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Los trastornos en el aprendizaje (TA)




Enviado por shamario



Partes: 1, 2

    Indice
    1.
    Introducción

    2. Definición y
    clasificación.

    3. Otras Evidencias
    Biológicas

    4. Identificacion De Subgrupos De
    TA.

    5. Psicologia cognitiva y el
    procesamiento de la informacion

    6. El sistema
    cognitivo.

    7. Referencias
    Bibliograficas

    1.
    Introducción

    Los trastornos en el aprendizaje (TA)
    son la alteración psicológica más frecuente
    que se presenta durante la etapa escolar en la población infantil, por lo que es
    importante su estudio, comprensión y atención, ya que produce alteraciones tanto
    en el desarrollo del
    que la padece como entre las personas que lo tienen a su cargo,
    ya se en la escuela o en el
    hogar. Pero antes de iniciar con la descripción de las diferentes definiciones
    y clasificaciones, empezaré con la descripción de algunos estudios que nos
    pueden acercar a la dimensión que tiene este
    fenómeno.

    Incidencia de los ta.
    Rutter et. al. (1975), en un estudio realizado con 2000 niños
    (con edades entre 9 y 11 años) hallaron que un 16%
    presentaban algún tipo de dificultad que obstaculizaba su
    progreso educativo. En tanto que el Comité de Información sobre la Educación de los
    Niños y
    Jóvenes Discapacitados (Warnock, 1978), en Gran
    Bretaña, concluyó que 1:6 niños tiene
    probabilidades de necesitar algún tipo de ayuda educativa
    especial en algún momento. Estas cifras incluyen tanto a
    los niños que experimentan alguna dificultad temporal de
    aprendizaje
    como a aquellos que tienen dificultades a largo plazo. Chazan et.
    al. (1980) presenta cifras similares, hallaron que el 21% de su
    muestra
    tenían necesidades especiales de naturaleza leve,
    moderada o grave. Las dificultades más frecuentes se
    detectaron en las áreas de desarrollo del
    habla y lenguaje
    así como de ajuste conductual. En tanto en Estados Unidos,
    el Departamento de Educación indica que
    el 12% de niños entre 3 y 12 años recibieron
    servicios de
    educación
    especial en 1987 (Meisels y Wasik, 1989). Si bien las cifras
    son diferentes en ambos países, es debido a que se
    efectuaron los cálculos en forma distinta. En tanto que en
    EE.UU. se refiere a los niños que recibieron servicios de
    educación
    especial, en Gran Bretaña se refiere a la
    proporción de niños que se cree que
    necesitarían servicios de educación
    especial.

    Existen dificultades metodológicas para
    clasificar y agrupar entre aquellos niños que tienen
    dificultades generales de aprendizaje de aquellos que tienen una
    dificultad específica para generar perfiles cognitivos, ya
    que las pruebas
    aplicadas no son homogéneas; en segundo lugar los
    niños que inicialmente experimentan alguna dificultad
    específica de aprendizaje, en ocasiones acaban presentando
    otras dificultades a raíz de ello: las dificultades de
    lenguaje
    pueden conducir a dificultades de lectura,
    porque la lectura se
    apoya sobre el sistema
    lingüístico; a su vez las dificultades de lectura pueden
    llevar a dificultades con la aritmética, porque esta
    requiere de habilidades lectoras (Dockrell y McShane,
    1992).

    En cuanto al estudio de las dificultades en la lectura,
    uno de los estudios más completos acerca de su frecuencia
    en Inglaterra es el
    de Rutter (1970) con toda la población de niños de una isla,
    cuyas edades abarcaron entre 9 y 11 años. Según
    este estudio el 6.6% de la muestra fueron
    "lectores atrasados", definidos como aquellos con una
    puntuación en la prueba de análisis de habilidad lectora "Neale"
    (Neale Analysis of Reading Ability) de 28 meses o más por
    debajo de la edad cronológica. ya sea en precisión
    o en comprensión. Se definió otro subgrupo como
    "lectores retrasados", los cuales tenían puntuaciones de
    precisión o de comprensión que estaban 28 meses por
    debajo de la puntuación predicha a partir del CI, estos
    lectores fueron el 3.7% de la muestra.

    Otros estudios acerca de la frecuencia de las
    dificultades de lectura han utilizado criterios distintos y han
    dado diferentes resultados. Tansley y Panckhurst (1981)
    concluyeron que los puntajes obtenidos al estudiar a una
    población de niños con Dificultades
    Específicas en el Aprendizaje
    encontraron que los puntajes se agruparon alrededor de 3 niveles:
    El nivel más alto que abarcó del 20% ó
    más de la población e incluyó a niños
    con una dificultad lectora asociada a otras alteraciones;
    había un nivel medio que agrupaba entre 5% y el 15% de
    niño que incluiría tanto lectores atrasados como
    retrasados; y existía entre un 2% a un 5% de niños
    con dificultades específicas de lectura y dificultades
    graves asociadas. Tanto los estudios británicos como los
    de otros países parecen apoyar estas cifras a
    excepción de China y
    Japón,
    debido a que sus sistemas de
    escritura son
    muy diferentes. En general la incidencia se distribuye de forma
    totalmente uniforme a lo largo de todo el período de
    escolaridad, quizás con un atraso más general en el
    nivel de secundaria, llegando a estimaciones que oscilan entre el
    10% y 30%. La mayoría de los estudios se han concentrado
    en el intervalo de edad entre 8 y 11 años, existiendo una
    variación considerable en las cifras de incidencia en ese
    grupo, que
    iría del 3% al 28%, pero con un mayor acento en la
    distinción entre los lectores con retraso grave y aquellos
    con un atraso en general, dando los agrupamientos usuales entre
    el 2% y el 5% con retraso y entre el 5% y 25% con atraso general.
    Tratando de establecer un criterio operacional, Rayner y
    Pollatsek (1989) establecieron la existencia de 2 grupos de
    lectores con trastornos: aquellos que denominaron "lectores
    deficientes" los cuales se caracterizan por obtener un puntaje
    entre 1 y 2 desviaciones estándar ante las pruebas
    estandarizadas de lectura (los cuales representan un 13% de la
    población escolar), y los "disléxicos" que son
    aquellos que tuvieron puntajes de 2 o más desviaciones
    estándar por debajo de lo esperado para su edad (que
    abarcan aproximadamente al 2%).

    2. Definición y
    clasificación.

    El campo de investigación y tratamiento de los
    Trastornos del aprendizaje, TA (learning disabilities ó
    LD, sus siglas en inglés)
    no existía oficialmente antes de la década de los
    60’s, y a partir de su conceptualización ha sido un
    tema intensamente estudiado produciendo un impacto en el campo de
    la
    educación especial particularmente (Kavale, K.A. y
    Forness, S.R., 1992).
    Por otra parte este concepto no ha
    permanecido estático y ha sufrido varias transformaciones.
    Weiderholt (1974) conceptualizó la historia de la
    definición de los Trastornos en el aprendizaje, entre la
    población angloparlante, a lo largo de 2 dimensiones: Una
    secuencia delimitada históricamente en periodos de
    tiempo y otro
    por un análisis de los tipos de alteraciones
    incluidas. El desarrollo de las fases incluye la etapa de su
    fundación (entre 1800 – 1940), la fase de
    transición (entre 1940 – 1963), y la de integración (entre 1963 – 1980). En cuanto
    a los tipos de alteraciones se incluyen trastornos en el habla,
    en la escritura y en
    el funcionamiento perceptual motor
    .

    Si preguntamos ¿Qué son los trastornos de
    aprendizaje?, la pregunta es razonable pero la respuesta desde el
    origen del concepto ha
    generado controversias y en este sentido no le ha ido mejor que a
    los conceptos de Disfunción Cerebral Mínima
    ó Daño Cerebral (Gallager, 1984). Aparecen 4
    factores que han exacerbado el problema de la
    definición:

    1. Hay una propensión en el campo de TA en donde
      se considera que el problema básico es la
      definición en sí (Journal of learning
      disabilities, 1983).
    2. Las características que se usan para la
      definición sirven para varios propósitos,
      incluyendo: el uso como una guía de criterio diagnóstico, para determinar la
      elegibilidad para proporcionar los servicios de
      Educación Especial, en la descripción de los
      estándares para la selección de sujetos en el campo de la
      investigación, y para diferenciar entre
      la población con TA de otra con condiciones similares
      (Keogh, 1983).
    3. El campo de TA ha generado interés
      entre distintos campos disciplinarios, y estas disciplinas han
      interpretado las características desde su punto de vista
      específico, lo cual ha evitado que se desarrolle un
      abordaje genuinamente interdisciplinario (Ceci,
      1986).
    4. La existencia de rencores entre las diferentes
      organizaciones
      y profesionistas ha provocado la división en grupos que
      representan posiciones polarizadas con respecto a los
      tratamientos, metodologías y productos
      ideológicos.

    Otra definición propuesta es la que surge en el
    área psicológica y psicométrica que fue
    propuesta en los 70’s donde se considera que los
    niños con TA son niños de lento aprendizaje en edad
    escolar elemental con un nivel de inteligencia
    normal (Belmont, y Belmont, 1980). Como oposición a esta
    definición varios investigadores (Bryan, 1974; Feshbach,
    Adelman y Fuller, 1974; Forness, 1974; Foster, Schmidt y
    Sabatino, 1976; Keogh y Becker, 1973; Larsen, Rogers y Sowell,
    MacGinitie, 1977; Senf y Grossman, 1975; Senf y Sushinksy, 1975)
    plantearon que:
    1) los instrumentos diagnósticos frecuentemente fracasan
    en diferenciar entre aquellos niños que frecuentemente
    fracasan, de aquellos que ocasionalmente fallaron en sus
    respuestas o de aquellos que en un futuro podrían
    presentar trastornos;
    2) el diagnóstico de TA es una etiqueta que
    incluye una gran variedad de diferentes tipos de trastornos de
    aprendizaje con lo que se tiene un diagnóstico
    ambiguo;
    3) existen fracasos al desarrollar métodos
    específicos de prevención y tratamiento en esta
    población;
    4) No se le ha dado la suficiente atención al ambiente
    escolar como factor que contribuye a la existencia de TA;
    5) y puede haber serias consecuencias negativas a nivel social,
    emocional y educativo cuando se etiquetan a los niños.
    Además de los anteriores argumentos, también hay un
    estudio hecho por Belmont y Birch (1974) donde compararon
    niños que estaban en riesgo y que
    tuvieron ayuda escolar suplementaria con niños normales,
    sugiere que es totalmente posible la existencia de un problema de
    identificación inicial donde se confunde a los
    niños que tienen fracasos crónicos de aquellos que
    tienen un desarrollo lento.

    En otro estudio longitudinal hecho por Belmont y Belmont
    (1978) de patrones de fracasos y éxitos en la
    adquisición de la lectura a lo largo de los primeros 6
    grados escolares en 250 niños de 6o. grado, tanto de media
    y baja clase; los cuales no tenían retardo mental,
    daño cerebral ni disturbios emocionales severos,
    encontraron que había variabilidad de los lectores en
    todas las habilidades evaluadas, pero estuvo mucho más
    pronunciada en los lectores que tenían habilidades
    disminuidas. Así, encontraron 4 patrones
    distintos:

    • Patrón 1: Estuvo constituido por niños
      cuyo desarrollo escolar inicialmente fue lento y posteriormente
      despegó su desarrollo.
    • Patrón 2: Estuvo formado por aquellos que
      tuvieron un inicio inicial y una pobre ejecución
      posterior.
    • Patrón 3: Estuvo formado por aquellos que
      tuvieron un desarrollo inconsistente dentro de los 6
      años escolares, ya que presentaban fluctuaciones de bajo
      rendimiento en al menos un año escolar y en otro un buen
      rendimiento.
    • Patrón 4: Estuvo formado por aquellos
      niños que siempre tuvieron un pobre desempeño escolar. (Este último
      patrón estuvo constituido por el 5% de la
      muestra).

    Por los resultados obtenidos proponen los autores que se
    utilice una perspectiva del desarrollo, ya que puede incluirse
    como niños con TA, aquellos que a veces muestran un pobre
    desempeño y otras no.
    Considerando que algunos de los trastornos mencionados
    anteriormente se pudieran atribuir a la existencia de
    algún daño en el Sistema Nervioso
    Central (SNC) se ha desarrollado una línea de trabajo
    en este sentido y se han encontrado datos
    interesantes. En la década de 1980 se ha aprendido a
    apreciar que el desarrollo de los cerebros jóvenes es
    diferente al de los adultos. El SNC de los niños es
    producto de
    diferentes etapas en la maduración y el desarrollo de las
    estructuras de
    éste y su organización sobre el tiempo es
    producto de la
    sincronización entre las funciones que se
    van desarrollando al parejo del desarrollo del órgano en
    cuestión. En tanto que los diferentes déficits
    neuropsicológicos pueden ser producto de diversos
    daños que se van experimentando a lo largo del tiempo. En
    los niños las neuropatologías más comunes
    son de origen congénito, difuso y estático (Kolb y
    Wishaw, 1985). Estos daños se caracterizan por:

    1. Cuando hay un daño difuso puede deberse a un
      factor genético, bioquímico, estructural o de
      naturaleza
      eléctrica sin que haya daño en
      tejido.
    2. Al haber signos neurológicos "blandos",
      anormalidades en el EEG, déficits
      neuropsicológicos y problemas de
      aprendizaje se podría inferir algún tipo de
      "disturbio o disfunción" más que un daño o
      enfermedad (Spreen et al., 1984).
    3. Los trastornos difusos durante las etapas tempranas
      de la vida, se pueden atribuir a lesiones extendidas más
      que patologías localizadas (por ejemplo: anoxia,
      hemorragia, hidrocefalia, etc.). Estos tipos difusos de
      patologías pueden ser relativamente plásticos por lo que pueden tener una
      gran variedad de síntomas físicos, conductuales y
      neuropsicológicos.
    4. Cualquier especialización preprogramada en el
      cerebro puede
      alterarse en la representación funcional.

    Los niños con un sutil compromiso del SNC en la
    etapas tempranas de su vida aparentemente no tienen problemas de
    aprendizaje entre el nacimiento y la etapa preescolar.
    Sin embargo al examinar un gran número de niños con
    alteraciones neurológicas o con trastornos en el
    aprendizaje, se ha encontrado que los siguientes síntomas
    son los que indican problemas a lo largo del desarrollo: Durante
    el período de la infancia los
    problemas reportados consisten en desviaciones en el nivel de
    actividad, atención, temperamento, respuesta sensorial y
    tono muscular (Bayley, 1969; Gesell y Amatruda, 1941).
    Entre los 6 y los 24 meses las actividades y habilidades motoras
    tienen una gran importancia. Los niños afectados tienden a
    tener una actividad motora disminuida, una integridad
    neuromuscular inadecuada, y un funcionamiento motor fino y
    grueso sin coordinación.

    Entre los 2 y 4 años el típico niño
    tiene un avance rápido en las habilidades
    lingüísticas. Y en esta misma edad los
    psicólogos y terapistas diagnostican a niños con
    alteraciones en el lenguaje,
    problemas de articulación, desórdenes
    fonológicos, y alteraciones en el desarrollo del lenguaje.
    Si bien estas funciones se
    presentan en los niños, no tienen un buen desempeño
    o hay dificultad en la automatización. Se puede deber en parte a
    problemas en el procesamiento auditivo (por ejemplo habilidades
    fonéticas pobres) involucradas en las dificultades del
    habla, y que son comunes en los trastornos de
    aprendizaje.

    Durante el período entre los 4 y 6 años se
    incrementa el reporte de problemas perceptual – motores (Ilg y
    Ames, 1965). Esto no significa que los niños más
    pequeños no tengan algunos de estos problemas. En algunos
    niños estas manifestaciones de una pobre integridad del
    SNC es acumulativa, en cambio otros
    manifiestan solo una o 2 de ellas.. Así, a los 5
    años pueden tener una pobre atención, ser muy
    activos, con un
    habla pobre, y con dificultad en dibujar, construir, recortar,
    escribir, o en tareas de fácil desempeño visual –
    motor.

    Entre los 7 y los 12 años (en la etapa escolar
    elemental) experimentan problemas académicos y de
    aprendizaje. Los problemas usualmente involucran alguna
    deficiencia en el procesamiento lingüístico y a
    menudo afectan la lectura y escritura ( Birch, 1968; Orton,
    1937). Las deficiencias en las habilidades motoras, el nivel de
    activación y las deficiencias perceptuales son menos
    pronunciadas. En cambio es
    frecuente que estén asociados los problemas
    académicos a alteraciones conductuales y a déficits
    en las habilidades sociales (Ceci, 1986).

    3. Otras Evidencias
    Biológicas

    Los estudios electroencefalográficos en general
    han mostrado una actividad electroencefalográfica
    más lenta en los niños con Trastornos del
    Aprendizaje, en relación con los niños normales (
    Ahn y cols., 1980, Hanley y Skalar 1976, Rebert y cols., 1978).
    Harmony y cols. (1990), estudiando el EEG cuantitativo en
    niños con diferentes habilidades en la lecto-escritura
    encontraron valores
    incrementados de la actividad delta en los niños con menor
    habilidad y más actividad alfa en las áreas
    occipitales asociadas a mejores ejecuciones en la
    lecto-escritura. Además, en la potencia relativa
    los niños con una ejecución intermedia presentaron
    valores
    más altos de actividad theta en casi todas las
    derivaciones en relación con el grupo de buena
    ejecución en la lecto-escritura; en el caso de los
    niños con peores evaluaciones se observó más
    delta en las áreas frontales y temporales izquierdas.
    Estos datos se
    interpretaron como indicativos de que a estas deficiencias
    pudiera subyacer una disfunción cerebral en las
    áreas relacionadas con la lecto-escritura.

    Galin et. al., (1988) al estudiar un grupo de
    disléxicos y un grupo de lectores normales en una tarea de
    lectura oral o silenciosa, encontraron diferencias entre los 2
    grupos: El poder del EEG
    en las bandas theta y beta-lento fue alto en ambos grupos durante
    la lectura silenciosa, pero el cambio de poder entre la
    lectura en voz alta y la silenciosa fue significativamente
    pequeño en los niños disléxicos. Un
    análisis adicional reveló que la banda beta-lento
    se relacionó con la producción del habla y la banda theta con
    la lectura.

    Considerando los factores mencionados es importante
    señalar puede haber confusión en la
    interpretación de los resultados obtenidos en las
    diferentes investigaciones
    si no se toma en cuenta el enfoque teórico –
    metodológico dentro del cual se realiza, por lo que hay
    que recordar que los campos disciplinarios que tradicionalmente
    han abordado este problema han sido: 1) el campo médico,
    que propuso como explicación el término de estado de
    Daño Cerebral y posteriormente el de Disfunción
    Cerebral Mínima, debido a que se insiste en la existencia
    de una condición alterada en el Sistema Nervioso
    como factor etiológico que puede producir una serie de
    características sintomatológicas
    específicas; 2) el campo psicológico con sus
    diferentes paradigmas
    como el psicométrico, evolutivo, conductual,
    estadísitico; 3) y dentro del área de las
    neurociencias el neuropsicológico y de la psicología
    cognitiva.
    Tomando en cuenta la recomendación ya hecha en cuanto a
    las disciplinas, a continuación expondré algunas
    investigaciones que han intentado agrupar y
    clasificar a la población con TA.

    4. Identificacion De
    Subgrupos De TA.

    En una aproximación estadística y conductual, se pretende tener
    una definición operacional, por ejemplo: Chalfant y King
    (1976) al analizar definiciones de TA encontraron 5 componentes
    comunes: fallas en la resolución de tareas, factores
    excluyentes, correlatos fisiológicos, discrepancias y
    correlatos psicológicos, sin embargo esta
    aproximación operacional estuvo plagada de dificultades
    tanto técnicas
    como conceptuales (Kavale, 1992).

    Una aproximación metodológica que pretende
    encontrar patrones de subtipos en la población con TA
    mediante la medición de los déficits en el
    desempeño académico usando pruebas
    neuropsicológicas, por ejemplo, fue la usada por Rourke y
    sus colaboradores que definieron subtipos de niños con TA
    basandose en patrones de desempeño académico (Ozlos
    y Rourke, 1988; Petrauskas y Rourke, 1979; Rourke, 1988a, 1988b;
    Rourke y Finlayson, 1978; Rourke y Strang, 1983; Siegel y Ryan,
    1988; Shafrir, Siegel y Chee, 1989). En base a 3 patrones de
    logros académicos, han identificado diferencias en el
    desempeño de pruebas neuropsicológicas en un grupo
    de niños entre 9 y 14 años. Un subgrupo 1, que son
    niños con un puntaje deficiente global; un subgrupo 2 de
    niños que tuvieron un puntaje en aritmética
    superior al obtenido en lectura y lenguaje, aunque en las 3
    áreas resultaron deficientes; un subgrupo 3 en el cual los
    niños tenían un trastorno específico en
    aritmética y un puntaje normal en las áreas de
    lenguaje y lectura.

    Otro ejemplo de estudios de inferencia estadística para la definición de
    subgrupos, en este caso de lectores deficientes, fue el de Lyon
    (1982), donde en base a medidas de tareas cognitivas –
    lingüísticas, perceptuales y logros, consideraron que
    los escolares con deficiencias en la lectura pueden ser
    empíricamente clasificados dentro de diferentes subgrupos
    significativamente diferentes y homogeneos, e indicaron que los
    puntajes obtenidos en la batería neuropsicológica
    tuvieron mayor influencia para agrupar a los niños
    más que otros factores.

    Enseguida se describen los 6 subgrupos
    obtenidos:

    1. El subgrupo 1 tienen un patrón de
      déficits en la comprensión del lenguaje
      receptivo, memoria
      auditiva, mezcla de sonidos, integración visual-motora,
      integración visual-espacial y habilidades en memoria visual.
      Además de tener un vocabulario mínimo en lectura,
      habilidades deficientes en relacionar palabras, y fueron
      lectores pobres.
    2. El subgrupo 2 exhibió un déficit mixto
      en la comprensión del lenguaje receptivo, memoria
      auditiva, y habilidades de integración visual – motora.
      Son lectores que presentan trarstornos en la lectura asociados
      a sutiles déficits psicolingüísticos y
      motores.
    3. Este subgrupo mostró déficit en la
      comprensión de lenguaje receptivo y la mezcla de
      sonidos, lo que indica trastornos tanto en el lenguaje
      receptivo como expresivo y la conducta
      articulatoria.
    4. El perfil del subgrupo 4 se caracterizó con
      dificultades en la lectura asociadas a deterioros en la
      capacidad perceptiva visual más que a dñeficits
      en el lenguaje. Lo que ya se había reportado en otro
      estudio en niños pequeños.
    5. En este grupo se encontró que estaban los
      niños que tenían problemas globales de lenguaje.
      Tenían por lo menos un grado menor de lectura al
      esperado para su edad lo que se combinaba con severos
      déficits en el habla.
    6. En el subgrupo 6 se agruparon niños que
      tenían un perfil normal. Estos niños tienen un
      nivel de lectura pobre asociado a factores pedagógicos,
      motivacionales o sociales más que a una causa asociada a
      un déficit.

    Share, Moffitt y Silva (1980) usaron pruebas de
    comprensión de lectura y de reconocimiento de palabras
    para definir los niveles de lectura de su población
    (niños entre 9 y 13 años), así como una
    prueba de CI (Coeficiente Intelectual), al comparar el
    rendimiento de niños normales vs. niños con TA.
    Encontraron tendencias opuestas entre los niños con un
    trastorno específico en aritmética de aquellos que
    lo tenían en lectura. Los primeros tuvieron los puntajes
    más bajos en las habilidades no verbales en
    comparación con los niños de nivel normal en
    aritmética y del grupo con trastornos en
    lectura.

    Ozols y Rourke (1988) estudiaron un grupo de
    niños entre 7 – 8 años usando pruebas de función
    auditiva – perceptual y psicolingüísticas,
    encontraron resultados similares a los de Rourke y Strang (1983).
    El subgrupo 1 eran niños con un puntaje bajo en forma
    uniforme en aritmética, lenguaje y lectura; el subgrupo 2
    tuvo un alto puntaje en habilidades numéricas y un puntaje
    relativamente bajo en lectura y lenguaje; el subgrupo 3 tuvo un
    bajo puntaje en habilidades numéricas y puntajes medios en el
    resto de las subpruebas.

    Una conceptualización de subtipos basada en el
    desempeño de pruebas conductuales fue desarrollada por
    Denckla (1972), y Siegel y Heaven (1986). En esta propuesta
    sugiere la existencia de 3 subgrupos con las siguientes
    características:

    1. Un Subgrupo con trastornos en la lectura, llamado por
      Denckla "trastorno específico en el lenguaje", se
      caracteriza por tener una pobre decodificación y
      reconocimiento de palabras y presentar problemas en el
      procesamiento fonémico, lenguaje y memoria tanto de
      corto plazo como de trabajo (Siegel, 1986; Siegel y Faux, 1989;
      Siegel y Linder, 1984; Siegel y Ryan, 1988, 1989).
    2. Un Subgrupo con trastorno en la escritura
      aritmética, llamado por Denckla "Síndrome de
      Gerstmann", el cual se caracteriza por presentar deficiencias
      en el cálculo
      aritmético, habilidad motora fina y habilidad visual –
      espacial, sin embargo en las habilidades auditivas –
      perceptuales tienen un desempeño normal y un desarrollo
      del lenguaje apropiado para su edad (Fletcher, 1985; Rourke y
      Finlayson, 1978; Share, Moffitt y Silva, 1988; Siegel y
      Fledman, 1983; Strang y Rourke, 1983; Spellacy y Peter,
      1978).
    3. Un Subgrupo con trastorno de déficit
      atencional, llamado por Denckla "Síndrome de
      descontrol".

    Por otra parte hay estudios donde muestran que el
    desempeño de las diferentes subpoblaciones difieren entre
    sí en el procesamiento visual espacial y en el verbal, por
    ejemplo: Fletcher (1985) encontró que los niños con
    trastornos en aritmética tienen puntajes
    significativamente bajos, en comparación a niños
    normales, en tareas de memoria que involucraron estímulos
    visual- espaciales; en cambio los niños con trastornos en
    lectura sin trastornos en aritmética tuvieron bajos
    puntajes en tareas de memoria verbal pero no en tareas de memoria
    visual – espacial.
    Siegel y Ryan (1989) al evaluar el desempeño de
    niños normales (grupo 1) vs. niños con trastornos
    en la aritmética (grupo 2)
    vs. niños con trastornos en la lectura (grupo 3), en
    tareas de memoria de trabajo numérica encontraron que los
    grupos 2 y 3 tuvieron puntajes más bajos que los obtenidos
    por el grupo 1, y en tareas de memoria de trabajo verbal el grupo
    3 tuvo los puntajes más bajos en comparación con
    los otros grupos.

    Por otra parte el Trastorno por Déficit de
    Atención (TDA) sin o con Hiperactividad (TDAH) puede
    presentarse en niños con TA u ocurrir por si solo (
    Holborow y Berry, 1986). Los niños con TA (en sus
    diferentes modalidades) con TDA no difieren de niños con
    TA sin TDA, excepto en el desempeño de los reactivos
    más difíciles de algunas pruebas
    neuropsicológicas, por ejemplo: Felton, Wood, Brown,
    Campbell y Harter (1987) encontraron la presencia de
    déficit de memoria en niños con TDA, sugiriendo que
    los problemas de TA contribuyen principalmente en la
    alteración del procesamiento de la información más que los de
    TDA.

    Siegel y Ryan (1988) compararon niños con
    trastornos específicos en aritmética de aquellos
    con trastornos en lectura vs. niños con rendimiento
    normal; encontraron que los niños con trastornos en la
    lectura tuvieron puntajes significativamente bajos respecto a las
    otras 2 poblaciones en tareas de procesamiento fonológico
    y de comprensión en aspectos sintácticos y
    morfológicos del lenguaje. Por lo que hubo una diferencia
    significativa entre la población con trastornos en la
    lectura de la que presenta trastornos en aritmética en las
    áreas de procesamiento fonémico y de lenguaje. Es
    interesante resaltar que los niños con TDA sin TA tuvieron
    puntajes que no fueron significativamente inferiores a los
    niños con rendimiento normal excepto en tareas de
    comprensión de lectura ya que tiene componentes
    significativos en memoria y atención.

    De los anteriores estudios queda claro que el trastorno
    de TDA parece no ser un componente con gran peso en la
    generación de las alteraciones del procesamiento de la
    información en niños con TA; la subpoblación
    con mayores alteraciones en el lenguaje es la que presenta
    trastornos en la lectura (la cual es más común
    encontrarla dentro del grupo con TA, Siegel y Metsala, 1992); la
    subpoblación con trastornos en la lectura y con TDA tienen
    alteraciones en la memoria de
    trabajo; y las pruebas neuropsicológicas y conductuales
    nos permiten tener un acercamiento para la clasificación
    de las subpoblaciones que pueden encontrarse dentro del género
    global de TA. Esto es importante ya que nos permite sistematizar
    y homogeneizar los criterios para las diferentes investigaciones
    y para la creación de posibles tratamientos que resulten
    más adecuados para la rehabilitación de estos
    niños.

    Retomando de Siegel y Metsala (1992) una alternativa
    para definir el concepto de Trastornos en el Aprendizaje, pueden
    ser los criterios de clasificación que proponen estos
    autores, los cuales además de ser una aproximación
    significativa, tiene considerable verificación
    empírica, considerando los ejemplos antes citados. Parece
    que existen 3 subtipos dentro de la población con TA:
    aquellos que tienen trastornos en la lectura, aquellos con
    trastornos en aritmética, y aquellos con déficit
    atencional. Recomiendan los siguientes criterios para su
    definición: Para considerar que un niño tiene un
    trastorno en la lectura, debe de obtener un puntaje en pruebas de
    lectura de palabras o seudopalabras </= percentil de 25; para
    trastornos en aritmética, se debe de considerar cuando hay
    un desempeño en pruebas de aritmética </=
    perenctil de 25; para trastornos de déficit atencional se
    debe de considerar cuando haya un puntaje >/= 1.5 ó 2
    desviaciones estándar sobre la media en escalas
    conductuales como la de "Conners Parent
    Questionnaire".

    En cuanto a la discrepancia en torno a
    qué CI se debe de considerar como base para la
    clasificación de los subgrupos, parece ser que no es
    necesario aplicar estas pruebas, sin embargo si no se está
    conforme sin su aplicación, se debe de considerar como
    mínimo un puntaje CI de 80 (el cual se ha admitido
    arbitrariamente) como el más apropiado. Sin embargo hay
    algunas dificultades en esta aproximación. Una de las
    principales consiste en la definición de los subgrupos
    dentro de un continuo ya que de manera arbitraria debemos de
    decidir si ubicamos o no a un niño que tenga deficiencias
    severas dentro de alguno de estos grupos, otro caso puede ser el
    que consideremos la existencia de un grupo boderline del cual no
    estamos seguros de su
    existencia pero que no podemos negar su existencia ( Siegel y
    Metsala, 1992). En suma el aspecto mas importante en el estudio
    de los Trastornos en el Aprendizaje es utilizar definiciones
    operacionales y objetivas que puedan ser aplicadas a los casos
    individuales.

    En escencia al aplicar una prueba de inteligencia,
    solo se pueden considerar como indicadores de
    lo bien que se ha desempeñado un individuo en particular,
    por lo que no se tiene datos acerca de los procesos y
    estrategias
    responsables del aprendizaje. Por otra parte a lo largo de la
    década de 1960 y principios de
    1970 se acuñó el término de dificultad en
    el aprendizaje específica
    con el que se
    pretendió describir a aquellos niños que, aun
    teniendo un CI medio, cercano o superior a la media, presentaban
    dificultad con algún aspecto básico del aprendizaje
    (Coles, 1978). Así que se crearon diferentes pruebas para
    medir habilidades específicas que se consideraron
    esenciales: las habilidades perceptivo – motrices y las
    psicolingüísticas (por ejemplo: Hallahan y
    Cruickshank, 1973; Frostig y Horne, 1964; Kirk et. al., 1961;
    Kephart, 1960). Parece que generalmente el modelo de
    habilidades ha identificado los procesos
    erróneos. Tanto el modelo
    perceptivo-motor como el psicolingüísticos tratan los
    procesos psicológicos como si fuesen entidades separadas y
    unitarias (Dockrell y McShane, 1992). Así que se ha optado
    por modelos
    alternativos y a continuación se presenta uno
    contemporáneo:

    Partes: 1, 2

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