Indice
1.
Introducción
2. Antecedentes
3. La Gran
Depresión
4. ¿Por qué se produce el
crack de 1929?
5. Consecuencias del crack de
1929
6. Tentativas de
salvación
7. Bibliografía
1. Introducción
En la aproximación al fenómeno
bursátil nada lo es más que la historia de los crash,
aunque el humor resulta por momentos bastante negro.
Pero no es solo cuestión de divertise un poco. En
realidad, es algo sumamente instructivo. En las fases alcistas se
van generando un estado de
euforia que degenera en las burbujas especulativas. A modo de
"ideología" justificativa de la burbuja se
van tejiendo una serie de mitos sobre el
funcionamiento de los mercados
financieros, mitos que son
aceptados por una masa de participantes en el mercado cegados
por la codicia. El crash no solo tira por tierra los
mitos, poniendo de manifiesto su falsedad. Además se lleva
por delante a los
incautos que creyeron en ellos.
Conocer la historia de los crash
permite conocer estos mitos y estar precavidos ante ellos. El
historiador por excelencia de los crash, J.K. Galbraith,
escribió lo siguiente en el prefacio a la edición
española de su "Breve historia de la euforia
financiera":
"En este último cuarto de siglo, y especialmente
en la última década, la larga, variada y a menudo
desastrosa historia económica de España ha
culminado en una era de notables éxitos. España ha
gozado de un alto y sostenido crecimiento
económico, y su tenor de vida ha progresado
admirablemente. En otro tiempo fuente de
voluntariosa y
barata mano de obra para el resto de Europa
occidental, hoy España demanda
idéntico suministro de trabajadores de la vecina Africa. Esto, no
cabe duda, brinda el escenario y el decorado apropiados para el
optimismo, que podría convertirse en la euforia descrita
en estas páginas. […] Así pues, me
sentiría feliz si creyera que logro hacer alguna
contribución, por humilde que sea, para prevenir los
excesos económicos que conducen al inevitable día
del desencanto y del gran desastre. Esta es la modesta esperanza,
o tal vez debería decir ligeramente inmodesta, que he
depositado en este libro."
Admirables palabras, llenas de lucidez, que hago
mías.
De todos los grandes crash de la historia el más famoso es
de Wall Street en 1929. A diferencia de otros que
desfilarán a lo largo de la serie, la crisis de 1929
es sumamente conocida, su existencia forma parte de la "cultura
general" de la gente. Hay muchas referencias y estudios, incluso
una monografía
muy famosa escrita por Galbraith.
Existe un paralelismo entre la situación política y
económica de Europa a partir
del tratado de Versalles. A esta Europa corresponde una economía en crisis, que no
solo es reflejo de los destrozos de la guerra sino
también de las medidas económicas y de la falta de
solidaridad en
los tratados de
paz.
Uno de los grandes problemas es
el pago de indemnizaciones y deudas entre los países:
* Alemania ha de
afrontar el pago de las indemnizaciones de guerra.
* Inglaterra adeuda
a Estados
Unidos.
* Francia
había contraído una deuda altísima con las
empresas y el
gobierno de los
Estados
unidos, Inglaterra
debía colaborar
en ese pago.
Todo esto provocaría graves problemas, por
lo que en 1924 se aprueba el plan Dawes, era
el intento de colocar a Alemania en
condiciones de pagar a los aliados, para que éstos a su
vez puedan pagar a Estados Unidos.
Pero no funcionaría.
En 1925 se inicia una nueva etapa. Alemania es admitida en la
Sociedad de
Naciones, se revisan y disminuyen las indemnizaciones y se
intensifican los intercambios y las transferencias de capital.
Un aire de optimismo
sopla en el mundo.
Una gran crisis mundial estalló el 24 de octubre de 1929,
el famoso "Jueves Negro". Aquel día, en Wall Street (donde
está la Bolsa de valores
de Nueva York),
el pánico se apoderó del mundo de las finanzas: la
cotización de los valores se
hundió. Muchos ciudadanos, desde grandes hombres de
negocios hasta
pequeños accionistas, se arruinaron. La depresión
económica pronto se extendió por casi todos los
países del mundo; y, como seguía a un
período de prosperidad que había suscitado toda
clase de esperanzas, causó una tremenda impresión:
"Hombres y mujeres", escribió el historiador Arnold
Toynbee, "previeron la posibilidad de que se dislocara el
sistema social
de Occidente". La crisis desembocó en una época de
inestabilidad y de tensiones que culminó con el auge del
nazismo y el
estallido de la Segunda Guerra
Mundial.
2. Antecedentes
La Primera Guerra Mundial
Esta guerra arrasó buena parte de Europa: diez millones de
muertos, regiones enteras devastadas (la Europa balcánica,
Polonia oriental, Rusia Blanca, el nordeste de Francia,
Bélgica) y la red de comunicaciones
casi totalmente destruida en las zonas de combates.
La Primera Guerra
Mundial enriqueció a Estados Unidos, que se
convirtió en el gran banquero del mando.
La guerra, muy costosa, provocó también el
endeudamiento de muchos de los beligerantes: por ejemplo,
Francia, que
había previsto, para caso de guerra, un crédito
de 2.500 millones de francos de su Banco Nacional,
tuvo que pedir prestados 75.000 millones (sobre todo, a banqueros
de Londres y de Nueva York).
De 1914 a 1920, el endeudamiento total de los beligerantes (con
exclusión de Rusia) pasó de 26.000 millones a
225.000 millones de dólares. En cambio, muchos
países prestamistas o proveedores de
armamentos, de alimentos, de
materias primas o de maquinaria se enriquecieron; entre otros,
naciones neutrales como Suiza o los Países Bajos,
así como Japón y
Estados Unidos. Estos últimos se impusieron cada vez
más en el mercado mundial:
al terminar la guerra poseían la mitad del oro del mundo,
y entre 1913 y 1929 su renta nacional pasó de 33.000 a
72.000 millones de dólares.
Creación de dinero,
inflación y caída de la demanda.
Para satisfacer la renacida
demanda, mejoró el rendimiento de las fábricas,
pero subieron los precios. En
contrapartida, cuando había que pagar los productos
adquiridos, el crédito
era escaso. Incapaces de hacer frente a sus deudas los gobiernos
multiplicaron las emisiones de billetes, lo que favoreció
la inflación.
Una Primera crisis grave sacudió a la economía mundial
entre 1919 y 1923; fue muy notoria en Alemania, donde el marco,
en 1923, se devaluaba cada hora y donde los obreros llegaron a
cobrar su salario
después de cada hora de trabajo.
Una segunda fase se produjo con la caída de la demanda a
medida que caía el nivel de vida. Los productos no
vendidos se acumulaban, las fabricas cerraban sus puertas y esto
aumento el desempleo.
Surge el capitalismo
monopolista.
Los magnates de las grandes empresas
aprovecharon la inflación para comprar a bajos precios
fabricas enteras. La concentración de la producción en pocas manos (monopolios) se
aceleró y el trabajo en
cadena con baja paga de salarios se
convirtió en el gran negocio.
Estados Unidos, a la cabeza de la economía
mundial.
La Primera Guerra Mundial
enriqueció a Estados Unidos, que se convirtió en el
gran banquero del mando. De 1923 a 1929, la producción industrial de este país
creció un 64%, con tasas aún más elevadas
para el
petróleo, acero y los
productos químicos. La prosperidad se generalizó, y
su símbolo fue la proliferación de
automóviles: en 1929, se fabricaron en Estados Unidos
más de cinco millones de vehículos (tantos como en
el próspero año 1953).
Para aumentar las ventas, los
industriales y los banqueros americanos desarrollaron el sistema de
ventas a
crédito. Se calcula en 7.000 millones de dólares el
valor de los
créditos concedidos en el año 1929;
el 60 % de las ventas de automóviles y el 40 % de las
transacciones inmobiliarias se efectuaban entonces a plazos. Se
constituyeron o se reforzaron inmensos imperios industriales:
La United Steel Corporation controlaba el 60 % de la
producción de acero;
La Ford y la General Motors
dominaban dos terceras partes de la industria del
automóvil.
Estos gigantes industriales estaban
unidos a poderosos bancos. El
mito de la
prosperidad permanente ganó terreno, y el sistema de vida
americano, fascinó al mundo.
3. La Gran
Depresión
La frágil prosperidad de los años
veinte
Europa logro salir de la crisis. Las monedas y
los precios se estabilizaron. La producción
aumentó. En 1929 Francia era el primer productor mundial
de mineral de hierro y el
segundo productor de automóviles, detrás de Estados
Unidos.
El desarrollo de
Alemania se veía obstaculizado por los 132.000 millones de
marcos oro que debía a los vencedores como
reparaciones de guerra. No obstante, este país
consiguió un escalonamiento de los pagos (hasta 1988)
gracias a los americanos, que deseaban colocar en él sus
capitales.
En los años 20, los norteamericanos invirtieron en
empresas alemanas más de mil millones de dólares.
En casi toda Europa renació la vida, de los negocios,
aumentó la prosperidad y se hicieron fortunas: fueron los
años locos", en los que Europa vivió con
despreocupación.
Una observación detenida hubiera descubierto
algunos motivos de inquietud. Las tensiones políticas
subsistían: en 1923, Francia ocupó el Ruhr para
exigir que Alemania pagase las reparaciones de guerra.
En este país y en Italia, nazismo y
fascismo
causaban cada día mayor preocupación por su
nacionalismo
beligerante. En 1923, Miguel Primo de Rivera instauró en
España una dictadura
militar, y en 1926 los militares dieron un golpe de Estado
en Portugal. En el Próximo Oriente y en el resto de
Asia, los
pueblos colonizados trataban de liberarse de la tutela
europea.
Gran Bretaña tuvo dificultades para salir del
marasmo económico; sus instalaciones productivas eran
viejas, y el paro crecía sin cesar. Y, aunque la industria se
desarrollaba, no ocurría lo mismo con la agricultura:
en Estados Unidos, los precios agrícolas permanecieron
bajos, los agricultores se endeudaron y, en diez años,
más de dos millones de ellos tuvieron que abandonar sus
tierras.
Alzas vertiginosas
Las monedas no se habían estabilizado por completo, y los
problemas se complicaron: las divisas ya no se hallaban
garantizadas sólo por las reservas de oro, sino
también por algunas monedas fuertes, como la libra
esterlina y, después, el dólar. Por último,
el mercado bursátil, en el que se negociaban las acciones de
las industrias,
vivía bajo el signo de un optimismo desaforado. En la
bolsa de Nueva York, el precio medio
de los valores
subió un 25 % en 1928 y un 35 % en los primeros meses de
1929.
Algunas acciones
habían experimentado alzas vertiginosas (en 1929, las de
General Motors valían cincuenta veces más de su
valor
inicial). El mercado al alza, engendró una
especulación que aumentó desmesuradamente el
volumen de las
transacciones bursátiles: en marzo de 1928 se negociaban
al día medio millón de acciones y, en junio de
1929, se alcanzaban los ¡cinco millones! Los financieros se
lanzaron a operaciones
complejas y aventuradas, valiéndose del crédito
depositado en ellos.
Estallaron numerosos escándalos financieros, que
testimoniaban la corrupción
de los negociantes y el compromiso de ciertos medios
políticos.
El "Jueves Negro"
A principios de
octubre de 1929, en Wall Street, ciertos indicios comenzaron a
inquietar a los corredores de la gran bolsa de valores
neoyorquina. Los precios al por mayor del hierro, del
acero y del cobre,
así como los beneficios de la industria del
automóvil, bajaban.
El jueves 24 de octubre de 1929, conocido como el jueves
negro", se inicia la crisis económica mundial con el crack
financiero de Wall Street.
Presagiando la tormenta, algunos especuladores astutos trataron
de vender sus títulos mientras las cotizaciones aún
iban en alza. El movimiento ya
estaba en marcha, y las ventas se multiplicaron. Entonces los
grandes bancos decidieron
comprar para detener la baja, pero no pudieron hacer frente a los
16 millones de acciones volcadas sobre el mercado el martes 29 de
octubre. Las autoridades no comprendieron la situación; en
noviembre, el presidente Hoover aún decía: "
Compren ahora, la prosperidad está a la vuelta de la
esquina"
El desconcierto fue general: ¡casi trece millones de
títulos fueron puestos a la venta a cualquier
precio!, la
caída de las cotizaciones se aceleró; el 13 de
noviembre, las acciones industriales habían bajado de 469
puntos a 220: quien tuviera
¿Por qué se produce
el crack de 1929?
Con excepción de la
Unión Soviética, todos los países se
vieron afectados por la crisis bursátil y financiera. Esta
crisis sólo era la expresión de una
situación económica muy grave pues desde 1928 las
compras
habían disminuido y los mercados se
hallaban saturados.
Este imprevisible descenso de las actividades industriales fue la
causa de la caída de la bolsa. Y el crack bursátil
aumentó las
dificultades económicas a partir de entonces.
Para 1928, la minería
del carbón, la industria textil y los astilleros no
habían recuperado su nivel de actividad de 1920, y
persistía el paro (dos millones de desocupados). Las
tierras hipotecadas por miles de agricultores cayeron en manos de
grandes sociedades.
Ello no impedía que la euforia fuera extraordinaria. En
septiembre de 1928, el presidente de la Bolsa de Nueva York
todavía afirmaba: "Muchas personas aún no han
comprendido que, al parecer, esto es el fin de los ciclos
económicos tal como los hemos conocido. Estoy convencido
de la esencial y fundamental solidez de la economía
americana. Los acontecimientos de los próximos años
se encargaron de desmentirle de manera flagrante.
En todo boom hay un elemento especulativo, comenzando por el
siglo XVII. Durante la tulipomanía holandesa (1630), un
tipo poco común de bulbo se podía vender a 5.500
florines -50.000 dólares en moneda actual-. En el crack
posterior, muchas personas se arruinaron. La historia se
repitió casi cien años después, con la
llamada "burbuja del mar del Sur" (1720), cuando una empresa de
aventureros ofreció hacerse cargo de la deuda nacional
británica a cambio del
monopolio del
comercio con
las colonias españolas en América. En esa loca fiebre especulativa,
los precios de las acciones subieron de 130 a 1.000 libras en
siete meses, para estallar posteriormente. Entre los muchos que
perdieron su dinero se
encontraba el famoso científico Isaac Newton,
quien comentó amargamente: "Puedo calcular los movimientos
de los cuerpos pesados, pero no la locura de las personas". Antes
del crack de 1929 se produjo el famoso escándalo de
la tierra en
Florida. Se pagaban fabulosas sumas de dinero por una
ciénaga. Como siempre, la orgía especulativa
terminó en lágrimas.
El capital
ficticio, como llamaba Marx a la riqueza
de papel generada
por la especulación, ha jugado un papel similar
en cada boom en la historia del capitalismo.
Durante el período de auge hay una demanda febril de
capital y una búsqueda irracional de beneficios
rápidos y dinero fácil. Como explica Marx, el ideal de
la burguesía es siempre hacer dinero del dinero sin la
penosa necesidad de involucrarse en la producción. Este es
el origen del juego en la
Bolsa y otras formas de especulación. Durante los
períodos de boom se generan grandes cantidades de capital
ficticio y se dan por válidas aunque carezcan de una base
real. En el actual boom de EEUU, éste fenómeno
alcanza proporciones extraordinarias. No sólo se aprecia
en los precios de Wall Street, inflados hasta el punto de que no
guardan relación con el valor real o la rentabilidad
de las empresas correspondientes, sino también en las
asombrosas cantidades de capital ficticio que circulan por los
mercados
monetarios del mundo como derivados y recursos
especulativos similares.
De una manera distorsionada la Bolsa refleja el movimiento de
la economía real y a su vez puede tener un gran impacto en
ella. El actual boom del consumo en
EEUU depende hasta cierto punto de la subida del precio de las
acciones y de la deuda. Una vez que la burbuja estalle,
tendrá un efecto destructor en la llamada confianza del
consumidor. En la
actualidad, casi el 50% de los norteamericanos posee acciones,
directa o indirectamente, diez veces más que en 1929 y el
doble que en 1987, año del último gran crack
bursátil. Imaginar que un crack en estas circunstancias no
tendría efecto en la economía real es una
fantasía.
La última semana de octubre de 1.929 se produjo
la hecatombe. Hubo sobre todo dos jornadas de auténtico
pánico financiero: el día 24, cuando casi 13
millones de títulos fueron vendidos, y especialmente el
29, en que se negociaron 16,5 millones de títulos. Muchas
familias estadounidenses vieron cómo de un soplo se
desvanecían todas las ganancias que habían
acumulado en los 18 meses anteriores.
Se cumplía así el principio de que lo que
sube baja. Pero como otro principio dice que lo peor puede
empeorar, aún quedaba más, y la caída de la
Bolsa neoyorquina persistió hasta el 8 de junio de 1.932,
en que tocó fondo. Ese día, el índice de
Wall Street marcaba una octava parte de la que había sido
su máxima cotización.
El martes 29 de octubre fue el día más
devastador en la historia de la Bolsa de Nueva York y,
posiblemente, el más devastador en la historia de todos
los mercados. Todo lo peor de todos los días anteriores se
dio apretada en él", escribe John Kenneth Galbraith en su
libro El crac
del 29.
El mecanismo que desencadenó la caída, con
un efecto de bola de nieve, fue que, durante los días de
euforia especulativa, los inversores habían comprado
acciones mediante préstamos que estaban garantizados por
esas acciones que adquirían. Cuando el valor de
éstas comenzó a bajar, los prestamistas vendieron
los títulos depositados en garantía para recuperar
al menos una parte de las cantidades prestadas, lo que no iba a
hacer más que acelerar la caída.
La mañana del jueves 24 de octubre de 1.929, una
multitud se arremolinaba en Wall Street, donde el mercado era un
tumulto de vendedores: los precios no hacían más
que bajar y, a las once de la mañana, el pánico
invadió la Bolsa. La policía avisada de que algo
raro estaba ocurriendo, acudió para mantener el orden.
Pero el aspecto de aquellas personas no era el de unos
agitadores, sino que sus rostros denotaban una especie de
horrorizada incredulidad ante el desplome
bursátil.
Para evitar incidentes entre los inversores y los
curiosos que se habían acercado a Wall Street, a las 12:30
se ordenó desalojar las dependencias de la Bolsa
reservadas al público. Uno de los que debieron salir a la
calle era Winston Churchill, ex-ministro de hacienda
británico, que estaba en América
de visita y dando conferencias. Churchill se admiró del
orden y la calma que, dada la gravísima situación,
mantenían los especuladores.
Ante el desplome, al mediodía, los cinco banqueros
más importantes del país decidieron sostener el
mercado y dieron órdenes de compra. Dijeron que las bases
de la Bolsa eran firmes y que la depreciación se debía a correcciones
técnicas. Su actitud
tranquilizó los ánimos y contuvo los precios.
Pero la calma duró poco, pues el lunes siguiente,
día 28, la situación empeoró. Y el 29,
martes negro, las
pérdidas equivalían a las ganancias de más
de año y medio. Ese día, los banqueros se reunieron
dos veces, pero su intención ya no era sostener el
mercado, pues estaban vendiendo. Habían aceptado que algo
iba mal en la economía y que los problemas no eran
técnicos.
Consecuencias del crack de
1929
Los bancos restringieron el crédito, y
se exigió a los industriales y los agricultores que
pagaran sus deudas. Se multiplicaron las quiebras: en Estados
Unidos, hubo más de 28.000 quiebras comerciales e
industriales en 1931 y 5.000 bancarias en tres años.
El crack de 1929 inició la pavorosa crisis conocida como
"gran depresión". Como nadie podía comprar, se
produjo una baja general de los precios, y los productos se
acumularon en las fábricas; consecuentemente, como los
patronos no vendían, los salarios bajaron,
la producción se redujo y el paro aumentó, con lo
que aún se podía comprar menos.
La producción industrial del mundo se redujo en un 38 %
entre 1929 y 1932, y el volumen del
comercio
internacional descendió en un tercio.
Era un círculo vicioso. Se destruía los productos
por falta de compradores: automóviles nuevos eran
desguazados; en Brasil, se
utilizaba café
para hacer funcionar las locomotoras; en Dinamarca y Argentina se
sacrificaban las reses.
El desarrollo de
la crisis industrial estaba ligado con la crisis agrícola
crónica que padecía el mundo desde 1918.
En la agricultura,
la crisis afectó tanto a las pequeñas y medianas
explotaciones como a las grandes. Millones de campesinos,
expulsados de sus tierras por los acreedores, y numerosos peones
agrícolas que no encontraban trabajo pasaron a engrosar
las ya prietas filas de los desempleados de las ciudades. En las
tierras que les habían sido confiscadas nació una
gran agricultura mecanizada.
La crisis provocó las mayores arbitrariedades: mientras
millones de seres humanos morían de hambre en el mundo,
los productores tiraban a destruían los artículos
cuyo precio de venta se
hundía. La leche o el
café
eran tirados a las alcantarillas o al mar. La distribución gratuita de estos productos
hubiera hecho bajar todavía más los precios, por
consiguiente, se prefería destruirlos
sistemáticamente.
La producción de cereales, la ganadería
y la economía lechera se vieron afectadas. Al bajar el
nivel de vida de los asalariados, descendieron bruscamente las
ventas de los agricultores. Los precios al por mayor se
hundieron: en Nueva York, el bushel (unos 35 litros) de trigo
bajó de 148 a 44,5 céntimos de
dólar.
El desempleo
alcanzó proporciones nunca vistas: diez millones de
parados censados oficialmente en el mundo en 1929.
¡Cuarenta millones en 1932! En Estados Unidos, el 25% de la
población laboral estaba en
paro. Ante las oficinas de socorro, las sopas populares y los
albergues nocturnos, se alargaban las filas.
Al llegar la crisis, los vendedores reclamaron lo que se les
debía, y los deudores, a menudo parados, no pudieran
pagar, por lo que se sucedían los embargos. Los parados se
vieron obligados con frecuencia a mendigar su comida en organizaciones de
caridad.
En la vida política
internacional se recrudecen los nacionalismos. La vuelta al
proteccionismo, al nacionalismo,
como el fascismo italiano
o el nazismo alemán. Comprobada la imposibilidad de
instaurar una era de entendimiento cada potencia se
desentenderá del resto. Aquí comienza, en gran
medida, el camino hacia la guerra.
En orden de política interior se produce un
descrédito de la democracia
parlamentaria. Al demostrarse la necesidad de la
intervención estatal se refuerzan los gobiernos
autoritarios y los poderes ejecutivos toman las riendas por
encima de los otros dos poderes del Estado.
La crisis repercute también en la demografía, que se detiene, hasta se
produce una regresión. En países totalitarios,
temerosos de la repercusión que un descenso de la
natalidad puede tener en su potencial militar, estimulan los
nacimientos.
Los movimientos de población también son afectados. Se
detiene la concentración urbana. Se paraliza la
emigración internacional.
Sin embargo, hay algunos sectores que se benefician, el descenso
de precios aumenta la capacidad adquisitiva de aquellos que
mantienen sus ingresos.
En casi todos los países se fortalecen los sindicatos y
los partidos
políticos obreros.
También en el orden intelectual se produce una crisis de
valores.
Tentativas de
salvación
Ante una crisis tan profunda, los gobiernos tenían que
intervenir. En Estados Unidos, el presidente Roosevelt,
elegido en 1932, puso en práctica el New Deal: el Estado
llevó a cabo una política inflacionista para
aliviar las deudas; devaluó el dólar en un 59 %
para favorecer las exportaciones,
millones de parados fueron empleados en un vasto plan de obras
públicas y en la ordenación de vastas regiones; se
fundaron instituciones
de crédito agrícola que otorgaban préstamos
a bajo interés, y
se oficializó la ayuda a los parados.
Estas medidas permitieron una recuperación de la actividad
económica, pero resultaron insuficientes. Hubo que esperar
hasta 1939 para que la recuperación fuera evidente. Las
tensiones internacionales favorecieron el desarrollo de la
industria de armamentos.
El New Deal, a pesar de su éxito a
medias, había enterrado al capitalismo liberal: el Estado
había pasado a ser árbitro y organizaba la
economía. Pero no todos los Estados optaron por
reorganizar el capitalismo.
Producto de la
reactivación económica causada por el plan del
presidente Roosevelt fue reelegido tres veces:1936, 1940 y
1944.
En Alemania, el nazismo se aprovechó de la crisis. los
nacionalsocialistas denunciaron la economía liberal y a
los "capitalistas judíos", a quienes hacían
responsables de todos los males. Deseaban suprimir los sindicatos y
reemplazarlos por un sistema corporativo. Los grandes
industriales, que sabían muy bien que el pretendido
anticapitalismo de Hitler era pura
farsa, vieron en él un bastión contra la
agitación social y el avance comunista. Había
empezado la era de la barbarie nazi, y con ella la marcha hacia
la guerra.
7. Bibliografía
http://personales.com/espana/malaga/Guardiolapage/temall.htlm
www.moir.org.co/Deslinde/2024/lacrisis mundial.htm
http://www.herramienta.com.ar/13/13-2.html
http://www.deahe.uned.es/debateade/_disc/000002dc.htm
http://www.revistadelsur.org.uy/revista.073/tapa1.html
http://www.terra.com.ve/aldeaeducativa/temas/tareas4cd72.html
http://www.arts.unimelb.edu.au/amu/ucr/student/1997/Yee/1929.htm
Autor:
Diego Urday Zegarra