    ni dudas…

    Hermano, no temas el dolor. Es preciso que ahora te arrojes
    sin mirar atrás ni a los costados. Muchas son las falacias
    y manifestaciones del enemigo. Sí, en verdad son muchas.
    Y, aparentemente, él tiene un gigantesco poder. Pero no
    es así, en realidad. Simplemente no ahorrará
    medios para
    disuadirte de tu partida y para asustarte no sé con
    cuáles fantasmas.

    El arrojo comporta la liberación. Desde luego, lo
    repito, sin desviar la mirada. Ese arrojo es contemporáneo
    al olvido. Al olvido de cuitas y de planes, de ambiciones y de
    propósitos y, aún, de la "estatura moral personal".
    ¿Sabes lo que es esto? Pues que no andarás
    más detenido en lo que tienes ni en lo que eres. Que te
    habrás liberado de ti en la medida en que no sepas otra
    cosa que lo que amas. O mejor: que no quieras a otro que no sea
    Aquél a quien amas y que te regaló su Amor.
    Sólo así llegarás a juntarte a Él
    hasta el punto que tú vivirás en Él y
    Él en ti, sin parecer que haya distinción o fisura
    o separación alguna. Y así es, más de lo que
    yo digo o pueda expresar en vocablos humanos.

    Como nace el sol desde el
    oriente e ilumina toda la vastedad de un paisaje, así, a
    un tiempo, te introduces en el Misterio inefable cuyas
    manifestaciones no se han de detallar ni de explicar. Allí
    surge el sufrimiento que es, ante todo, comunión. En
    efecto, pasas en un instante, sin darte cuenta, al Corazón de
    JesuCristo. En las mismas alas del Espíritu eres portado y
    entrañado… Es esto, sí, no lo olvides, lo que
    efectivamente acontece. ¡Cuánto habría que
    decir y nada, absolutamente nada, ninguna palabra puede
    pronunciarse acerca de esta realidad!

    Ahora el "abandono" ha de ser total. Ahora nos descubrimos en
    el mismo Huerto para velar con Él. Sin condiciones. Por
    ello es preciso atender y no dormirse.

    ¡El Huerto! Un "jardín" del alma que pocos
    frecuentan… Es muy posible que la oscuridad lo cubra con su
    manto… Nadie ve, nadie sospecha… Todo es secreto. Las horas
    transcurren en silencio, en soledad: "sin modo ni manera"
    acertaríamos de decir. Aunque se desplome un mundo por
    fuera permanece este ámbito muy dentro. No tiene tiempo ni
    espacio. Se trata de "otro tiempo" y no hay camino alguno para
    llegar a él.

    En el Huerto nos hallamos en silencio y en Él… En el
    Huerto podemos estar siempre, porque hemos de aceptar –cada
    vez, en libertad– la
    invitación y la vocación a velar con Él "una
    hora". Y sin embargo descubrimos la connaturalidad admirable con
    tan noble situación. Pareciera (y es así
    nomás) que toda nuestra vida y nuestro respiro adquieren
    en esa y esta Noche su sentido y su lugar propios.

    Partes: 1, 2

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