Indice
1.
Transición Del Feudalismo Al
Capitalismo
2. Los Cambios En La
Superestructura
1. Transición Del
Feudalismo Al
Capitalismo
Hacia mediados del siglo XV el Sistema Feudal
gozaba de buena salud, había sorteado
con relativo éxito
la terrible peste negra del siglo anterior (1348) que
había diezmado los campos de mano de obra servil y las
ciudades se fueron recuperando poco a poco. Pero hacia 1543 los
Turcos tomaron definitivamente Constantinopla y avanzaron sobre
Europa oriental
con lo que cortaron todo el comercio
terrestre con el Asia y amenazaron
a Europa con
invasiones permanentes. Esto significó
prácticamente el bloqueo Europeo, ya no llegaron
más las especias ni el metal precioso ni las sedas, para
colmo el Mediterráneo inmediatamente se infestó de
piratería musulmana.
El respiro para la crisis
económica que se produjo vino de manos de portugueses,
primero, y españoles, luego. Pero en el descubrimiento de
América y en las ingentes cantidades de metal precioso
estaría el germen de la destrucción del sistema feudal
que tardaría al menos 200 años en
producirse.
La acumulación originaria del Capital:
Las grandes travesías y expediciones de los siglos XV y
XVI reforzaron las tendencias del intercambio y fomentaron el
comercio, ya
que se creo un enorme circuito comercial que abarco a casi todo
el globo terrestre. Además el descubrimiento del Nuevo
Mundo y la entrada en Europa de enormes cantidades de metales preciosos
provenientes de aquellas tierras produjeron un trastocamiento de
las relaciones feudales puesto que el orden económico
resultante de estos acontecimientos fue un sistema en el que
predominaba lo comercial o mercantil, es decir, cuyo objetivo
principal consistía en intercambiar bienes. Con lo
que la producción eminentemente rural, patrimonio de
los señores feudales, paso a segundo plano. Este proceso fue
capitalizado por la burguesía, la que al aumentar su
poder
económico (La clase social que encabezó la revolución
comercial) y al acumular riquezas, estuvo dispuesta a eliminar a
sus principales opositores: los Señores Feudales y a
manejar los resortes de la economía.
Pronto se hizo necesario, para abastecer al mercado mundial,
ingentes cantidades de mercancías que el sistema
tradicional de producción industrial, es decir los
Gremios, no podía satisfacer por sus rígidas y
costosas estructuras de
producción. El antiguo sistema fue lentamente reemplazado
por Sistemas de
producción de manufacturas artesanales listas para
entrar en el mercado de la
Economía–Mundo, aprovechando el
abaratamiento del costo de la
moneda, que hacía que los costos de
producción fuesen accesibles.
El Sistema Doméstico: Este sistema de
producción de usó predominantemente en Inglaterra a
partir de mediados del siglo XVII y consistía,
básicamente, en la elaboración de manufacturas
artesanales en los hogares campesinos: en sus tiempos libres y
con toda la familia, el
campesino recibía materia prima
de manos de comerciantes de la ciudad y la transformaba usando
herramientas
artesanales. El pago era en función de
la cantidad de mercadería manufacturada que el comerciante
recibía, al que se le descontaba el costo de la
materia prima.
Este sistema permitió lanzar al mercado importante
volúmenes de mercadería y además permitir
una entrada extra de dinero para el
campesino, que pronto se dedicaría a esto, abandonando la
actividad rural.
Los Talleres Manufactureros: este sistema de
producción se dio principalmente en Francia:
Fueron el antecedente de la fábrica, entendida como lugar
de producción y ensamblado de piezas. Lejos de la moderna
línea de montaje, en estos talleres diversos especialistas
construían las manufacturas requeridas por el mercado y
cada uno de ellos elaboraban una parte de dicho producto, cada
especialista tenía a su cargo uno o varios obreros a los
que dirigía.
Estos cambios en la producción de
mercaderías no hubiesen sido posibles si no hubiese
existido una CLASE SOCIAL, la burguesía, que
acumuló fortunas producto del
inmenso tráfico comercial que unió a todo el mundo
desde el siglo XVI y que usaría esa fortuna como capital para
nuevas experiencias económicas.
Las transformaciones en el campo
Gracias a su enorme poder
económico, la Burguesía no tardo en buscar nuevas
inversiones y
si bien el trabajo
rural había pasado a segundo plano, todavía era
necesario para alimentar a las grandes urbes de la época.
Por lo que comenzó a invertir en la compra de tierras,
favorecida por el abaratamiento general de los precios de los
campos y de los productos
agrícolas. Esta inyección de dinero en las
áreas rurales implicó una importante
concentración de la propiedad
terrateniente, la burguesía pudo adquirir las tierras
porque se las compró, generalmente a los pequeños
propietarios y a los arrendatarios que en gran número
poblaban el espacio rural, entrando en franca competencia con
los Señoríos nobiliarios que todavía eran
los principales productores agrícolas. No solamente se
compro tierras sino que además se las cercó,
expulsando a los habitantes de esos solares que en su gran
mayoría arrendaban las tierras, se trataba de
pequeños productores y de aquellos que se dedicaban al
sistema de producción doméstico de manufacturas;
que tuvieron que ir a vivir a las ciudades. Esa mano de obra fue
reemplazada por peones asalariados disminuyendo sensiblemente los
costos de la
producción. Los expulsados pasaron a integrar esta nueva
especialidad de mano de obra o se convirtieron en indigentes que
engrosaron las filas de los desocupados en las grandes ciudades
de la época y se les tendría reservado un lugar en
la historia
económica y social de la humanidad.
La Revolución
Industrial
La primera Revolución
Industrial tuvo lugar en Reino Unido a finales del siglo
XVIII; supuso una profunda transformación en la
economía y sociedad
británicas. Los cambios más inmediatos se
produjeron en los procesos de
producción: qué, cómo y dónde se
producía. El trabajo se
trasladó de la fabricación de productos
primarios a la de bienes
manufacturados y servicios. El
número de productos manufacturados creció de forma
espectacular gracias al aumento de la eficacia
técnica y el uso de mano de obra asalariada reclutada
entre los miles de indigentes que poblaban las ciudades. En
parte, el crecimiento de la productividad se
produjo por la aplicación sistemática de nuevos
conocimientos tecnológicos a partir del uso masivo de la
máquina a vapor, la mayor explotación de la mano de
obra asalariada y gracias a una mayor experiencia productiva, que
también favoreció la creación de grandes
empresas en
unas áreas geográficas reducidas. Así, la
Revolución
Industrial tuvo como consecuencia una mayor
urbanización.
Se puede afirmar que los cambios más importantes
afectaron a la
organización del proceso
productivo. Las fábricas aumentaron en tamaño y
modificaron su estructura
organizativa y aumentó la especialización laboral. Su
desarrollo
dependía de una utilización intensiva del capital,
de mano de obra, de las fábricas y de nuevas máquinas y
herramientas.
Esto permitió que los trabajadores produjeran más
bienes que antes y que la experiencia adquirida, utilizando una
máquina o herramienta, aumentara la productividad y
la tendencia hacia una mayor especialización en un proceso
acumulativo. Todo lo anterior sentó las bases
económicas del Sistema Capitalista.
La mayor especialización y la aplicación
de bienes de capital a la producción industrial
creó nuevas clases
sociales en función de
quien contratara y tuviera la propiedad
sobre los medios de
producción y de quien los usara. Los individuos
propietarios de los medios de
producción en los que invertían capital propio se
denominaron empresarios o capitalistas o lo que es lo mismo, la
burguesía industrial, que no era otra que la heredera de
aquella que había iniciado el proceso de
disgregación del Sistema Feudal. Pero también
aquellos expulsados del campo en virtud del proceso de
cercamiento pasaron a desempeñarse como mano de obra para
la industria a
cambio del
pago de un salario.
Cambiando, por ende, la especialidad de mano de obra de las
nuevas Fuerzas Productivas, lo que significa la aparición
de otra nueva clase social denominada clase obrera o proletario;
produciéndose una profunda reforma en las Relaciones
Sociales de Producción establecida hasta entonces y por
ende la base social de un nuevo modo de producción o
F.E.S.
Como la Revolución Industrial se produjo por
primera vez en Gran Bretaña, este país se
convirtió durante mucho tiempo en el
primer productor de bienes industriales del mundo. Durante gran
parte del siglo XVIII Londres fue el centro de una compleja
red comercial
internacional que constituía la base de un creciente
comercio exportador fomentado por la industrialización. El
resto de los países europeos iban a tardar medio siglo
más en generalizar la nueva F.E.S, dependiendo de las
condiciones sociales y materiales de
cada uno de ellos.
2. Los Cambios En La
Superestructura
El primer gran paso para los cambios en la
superestructura Jurídica Política e
ideológica lo dio Europa a caballo de las transformaciones
económicas del siglo XVI. Los descubrimientos
geográficos, el aumento en el volumen de los
negocios y
sobre todo el metal precioso que inundaba las arcas de los ricos
de entonces; hizo ver a las débiles monarquías
europeas la necesidad de disputar el poder político a los
grandes señores feudales. Para ello debieron modificar las
relaciones sociales derivadas del
esquema feudal que diluía y descentralizaba la toma de
decisiones, era necesario concentrar el poder y darle su
fundamento político e ideológico: nace el absolutismo
monárquico.
Este sistema de dominio
político se baso en cinco pilares básicos: la
burocratización del estado, la
creación de los ejércitos nacionales, la
cooptación de la iglesia, el
mantenimiento
de las relaciones sociales de producción feudales y el uso
de un "nuevo" sistema de orden jurídico. Cabe aclarar que
estos cambios trajeron aparejados grandes conflictos
sociales y guerras
civiles puesto que los grandes señores no estuvieron
dispuestos, fácilmente, a perder poder.
La burocratización del Estado: Para
concentrar el poder bajo el mando de un monarca y, controlar y
manejar no solo a los Señores Feudales, sino
también la enorme masa de recursos
proveniente de las nuevas actividades económicas; se
necesitó de un Estado con un aparato administrativo y
burocrático complejo. Este fue construido sobre la base de
la creación de cargos, instituciones,
oficinas, etc. que cubrían todas las áreas de la
administración
pública. Estos puestos eran ocupados por nobles pobres
formados en las universidades de la época y por
clérigos menores de diversas órdenes religiosas;
contra lo que se podría pensar estos puestos no eran
remunerados con salarios, sino
más bien eran cargos que el Estado (o
sea el monarca) vendía a precios que
variaban según la importancia de cargos, para usar un
lenguaje
cotidiano diríamos que eran privatizados o concesionados,
el ingreso que estos obtenían era producto de cobranzas de
impuestos,
tasas y sellados propios de cada cargo. El monarca fomentaba la
creación de cargos porque el poder económico, la
influencia política y el
prestigio social que le acarreaba a esa nueva nobleza, conocida
con el nombre de Nobleza de Toga, ocupar esos puestos;
servía de freno a la vieja nobleza señorial, porque
el rey conseguía aliados más fiables y así
mismo más dependientes de sus dádivas.
La creación de los ejércitos del rey:
Estos sirvieron no solo para la guerra entre
países sino también para controlar a la vieja
nobleza que no perdió nunca las apetencias de poder y de
paso para ayudar a la misma nobleza a controlar y a reprimir los
múltiples levantamientos campesinos que se produjeron al
ver los enfrentamientos entre nobles y reyes. De esta manera el
Rey le quitaba poder político a la nobleza pero le
aseguraba el poder económico al mantener sus privilegios y
sus relaciones sociales de producción, es decir el Estado se
transformo en un "aparato potenciado de dominación
feudal". Ejércitos de mercenarios dependientes del poder
central, sustituyeron a los ejércitos de "vasallos y
peones" que eran la base del sistema feudal.
La Iglesia y el
Estado. La iglesia católica fue incorporada a este nuevo
proceso de la misma forma que la nobleza feudal. Los reyes
absolutista se apoyaron en, las nuevas órdenes religiosas
nacidas al calor del
descubrimiento de América
que desplazaron a aquellas que, con el correr de los siglos, se
convirtieron en uno de los más poderosos Señores
feudales. La reforma encarnada a través de Martín
Lutero provocó un duro golpe a la iglesia tradicional, su
cuestionamiento hacia la corrupción, la venta de
indulgencias (lugar asegurado en el cielo, para aquellos que
dieran jugosas limosnas) y la poca predisposición para
dejar las cómodas catedrales para predicar; dieron origen
al poderoso movimiento de
la Contrarreforma, y su instrumento la inquisición, que
fue utilizado como arma para control social e
ideológico de aquellos que se opusieran a los designios de
la Corona. Monjes, curas, canónigos y hasta cardenales,
fueron incorporados al aparato del Estado como funcionarios o
como intelectuales al servicio del
rey.
Aunque resulte contradictorio, estos cambios producidos
en el seno de la superestructura, no solo tenían como
función controlar y restar poder político a los
antiguos señores, sino también contribuir a
mantener su estructura y
su poder económico; después de todo el rey era tan
noble como los demás. Además la principal fuente de
riquezas seguía siendo la producción de la tierra y
hubiese sido imposible mantener el sistema económico si se
cambiaban las relaciones sociales de producción
existentes. Es por ello que la corona reprimió con
más énfasis a los levantamientos campesinos que a
los Señores díscolos.
El "nuevo" orden jurídico. Era necesario, luego
de tantos cambios, que se estableciera un sistema jurídico
que pudiera contenerlos y justificarlos, sobre todo a esta idea
del "El Estado soy yo". El recurso, vino de manos de la iglesia,
curiosamente, porque uno de los poderes a incorporar y dominar
era, precisamente, "la casa de Dios" católico. Durante
siglos los monjes habían conservado en las bibliotecas de
los monasterios gran cantidad de documentación perteneciente al antiguo
Imperio Romano y
sobre todo del complejo sistema judicial y administrativo que
sustentó el vasto y complejo estado imperial, este
material en mano de los reyes y sus asesores (la mayoría
de ellos clérigos) fue convenientemente utilizado para
darle entidad jurídica al nuevo Estado absoluto. Tan
importante fue este rescate que aún hoy sustenta gran
parte del sistema jurídico actual.
La Revolución Francesa
Indudablemente la Burguesía, como clase social
revolucionaria, iba a reclamar un lugar dentro de esta nueva
superestructura. Lamentablemente (para la monarquía) ésta era considerada
plebeya carente de sangre nobiliaria
e inculta, que realizaba actividades viles como la de comerciar,
actividad que significaba una inmoralidad para los nobles; y por
lo tanto no merecedora de pertenecer a la corte.
Independientemente de consideraciones prejuiciosas, los burgueses
representaban una incómoda competencia
contra los nobles y la corona no tenía intenciones de
perjudicar la frágil relación que la unía al
estado noble. Por lo tanto no quiso o no pudo darle lugar en la
toma de
decisiones políticas.
Como clase social revolucionaria, no se iba a quedar con un no
como respuesta, lo único que le faltaba para completar su
imparable ascenso era tener poder político, así fue
que se lanzo en su búsqueda y produjo lo que se considera
el acto fundacional de la modernidad: La
Revolución
Francesa.
Más de un siglo antes de que Luis XVI ascendiera
al trono (1774), el Estado francés había sufrido
periódicas crisis
económicas motivadas por las largas guerras
emprendidas durante el reinado de Luis XIV, la mala administración de los asuntos nacionales en
el reinado de Luis XV, las cuantiosas pérdidas que
acarreó la Guerra
Francesa e India
(1754-1763) y el aumento de la deuda generado por los
préstamos a las colonias británicas de
Norteamérica durante la guerra de la Independencia
estadounidense (1775-1783). Los defensores de la
aplicación de reformas fiscales, sociales y políticas
comenzaron a reclamar con insistencia la satisfacción de
sus reivindicaciones durante el reinado de Luis XVI. .
Además el pueblo exigía la convocatoria de los
Estados Generales (una asamblea formada por representantes del
clero, la nobleza y el Tercer estado, es decir lo que en ese
entonces se consideraba el pueblo y que en realidad era la
burguesía), cuya última reunión se
había producido en 1614, y el rey Luis XVI accedió
finalmente a celebrar unas elecciones nacionales en
1788.
A pesar de que los tres estados estaban de acuerdo en
que la estabilidad de la nación
requería una transformación fundamental de la
situación, los antagonismos estamentales imposibilitaron
la unidad de acción en los Estados Generales, que se
reunieron en Versalles el 5 de mayo de 1789. Las delegaciones que
representaban a los estamentos privilegiados de la sociedad francesa
se enfrentaron inmediatamente a la cámara rechazando los
nuevos métodos de
votación presentados. El objetivo de
tales propuestas era conseguir el voto por individuo y no por
estamento, con lo que el tercer estado, que disponía del
mayor número de representantes, podría controlar
los Estados Generales. Las discusiones relativas al procedimiento se
prolongaron durante seis semanas, hasta que el grupo dirigido
por Emmanuel Joseph Sieyès y el conde de Mirabeau se
constituyó en Asamblea Nacional el 17 de junio. Este
abierto desafío al gobierno
monárquico, que había apoyado al clero y la
nobleza, fue seguido de la aprobación de una medida que
otorgaba únicamente a la Asamblea Nacional el poder de
legislar en materia
fiscal y se
comprometía a no disolverse hasta que se hubiera redactado
una constitución para Francia. En
ese momento, las profundas disensiones existentes en los dos
estamentos superiores provocaron una ruptura en sus filas, y
numerosos representantes del bajo clero y algunos nobles
liberales abandonaron sus respectivos estamentos para integrarse
en la Asamblea Nacional.
El rey se vio obligado a ceder ante la continua
oposición a los decretos reales y la predisposición
al amotinamiento del propio Ejército real. El 27 de junio
ordenó a la nobleza y al clero que se unieran a la
autoproclamada Asamblea Nacional Constituyente. Luis XVI dio
instrucciones para que varios regimientos extranjeros leales se
concentraran en París y Versalles. El pueblo de
París respondió con la insurrección ante
estos actos de provocación; los disturbios comenzaron el
12 de julio, y las multitudes asaltaron y tomaron La Bastilla
—una prisión real que simbolizaba el despotismo de
los Borbones— el 14 de julio.
Antes de que estallara la revolución en
París, ya se habían producido en muchos lugares de
Francia esporádicos y violentos disturbios locales y
revueltas campesinas contra los nobles opresores La
burguesía parisina, temerosa de que la muchedumbre de la
ciudad aprovechara el derrumbamiento del antiguo sistema de
gobierno y
recurriera a la acción directa, se apresuró a
establecer un gobierno provisional local y organizó una
milicia popular, denominada oficialmente Guardia Nacional. El
estandarte de los Borbones fue sustituido por la escarapela
tricolor (azul, blanca y roja), símbolo de los
revolucionarios que pasó a ser la bandera nacional. No
tardaron en constituirse en toda Francia gobiernos provisionales
locales y unidades de la milicia. El mando de la Guardia Nacional
se le entregó al marqués de La Fayette,
héroe de la guerra de la Independencia
estadounidense. Luis XVI, incapaz de contener la corriente
revolucionaria, legalizó oficialmente las medidas
adoptadas por la Asamblea y los diversos gobiernos provisionales
de las provincias.
La Asamblea Nacional Constituyente comenzó su
actividad movida por los desórdenes y disturbios que
estaban produciéndose en las provincias (el periodo del
'Gran Miedo'). El clero y la nobleza hubieron de renunciar a sus
privilegios en la sesión celebrada durante la noche del 4
de agosto de 1789; la Asamblea aprobó una
legislación por la que quedaba abolido el régimen
feudal y señorial y se suprimía el diezmo, aunque
se otorgaban compensaciones en ciertos casos. En otras leyes se
prohibía la venta de cargos
públicos y la exención tributaria de los estamentos
privilegiados. A continuación, la Asamblea Nacional
Constituyente se dispuso a comenzar su principal tarea, la
redacción de una Constitución. En el preámbulo,
denominado Declaración de los Derechos del hombre y del
ciudadano, los delegados formularon los ideales de la
Revolución, sintetizados más tarde en tres principios,
"Libertad,
Igualdad,
Fraternidad". Mientras la Asamblea deliberaba, la hambrienta
población de París, irritada por los
rumores de conspiraciones monárquicas, reclamaba alimentos y
soluciones. El
radicalismo se apoderó de la cámara, pero el
objetivo original, la implantación de una monarquía constitucional como
régimen político, aún se
mantenía.
El primer borrador de la Constitución
recibió la aprobación del monarca francés en
unas fastuosas ceremonias, a las que acudieron delegados de todos
los lugares del país, el 14 de julio de 1790. Este
documento suprimía la división provincial de
Francia y establecía un sistema administrativo cuyas
unidades eran los departamentos, que dispondrían de
organismos locales elegibles. Se ilegalizaron los títulos
hereditarios, se crearon los juicios con jurado en las causas
penales y se propuso una modificación fundamental de la
legislación francesa. Con respecto a la institución
que establecía requisitos de propiedad para acceder al
voto, la Constitución disponía que el electorado
quedara limitado a las clases alta y media. El nuevo estatuto
confería el poder
legislativo a la Asamblea Nacional, compuesta por 745
miembros elegidos por un sistema de votación indirecto.
Aunque el rey seguía ejerciendo el poder
ejecutivo, se le impusieron estrictas limitaciones. Su poder
de veto tenía un carácter
meramente suspensivo, y era la Asamblea quien tenía el
control efectivo
de la dirección de la política exterior.
Se impusieron importantes restricciones al poder de la Iglesia
católica mediante una serie de artículos
denominados Constitución civil del Clero, el más
importante de los cuales suponía la confiscación de
los bienes eclesiásticos. A fin de aliviar la crisis
financiera, se permitió al Estado emitir un nuevo tipo de
papel moneda,
los asignados, garantizado por las tierras confiscadas. Asimismo,
la Constitución estipulaba que los sacerdotes y obispos
fueran elegidos por los votantes, recibieran una
remuneración del Estado, prestaran un juramento de lealtad
al Estado y las órdenes monásticas fueran
disueltas.
Durante los quince meses que transcurrieron entre la
aprobación del primer borrador constitucional por parte de
Luis XVI y la redacción del documento definitivo, las
relaciones entre las fuerzas de la Francia revolucionaria
experimentaron profundas transformaciones. Éstas fueron
motivadas, en primer lugar, por el resentimiento y el descontento
del grupo de
ciudadanos que había quedado excluido del electorado. Las
clases
sociales que carecían de propiedades deseaban acceder
al voto y liberarse de la miseria económica y social, y no
tardaron en adoptar posiciones radicales. Este proceso, que se
extendió rápidamente por toda Francia gracias a los
clubes de los jacobinos, y de los cordeliers, adquirió
gran impulso cuando se supo que María Antonieta estaba en
constante comunicación con su hermano Leopoldo II,
emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico. Al igual que la mayoría de los monarcas
europeos, Leopoldo había dado refugio a gran número
de émigrés y no había ocultado su
oposición a los acontecimientos revolucionarios que se
habían producido en Francia. El recelo popular con
respecto a las actividades de la reina y la complicidad de Luis
XVI quedó confirmado cuando la familia real fue
detenida mientras intentaba huir de Francia en un carruaje con
destino a Varennes el 21 de junio. Los sucesos posteriores
serán motivo de otro trabajo, pero para completar la
visión de esta revolución diremos que el 21 de
setiembre de 1792 se proclamó la república y se
abolió la monarquía y el 21 de enero de 1793 Luis
XVI fue guillotinado.
Los sucesos internacionales posteriores mostraron una
clara y fuerte tendencia a tomar el legado de la revolución
francesa cuyas ideas se volcaron a todo el mundo y sirvieron
de bandera a las burguesías europeas y a los hombres que
iniciaron los proceso independentistas en América
latina y si bien la revolución terminó con el
ascenso de Napoleon al
poder en Francia; el proceso, histórico, político y
social, iniciado con ésta fue imparable al igual que la
instalación del sistema capitalista.
Para concluir este larguísimo texto diremos
que el período histórico que estamos
reseñando, significó para el hombre el
camino más directo a la actualidad, y es muy importante
entender lo que pasó porque muchas de las cosas que hoy
vivimos son producto de esa historia, más aun,
los noventa son el inicio de otra nueva etapa para la humanidad,
la posmodernidad,
y nos será imposible entender lo que nos pasa si no
aprendemos de nuestro pasado.
Autor:
Luis Maria Unsain
Profesor De Historia