Indice
1.
Introducción
2. Salud y Enfermedad
3. Relación entre Emociones y
Salud
4. Beneficio de las Emociones Positivas
en la Salud
5. Conclusión
6. Bibliografía
Las emociones se han
estudiado, principalmente, por el papel
adaptativo que han jugado a través de la evolución
del hombre.
Gracias a las emociones se
produce una activación que nos proporciona la
energía necesaria para responder, rápidamente, a un
estímulo que atente a nuestro bienestar físico o
psicológico, permitiendo así, nuestra
supervivencia.
Sin embargo, en los últimos años, se ha descubierto
que las emociones pueden ser, también, perjudiciales para
la salud, influyendo
en la contracción de ciertas enfermedades, perdiendo, en
este sentido, su valor
adaptativo.
Finalmente se empieza a aceptar que disturbios
psicológicos leves o intensos pueden causar enfermedades en el cuerpo
propiamente tal. Nuestras abuelas ya lo sabían: nos
decían que la tristeza, la preocupación obsesiva y
otros sentimientos podían dañar el corazón,
provocar úlceras, arruinar el cutis y hacernos más
vulnerables a las infecciones (Damasio, 1994).
Este vínculo entre las emociones y la salud, va mucho mas
allá de que ciertas emociones, las negativas, hagan
más vulnerables a las personas a contraer una enfermedad,
o que otras emociones, las positivas, favorezcan la
recuperación de una dolencia. Con esto, se está
estableciendo la relación mente/cuerpo.
Esto trae consigo todo un cambio en el
tratamiento de enfermedades, ya que ahora se deberán tomar
en cuenta, como relevantes, los factores psicológicos de
las personas enfermas, para así intervenir sus emociones
con el objetivo de
mejorar la salud.
Se puede definir enfermedad como una alteración
mas o menos grave en la fisiología o funcionamiento del cuerpo, y
se pude definir salud estar libre de enfermedad, pero para
nuestro efecto, la enfermedad no es únicamente dolor y la
salud no es únicamente ausencia de enfermedad sino un
proceso
complejo de adaptación en el que confluyen factores
biológicos, psicológicos y sociales.
La salud del hombre es un
proceso
complejo sustentado sobre la base de un equilibrio
entre factores biopsicosociales. Lograr que el hombre se
adapte a su medio implica la mantención de la adecuada
sincronización de las funciones de los
sistemas de su
organismo y en caso del surgimiento de un desbalance, esta
adaptación depende del restablecimiento de ese equilibrio
(López, 1999).
La enfermedad afecta tanto al cuerpo como a la mente y ante todo
debemos aceptarla y cada cual debe tomar la dirección y la responsabilidad de su salud.
Emociones
Podemos encontrar una gran variedad de explicaciones sobre
qué son las emociones, como por ejemplo:
– Proceso que se activa cuando el organismo detecta algún
peligro, amenaza o desequilibrio con el fin de movilizar los
recursos a su
alcance para controlar la situación
(Fernández-Abascal y Palmero, 1999).
– Funciones
biológicas fundamentales, producto de la
evolución, que permiten al organismo
sobrevivir en entornos hostiles, por lo que se han conservado
prácticamente intactas a través de la historia evolutiva (Le Doux,
1999).
Pero todas coinciden en algo: las emociones son procesos
adaptativos, entonces, ¿Por qué y cómo
intervienen en unos casos y determinan en otros, mecanismos que
favorecen la enfermedad?
Una de las claves a la hora de entender la repercusión de
las emociones en la salud es la conceptualización del
proceso emocional. En él aparecen dos filtros entre la
situación interna o externa que desencadena el proceso y
la manifestación de las emociones en el sujeto
protagonista (Fernández-Abascal y Palmero, 1999).
El primero de ellos, la evaluación
valorativa, modulará la activación emocional en sus
componentes de experiencia subjetiva o sentimiento,
expresión corporal, tendencia a la acción y
respuestas fisiológicas y será el responsable del
reajuste de las emociones a las demandas del entorno; pero,
también, puede ser el responsable de que las emociones
pierdan su valor
adaptativo y sean, entonces, perjudiciales para la salud
(Fernández-Abascal y Palmero, 1999).
El segundo filtro, que actúa entre la
activación y la expresión emocional, se refiere a
los mecanismos socioculturales de control emocional
que determinan en gran medida los estilos de afrontamiento, es
decir, las estrategias que
cada persona pone en
juego para
responder ante las emociones (Fernández-Abascal y Palmero,
1999).
En resumen, la función
adaptativa de las emociones va a depender de la evaluación
que la persona haga del
estímulo, es decir, del significado que le dé a
este, y de la respuesta de afrontamiento que genere.
3. Relación entre
Emociones y Salud
Como habíamos dicho, la salud humana es un
complejo proceso sustentado sobre el equilibrio de factores
biopsicosociales, es decir, una persona sana tiene en equilibrio
tanto su cuerpo como su mente en adaptación con su
entorno.
De lo anterior se desprende, que existe una relación entre
mente y cuerpo y que la falta de equilibrio en uno de ellos,
afecta el equilibrio y el buen funcionamiento del otro. La
enfermedad afecta tanto al cuerpo como a la mente.
De esta relación mente/cuerpo nace la medicina
psicosomática, que se centra en el estudio de las
interacciones entre los procesos
psicológicos (mente) y la ocurrencia de ciertas
enfermedades (cuerpo).
Establecida la relación, el psicólogo Robert Ader
se dedicó a investigar como influyen ciertos procesos
psicológicos, las emociones, en la salud (USA, 1974). Es
así como nace un nuevo campo de investigación, la
Psiconeuroinmunología (PNI), que estudia los
vínculos que existen entre el sistema
inmunológico y el sistema nervioso
central. Su mismo nombre reconoce las relaciones: psico o
"mente"; neuro, que se refiere al sistema
neuroendocrino ( que incluye el sistema nervioso
y los sistemas
hormonales); e inmunología, que se refiere al sistema
inmunológico. Ha sido utilizada para establecer posibles
relaciones entre los factores de comportamiento
y la progresión de enfermedades.
Según Ader, hay una infinidad de modos en que el
sistema nervioso
central y sistema inmunológico se comunican: sendas
biológicas que hacen que la mente, las emociones y el
cuerpo no están separados sino íntimamente
interrelacionados.
Se está descubriendo que los mensajeros químicos
que operan más ampliamente en el cerebro y en el
sistema inmunológico son aquellos que son más
densos en las zonas nerviosas que regulan la emoción. A
cargo de estas investigaciones
está el psicólogo David Felten. Él
comenzó notando que las emociones ejercen un efecto
poderoso en el sistema nervioso
autónomo (SNA), que es el que regula diversas funciones
del organismo. Detectó un punto de reunión en donde
el SNA se comunica directamente con los linfocitos y los
macrófagos, células
del sistema inmunológico. Se descubrieron contactos
semejantes a sinapsis, en los que los terminales nerviosas del
SNA tiene terminaciones que se apoyan directamente en estas
células
inmunológicas. Este contacto físico permite que las
células nerviosas liberen neurotransmisores para regular
estas células (Goleman, 1996).
Luego de diversos estudios, David Felten concluyó
que sin esas terminaciones nerviosas el sistema
inmunológico no responde como debería al
desafío de las bacterias y
los virus invasores.
En resumen, el sistema nervioso no sólo se conecta con el
sistema inmunológico, sino que es esencial para la
función
inmunológica adecuada.
Otra vía clave que relaciona las emociones y el sistema
inmunológico es la influencia de las hormonas que
se liberan con el estrés.
Las catecolaminas (adrenalina y noradrenalina) y el cortisol,
entre otras, obstaculizan la función de las células
inmunológicas: el estrés
anula la resistencia
inmunológica, supuestamente en una conservación de
energía que da prioridad a la emergencia más
inmediata, que es una mayor presión
para la supervivencia (Goleman, 1996).
Basándose en esto, se ha establecido la hipótesis de que el estrés y las
emociones negativas, como la ira, la ansiedad y la depresión,
podían ser la causa de ciertas enfermedades. Las investigaciones
no han arrojado datos
clínicos suficientes como para establecer una
relación causal, pero sí, se reconoce que, estas
emociones, afectan la vulnerabilidad de las personas a contraer
enfermedades. Asimismo, se investiga si las emociones positivas
son beneficiosas a la hora de la recuperación de la
enfermedad.
También, las emociones y la salud se relacionan
cuando una ya está enfermo, podemos ser emocionalmente
frágiles mientras estamos enfermos porque nuestro
bienestar mental se basa, en parte, en la ilusión de
invulnerabilidad. La enfermedad hace estallar esa ilusión,
atacando la premisa de que nuestro mundo privado está a
salvo y seguro. De pronto
nos sentimos débiles, impotentes y vulnerables. La
emoción más típica cuando estamos enfermos
es el miedo.
Emociones Negativas
Se ha descubierto que las emociones negativas, como la ira, la
ansiedad o la depresión,
y también el estrés, debilitan la eficacia de
ciertas células inmunológicas.
Estudios confirman que las emociones perturbadoras son malas para
la salud. Se descubrió que las personas que experimentan
ansiedad crónica, prolongados períodos de
tristeza y pesimismo, tensión continua u hostilidad,
cinismo o suspicacias implacables, tenían el doble de
riesgo de
contraer una enfermedad, incluidas asma, artritis, dolores de
cabeza, úlceras pépticas y problemas
cardíacos. Esta magnitud hace que las emociones
perturbadoras sean un factor de riesgo tan
dañino como lo son, por ejemplo, el hábito de fumar
o el colesterol elevado para los problemas
cardíacos, es decir, una importante amenaza a la salud
(Goleman, 1996).
Lo anterior no indica, en modo alguno, que todos aquellos que
tengan estos sentimientos serán más vulnerables a
una enfermedad.
Influencia de la Ira en la salud
La ira es una emoción negativa que influye en la salud,
fundamentalmente generando problemas en el corazón.
Estudios realizados en la Facultad de Medicina de la
Universidad de
Stanford han descubierto el impacto que la ira tiene en la
función cardíaca: en pacientes que habían
sufrido al menos un ataque cardíaco, cuando se
sentían furiosos e incluso cuando recordaban esos
episodios, se producía una disminución de la
eficacia de
bombeo de su corazón, la cual no se observó con
otros sentimientos perturbadores como la ansiedad. (Goleman,
1996).
Por supuesto que nadie está diciendo que la ira
por sí sola provoque una enfermedad coronaria, esta es
sólo uno de varios factores interactivos. Como los
doctores explican, aún no se puede decir si la ira y la
hostilidad juegan un papel causal
en el desarrollo
temprano de la enfermedad coronaria, o si esta intensifica el
problema una vez que la enfermedad ha comenzado, o si ocurren
ambas cosas. Pero tomemos el caso de una persona que se enfurece
repetidas veces. Cada episodio de ira añade una
tensión adicional al corazón aumentando su ritmo
cardíaco y su presión
sanguínea. Cuando esto se repite una y otra vez, puede
causar un daño, sobretodo debido a que la turbulencia con
que la sangre fluye a
través de la arteria coronaria con cada latido puede
provocar microdesgarramientos en los vasos, donde se desarrolla
la placa. Por eso, si su ritmo cardíaco es más
rápido y su presión sanguínea más
elevada porque está furioso habitualmente, tendrá
mayor probabilidad de
producir una enfermedad coronaria (Goleman, 1996).
Enfermedad coronaria se refiere a una serie de males que
se presentan cuando una o más de las arterias coronarias
se bloquean de manera parcial o total a causa de los
depósitos que se acumulan en las paredes arteriales. Las
arterias coronarias engrosadas se hacen rígidas y
estrechas y pueden interrumpir el suministro de sangre al
corazón de modo temporal o permanente (Davidoff,
1989).
Un estudio de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Harvard pidió a pacientes que habían sufrido una
ataque cardíaco que describieran su estado
emocional en las horas anteriores al mismo: estaban furiosos. Sin
embargo esto no significa que se debería suprimir la ira
cuando esta es adecuada, ya que existen pruebas de que
suprimir tales sentimientos aumenta la agitación del
cuerpo y la presión sanguínea. El hecho de que se
exprese la ira o no es menos importante que el hecho de saber si
la ira es crónica o no. Una muestra de
hostilidad ocasional no es peligrosa para la salud, el problema
surge cuando la hostilidad se vuelve tan constante que define
la
personalidad. Las personas con personalidad
Tipo A aparentan ser agresivas y hostiles, hablan fuerte,
rápido y en forma explosiva; muestran un sistema nervioso
autónomo muy sensible, reaccionan de modo excesivo ante la
tensión. Esta reactividad exagerada conduce a un ritmo
cardíaco rápido, sensación de urgencia,
impaciencia y hostilidad. Las prisas, las competencias y
cosas parecidas aumentan la tensión acelerando la
excitación simpática y contribuyendo más a
la posibilidad de problemas coronarios (Davidoff,
1989).
El complejo ira-hostilidad se considera el aspecto
psicológico que permite entender la influencia de los
procesos emocionales en los trastornos cardiovasculares. Este
complejo no es unitario, sino que está configurado por
distintas variables
psicológicas, las que en los hombres pueden variar con
respecto a las mujeres (Breva y Palmero, 1998).
Influencia de la Ansiedad en la Salud
La ansiedad es una emoción negativa, una
perturbación provocada por las presiones de la vida
diaria. Es la emoción con mayor peso como prueba
científica al relacionarla con el inicio de la enfermedad
y el curso de la recuperación.
Como todas las emociones, la ansiedad, tiene utilidad
adaptativa: nos ayuda a prepararnos para enfrentarnos a
algún peligro. Pero en la vida moderna, es más
frecuente que sea desproporcionada y fuera de lugar; la
perturbación se produce ante las situaciones con las que
debemos vivir o que son evocadas por la mente, no por peligros
reales que debemos enfrentar. Por esta razón se esta
convirtiendo en un riesgo para la salud si se presenta en forma
crónica. Si las angustian perduran, estas amenazan la
salud; una mayor cantidad de cambios en la vida y de molestias
está vinculada con una mayor probabilidad de
enfermedades físicas.
La ansiedad influye, principalmente, en la contracción de
enfermedades infecciosas tales como resfríos, gripes y
herpes. Estamos constantemente expuestos a esos virus, pero
normalmente nuestro sistema inmunológico los combate, sin
embargo, con la ansiedad esas defensas fallan. Las diferencias en
resistencia a las
enfermedades infecciosas se deben, en parte, a las tensiones de
la vida. Cuantas más ansiedades existan, mayor será
la incidencia de males infecciosos.
Durante la tensión las respuestas hormonales
suprimen ciertas funciones inmunológicas, haciendo que las
personas sean más suceptibles a los patógenos que
causan los males infecciosos. Cuando la ansiedad persiste, las
actividades inmunológicas pueden estar deprimidas.
Un estudio realizado en parejas casadas que durante tres meses
llevaron listas diarias de peleas y episodios perturbadores
mostró que: tres o cuatro días después de
una serie especialmente intensa de preocupaciones, cayeron
enfermos de un resfrío o una infección al aparato
respiratorio superior. Ese período es precisamente el
tiempo de
incubación de muchos virus comunes del resfrío, lo
que sugiere que estar expuestos mientras tenían mayores
preocupaciones y trastornos los hizo especialmente vulnerables
(Goleman, 1996).
Lo mismo se aplica para el virus del herpes: tanto el tipo que
provoca llagas en los labios como el que origina lesiones
genitales. Cuando las personas han quedado expuestas al virus del
herpes, está permanece latente en el organismo y se
manifiesta de vez en cuando. La actividad del virus del herpes
puede ser rastreada por los niveles de anticuerpos del mismo que
hay en la sangre. Utilizando esta medición, la reactivación del virus
se ha encontrado n estudiantes de medicina que se encuentran
rindiendo exámenes de fin de año y en mujeres
recién separadas.
El precio de la
ansiedad no sólo es que disminuye la respuesta
inmunológica; otra investigación está mostrando efectos
adversos en el sistema cardiovascular. Mientras la hostilidad
crónica y episodios repetidos de ira parecen poner a los
hombres en un gran riesgo de enfermedad cardíaca, las
emociones más mortales en las mujeres pueden ser la
ansiedad y el temor. Lo que ocurre es que sistema nervioso
simpático activado hace que los riñones retengan
sal, la cual altera la regulación de la presión
arterial en las personas susceptibles debido a las preocupaciones
(Davidoff, 1989).
También la ansiedad tiene un papel relevante, en
situaciones tales como las operaciones
quirúrgicas, el Dr. Camran Nezhat, de la Universidad de
Stanford dice: "si alguien debe someterse a una cirugía y
me dice que ese día siente pánico y no quiere pasar
por ella, cancelo la intervención. Cualquier cirujano sabe
que las personas que están muy asustadas tienen problemas
durante la operación. Sufren hemorragias abundantes y
más infecciones y complicaciones; además, tardan
más tiempo en
recuperarse".
La razón es evidente: el pánico y la
ansiedad elevan la presión sanguínea y las venas
dilatadas por la presión, sangran más
abundantemente cuando el cirujano hace la incisión con el
bisturí. La hemorragia excesiva es una de las
complicaciones quirúrgicas más molestas y puede
provocar la muerte
(Goleman, 1996).
Debido a que el costo
médico de la ansiedad es tan alto, las técnicas
de relajación se utilizan para aliviar los síntomas
de una amplia variedad de enfermedades. Estas incluyen problemas
cardiovasculares, algunos tipos de diabetes,
artritis, asma, alteraciones gastrointestinales y dolor
crónico, por nombrar algunas.
Influencia del Estrés en la Salud
El fisiólogo Hans Seyle describió el estrés
como una respuesta orgánica de tres fases:
- Fase de Alarma: Preparación de respuestas
adaptativas. - Fase de Resistencia: presentación de
respuestas y participación de procesos emocionales y
psíquicos, para restablecer el equilibrio. - Fase de Agotamiento: cuando el organismo ya no es
capaz de generar más respuestas adaptativas, se satura
la capacidad de adaptación y se presenta la
desadaptación alterándose la homeostasis
orgánica.
Esto ocurre si los estímulos son muy intensos, se
repiten frecuentemente o persisten por mucho tiempo
(Rodríguez y Vega, 1998).
Las respuestas que se presentan durante la fase de resistencia al
estresor, como son: aumento en al secreción de
catecolaminas (adrenalina y noradrenalina), de cortisol y
encefalina, aumento de aminoácidos circulantes, aumento de
la glicemia, entre otras; hacen que el sistema
inmunológico se vea afectado deteriorando la
función de las células inmunológicas (T, B,
T asesinas).
El estrés mental crónico parece inducir la
superproducción de un producto
químico, el péptido derivado del gen de la
calcitonina en los terminales nerviosos de la piel. Por
esto, el péptido recubre excesivamente la superficie de
ciertas células inmunológicas (células de
Langerhans), cuya tarea es capturar agentes infecciosos y
entregarlos a los linfocitos para que el sistema inmune pueda
contrarrestar su presencia. Debido a la menor vigilancia en una
vía importante de acceso, el cuerpo es más
vulnerable a las infecciones (Damasio, 1994).
Con lo anterior podemos darnos cuenta de lo nocivo que puede
llegar a ser el estrés, pero aún así no es
causa directa de enfermedades. El estrés no causa la
enfermedad en sí, sino que impide la recuperación
porque baja las defensas del cuerpo y aumenta la sensibilidad de
la persona a los problemas físicos que han existido
anteriormente (Reeve, 1994).
Múltiples estudios clínicos han demostrado que la
palabra más adecuada para describir la relación
entre estrés y salud es impacto, pues los factores
psicosociales no son causa de enfermedad, sino que
desempeñan un rol en la alteración de la
susceptibilidad del paciente a las enfermedades (Rodríguez
y Vega, 1998).
Estudios han demostrado que estresores potenciales como: grandes
cambios en la vida, situaciones vitales crónicas y
pérdida del apoyo social, están relacionados con
enfermedades cardiovasculares, debido a que la secreción
de hormonas
durante el estrés parecen contribuir en este tipo de
enfermedades, ya que: incrementan la tendencia de
coagulación de la sangre, (si un coágulo se aloja
en la arteria coronaria es probable sufrir un ataque
cardíaco), elevan los niveles de ácidos
grasos libres y triglicéridos que obstruyen las arterias,
y aumentan la presión arterial (Davidoff, 1989).
En cuanto a la contracción de enfermedades infecciosas
como virus del herpes o de la gripe, el estrés influye ya
que debilita la acción del sistema
inmunológico.
La relación entre estrés y cáncer
parece estar en los efectos supresores del estrés en el
sistema inmunológico. Si se deprimen las funciones
inmunológicas, los organismos tienen menos capacidad para
enfrentarse a los agentes cancerígenos (Davidoff, 1989).
4. Beneficio de las
Emociones Positivas en la Salud
La prueba de los efectos médicos adversos de la
ira, la ansiedad y el estrés es innegable. Tanto la ira
como la ansiedad, cuando son crónicas, pueden hacer que la
gente sea más propensa a una serie de enfermedades. Pero
si la perturbación emocional crónica en sus
diversas formas es nociva, la variedad opuesta de emociones puede
resultar beneficiosa?.
Muchos preconizan que la risa y el buen humor pueden ser
herramientas
efectivas para enfrentarse a la enfermedad. La capacidad de estar
de buen humor imprime sentido de perspectiva a nuestros
problemas. La risa brinda una liberación física de las
tensiones acumuladas y por tanto se espera que todo aquello que
logre que el hombre se
mantenga emocionalmente estable y lejos de experiencias
desagradables puede contribuir a que el sistema
inmunológico funcione óptimamente
(López,
1999).
Pese a lo anterior, investigaciones indican que las emociones
positivas pueden resultar beneficiosas hasta cierto grado.
Así como las emociones negativas hacen más
vulnerables a las personas a contraer enfermedades, pero no las
causan, las emociones positivas ayudan a sobrellevar la
enfermedad y favorecen el proceso de recuperación, pero
por sí solas no logran mejorar a la persona.
El optimismo y la esperanza también resultan
beneficiosos. La gente que tiene muchas esperanzas es más
capaz de resistir en circunstancias penosas, incluidas las
dificultades médicas. En cuanto al optimismo hay diversas
explicaciones. Una teoría
propone que el pesimismo conduce a la depresión, que a su
vez interfiere en el sistema inmunológico, con la
consiguiente vulnerabilidad a las enfermedades; el optimismo
haría lo contrario. Otra explicación indica que
puede tratarse de que los pesimistas descuidan su propia persona;
algunos estudios han descubierto que los pesimistas fuman y beben
más, y hacen menos ejercicios que los optimistas, son en
general más descuidados con su salud. Podría
resultar que la fisiología del optimismo es de cierta
utilidad
biológica para la lucha del organismo contra la enfermedad
(Goleman, 1996).
Conocer las propias emociones es algo fundamental.
Reconocer cuál es la emoción que estamos sintiendo,
en el momento en que la sentimos es tremendamente útil, ya
que nos permite un mayor conocimiento
de nosotros mismo y también nos permite saber canalizar y
expresar esas emociones hacia los demás de manera
adecuada.
Todas las emociones son buenas, mirándolas desde el papel
adaptativo que juegan, sin embargo hoy se sabe que hay algunas
que si se salen de los limites normales y se vuelven
crónicas, ya no son tan buenas.
En la comunidad
científica ya se acepta que las emociones tienen cierta
influencia en la salud: se reconoce un vínculo
físico entre el sistema nervioso y el inmunológico,
que hace que estos sistemas, sobre todo el inmunológico
dependa del nervioso para su correcto funcionamiento. Así,
las emociones negativas y el estrés afectan al sistema
inmunológico, haciéndolo más vulnerable; y
las emociones positivas, el buen humor, el optimismo y la
esperanza, junto al apoyo de otros, ayudan a soportar una
enfermedad y facilitar su recuperación. Con esto, se
estableció la relación mente/cuerpo, que
permitió el nacimiento de una nueva disciplina de
estudio, la Psiconeuroinmunnología.
Todos estos descubrimientos tienen una aplicación
innegable para los profesionales de la salud en el tratamiento de
las enfermedades, ya que deberán considerar un tratamiento
integral para el paciente que considere tanto los factores
físicos como los psicológicos de este. En otras
palabras el paciente estará sano cuando se haya curado de
la enfermedad (illness: experiencia que el paciente tiene del mal
que lo aqueja), mas que de la patología (disease:
trastorno médico).
Algunos cambios para la medicina en el tratamiento de
enfermedades, tomando en cuenta el efecto de las emociones en la
salud, serían: ayudar a la gente a manejar mejor sus
sentimientos perturbadores (ira, ansiedad, depresión,
pesimismo y soledad) ya que es una forma de prevención de
la enfermedad; y atender las necesidades psicológicas de
los pacientes al
mismo tiempo que las médicas.
Si los descubrimientos sobre emociones y salud significan algo,
es que el cuidado médico que pasa por alto lo que la gente
siente mientras lucha con una enfermedad grave o crónica,
ya no es adecuado.
Damasio, Antonio: 1994 "El Error de Descartes"
Editorial Andrés
Bello, Santiago
Páginas: 143, 283, 284, 285.
Davidoff, Linda: 1989 "Introducción a la Psicología"
Editorial Mc Graw-Hill, Buenos Aires
Páginas: 409-414
Goleman, Daniel: 1996 "Inteligencia
emocional"
Javier Vergara Editor, Buenos Aires
Capítulo 11: "Mente y Medicina"
Reeve, Johnmarshall: 1994 "Motivación
y Emoción"
Editorial Mc Graw-Hill, México
Capítulo 16: "Estrés, afrontamiento y salud"
Páginas: 411- 415.
Internet:
Artículos:
http://reme.uji.es/remesp.html
E.G. Fernández, F.Palmero: "Emociones y Salud" 1999
"Emociones y Adaptación" 1998
LeDoux, J: "El Cerebro
Emocional" 1999
www.uam.es/centros/psicología/pag
M. Rodríguez, M. Vega: "Secuelas neuroendocrinas e
inmunológicas producidas por la ansiedad y el
estrés" 1998
www.psyconeuroimmunology.com
López, Martha: "La psiconeuroinmunología, una nueva
ciencia en el
tratamiento de enfermedades" 1999
Resumen
La salud del hombre es un
complejo proceso sustentado en la base de un equilibrio entre
factores biopsicosociales.
Emociones son procesos psicológicos que frente a una
amenaza a nuestro equilibrio, ya sea físico o
psicológico, actúan para reestablecerlo ejerciendo
así un papel adaptativo. Sin embargo en algunos casos, las
emociones, influyen en la contracción de enfermedades,
dejando de ser procesos adaptativos. La función adaptativa
de las emociones va a depender de la evaluación que haga
la persona del estímulo que pone en peligro su equilibrio,
y de la respuesta que genere para afrontar ese
estímulo.
Siendo la salud humana un complejo proceso de adaptación
en el que confluyen factores biológicos,
psicológicos y sociales, una persona sana debe estarlo
tanto en mente como en cuerpo, es decir existe una
relación. Esta relación permitió el
nacimiento de una nueva ciencia, la
psiconeuroinmunologia (PNI), que estudia como influyen ciertos
procesos psicológicos en la salud.
Gracias a los estudios derivados de la PNI, se ha descubierto un
vínculo físico (sinapsis), entre células del
sistema nervioso y del sistema inmunológico, haciendo a
estos dos sistemas humanos, interdependientes.
Una de las formas como influyen los procesos psicológicos
en la salud, es a través de las emociones. Tanto las
emociones positivas (alegría, buen humor, optimismo) como
las negativas (ira, ansiedad) y el estrés influyen en la
salud.
Las emociones perturbadoras influyen negativamente en la salud
favoreciendo la contracción de ciertas enfermedades, ya
que hacen más vulnerable el sistema inmunológico,
lo que no permite su correcto funcionamiento.
Las emociones positivas son un beneficio par nuestra salud, ya
que ayudan a soportar las dificultades de una enfermedad y
facilitan su recuperación.
Todos estos descubrimientos sobre emociones y salud, tienen su
aplicación en el tratamiento de las enfermedades, ya que
este deberá ser un tratamiento integral, que considere la
recuperación tanto de los factores físicos como de
los factores psicológicos del paciente.
Autor:
Carla Giglio Gallardo
20 años
Segundo año Psicología en Universidad de Chile
Bachiller en Ciencias
Sociales y Humanidades
Palabras clave: emociones, estrés, salud,
psiconeuroinmunología
Área monografía: psicología